Entrada: " Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. Él perdona todas tus culpas " (Sal 102, 2-3).
Colecta (Veronense y Gelasiano): " Llenos de alegría al celebrar un año más la Cuaresma, te pedimos, Señor, vivir los sacramentos pascuales y sentir en nosotros el gozo de su eficacia ".
Comunión: " El publicano, quedándose atrás, se golpeaba el pecho diciendo: "Oh Dios, ten compasión de este pecador" " (Lc 18, 13).
Postcomunión: " Concédenos, Dios de misericordia, venerar con sincero respeto, la Santa Eucaristía que nos alimenta, y recibirla siempre con un profundo espíritu de fe ".
– Os 6, 1-6: Quiero misericordia y no sacrificios. Dios quiere misericordia y no sacrificios de animales, su conocimiento y no holocaustos. El profeta invita a la penitencia y a una vuelta sincera a Dios, pero el pueblo es inconstante. ¡Cuántas liturgias en las que los que asisten a ellas nada experimentan, de las que salen sin haber encontrado a Dios, sin haberle conocido un poco más! ¡Qué negligentes somos a veces los sacerdotes y los laicos a la hora de participar en los santos misterios!
Comenta San Agustín:
" Presta atención a lo que dice la Escritura: "Quiero la misericordia antes que el sacrificio" (Os 6, 6). No ofrezcas un sacrificio que no vaya acompañado de la misericordia, porque no se te perdonarán los pecados. Quizá digas: "Carezco de pecados". Aunque te muevas con cuidado, mientras vives corporalmente en este mundo, te encuentras en medio de tribulaciones y estrecheces y has de pasar por innumerables tentaciones: no podrás vivir sin pecado. Es cierto que Dios te dice: "No te intranquilice tu pecado"... si nada debes, sé duro en exigir; pero si eres deudor, congratúlate, más bien, de tener un deudor en quien puedas hacer lo que se hará en ti " (Sermón 386, 1).
– Puede haber una conversión que no sea auténtica. Es necesario que cambie el corazón. A veces tenemos el peligro de quedarnos en meras fórmulas y ritualis-mos externos. El Salmo 50, que comentamos el Miércoles de Ceniza, es siempre una llamada fuerte a la auténtica penitencia.
– Lc 18, 9-14: El publicano bajó a casa justificado y el fariseo no. En oposición a la soberbia y suficiencia del fariseo que se jactaba de sus propias obras, la humildad del publicano constituye el auténtico culto espiritual de la penitencia del corazón, de la interioridad del culto que agrada al Señor. El publicano recibió de Dios la justificación a causa de su humilde arrepentimiento. San Agustín dice:
" El Señor es excelso y dirige su mirada a las cosas humildes. A los que se ensalzan, como aquel fariseo, los conoce, en cambio, de lejos. Las cosas elevadas las conoces desde lejos, pero en ningún modo las desconoce.
" Mira de cerca la humildad del publicano. Es poco decir que se mantenía en pie a lo lejos, ni siquiera alzaba los ojos al cielo; para no ser mirado, rehuía él mirar. No se atrevía a levantar la vista hacia arriba; le oprimía la conciencia y la esperanza lo levantaba... Pon atención a quién ruega. ¿Por qué te admiras de que Dios perdone cuando el pecador se reconoce como tal? Has oído la controversia sobre el fariseo y el publicano, escucha la sentencia. Escuchaste al acusador soberbio y al reo humilde. Escucha ahora al Juez: "En verdad os digo que aquel publicano descendió del templo justificado, más que aquel fariseo" " (Sermón 115, 2).