– 2Co 1, 18-22: Jesús no fue primero sí y luego no. En Él todo se ha convertido en un sí. San Pablo se defiende de las falsas acusaciones. Se fija en Cristo que ha sido el sí de Dios. Somos hijos adoptivos de Dios y llevamos por la unción un sello impreso en nuestras almas. Se nos ha dado el Espíritu como prenda de las realidades futuras.
Somos ungidos por el Espíritu. El bautismo y la confirmación imprimen carácter en el alma del cristiano, y el Espíritu lo configura como profeta, sacerdote y rey. Así comenta San Juan Crisóstomo:
" Estos tres tipos de personajes recibían en los tiempos antiguos la unción que los confirmaba en su dignidad. Nosotros, los cristianos, no tenemos el beneficio de una de esas tres unciones, sino de las tres a la vez y de una manera mucho más excelente. Así es, ¿no somos reyes siendo el imperio del cielo infaliblemente nuestra herencia? ¿No somos sacerdotes, si hacemos a Dios la consagración de nuestro cuerpo en lugar de víctimas irracionales y privadas de razón, como dice el Apóstol: "os exhorto a que ofrezcáis vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios" (Rm 12, 1)? Por último, ¿no somos profetas si, gracias a Dios, nos han sido revelados secretos que escapan al ojo y al oído del hombre? " (Homilía sobre II Cor,3).
– Por eso cantamos en el salmo responsorial: " Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo ". Todo lo que el Salmo 118 canta es el amor de Dios bajo el aspecto de la ley. Esta viene de una raíz que significa " enseñar ". La ley enseña el camino para ir a Dios. No es una carga pesada con múltiples y angustiosas normas, sino que es objeto de amor y causa de gozo. El amor a Dios se expresa, generalmente, en los salmos con el símbolo de la ley que es el camino que Dios ha puesto para ir a Él. Esta ley aparece bajo diversos sinónimos. En este caso se manifiesta con el nombre de precepto, que significa confiar algo a alguien. Los preceptos son todo lo que Dios ha confiado al hombre: la creación, su destino, su misión concreta... En general: todo lo manifestado en la Alianza.
– 1R 17, 7-14: No le faltó el alimento. Sin embargo el profeta Elías se refugia en la casa de la viuda de Sarepta, tierra pagana, y allí es alimentado y corresponde con un espléndido milagro: " La orza de harina no se vació, la alcuza de aceite no se agotó ". San Agustín dice:
" Dios alimentaba al santo Elías por medio de un ave; nunca falta a Dios la misericordia y la omnipotencia para alimentarlo siempre de esta manera. Sin embargo, lo envía a una viuda para que ella le dé de comer, y no porque no hubiera otra manera de alimentar al siervo de Dios, sino para que la viuda piadosa mereciera la bendición " (Sermón 277, 1).
– El Señor hace milagros en favor nuestro si nosotros actuamos según su ley santa. Hace brillar sobre nosotros la luz de su rostro, como cantamos en el salmo responsorial Salmo 4, que es una oración de confianza, de solidaridad en la fe. Esta solidaridad no se circunscribe a lo estrictamente religioso, sino que ha de estar abierta a toda la dimensión de la persona humana, creada y llamada por Dios. Nos en-seña el salmo a orar sencillamente y sin esfuerzos, tratando todos los asuntos a la luz de Dios. El argumento que da el salmista a los hombres apartados de Dios es el hecho irrefutable de su propia experiencia: " hizo milagros en mi favor ", como en la viuda de Sarepta. Es como si nos dijera a nosotros: " probadlo y veréis lo maravilloso que es vivir según el plan de Dios ".
– Mt 5, 13-16: Vosotros sois la luz del mundo. Comenta San Agustín :
" Pero también los apóstoles, hermanos míos, son lámparas del día. No penséis que sólo Juan era lámpara y que los apóstoles no lo son. A ellos les dice el Señor: "Vosotros sois la luz del mundo". Y para que no pensaran que eran luz como quien es llamado Luz, de quien se dijo: Existía la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo, a continuación les mostró cuál era la luz verdadera. Tras haber dicho: Vosotros sois la luz del mundo, añadió: "Nadie enciende una lámpara y la pone bajo el celemín". Cuando dije que vosotros erais luz, quise deciros que erais lámparas. No exultéis llenos de soberbia, para que no se apague la llama. No os pongo bajo el celemín, sino que estaréis en el candelero para que deis luz. ¿Cuál es el candelero para la lámpara? Escuchad cual. Sed lámparas y tendréis vuestro candelero. La cruz de Cristo es el gran candelero. Quien quiera dar luz que no se avergüence del candelero de madera...
No habéis podido encenderos vosotros mismos para llegar a ser lámparas, tampoco habéis podido colocaros sobre el candelero; sea glorificado quien os lo ha concedido. Escucha, pues, al Apóstol Pablo, escucha a la lámpara que exulta de gozo en el candelero: "lejos de mí, dice, lejos de mí", ¿qué?: " gloriarme a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo" (Ga 6, 14). Mi gloria está en el candelero; si me lo retiran me caigo... Vuestra alabanza es vuestra disposición. Esté crucificado el mundo para vosotros; crucificaos para el mundo. ¿Qué quiero decir? No busquéis la felicidad en el mundo; absteneos de ella. El mundo halaga; precaveos de él como de un corruptor; el mundo amenaza; no le temáis en cuanto opugnador. Si no te corrompen ni los bienes ni los males del mundo, el mundo está crucificado para ti y tú para el mundo. Pon tu gloria en estar en el candelero, conserva siempre, oh lámpara, tu humildad en el candelero para no perder tu resplandor. Cuida que no te apague la soberbia. Conserva lo que has hecho, para gloriarte en tu Hacedor " (Sermón 289, 6).