12ª semana del Tiempo Ordinario, miércoles

Años impares

Gn 15, 1-12.17-18: Abrahán creyó al Señor y se le contó en su haber, y el Señor hizo alianza con él. Por la imitación de la fe de Abrahán, los seguidores de Cristo son verdaderos hijos del Patriarca, herederos de la promesa y miembros de la alianza. Así lo explica San Agustín:

" Así, a nosotros, hermanos, se nos llamó hijos de Abrahán, sin haberlo conocido personalmente y sin tener de él la descendencia carnal. ¿Cómo, pues, somos sus hijos? No en la carne, sino en la fe... Si Abrahán fue justo por creer, todos los que después de él imitaron la fe de Abrahán se hicieron hijos de él. Los judíos, nacidos de él, según la carne, degeneraron; nosotros, nacidos de gente extranjera, conseguimos imitándolo lo que ellos perdieron por su degeneración. ¡Lejos de nosotros pensar que Abrahán es su padre aunque desciendan de su carne! Sus padres fueron aquellos que ellos mismos confesaron que eran " (San Agustín, Sermón 305,A,3).

– Con el Salmo 104 decimos: " el Señor se acuerda de su alianza eternamente ". El cristiano debe tomar conciencia de que todos los prodigios operados por Dios en la Antigua Alianza para llevar adelante las promesas hechas por Dios a Abrahán, son prodigios que nos atañen a todos los beneficiarios de la Nueva Alianza: " Si sois hijos de Cristo, sois descendientes de Abrahán según la promesa " (Ga 3, 29).

" Por eso el cristiano ha de recitar este salmo como un memorial y una glorificación de su propio origen, que llegó a su consumación y plenitud en Jesucristo. Por eso con este Salmo nos adentramos en las maravillas de la Encarnación y en todos los misterios de Cristo que son reactualizados en la celebración litúrgica, sobre todo en el Misterio Pascual.

Por medio de este salmo se nos da a conocer el aspecto divino de la historia de la salvación, la parte absolutamente insustituible y esencial realizada por Dios desde los comienzos hasta el fin del mundo.

Años pares

2R 22, 8-13.23, 1-3: El rey leyó al pueblo el libro de la Alianza encontrado en el templo y selló ante el Señor la Alianza. Se trata de la reforma del rey Ezequías, que señala una vuelta a la fidelidad con respecto al verdadero Dios y de la cual hemos tratado ampliamente en otras ocasiones.

– Por eso con el Salmo 118 cantamos: " muéstranos, Señor, el camino de tus leyes ". Este Salmo es el fruto de una continua contemplación interior de la ley de Dios. El piadoso salmista refleja en él su maravillosa e inefable experiencia exaltando la ley del Señor y declarando su amor y su adhesión a ella en todas las circunstancias de su vida, porque en ella ha encontrado el bien supremo, luz, alegría y confortación en las persecuciones y en los sufrimientos.

Todo cristiano ha de encontrar en este Salmo una colección de jaculatorias para expresar los sentimientos que le inspira su amor a la palabra de Dios y al mandato de la caridad, en las circunstancias más diversas de la vida. El Salmo 118 es como un rosario del mandamiento del amor enseñado por Jesucristo como complemento de la ley mosaica.

Evangelio

Mt 7, 15-30: Por su frutos los conoceréis. Cristo alerta contra los falsos profetas. El árbol bueno da frutos buenos y el árbol malo da frutos malos. San Juan Crisóstomo explica estas palabras de Jesús:

" En todo tiempo tuvo interés el diablo en suplantar la verdad por la mentira. A mi parecer, al nombrar aquí a los falsos profetas, no alude el Señor a los herejes, sino a quienes, siendo de vida corrompida, se ponen la máscara de la virtud, y a quienes el vulgo da el nombre de impostores... No hay mansedumbre, no hay dulzura alguna en los falsos profetas. De ovejas sólo tienen la piel. Por eso es fácil distinguirlos. Y porque no tengas la más ligera duda, te pone los ejemplos de las cosas que han de suceder por necesidad de la naturaleza... El árbol malo produce siempre frutos malos y no puede jamás producirlos buenos... No dice que sea imposible que el malo cambie y que el bueno no pueda caer. El malo puede efectivamente convertirse a la virtud; pero, mientras permanezca en su maldad, no producirá frutos buenos... El Señor mandó que a cada uno se le juzgue por sus frutos " (Homilía 23, 6-7 sobre San Mateo).