– Rm 7, 18-25: En el interior del hombre luchan el pecado y la gracia. En su interior se produce la guerra permanente entre el hombre viejo y carnal y el hombre nuevo y espiritual. San Agustín comenta:
" Es completamente justo que al hombre que no quiso obedecer a su Señor no le obedezca su carne. Sirve tú a quien te es superior, para que te sirva tu inferior. Despreciaste al Superior, y eres atormentado ahora por tu inferior. Ésta es, pues, la ley del pecado; ésta es también la ley de la muerte. Por el pecado vino la muerte... ¿Cómo te libró la ley del espíritu de vida? Primero de todo te concedió el perdón de los pecados. De esa ley se dice en el Salmo [Sal 118, 29]: "ten piedad de mí según tu ley". Es la ley de la misericordia, la ley de la fe, no la de las obras [o ley mosaica] " (Sermón 152).
Como puede verse esa lectura paulina describe la condición del hombre abandonado a sí mismo (antiguo Adán), y la del hombre a quien Cristo (nuevo Adán) vuelve a orientar hacia Dios.
– Unos versos del Salmo 118 nos ayudan a meditar sobre la lectura anterior: " Instrúyeme, Señor, en tus leyes. Enséñame a gustar y a comprender, porque me fío de tus mandatos. Tú eres bueno y haces el bien; instrúyeme en tus leyes. Que tu bondad me consuele, según la promesa hecha a tu siervo. Cuando me alcance tu compasión viviré, y mis delicias serán tu voluntad. Jamás olvidaré tus decretos, pues con ellos me diste vida. Soy tuyo, sálvame, que yo consulto tus leyes ".
– Ef 4, 1-6: Un solo cuerpo, un solo Señor, una fe, un bautismo. El Apóstol exhorta a la unidad: un solo Cuerpo de Cristo, un solo Espíritu, una sola esperanza, un solo Señor, una sola fe y un solo Dios. San Agustín comenta:
" "Un solo Cuerpo, dice el apóstol Pablo, un solo Cuerpo y un solo Espíritu" (Ef 4, 4). Considerad nuestros miembros. El cuerpo consta de muchos miembros, y una sola alma da vigor a todos ellos. Ved que, gracias al alma humana por la que yo soy hombre, se mantienen unidos todos los miembros... Pues bien, lo que es nuestro espíritu o nuestra alma respecto a nuestros miembros, eso mismo es el Espíritu Santo respecto a los miembros de Cristo, el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Para demostrar cómo lo que es la vida divina la que funda no solo la unidad de la humanidad toda, sino también la de cada persona, San Pablo establece una relación entre cada una de las virtudes teologales y cada una de las personas de la Santísima Trinidad: el Espíritu alimenta la esperanza, Cristo llama a la fe y el Padre está en todos para hacer nacer en ellos el amor y la comunión " (Sermón 268).
– Buscamos la presencia del Señor y con el Salmo 23 cantamos: " Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes; Él la fundó sobre los mares; Él la afianzó sobre los ríos. ¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos. Éste recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación ". Así es como formamos un solo Cuerpo, por la gracia de Cristo, recibida en el bautismo.
– Lc 12, 54-59: Conozcamos los signos de los tiempos en las palabras de Cristo. Entendamos todas las cosas de la vida a la luz de su palabra. Comenta San Agustín:
" Reciba cada uno con prudencia las amonestaciones del preceptor para no desaprovechar el tiempo de la misericordia del Salvador, que se otorga en esta época de perdón para el género humano. Al hombre se le perdona para que se convierta y no haya nadie así a quien condenar. Ignoro si el fin del mundo encontrará a alguien de nosotros aquí. Quizá no. Pero el fin del mundo está cerca para cada uno de nosotros, puesto que somos mortales. Caminamos en medio de caídas... Oigamos al Señor y hagamos lo que nos manda " (Sermón 109, 1-2).