23ª semana del Tiempo Ordinario, miércoles

Años impares

Col 3, 1-11: Hemos muerto con Cristo. Hemos resucitado con Él. Busquemos los bienes de allá arriba, donde está Cristo. No los de la tierra. Hemos sido re-novados por el bautismo. Buscamos lo absoluto, no lo de vida precaria. A esto nos induce el creer en la presencia en nuestra vida de una persona: El Espíritu de Cristo. Desde ese momento no dependemos más que de la persona de Cristo que nos da vida.

La experiencia auténtica de la fe nos invita a descubrir que no se vive por uno mismo, sino por Cristo que es nuestra vida. Comenta San Agustín:

" Si vivimos bien hemos muerto y resucitado, quien en cambio aún no ha muerto ni ha resucitado, vive mal todavía; y, si vive mal, no vive; muere para no morir. ¿Qué significa muere para no morir? Cambie para no ser condenado. Repito las palabras del Apóstol: "Si habéis resucitado con Cristo, saboread las cosas de arriba"... A quien aún no ha muerto, le digo que muera; a quien aún vive mal, le digo que cambie. Si vivía mal, pero ya no vive, ha muerto; si vive bien, ha resucitado " (Sermón 231, 3ss).

– Con el Salmo 144 decimos, una vez más: " El Señor es bueno con todos. Bendigamos al Señor día tras día, alabemos su nombre por siempre jamás ". Él nos ha hecho morir al hombre viejo, al pecado, y resucitar con Cristo glorioso a una vida nueva. Grande es el Señor y merece toda alabanza, es incalculable su grandeza. Nos ha llenado con sus gracias y dones. Que todas las criaturas den gracias al Señor, que lo bendigan los fieles, que proclamen la gloria de su reinado, que hablen de su hazañas. Hemos sido salvados, ¿qué mejor hazaña se podría explicar a los hombres? El reinado del Señor es un reinado perpetuo, su gobierno va de edad en edad.

Años pares

1Co 7, 25-31: Sentido recto del matrimonio y de la virginidad. En todo caso tener presente la fugacidad de este mundo. San Agustín predica:

" Cesen ya las fornicaciones. Sois templos de Dios y el Espíritu de Dios habita en vosotros. Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. El matrimonio es cosa lícita, no busquéis más. No es tan grande el peso que se os ha impuesto. Mayor es el que pesa sobre las vírgenes. Las vírgenes renunciaron a lo que les estaba permitido para agradar más a Aquél a quien se entregaron. Ambicionemos la belleza superior del corazón... Respecto a las vírgenes, dice el Apóstol, no tengo precepto del Señor. Entonces, ¿por qué se comportan así? Pero les doy un consejo. Ellas, tan llenas de amor, a quienes parecieron viles las nupcias terrenas..., en tal grado aceptaron el precepto, que no rechazaron el consejo, para agradar más, más se embellecieron " (Sermón 161, 11).

– Con el Salmo 44 decimos: " Escucha, hija, mira: inclina el oído, olvida tu pueblo y la casa paterna, prendado está el Rey de tu belleza, póstrate ante Él que Él es tu Señor "... El Señor ha escogido a las almas vírgenes con una vocación especial, con un amor más grande, esas almas corresponden también con mayor amor. Dejan todo por su Señor. En la aplicación de la Iglesia este Salmo es más que un Salmo mesiánico: la Iglesia lo aplica a la Virgen María y a todos aquellos que han renunciado a todo por el Reino de los cielos. Es el canto también de la Iglesia, Esposa virgen. Renuncian a todo por el Señor y le obedecen sin reserva. Así encuentran la paz, pues no están divididos en su amor. También encuentran la alegría.

Evangelio

Lc 6, 20-26: Bienaventuranzas y maldiciones. Un programa de vida que hemos de elegir libremente. Las bienaventuranzas no son prometidas a los pobres porque sean pobres, y las maldiciones no conciernen a los ricos por ser ricos. Jesús elogia a los primeros porque viven en dos mundos a la vez: el presente y el escatológico, y amenaza a los segundos que sólo viven en un mundo: el que arrastra al que lleva una vida confortable.

Satisfecho de lo que posee, el rico no busca la profundidad de su ser y, por otra parte, nada le invita a hacerlo. Sobreviene un cambio, como el que nosotros vivimos, y los ricos son llevados con el mundo, exteriorizando a veces su miedo, su desesperación, su odio y su rencor.

El pobre solo posee su soledad, pero si la vive con gran generosidad y entrega, esto mismo le lleva a las profundidades de la fe, en donde percibe otro mundo. Solitario dentro de este orden, él es rico de la participación en este otro orden de cuyas victorias y cuya proximidad él ya participa. Él es el revelador de este más allá que llega a través de suertes y desgracias, éxitos y fracasos, victorias y traiciones.

Con la venida de Cristo se dan virtualmente todos los bienes, puesto que en Él halla finalmente la bienaventuranza su realización; y por Él se dará el Espíritu Santo, suma de todos los bienes. Solo el que haya puesto a Cristo en el centro de su fe, puede oír sus bienaventuranzas y evitar sus maldiciones. Nos importa seguir decididamente a Cristo con toda generosidad, con gran amor y entrega total.