– Rm 4, 13-16.18: Apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza. La promesa hecha a Abrahán fue por su fe. Por eso llegó a convertirse en padre de muchas naciones, es decir, de todos los cristianos, tanto procedentes del judaísmo, cuanto de la gentilidad. La Ley no se dio hasta varios siglos más tarde. Dice San Juan Crisóstomo:
" Abrahán creyó y esperó contra toda esperanza; esto es, contra toda esperanza humana, puso en Dios su esperanza, y ésta todo lo puede y todo lo vence " (Libro IV sobre los que se escandalizan).
Y en otro lugar: " Si deseamos tener bien radicada la fe, es necesario que sea puro nuestro modo de vivir: éste mantiene el espíritu que da toda la fuerza a la fe. Verdaderamente, es imposible que no vaciles en la fe si tu vida es impura. No hay duda de los que hablan de la fatalidad, burlándose, y no creen a las saludables palabras acerca de la resurrección, se precipitan en este abismo de incredulidad por su mala conducta y depravadas costumbres " (Sermón 6 sobre el terremoto, 16).
– El Salmo 104 nos ayuda a decir: " Él se acuerda de su alianza eternamente. ¡Estirpe de Abrahán, su siervo, hijos de Jacob, su elegido! El Señor es nuestro Dios. Él gobierna toda la tierra... Se acuerda de la palabra dada, por mil generaciones, de la alianza sellada con Abrahán, del juramento hecho a Isaac... Porque se acordaba de la palabra sagrada dada a su siervo Abrahán, sacó a su pueblo con alegría, a sus escogidos con gritos de triunfo ". Todo esto nos atañe también a nosotros. Somos los herederos de las promesas hechas a Abrahán... somos descendientes suyos por la fe. " Si sois de Cristo, sois descendientes de Abrahán según la promesa " (Ga 3, 29).
– Ef 1, 15-23: Cristo, Cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo místico. Seamos iluminados con la Luz de Dios para conocer lo más profundamente posible la obra que Dios ha llevado a cabo en nuestro favor. Comenta San Agustín:
" Volvamos los ojos a nosotros mismos y consideremos que nosotros somos su Cuerpo y Él es nosotros; porque si nosotros no fuéramos Él, no sería verdad lo que dijo: "lo que hicísteis a uno de estos mis pequeñuelos a Mí lo hicísteis" (Mt 25, 40). Si nosotros no fuéramos Él no sería verdadero lo de "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" (Hch 9, 4). Luego nosotros somos Él, porque somos sus miembros, porque somos su Cuerpo, por ser Él nuestra Cabeza; por ser el Cristo total: la Cabeza y el Cuerpo (Ef 1, 22) " (Sermón 133, 8).
– Dios dio a Cristo el mando de todas las obras de sus manos. El hombre ha llegado a ser en Cristo el verdadero señor del universo. Todo fue creado por Él y para Él. Con el Salmo 8 cantamos al Señor, Dueño nuestro, y le decimos: " ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Ensalzaste tu majestad sobre los cielos; de la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza. Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos ". Esto es el hombre, y más aún con la gracia de Jesucristo y en Jesucristo, que es su Cabeza y nosotros su Cuerpo.
– Lc 12, 8-12: El Espíritu Santo os enseñará lo que tenéis que decir. Hemos de proclamar con plena confianza nuestra fe ante quienes nos acusan. No tenemos por qué temer a nadie, pues el mismo Espíritu Santo nos enseñará lo que tenemos que decir. Así ha sucedido siempre en la Iglesia, como nos lo muestra la historia de las persecuciones en todos los tiempos. Él nos ilumina y no debemos eclipsar esa luz con nuestro amor propio, con la autosuficiencia, con la vanidad y el orgullo, sino que debemos, con toda humildad y sencillez, esperar el momento de la gracia de Dios en nuestras almas que, ciertamente, llegará con todo su esplendor. Oigamos a San Agustín:
" Con todo, tengo que deciros, hermanos míos, lo siguiente: quienquiera que seas, comienza a vivir cristianamente, y mira si no te lo echan en cara, precisamente aquellos cristianos que solo lo son de nombre, pero no cristianos por su vida y costumbres. Nadie se da cuenta de ello, sino quien ha tenido que experimentarlo. Así, pues, fíjate, considera lo que oyes. ¿Quieres vivir como cristiano? ¿Quieres seguir los pasos de tu Señor? Se te echa en cara eso mismo, comienzas a avergonzarte y te echas atrás. Has perdido el camino... Si quieres caminar por el camino del Señor, pon tu esperanza en Dios, incluso en presencia de los hombres, es decir, no te avergüences de tu esperanza " (Comentario al Salmo 30, 11, 7).