15ª semana del Tiempo Ordinario, jueves

Años impares

Ex 3, 13-20: Yo soy el que soy. Yo soy me envía a vosotros. Dios le da a conocer a Moisés su nombre: Yo soy. Es el único Dios verdadero. Existente por excelencia, el que actúa para salvar a su pueblo. Esto es sumamente admirable. Ningún hombre pudo inventar esa definición de Dios, nada menos que un siglo antes de Tales de Mileto. Oigamos a San Agustín:

" Romped los ídolos de vuestros corazones; prestad atención a lo que se dijo a Moisés cuando preguntó cuál era el nombre de Dios: "Yo soy el que soy". Todo cuanto es, en comparación con Él, es como si no fuera. Lo que realmente es desconoce cualquier clase de mutación. Todo lo que cambia y es inestable y durante un cierto tiempo no cesa de sufrir mutaciones, fue y será; pero no lo incluyen dentro del que es. Dios, en cambio, carece de fue y será. Lo que fue, ya no es; lo que será, aún no es, y lo que llega para luego desaparecer, será para no ser. Pensad, si podéis esas palabras: Yo soy el que soy. No os enredéis en antojos míos, no os turbéis con pensamientos caprichosos y pasajeros. Paraos en el "es", permaneced en el mismo "es". ¿Adonde vais? Permaneced, para que también vosotros podáis ser. Pero, si tenemos una imaginación versátil ¿vamos a quedarnos fijos en lo que permanece? ¿Cuándo lograremos tal cosa? Por eso se compadeció Dios, y el que "es" dijo: dirás a los hijos de Israel: "el que es me envió a vosotros". Después de indicar el nombre de su ser, añadió el de su misericordia " (Sermón 223 A,5).

– Como Salmo responsorial se han escogidos algunos versos del Salmo 104, ya muchas veces expuesto, pero en esta ocasión como estribillo se ha escogido el verso octavo: " El Señor se acuerda de su Alianza eternamente... envió a Moisés, su siervo, y a Aarón, su escogido ". Es como un eco poético de la lectura anterior. El salmista se dirige a la posteridad de Abrahán y a los hijos de Jacob, porque Israel es una posteridad colectiva que conserva su identidad a través de la historia. Por eso la comunidad presente puede y debe proclamar ante el mundo lo que Dios hizo por ella, aunque sea en la lejanía de los Patriarcas. A partir del verso siete el himno se convierte en una profesión de fe, en la cual es presentado Dios como el Dios de la Alianza y el Señor del mundo entero que gobierna la tierra. Aquella historia es también nuestra historia, que ha perfeccionado la anterior con la Alianza Nueva sellada con la sangre de Jesucristo y avalada con el precepto del amor.

Años pares

Is 26, 7-9.12.16-19: Despertarán jubilosos los que habitan en el polvo. Es una plegaria en la que el autor busca ardientemente a Dios y su justicia; y profetiza la futura resurrección en unos términos que auguran ya la revelación del Nuevo Testamento. Comenta San Agustín:

" De esa paz dice el profeta Isaías: "Señor, Dios nuestro, danos la paz, pues nos has dado todo" (Is 26, 12). Prometiste a Cristo y lo diste; prometiste su cruz, la sangre que se derrama para el perdón de los pecados y la diste; prometiste su Ascensión y el Espíritu Santo enviado desde el cielo, y lo diste; prometiste la Iglesia, fundada por toda la redondez de la tierra, y la diste; prometiste herejes futuros para ejercitación y probación y la victoria de la Iglesia sobre los errores de ellos, y los diste; prometiste la supresión de los ídolos de los gentiles, y los diste. Señor, Dios nuestro, danos la paz, pues todo nos lo diste. Entretanto, mientras llegamos a aquella paz, en que no tendremos enemigo alguno, peleemos larga, fiel y valientemente, para merecer ser coronados por el Señor Dios... Cada uno es tentado por su concupiscencia. Por lo mismo, pelee, resista, no consienta, no se deje llevar... He ahí que la concupiscencia solicita, estimula, insiste, exige, para que hagas algo malo; no consientas... El pecado es dulce, pero la muerte es amarga " (Sermón 77,A,2-3).

– El Señor desde el cielo se ha fijado en la tierra, dice el Salmo 101. Este salmo nos enseña a ser solidarios con todo el pueblo de Dios. Jesucristo, como el salmista, vio las ruinas de Jerusalén castigada por no querer escuchar la voz de Dios y lloró sobre ella (Lc 19, 41). El cristiano ha de pensar que sus pecados afean el rostro de la Iglesia y, en cuanto de ellos dependa, procuran su ruina. Esto nos de-be ayudar a recapacitar sobre nuestros actos que pueden ser útiles a la Iglesia o perjudiciales. La santidad personal ya es, de por sí, un magnífico apostolado, pues en la Iglesia todos debemos ser solidarios unos de otros. Con este salmo el Señor quiere reanimar nuestra esperanza y darnos consuelo y fortaleza de ánimo. Hemos de acoger con confianza esta palabra de consuelo sabiendo que, por la gracia de Cristo, seremos introducidos en la vida eterna.

Evangelio

Mt 11, 28-30: Soy manso y humilde de corazón. Cristo se inclina hacia los menesterosos y los invita a buscar en Él descanso para sus almas. San Juan Crisóstomo,

" No os espantéis -parece decirnos el Señor- al oír hablar de yugo, pues es suave; no tengáis miedo de que os hable de carga, pues es ligera. Pues, ¿cómo nos habló anteriormente de la puerta estrecha y del camino angosto? Eso es cuando somos tibios, cuando andamos espiritualmente decaídos; porque si cumplimos sus palabras, su carga es realmente ligera. ¿Y cómo se cumplen sus palabras? Siendo humildes, mansos y modestos. Esta virtud de la humildad es, en efecto, madre de toda filosofía. Por eso, cuando el Señor promulgó aquellas sus divinas leyes al comienzo de su misión, por la humildad empezó. Y lo mismo hace ahora aquí, al par que señala para ella el más alto premio. Porque no sólo -dice- serás útil a los otros, sino que tú mismo, antes que nadie, encontrarás descanso para vuestras almas. Ya antes de la vida venidera te da el Señor el galardón, ya que aquí te ofrece la corona del combate y de este modo, a par que poniéndosete Él mismo por dechado, te hace más fácil de aceptar su doctrina. Porque, ¿qué es lo que tú temes? parece decirte el Señor. ¿Quedar rebajado por la humildad? Mírame a Mí, considera los ejemplos que yo os he dado y entonces verás con evidencia la grandeza de esta virtud. ¿Veis cómo por todos los medios los conduce a la humildad? " (Homilía 38, 2-3 sobre San Mateo).