30ª semana del Tiempo Ordinario, viernes

Años impares

Rm 9, 1-5: San Pablo quiere ser un proscrito para el bien de sus hermanos. Aborda San Pablo el doloroso problema de la incredulidad del pueblo judío ante el mensaje de Cristo. Luego de haber manifestado la gran angustia que le produce tal hecho, el Apóstol está dispuesto a renunciar, si de algo valiera, a todos los dones divinos por la salvación del pueblo, del que él mismo forma parte. San Juan Crisóstomo escribe:

" Acaso te parezca por encima de tus fuerzas el imitar a Dios. A la verdad, para quien vive vigilante, ello no es difícil. Pero, en fin, si te parece superior a tus fuerzas, yo te pondré ejemplos de hombres como tú. Ahí está José..., ahí está Moisés... Ahí está Pablo que, no obstante, no poder contar cuánto sufrió de parte de los judíos, aún pedía "ser anatema por su salvación" (Rm 9, 3)... Ahí está Esteban... Considerando también estos ejemplos, desechemos de nosotros toda ira, a fin de que también a nosotros nos perdone Dios nuestros pecados " (Homilía 61, 5, sobre el Evangelio de San Mateo).

– Con el Salmo 147 evocamos la grandeza de Jerusalén en el plan divino de la salvación: " Glorifica al Señor, Jerusalén, alaba al Señor tu Dios, Sión, que ha reforzado los cerrojos de tus puertas y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina; Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz. Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel. Con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos ".

Y, sin embargo, " vino a los suyos y los suyos lo rechazaron " (Jn 1, 11). Un gran misterio que puede repetirse siempre que no somos fieles a los mandatos del Señor, a sus gracias, a sus dones, y no correspondemos a su amor.

Años pares

Flp 1, 1-11: El que ha inaugurado entre vosotros una gran empresa la llevará a su fin. San Pablo tiene gran amor a los fieles de Filipos por su perseverancia en una vida conforme al Evangelio. El acrecentamiento de la caridad entre los filipenses es el objeto de la acción de gracias de San Pablo. Esa caridad la entiende en el sentido pleno del amor a Dios y al prójimo. Y ese adecentamiento se manifiesta en el conocimiento del misterio de Dios, no meramente especulativo, sino experimental y amoroso.

Todo esto permite a los cristianos presentarse en el día del Señor sin fallos y llenos de justicia, pero en Jesucristo. Todo esto conecta con la enseñanza de Cristo, que también habló del crecimiento de la semilla que se hace espiga, crecimiento lento y sin que se note, tan propio del Reino de Dios. Oigamos a San Juan Crisóstomo:

" Mira cómo les enseña a ser modestos. Una vez que les ha puesto de manifiesto una obra importante, para que no reaccionen a lo humano, inmediatamente les enseña a atribuir a Cristo tanto las cosas pasadas como las futuras. ¿Cómo? No les dice: "estoy convencido de que lo que habéis empezado lo terminaréis". ¿Qué les dice entonces? "Confío que el que ha comenzado en vosotros la obra buena la termine". Ni tampoco les priva de las cosas que han hecho bien: sino que les dice: "me alegro con vuestra unión", a saber, la que vosotros mismo habéis conseguido; pero no les dice que las obras buenas son solamente de ellos, sino que han sido precedidas por Dios " (Comentario a la Carta a los Filipenses 1, 1, 6).

– Con el Salmo 110 damos gracias a Dios por el bien que hace en nosotros con la gracia, con su mensaje de paz y de felicidad. Grandes son las obras del Señor, pero ninguna como la que realiza en las almas con su gracia santificante. Damos gracias a Dios con todo nuestro corazón en la asamblea litúrgica y fuera de ella, con nuestros labios y con nuestra conducta irreprochable. Esplendor y belleza son sus obras en la vida de los Santos, su generosidad dura por siempre, Él hace maravillas memorables. El Señor es piadoso y clemente. Nos alimenta físicamente y espiritualmente con la Eucaristía. Ha mostrado su poder misericordioso en perdonarnos y en haceros coherederos con Cristo de su gloria.

Evangelio

Lc 14, 1-6: Cristo manifiesta una vez más el valor de las obras de caridad. Éstas se han de hacer siempre, sea el día que sea, sábado o domingo. Lo que preside siempre en Cristo es el amor y no los errados juicios de un legalismo absurdo, como el que padecían los judíos de su tiempo. San Ambrosio dice que

" Cura a un hidrópico en quien un flujo vehemente del cuerpo dificultaba las operaciones del alma y extinguía el vigor del espíritu. Cristo actúa siempre lleno de bondad, que ha sido distinguida por la misma palabra divina al definirla como un ejercicio para con los pobres y débiles, ya que ser misericordioso con los que nos van a devolver el beneficio es una actitud propia de la avaricia. Ésta ha de ser siempre nuestra conducta con los demás: un amor desinteresado, solo mirando hacer el bien por amor de Dios, para su gloria y bien de las almas " (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas lib.V,36).