– Dt 10, 12-22: Se invita a Israel a temer a Dios, observando sus mandamientos y amándole. Vida interior. Espiritualidad profunda.
Dios no ama solamente a los patriarcas, sino que incesantemente renueva su amor, y es la situación actual del pueblo la que se hace digna de amor a sus ojos. El amor de Dios no es rechazado ni por la pequeñez ni a causa del pecado.
La elección, revelación del amor de Yahvé a su pueblo, implica la idea de que este último debe testimoniar por su parte su amor y adhesión a Dios. Esta reciprocidad de amor, que no es otra que la Alianza, invita al pueblo a amar a los pobres y a los extranjeros con el mismo amor que Dios siente hacia ellos. Exigencia, tanto más extraordinaria, cuanto que el pueblo marcha incesantemente a la conquista de un país que está en poder de extranjeros. Los profetas, y en esta lectura también, insisten mucho en la interioridad, en la compunción del corazón, del cumplimiento de la voluntad de Dios y del amor con que es cumplida.
– Bendecimos al Señor con el Salmo 147: " Glorifica al Señor, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión, que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos dentro de ti... Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina, envía su mensaje a la tierra y su palabra corre veloz... Con ninguna nación obró así ni les dio a conocer sus mandatos ".
Verdaderamente, si con ninguna nación obró así Dios como con Israel, anunciándole su palabra y dándole a conocer sus decretos y mandatos en la Alianza, ¿quién podrá imaginar la realidad de la Nueva Alianza en la Iglesia, en la que perpetuamente vive Cristo, realmente presente en la Eucaristía? Acercarse a la Eucaristía es acercarse a la Palabra omnipotente de Dios, que hace el mayor milagro: acercarse a los hombres y hacerse una misma cosa con ellos.
– Ez 1, 2.5.24-2, 1: La gloria del Señor. El Señor se muestra bajo la forma de un fuego abrasador. La descripción hace resaltar la trascendencia omnipotente de Dios sobre el universo creado. San Gregorio Magno enseña:
" Del buen fuego está escrito: "Yo vine a traer fuego a la tierra, y ¿qué quiero sino que arda?" (Lc 12, 49). Según esto, se trae fuego a la tierra cuando el alma terrena, inflamada por el ardor del Espíritu Santo, quema totalmente sus deseos carnales. Pero del mal fuego se dice: "el fuego abrasador que ha de consumir a los enemigos" (Hb 10, 27), porque el corazón perverso se consume en su malicia; pues como el fuego del amor eleva la mente, así el fuego de la malicia la hace caer por tierra; pues así como el Espíritu Santo eleva el corazón que Él llena, así el ardor de la malicia le inclina siempre a lo bajo...
" No dice la visión de la gloria, sino: una semejanza de la gloria, a saber, para mostrar que, por más atención que ponga la mente humana, aunque rechace del pensamiento todos los fantasmas de imágenes corporales, aunque ya aparte de los ojos del alma todos los espíritus finitos, con todo, mientras permanezca en carne mortal, no puede ver la gloria de Dios tal como es, sino que lo que de ella resplandece en el alma una semejanza es, no ella misma " (Homilía 2 y 8 sobre Ezequiel).
– El Salmo 148 nos ofrece un contenido precioso en relación con la lectura anterior: " Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria... Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto, ángeles, sus ejércitos, jóvenes, doncellas, viejos y niños, el único nombre sublime "... Dios merece toda alabanza por la creación, por sus maravillas en la historia de la salvación y, sobre todo, por la redención realizada por Jesucristo y prolongada en la vida de la Iglesia, especialmente en la sagrada Eucaristía, con todo lo que ésta lleva consigo.
– Mt 17, 21-24: Lo matarán pero resucitará. Luego de haber anunciado por segunda vez su cercana pasión, Jesús responde a la pregunta acerca del impuesto del Templo, volviendo a insistir sobre todo en la libertad de los hijos de Dios ante tal impuesto. Pero Jesús no es ningún revolucionario: quiere evitar el escándalo que provocaría si rechazase pagar el canon, especialmente en favor del Templo. San Jerónimo dice:
" Nuestro Señor era hijo de rey según la carne y según el espíritu, como descendiente de la estirpe de David y como Verbo del Padre omnipotente. Luego como hijo de rey no debía pagar el impuesto pero, dado que ha asumido la debilidad de la carne, ha debido " cumplir toda justicia " (Mt 3, 15). Desdichados de nosotros que estamos censados bajo el nombre de Cristo y no hacemos nada digno de tan grande majestad; Él, por nosotros, ha llevado la cruz y ha pagado el impuesto, nosotros no pagamos impuestos en su honor. [Los miembros del clero no pagaban impuestos después que Constantino reconoció el cristianismo] y como si fuéramos hijos de rey, estamos dispensados de los tributos...
" No sé qué admirar primero aquí, si la presciencia del Salvador o su grandeza; la presciencia porque sabía que el pez tenía una moneda en la boca y que era el primero que iba a ser capturado; su grandeza y su poder porque a una palabra suya se formó una moneda en la boca del pez y su palabra realizó lo que iba a suceder.
" En sentido místico me parece que este pez capturado en primer lugar es aquel que estaba en el fondo del mar y moraba en las profundidades saladas y amargas para ser liberado por el segundo Adán, él, el primer Adán, y por lo que se había encontrado en su boca, es decir, su confesión, fue entregado por Pedro al Señor. Y está bien que sea dado precisamente ese precio, pero está dividido en dos partes, por Pedro es entregado como precio por un pecador, en cambio nuestro Señor no había conocido pecado ni se había hallado mentira en su boca (Is 53, 9; 1P 1, 22) " (Comentario al Evangelio de Mateo 17, 25-27).