20ª semana del Tiempo Ordinario, sábado

Años impares

Rt 2, 1-3.8-11; 4.13-17: Tu hijo te ha dado quien responda por ti. Su hijo será el abuelo de David. En Israel, las promesas son la clave de la Historia de la salvación, que es el cumplimiento de las profecías y de los juramentos de Dios. Estos juramentos hacen irrevocables los dones de Dios. Las infidelidades de Israel ocasionan a veces restricciones de estas promesas, pero las promesas mismas serán mantenidas, gracias a un resto, a un Hijo del Hombre (Dn 7, 13 ss).

El judaísmo subrayará por un lado la confianza en las promesas, y por otro su carácter de recompensa: con la obediencia a los mandamientos hay que merecer la herencia prometida. El cristianismo, por el contrario, verá en ellas la pura iniciativa de Dios, el don prometido a todos los que creen. Por eso San Pablo, preocupado por mostrar que la base de la vida cristiana es la fe, se ve llevado a mostrar que la esencia de la Escritura y del designio de Dios consiste en la promesa dirigida a Abrahán y cumplida en Jesucristo (Ga 3, 16-29). En esto hay que situar la presencia de Rut, elegida por Dios a través de los acontecimientos.

– El Salmo 127 está todo transfigurado por el amor familiar, tan en consonancia con la lectura anterior. Pero esto hay que verlo como signo y figura del amor de Dios a su pueblo y el amor del pueblo para con Dios, amor de cada uno por su hermano. Todo se ve realizado en la Iglesia, Madre fecunda de todos sus hijos por el bautismo, que nos prepara al festín eucarístico. San Agustín exhortaba a sus diocesanos a cantar este Salmo como una revelación de Cristo, en el cual, como en un solo hombre, viven todos los que temen al Señor (Enarraciones en Sal 127, 3.7). De Sí y de la Iglesia dice Cristo: " Yo soy la vid y vosotros los sarmientos, el que permanece en Mí y yo en él, dará mucho fruto " (Jn 15, 5). " Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor: Dichoso el que sigue los caminos del Señor ".

Años pares

Ez 43, 1-7: La gloria del Señor llena el templo. La plenitud de esto se alcanzó en Cristo, verdadero templo de Dios. Es el signo de la presencia de Dios entre los hombres. Pero se trata de un signo provisional, que en el Nuevo Testamento será sustituido por un signo de otra índole: Cristo y su Iglesia, Cuerpo místico de Cristo, y en otro aspecto, del cristiano en gracia: templo vivo de Dios (Jn 2, 19.21ss). Es muy explícita la doctrina de San Pablo (1Co 3, 10-17; 2Co 6, 16 ss; Ef 2, 20 ss, etc.).

– Con el Salmo 84 proclamamos que " la gloria de Dios habitará en nuestra tierra ". La gloria de Dios se considera acompañada de todos sus atributos: amor y verdad que se entrelazan; justicia y paz que se besan; verdad, fidelidad y justicia que miran desde el cielo; felicidad y abundancia de toda clase de bienes... Todo esto y más aún se encuentran en el Templo que es Cristo, que es la Iglesia, que son los cristianos en gracia: " Vendremos a él y haremos en él nuestra morada ".

Evangelio

Mt 23, 1-12: No hacen lo que dicen. En este pasaje evangélico Cristo arremete contra la hipocresía de los responsables del judaísmo. Él enseña la humildad y el servicio. San Agustín comenta:

" También a estos los toleró el Apóstol; pero no les ordenó que fuesen así. También ellos hacen algo y son instrumentos de bien. Buscan lo suyo, pero anuncian a Cristo. No te preocupes de lo que busca el predicador; lo que anuncia, eso ten. No mires ni te interese lo que él pretende. Escucha la salvación de su boca y reténla aunque venga de sus labios. No te constituyas juez de su corazón... Escucha solo la salvación que predican. "Haced lo que dice". Te da seguridad en tu obrar. ¿Y qué es esto? ¿Obran mal? No hagáis lo que hacen (Mt 23, 3). ¿Obran bien, es decir, no saludan por el camino, no anuncian el Evangelio por oportunismo? Imitadlos como ellos imitan a Cristo. ¿Es bueno el hombre que predica? Toma la uva del racimo de la vid. ¿Es malo? Coge la uva, aunque prenda del seto espinoso. El racimo es fruto del sarmiento, no de las espinas, aunque haya crecido enredado entre ellas. Por lo tanto, cuando lo ves, si tienes hambre, cógelo, con cuidado, no sea que al meter la mano para coger el racimo te pinches con las espinas. Esto es lo que te digo: oye lo bueno y no imites las malas costumbres " (Sermón 101, 10).

Y San Jerónimo:

" ¿Quién más manso, quién más bueno que el Señor? Es tentado por los fariseos, sus trampas se rompen..., y sin embargo, por respeto al sacerdocio, por la dignidad de su nombre, exhorta al pueblo a sometérsele, en consideración no de sus obras sino de su doctrina " (Comentario al Evangelio de Mateo 23, 1-3).