Semana Santa, martes santo

Entrada: " No me entregues a la saña de mi adversario, porque se levantan contra mí testigos falsos, que respiran violencia " (Sal 26, 12)

Colecta (del misal anterior y, antes, del Gregoriano): " Dios Todopoderoso y eterno, concédenos participar tan vivamente en las celebraciones de la Pasión del Señor que alcancemos tu perdón ".

Comunión: " Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros " (Rm 8, 32).

Postcomunión: " Señor, tú que nos has alimentado con el cuerpo y la sangre de tu Hijo, concédenos que este mismo sacramento, que sostiene nuestra vida temporal, nos lleve a participar de la vida eterna ".

Is 49, 1-6: Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra. El Siervo de Yahvé expone su propia misión. Ha sido llamado para hablar en nombre de Dios. Su palabra es como espada penetrante que discrimina los corazones. Dios está con él, lo protege, aunque la dureza de su misión le obligue a lamentarse del silencio de Dios. Él es su recompensa... Todo esto es una prefiguración de Cristo y de su obra redentora.

San Andrés de Creta habla de Cristo como luz:

 " La Encarnación de Cristo es como el sol que penetra e ilumina las almas, las cuales ya no permanecen a oscuras por causa de las tempestades de este mundo, que les envanecen y aturden, o por efecto de la abundancia de las riquezas y de las dotes y cualidades que les ofuscan y pervierten. La gloriosa Luz de Cristo es Luz que de verdad ilumina. Cristo es en verdad "Luz de las naciones", el verdadero Siervo de Dios " (Versos Yámbicos).

– En el Salmo 70 encontramos como una especie de oración de un anciano abandonado, pero que no ha perdido la esperanza en el auxilio de Dios. Es, por eso, la oración de la Iglesia en la hora de la prueba y también de toda alma atribulada que busca en medio de las tinieblas que la rodean la Luz esplendorosa de Cristo: " A Ti, Señor, me acojo; no quede yo derrotado para siempre; Tú, que eres justo, líbrame y ponme a salvo, inclina a mí tu oído y sálvame. Sé Tú mi Roca de refugio, el Alcázar donde me salve, porque mi peña y mi alcázar eres Tú, Dios mío, Líbrame de la mano perversa. Porque Tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud... Mi boca cantará tu auxilio, y todo el día tu salvación. Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy canto tus maravillas ".

Jn 13, 21-33.36-58: Uno de vosotros me ha de entregar... No cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces. Jesús anuncia la traición de Judas y la negación de Pedro. Cuando sale el traidor subraya el evangelista que era de noche. Es la hora del poder de las tinieblas. Pero también aquella en la que el Padre glorificará al Hijo, puesto que para Jesús la gloria de la resurrección es inseparable de la muerte en la Cruz... Comenta San Agustín:

 " Uno de vosotros me entregará. Uno de vosotros, en el número, no en el mérito; en apariencia, no en la virtud; por la convivencia corporal, no por el vínculo espiritual; compañero por adhesión del cuerpo, no por la unión del corazón; que, por lo tanto, no es de vosotros, sino que ha de salir de vosotros... No era, pues de ellos, Judas, porque, si de ellos hubiese sido, con ellos hubiera permanecido...

" La flaqueza humana los hacía recelar a unos de otros. Cada cual conocía su propia conciencia, pero desconocía la de su vecino; cada uno estaba tan cierto de sí mismo como incierto de su vecino; cada uno estaba tan cierto de sí mismo, como inciertos estaban los otros de cada uno y cada uno de los otros...

" Era ya de noche. Y también el que salió era noche. El día habló al día, esto es, Cristo a sus discípulos, y la noche anunció a la noche de la sabiduría, esto es, Judas a los infieles judíos para que viniesen a Él y, persiguiéndole, le prendiesen " (Tratado 612 y 62, sobre el Evangelio de San Juan).