20ª semana del Tiempo Ordinario, lunes

Años impares

Jc 2, 11-19: Ni a los jueces hacían caso. Grandes desgracias en Israel. Todo por haber abandonado al verdadero Dios y seguir cultos idolátricos. El Señor es siempre fiel a sus promesas y quiere la salvación de Israel, para ello suscita hombres llenos del espíritu de Dios, pero ni a ellos hacían caso.

Muchas veces ha sucedido esto en la historia de la Iglesia y siempre ha provocado grandes males para la sociedad. Hemos de tener fe firme en la Iglesia, en sus instituciones, en sus carismas, en sus sacramentos, en su jerarquía. Es inútil que se luche contra la indefectibilidad de la Iglesia. Durará hasta el fin del mundo y no sufrirá cambio sustancial ni en su doctrina, ni en su constitución, ni en su culto. Siempre se la ha combatido de una y otra parte, mas ella sigue en pie y sus opositores desaparecieron. La Historia de la Salvación nos ofrece ejemplos maravillosos. Oigamos a San Ambrosio:

" Es cosa normal que, en medio de este mundo tan agitado, la Iglesia del Señor, edificada sobre la piedra de los apóstoles, permanezca estable y se mantenga firme sobre esta base inquebrantable contra los furiosos asaltos sobre la mar. Está rodeada por las olas, pero no se bambolea, y aunque los elementos de este mundo retumban con un inmenso clamor, ella, sin embargo, ofrece a los que se fatigan la gran seguridad de un puerto de salvación " (Carta 2, 1-2).

– El Salmo 105 es otra vez eco de una lectura bíblica: " Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo ". Emparentaron con los gentiles, imitaron sus costumbres, adoraron sus ídolos, inmolaron a los demonios sus hijos y sus hijas, se mancharon con sus acciones, se prostituyeron con sus maldades. La ira del Señor se encendió contra su pueblo y aborreció su heredad. Mas, ¡cuántas veces los libró! Sin embargo, ellos, obstinados en su actitud, perecían por sus culpas... Pero la misericordia del Señor no tiene límites. Por muchas y graves que sean las prevaricaciones del pecador, el Señor, siempre compasivo y lleno de inmensa bondad, lo quiere rehabilitar y llenarlo de sus dones y gracias. Así en el Antiguo Testamento, en el Nuevo y en la vida de la Iglesia.

Años pares

Ez 24, 15-24: El profeta sirve de modelo. A la muerte de su esposa el profeta recibe del Señor la orden de no manifestar duelo. El pueblo debe imitarlo ante la ruina de la ciudad. Es inútil cualquier lamento. Todo será destruido, incluso el templo, lo más estimado para el israelita, y todo por su infidelidad. Dios exige a su pueblo la fidelidad de la Alianza que Él renueva libremente. Si Abrahán y Moisés son modelos de fidelidad, Israel en su conjunto imita la infidelidad de la generación del desierto. Y donde no se es fiel a Dios, desaparece la fidelidad para con los hombres, y entonces no se puede contar con nadie. Esta corrupción no es propia de Israel. Existe siempre, incluso entre nosotros los cristianos. Es una lección grande la que se nos ofrece en esta lectura.

Israel, escogido por Dios para ser su testigo, permaneció ciego y sordo.

– Como Salmo responsorial se han escogido algunos versos de Deuteronomio 32: " Despierta a la Roca que te engendró... Olvidaste a tu Dios... Lo vio el Señor e, irritado, rechazó a sus hijos y a sus hijas... Son una generación desagradecida, unos hijos desleales... Me han irritado con ídolos vacíos... ". La idolatría no es una actitud superada de una vez para siempre, sino que renace bajo diferentes formas: como luego cesa de servir al Señor, se convierte uno en esclavo de las realidades creadas: dinero, voluntad de dominar al prójimo, ansias de poder, placer, envidia y odio... Todo esto conduce a la muerte, mientras que el fruto del Espíritu es vida. Tras estos vicios que son la idolatría se esconden un desconocimiento del Dios único, el único que merece nuestra confianza.

Evangelio

Mt 19, 16-22: Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, así tendrás un tesoro en el cielo. No hay otro camino para la vida eterna que la observancia de los mandamientos de Dios. Mas quien desee ser perfecto y obtener la plenitud de la felicidad, ha de renunciar a sus bienes en favor de los pobres y seguir al Maestro. Comenta San Agustín:

" El Señor no quiso llamar vida a la que han de tener los impíos, aunque hayan de vivir en el fuego una vida sin fin, para que la pena sea también sin fin... A ésta no quiso llamarla vida y sí a la que es feliz y eterna. De aquí que al preguntar aquel rico al Señor, "¿qué he de hacer de bueno para alcanzar la vida eterna?", el mismo Señor a ninguna otra llama vida sino a la feliz. Pues también los impíos la tendrán eterna, pero no feliz, puesto que estará llena de tormentos... Pero, cuando le respondió aludiendo a los mandamientos ¿qué dijo? "Si quieres llegar a la vida". No le habló más que de la vida feliz, puesto que de la desdichada ni siquiera se la ha de llamar vida.

" Por tanto, vida, la que es digna de ser llamada por este nombre, no es más que la feliz. Y no será feliz si no es eterna. Esta verdad y esta vida es la que quieren, la que queremos todos. Pero, ¿por dónde se va a tan gran posesión, a tan gran felicidad? Los filósofos inventaron las vías del error... Les quedó oculto el camino, porque Dios resiste a los soberbios. Nos estaría oculto también si no hubiera venido a nosotros. Por esto dijo el Señor: "Yo soy el Camino". ¡Viandante perezoso!, puesto que no quieres venir al camino, vino el Camino a ti. Buscabas por dónde ir: "Yo soy La Verdad y la Vida". No te extraviarás si vas a Él por Él " (Sermón 150, 10).