Entrada: " No me abandones, Señor, Dios mío, no te quedes lejos; ven aprisa a socorrerme, Señor mío, mi salvación " (Sal 37, 22-23).
Colecta (del Gelasiano): " Señor, guarda a tu familia en el camino del bien, que tú le señalaste; y haz que, protegida por tu mano en sus necesidades temporales, tienda con mayor libertad hacia los bienes eternos ".
Comunión: " El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para dar su vida en rescate de muchos " (Mt 20, 28).
Postcomunión: " Te pedimos, Señor Dios nuestro, que esta Eucaristía, prenda de inmortalidad, sea para nosotros causa de salvación eterna ".
– Jr 18, 18-20: ¡Venid y le heriremos! Jeremías se lamenta de las maquinaciones de sus enemigos que traman aniquilarlo. Es una figura de Cristo en su pasión y en su muerte. Los príncipes de los sacerdotes y los fariseos se reúnen en gran consejo y determinan: " hay que hacer desaparecer a Jesús, el Nazareno "; se apoderan de Jesús en el huerto; le ultrajan e insultan mientras Él se desangra en la cruz y ruega al Padre por ellos: " Perdónalos. No saben lo que hacen ".
¡Sus enemigos! Pero, ¿no nos situamos también nosotros muchas veces entre las filas de sus perseguidores y enemigos? ¿No es cada pecado un desprecio de Jesús, de sus preceptos, de su doctrina, de sus bienes y promesas? ¡Con cuánta frecuencia en la vida del cristiano se oponen a Cristo y a sus mandatos las pasiones, los planes y miras humanas! Pidamos al Señor que nos ilumine, para que a la luz de su pasión reconozcamos la malicia y la odiosidad de nuestros pecados e infidelidades. San Agustín dice:
" La pasión de nuestro Señor y Salvador Jesucristo es una prenda de gloria y una enseñanza de paciencia. Pues, ¿qué dejará de esperar de la gloria de Dios el corazón de los fieles, si por ellos el Hijo único de Dios, coeterno con el Padre, no se contentó con nacer como un hombre entre los hombres, sino que quiso incluso morir por mano de los hombres, que Él mismo había creado? Grande es lo que el Señor nos promete para el futuro, pero es mucho mayor aún aquello que celebramos recordando lo que ha hecho por nosotros " (Sermón 3).
– Con el Salmo 30 pedimos al Señor una liberación de las fuerzas del Mal, que tiende sus redes para perjudicarnos: " Sálvame, Señor, por tu misericordia de la red que me han tendido, porque Tú eres mi amparo. A tus manos encomiendo mi espíritu: Tú, el Dios leal, me librarás. Oigo el cuchicheo de la gente y todo me da miedo; se conjuran contra mí y traman quitarme la vida. Pero, yo confío en Ti, Señor, te digo: "Tú eres mi Dios. En tus manos están mis azares; líbrame de los enemigos que me persiguen" ".
– Mt 20 17-28: Le condenarán a muerte. Por tercera vez en el Evangelio, Jesucristo anuncia su pasión, que ya se perfila en el horizonte. A la petición de la madre de los hijos del Zebedeo, Cristo responde con un mensaje claro: Él no ha venido a ser servido, sino a servir; sus discípulos han de seguir sus huellas. Él es el auténtico Siervo de Yahvé. Comenta San Agustín:
" Cosa grande es el conocimiento de Cristo crucificado. ¡Cuántas cosas encierra en su interior ese tesoro! ¡Cristo crucificado! Tal es el tesoro escondido de la sabiduría y de la ciencia. No os engañéis, pues, bajo el pretexto de la sabiduría. Juntaos ante la envoltura y orad para que se os desenvuelva.
" ¡Necio filósofo de este mundo! Eso que buscas es nada... ¿De qué aprovecha que tengas sed, si desprecias la fuente?... ¿Y cuál es su precepto sino que creamos en Él y nos amemos mutuamente? ¿Creer en quién? En Cristo crucificado. Este es su mandato: que creamos en Cristo crucificado... Pero donde está la humildad, está también la majestad; donde la debilidad, allí el poder; donde la muerte, allí también la vida. Si quieres llegar a la segunda parte, no desprecies la primera " (Sermón 160, 3-4).