22ª semana del Tiempo Ordinario, sábado

Años impares

Col 1, 21-23: Reconciliados por Cristo, podemos presentarnos ante Dios santos y sin mancha. Por sí mismo el hombre es incapaz de reconciliarse con Dios, al que ha ofendido con su pecado. La acción de Dios es aquí primera y decisiva. Él no dejó nunca de amarnos y por eso envió a su Hijo para reconciliarnos. El misterio de nuestra reconciliación empalma con el de la Cruz y del gran amor con hemos sido amados (Ef 2, 4).

Toda la obra de la salvación está ya realizada por parte de Dios, pero se continúa aplicando a los hombres hasta la parusía final. San Pablo define su misión apostólica como el ministerio de la reconciliación (2Co 5, 18). Pero hemos de tener presentes que la acción divina no ejerce su eficacia sino para los que están dispuestos a aceptarla por la fe. Por eso dice San Pablo: " Os suplicamos en nombre de Cristo: dejaos reconciliar con Dios " (2Co 5, 20).

– Con el Salmo 53 decimos: " Ved que Dios es mi auxilio " Le suplicamos ardientemente dentro de nuestra propia miseria: " Oh Dios, sálvame por tu nombre, sal por mí con tu poder, oh Dios, escucha mi súplica, atiende a mis palabras ". Vemos que el Señor nos escucha y vemos su actuación: " Pero el Señor es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida ". Le ofrecemos el sacrificio de acción de gracias. El Señor nos ha reconciliado.

Años pares

1Co 4, 6-15: Penalidades del Apóstol en la predicación del Evangelio. La vida del apóstol se desarrolla en el seno de las paradojas: aporta la bendición del Evangelio al precio de las maldiciones de que es objeto; anuncia la consolación y sufre la calumnia; inicia la verdadera sabiduría y se hace tratar de loco. Es la lección saludable de la cruz de Cristo. San Juan Crisóstomo explica:

" El tiempo que ha precedido al bautismo era un tiempo de entrenamiento y de ejercicios, donde las caídas encontraban su perdón. A partir de hoy, la arena está abierta para vosotros, el combate tiene lugar, estáis bajo la mirada pública, y no solo los hombres, también el pueblo de los ángeles contemplan vuestros combates. Pablo grita en su Carta a los Corintios: "Nosotros hemos sido presentados como espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres "(1Co 4, 9). Los ángeles nos contemplan y el Señor de los ángeles es el que preside el combate. Para nosotros es no solo un honor, sino también una seguridad. Cuando, en efecto, aquel que ha entregado su vida por nosotros es juez de estos asaltos, ¿qué honor y qué seguridad no es para nosotros? " (Ocho Catequesis bautismales 3, 8),

– El Salmo 144 proclama: " Cerca está el Señor de los que lo invocan ". A pesar de las dificultades el Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones... satisface el deseo de sus fieles, escucha sus gritos y los salva. El Señor guarda a los que lo aman, pero destruye a los malvados. En todo momento hemos de alabar al Señor, Él nos libra de nuestros opresores. Pasan los perseguidores y la Iglesia sigue pujante. La victoria es de nuestro Dios y de Nuestro Señor Jesucristo.

Evangelio

Lc 6, 1-5: El Hijo del Hombre es también Señor del sábado. Esto es una manifestación de su divinidad, tantas veces proclamada en los evangelios, con sus palabras, con sus obras y con su propia vida. San Ambrosio escribe:

" No solo por la ternura de sus palabras, sino por la misma práctica y por el ejemplo de sus actos, el Señor Jesús comenzó a despojar al hombre de la observancia de la Ley antigua y a revestirlo del vestido nuevo de la gracia. Así lo conduce ya en día de sábado por los sembrados, es decir, que lo aplica a obras fructuosas. ¿Qué quiere decir sábado, mies, espigas? No se trata de un misterio sin importancia. El campo es todo el mundo presente; la mies del campo es, por la semilla del género humano, la cosecha abundante de los santos; las espigas del campo, los frutos de la Iglesia, que los apóstoles remueven por su actividad, nutriéndose y alimentándose de nuestros progresos. Se levantaba ya la mies fecunda de virtudes, con muchas espigas, a las cuales son comparados los frutos de nuestros méritos...

" En adelante, sobre la Ley está la doctrina de Cristo, que no destruye la Ley, sino que la cumple, pues ni siquiera destruye el sábado. Si el sábado ha sido hecho para el hombre, y la utilidad del hombre pedía que el hombre hambriento, que hacía tiempo había sido privado de los frutos de la tierra, evitase el ayuno del hambre antigua, cierto no hay destrucción de la Ley, sino su cumplimiento " (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas lib. V,28-29.34).