– 2Co 3, 4-11: Nos ha hecho servidores de una nueva Alianza, no basada en pura letra, sino en el Espíritu. Los misterios del Nuevo Testamento superan los del Antiguo. Estos estaban apegados a la letra, mas los del Nuevo lo son del Espíritu. Por eso brillan más que aquéllos. San Agustín dice:
" Esto es un don de la gracia; mediante la virtud septiforme actúa el Espíritu Santo en los amados de Dios, para que la ley tenga alguna fuerza en ellos. En efecto, si quitas el Espíritu, ¿para qué sirve la ley? Hace a uno trasgresor; por eso se dijo: "la letra mata" (2Co 3, 6). Manda pero nada hace. No mataba antes de ordenársete, y si la Providencia te tenía como pecador, no te tenía como trasgresor. Se te ordena algo y no lo haces, se te prohíbe otra cosa y la haces: he aquí que la letra mata " (Sermón 250, 3).
Si el código de la ley se inauguró con gloria -no podían ver el rostro iluminado de Moisés- si lo caduco tuvo su esplendor, lo que permanece será más esplendoroso.
– " Santo es el Señor nuestro Dios ". Así cantamos con el Salmo 98, con el que proclamamos la santidad de Dios que trasciende a todo y que está por encima de las cosas creadas y contingentes, que no tiene nada que ver con los ídolos, que son creación humana. Celebramos al Dios excelso y santo por antonomasia, que tiene una santidad ontológica y esencial y se manifiesta en que ama la justicia y establece la rectitud.
La santidad de Dios se manifiesta al hombre en la cercanía. De ahí que tras la alusión a la Alianza, se haga mención de los tres grandes mediadores del Antiguo Testamento: Moisés, Aarón y Samuel. Realmente fueron hombres que vivieron en una gran intimidad con Dios; pero el cristiano tiene un privilegio mayor y es que puede conocer al Dios trascendente y santo descendido a la condición humana y hecho uno de nosotros, para ser modelo de santidad palpable y camino visible para llegar a la santidad de Dios: Cristo, el Santo de Dios. La santidad invisible del Dios trascendente se ha hecho visible y cercana en Cristo Jesús. Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón (Mt 11, 29). Brilló esplendorosamente en la Transfiguración y en la Resurrección.
– 1R 18, 20-39: Que sepa esta gente que Tú eres el Dios verdadero y que Tú les cambiarás el corazón. Elías refuta a los sacerdotes de Baal..
La enseñanza de todo este relato la encontramos en el salmo responsorial (Salmo 15), que manifiesta una total opción por Yahvé, dejando a un lado, abatidos y humillados, a todos los baales que se puedan presentar al hombre. Elías hizo su sacrificio y Dios lo aceptó y mostró la falsedad de los que adoran ídolos inertes.
– Sin un Dios vivo, eterno, trascendente, Dios de Amor y de Fidelidad que llama al hombre a la existencia y le promete una vida sin término, no tiene sentido la vida ni la historia de los hombres. Con Dios, en cambio, la vida adquiere un sentido, porque queda abierta a la trascendencia y a la esperanza, aun después de la muerte. Esta intuición mística con la que el Salmo 15 termina, ya está como en semilla, cuando el salmista reflexiona sobre la fría realidad de lo que es un mundo sin Dios: " Multiplican estatuas de dioses extraños... " Pero, todo son obra de sus manos que morirán con ellos y no podrán salvarlos de nada, porque nada son...
Los ídolos modernos son distintos; pero todos tienen de común que son creaciones humanas... Son incapaces de abrir un horizonte de esperanza en un más allá sin término, que responda a las íntimas e innatas aspiraciones de la humanidad. Si no hay un Dios Creador de todo, ¿quién podrá hablar de fraternidad, o de sacrificios por el pobre, el oprimido, el marginado? Sólo Dios puede inspirar esos sentimientos de fraternidad. Él es el Padre de todos. Todos somos sus hijos y hermanos unos con otros.
– Mt 5, 17-19: No he venido a abolir, sino a dar plenitud. La ley llegó a su más pleno desarrollo en la interpretación y culminación que le dio Cristo. San Juan Crisóstomo explica que Él cumplió la Ley y la llevó a su perfección:
" ¿Y cómo no destruyó Cristo la ley y cómo cumplió a par de los profetas? Los profetas ante todo, porque con sus obras confirmó cuanto aquéllos habían dicho de Él... En todo se cumplió alguna profecía. Todo lo cual hubiera quedado incumplido si Él no hubiera venido. En cuanto a la ley, no la cumplió de una sola manera, sino de dos, y hasta de tres maneras. Primero, por no haber traspasado ninguno de sus preceptos. Así, que los cumplió todos, oye cómo lo dice a Juan: "de este modo nos conviene cumplir toda justicia" (Mt 3, 15). Y a los judíos les decía: "¿Quién de vosotros me convencerá de pecado?" (Jn 8, 40). Y otra vez a sus discípulos: "Viene el príncipe de este mundo y nada tiene que ver conmigo" (Jn 14, 30). Y de antiguo había dicho el profeta: "Él no cometió pecado" (Is 53, 9). He ahí el primer modo como cumplió el Señor la ley. El segundo fue haberla cumplido por nosotros. Porque ahí está la maravilla, que no sólo la cumplió Él, sino que nos concedió también a nosotros gracia para cumplirla. Es lo que Pablo declaró cuando dijo: "el fin de la ley es Cristo, para justicia de todo creyente" (Rm 10, 4)... Mas si lo examinamos con diligencia, aun hallaremos un tercer modo como Cristo cumplió la ley. ¿Qué modo es éste? La misma ley suya que estaba ahora por proclamar. Porque lo que Él dice no es derogación, sino su perfección y complemento " (Homilía 16 sobre San Mateo 2 y 3).