– Gn 17, 1.9-10.15-22: Dios da a Abraham un hijo de su esposa Sara, la libre, Isaac, con quien establecerá su pacto perpetuo. Este pasaje es interpretado en el sentido de que es mejor la nueva alianza que la antigua. Pero ello siempre que se conserve en unión con la verdadera Iglesia, por el bautismo, la fe y las costumbres. Dice San Agustín:
" Hay quien solamente se ha revestido de Cristo por haber recibido el sacramento, pero están desnudos de Él por lo que se refiere a la fe y a las costumbres. También son muchos los herejes que tienen el mismo sacramento del bautismo, pero no su fruto salvador ni el vínculo de la paz... O bien están sellados por los desertores o bien son ellos mismos desertores, llevando el sello del buen rey en carne digna de condenación... Ved que puede darse que alguien tenga el bautismo de Cristo, pero no la fe y el amor de Cristo; que tenga el sacramento de la santidad y no sea contado en el lote de los santos. Ni importa, por lo que se refiere al solo sacramento, el que alguno reciba el sacramento de Cristo, donde no existe la unidad de Cristo, pues también quien ha sido bautizado en la Iglesia, si pasa a ser desertor de la misma, carecerá de la santidad de vida, pero no del sello del sacramento " (Sermón 260,A,2).
– Con el Salmo 127 proclamamos: " ésta es la bendición del hombre que teme al Señor ". Los Santos Padres han aplicado las palabras de este Salmo a la Iglesia, Madre fecunda por el Bautismo. San León Magno afirma:
" La fiesta de hoy, del nacimiento de Jesucristo de la Virgen María, renueva para nosotros los comienzos sagrados. Y al adorar el nacimiento de nuestro Salvador, tratamos de celebrar al mismo tiempo nuestros propios comienzos. La generación de Cristo es, en efecto, el origen del pueblo cristiano, y el aniversario de la Cabeza es también el aniversario del Cuerpo. Aunque cada uno sea llamado en su orden y todos los hijos de la Iglesia se diferencien en la sucesión de los tiempos, sin embargo, como el conjunto de los fieles nacidos de la fuente bautismal ha sido crucificado con Cristo en su pasión, ha resucitado en su resurrección, ha sido colocado a la derecha del Padre en su ascensión, así también con Él ha nacido en esta navidad " (Sermón 6 de Navidad).
– 2R 25, 1-12: Marchó Judá al Desierto. Nueva conquista de Jerusalén por Nabucodonosor. El rey es castigado y deportado a Babilonia. Gran parte de la población corre la misma suerte. Es el fin del reino de Judá.
– Así lo canta el Salmo 136: " Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti... Junto a los canales de Babilonia nos sentábamos a llorar con nostalgia de Sión ". Babilonia es la personificación de la multiforme potencia del mal. Este satánico poder que pervierte en el mundo está destinado a autodestruirse. Babilonia es el símbolo de la ciudad terrena, surgida y crecida en oposición a Dios y a todo lo que viene de Él. Es el resultado de todos los egoísmos y concupiscencias humanas.
En su poder y prosperidad, ella acumula sus pecados hasta el cielo, pero Dios recuerda sus iniquidades y la justicia divina la aniquilará. Cristo ha revelado al hombre su miseria y su desgracia, pero no lo ha abandonado en su desesperación. Con sus misterios pascuales nos ha devuelto el paraíso perdido y la posibilidad de cantar los cánticos de la Jerusalén celeste.
La Iglesia, formada por los que creen en la palabra de Cristo, sentada junto a los canales de Babilonia, que son este engañoso mundo que pasa, provocada y oprimida por sus perseguidores, llora en sus miembros que sufren. Pero en su corazón, el deseo de ver a Dios y la nostalgia del cielo son más fuertes que cualquier provocación e insinuación del enemigo.
" Los que son de Cristo Jesús han crucificado su carne con sus pasiones y sus deseos " (Ga 5, 24). Mientras estamos en este mundo somos como exiliados y deportados (cf. 2Co 5, 6). Luchamos, pero en Cristo tenemos la esperanza del triunfo (2Co 5, 8).
– Mt 8, 1-4: Si quieres puedes limpiarme. Comenta San Juan Crisóstomo el diálogo entre Jesús y el leproso:
" Grande es la prudencia, grande la fe de este leproso que se acerca al Señor. Porque no le interrumpió en su enseñanza, ni irrumpió por entre la concurrencia, sino que esperó el momento oportuno y se acercó al Señor cuando éste hubo bajado del monte. Y no le ruega como quiera, sino con gran fervor, postrado a sus pies, como cuenta otro evangelista, con verdadera fe y con la opinión que de Él debe tener...: Si quieres, puedes limpiarme... Todo se lo encomienda a Él; a Él hace Señor de su curación.
" Y Él atestigua que tiene toda autoridad... Lo que hace es aceptar y confirmar lo que el leproso le había dicho. Por ello precisamente no le responde: "queda limpio", sino: "quiero, queda limpio"; con lo que el dogma ya no se fundaba en la mera suposición del leproso, sino en la sentencia misma del Señor. No obraron así los apóstoles... Mas el Señor, que muchas veces habló de sí humildemente y por bajo de lo que a su gloria corresponde, ¿qué dice aquí para confirmar el dogma, en el momento en que todos le admiraban por su autoridad? Quiero, sé limpio. En verdad con haber Él hecho tantos y tan grandes milagros, en ninguna parte aparece repetida esta palabra. Aquí empero, para confirmar la idea que tanto el pueblo como el leproso tenían de su autoridad, añadió ese "quiero". Y no es que lo dijera y luego no lo hiciese, la obra siguió inmediatamente a su palabra " (Homilía 25, 1-2 sobre San Mateo).