– Rm 6, 12-18: Desde el Bautismo, que nos ha unido al Misterio Pascual del Señor, hemos de estar siempre muertos al pecado y vivos para Dios. Ha habido un cambio radical: de esclavos del pecado hemos venido a ser servidores de la justicia. Comenta San Agustín:
" Niégate a entregar armas a la concupiscencia y brillará tu victoria. Lucha, esfuérzate: ningún atleta recibe la corona sin sudor. Vives en estado de competición, participas en un combate... Si la carne despierta la pasión, ordena el espíritu en la castidad; si la carne incita a la ira, imponga tu espíritu la misericordia. Si, envuelto en este combate, no pones a disposición de la concupiscencia rebelde tus miembros, los que fueron en otro tiempo armas de iniquidad al servicio del pecado, se convierten ahora en armas de justicia al servicio de Dios " (Sermón 163,A,1).
Hemos de ofrecernos a Dios enteros, como hombres que han vuelto a la vida. Por eso todo hemos de emplearlo en servicio del bien.
– Con el Salmo 123 proclamamos que " tenemos nuestro auxilio en el nombre del Señor ". Por nosotros solos nada podemos, pero con el Señor tenemos la victoria segura: " Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres ", las fuerzas del mal, las pasiones, la concupiscencia... " nos hubieran tragado vivos, tanto ardía su ira contra nosotros, nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello... Bendito el Señor que nos ayudó. Hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador; la trampa se rompió y escapamos... Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra ".
– Ef 3, 2-12: Gracias a Cristo, también los gentiles son herederos de la promesa. San Pablo, con gran humildad, afirma que es el último de los apóstoles, pero que ha recibido el gran privilegio de revelar el misterio de la vocación de los gentiles a la herencia divina, lo mismo que los judíos. Benedicto XV escribió en 1917:
" El fin que los predicadores deben proponerse está claramente indicado por San Pablo: "Somos embajadores de Cristo" (2Co 5, 20). Todo predicador debe hacer propias estas palabras. Mas, si son embajadores de Cristo en el ejercicio de su misión, tienen la obligación de atenerse estrictamente a la voluntad manifestada por Cristo, cuando les confirió el encargo, y no pueden proponerse finalidades diversas de las que Él mismo se propuso mientras habitó en esta tierra... Por lo tanto, los predicadores han de proseguir estas metas: difundir la verdad enseñada por Dios, despertar y acrecentar la vida sobrenatural en quienes los escuchan. En resumen: buscar la salvación de las almas, promover la gloria de Dios " (encíclica Humani generis).
San Jerónimo enseña:
" Durante los siglos pasados estas riquezas de su bondad estuvieron ocultas en Dios, que es el Creador de todas las cosas. ¿Dónde están Marción y Valentín y todos los herejes que afirman que uno es el Creador del mundo, esto es, de lo visible, y otro distinto el Creador de lo invisible?... Pero "el Misterio escondido durante siglos" puede entenderse de otra manera, en el sentido de que lo ignoraron los propios siglos, es decir, todas las criaturas espirituales y racionales que existieron en esos siglos " (Comentario a la Carta a los Efesios 2, 3, 8-9).
– Con el texto de Isaías 12 proclamamos, como salmo responsorial: " Sacaréis aguas con gozo de la fuente de la salvación. Él es mi Dios y Salvador; confiaré y no temeré; porque mi fuerza y mi poder es el Señor, Él fue mi salvador... Dad gracias al Señor, invocad su nombre; contad a los pueblos sus hazañas, proclamad que su nombre es excelso. Tañed para el Señor, que hizo proezas, anunciadlas a toda la tierra, gritad jubilosos, habitantes de Sión: ¡qué grande es en medio de ti el Santo de Israel! ". Él nos ha llamado a la vida grandiosa de la gracia.
– Lc 12, 39-48: La vigilancia es propia del pueblo cristiano, y especialmente de sus responsables. Cristo enseña que el tiempo presente se nos ha concedido para hacer méritos con respecto a la vida eterna. Escuchemos a San Gregorio Magno:
" La misma cualidad de la condición humana nuestra cuánto es más excelente que todas las otras cosas, porque la razón dada al hombre afirma cuánto excede la naturaleza racional a todas las cosas que carecen de vida, de sentido y de razón. Mas, porque cerramos los ojos a las cosas interiores e invisibles, y nos apacentamos de las visibles, honramos muchas veces al hombre no por aquello que él es, sino por lo que puede, y venimos a caer en la acepción de personas, no por las mismas personas, sino por las cosas que ellas tienen... Mas el Dios todopoderoso examina la vida de los hombres por la sola cualidad de los merecimientos; y muchas veces da mayor pena por donde dio estas cosas mayores, en razón del ministerio y oficio, según la misma Verdad da testimonio diciendo: "al que mucho se le ha dado, mucho se le exigirá" (Lc 12, 48) " (Morales sobre Job 25, 1).