– Rm 11, 1-2.11-12.25-29: Dios no ha desechado a su pueblo, pues quiere la salvación de todos los hombres. Aguarda siempre, con gran paciencia, y procura siempre la conversión de todos los hombres, sean los que sean. Su misma muerte ha de iluminar a los que lo matan. Comenta San Agustín:
" ¡Oh misteriosa ceguera! Es la ceguera que sobrevino a una parte de Israel; porque para que Cristo fuese crucificado y entrase en la luz del Evangelio la gentilidad del mundo, le dio a una parte de Israel esta ceguera (Rm 11, 25). Todo el día estaba enfermo de ceguera, pero vino Él y vino para que vean los que no ven y los que ven quedan ciegos. Fue ignorado por los judíos, fue crucificado por los judíos; y con su propia sangre hizo un colirio para los ciegos. Cada vez más obstinado, más ciego cada vez, los que se jactaban de ver la luz crucificaron a la Luz ¡Qué ceguedad tan grande! Pero la Luz crucificada iluminó a los ciegos " (Sermón 136).
Iluminó a todos los ciegos: paganos y judíos.
– El Señor no rechaza a su pueblo, decimos en el Salmo 93: " Dichoso el hombre a quien tú educas, al que enseñas tu ley, dándole descanso tras los años duros ". El Señor quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de su verdad. Todos: paganos y judíos. Él no abandona a su heredad; el justo, sea quien sea, obtendrá su derecho, y un porvenir los rectos de corazón. Los primeros santos de la Iglesia fueron judíos. El Señor nos auxilia, su misericordia nos sostiene. Hemos de orar y de trabajar por la conversión de todos los hombres. La misericordia de Dios es infinita.
– Flp 1, 18-26: La vida nuestra es siempre Cristo, y es una ganancia morir en su gracia. Que Cristo sea siempre predicado, aunque se haga en contra de nosotros. El Apóstol no busca su gloria. Él está apasionado por Cristo y quiere por encima de todo que el Señor sea dado a conocer del modo que sea. Es mejor que esta predicación sea hecha por los que son pastores, pero no desdeña a los mercenarios. Comenta San Agustín:
" El Pastor anuncia el Evangelio de Cristo sinceramente, el mercenario lo anuncia con segunda intención, buscando cosa distinta; mas al fin, si uno anuncia a Cristo, el otro también. Este mismo Pastor [Pablo] quiso tener mercenarios, los cuales hacen el bien donde pueden y son útiles en la medida en que pueden: "el caso es que Cristo sea anunciado"... Para otros menesteres y negocios envía un mercenario, pero otras veces es mercenario un pastor..., porque pastores hay pocos, mientras los mercenarios abundan " (Sermón 131, 11).
San Ambrosio comenta el deseo de Pablo, que quiere ya desfallecer del todo, y estar con Cristo:
" Esta disolución ¿qué otra cosa es, sino que el cuerpo se destruya y descanse, mientras el alma se dirija a la paz y sea libre, si es piadosa, puesto que está destinada a "estar con Cristo"? " (Sobre el bien de la muerte 3, 8)
– Con el Salmo 21 decimos: " Mi alma tiene sed del Dios vivo. Como busca la cierva corrientes de agua así mi alma te busca a ti, Dios mío. ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios? "... Es lo que añoraba el apóstol san Pablo. También lo añoraron San Martín de Tours y tantos otros Santos... Pero, por el bien de las almas no rehusaban quedarse aquí en la tierra todo el tiempo que fuera necesario.
En la asamblea litúrgica tenemos un anticipo de la gloria futura, del encuentro definitivo con el Señor. " Recuerdo cómo marchaba a la cabeza del grupo hacia la Casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta ".
– Lc 14, 1.7-11: Valor de la humildad. Aquellos que buscan los primeros puestos en los banquetes se verán frustrados. Jesucristo enseña la humildad: los últimos serán los primeros, y los primeros los últimos. Comenta San Agustín:
" Hay personas castas, o bien humildes o bien soberbias. Los soberbios no se prometan el Reino de Dios. La castidad conduce al lugar más destacado, pero quien se exalta será humillado. ¿Por qué buscas, con ansia de destacar, si el lugar más elevado que puedes alcanzar lo conseguirás manteniéndote en la humildad? Si te elevas, Dios te abate; si te abates, Dios te eleva. La afirmación es del Señor. Y nada se le puede añadir ni quitar " (Sermón 354, 8).
Sigamos el ejemplo del Señor: Él " se anonadó, se hizo obediente hasta la muerte y muerte de Cruz " (Flp 2, 8). Seguir el ejemplo de la Virgen, pues " el Señor miró la humillación de su esclava " (Lc 1, 48). Sigamos el ejemplo de los santos.