– Rm 12, 5-16: Cada uno ha de entregarse al servicio de los demás. Cada miembro de la Iglesia ha de cumplir su propia misión, procurando el bien de todos por la vida de oración y el ejercicio de la caridad. Oigamos a San Agustín:
" Dice el Apóstol: "llenos de gozo en la esperanza". Así, pues, nuestro gozo actual es gozo en la esperanza, aún no en la realidad... Si los compañeros de peregrinación gozan de esta manera en el camino, ¡cuál será su gozo en la Patria! Los mártires lucharon en esta vida, luchando caminaron, y caminando aclamaron. En efecto, quienes aman, caminan, pues hacia Dios no se corre con pasos, sino con el afecto. Hay tres clases de hombres detestables: el que se para, el que da marcha atrás y el que se sale del camino. Que nuestro caminar se vea libre y protegido, con la ayuda de Dios, de estos tres tipos de mal " (Sermón 306,B,1).
– Con el Salmo 130 decimos: " Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad, sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre. Espere Israel en el Señor, ahora y por siempre ". Éste es el camino de la infancia espiritual, libre de preocupaciones altaneras, dócil a las inspiraciones de Dios, como quien sabe que camina de su mano, más seguro que conducido por la más cariñosa de las madres.
– Flp 2, 5-11: Cristo se anonadó. Y por eso fue exaltado. La exhortación a la humildad se fundamenta en el ejemplo de Cristo: aun siendo Hijo de Dios, no hizo valer su calidad de semejanza, de igualdad, con el mismo Dios, sino que tomó la condición humana, haciéndose obediente hasta la muerte. Dice San Clemente Romano:
" El cetro de la majestad de Dios, Jesucristo, nuestro Señor, no vino rodeado de orgullo y aparatosidad, aun cuando lo hubiera podido hacer, sino en la humildad " (Funk I,107).
San Agustín comenta:
" Quien todavía no puede ver lo que ha de mostrarle el Señor, no busque el ver antes de creer, sino más bien crea primero, para que pueda sanar el ojo con que ha de ver. A estos ojos serviles [el Señor] se manifiesta solo en la forma de siervo... Y, puesto que no existía la posibilidad de verlo como Dios y sí como hombre, el que era Dios se hizo hombre, para que aquello que se veía sanase la causa de que no se viera " (Sermón 88, 4).
Se anonadó el Hijo divino, es decir, el Infinito se hizo igual a cero. Se anonadó, haciéndose hombre, y más aún, muriendo por nosotros en la Cruz. Ejemplo inmenso de humildad. Por eso Dios lo exaltó. Imitémoslo.
– Con el Salmo 21 decimos que el Señor es nuestra alabanza en la gran asamblea. Cumpliremos nuestros votos delante de los fieles. Los desvalidos comerán hasta saciarse, alabarán al Señor los que lo buscan; viva su corazón para siempre. Recordarán al Señor y volverán a Él hasta de los confines del orbe. En su presencia se postrarán las familias de los pueblos, porque del Señor es el Reino.
Él gobierna los pueblos. Ante Él se postrarán las cenizas de las tumbas... Hablarán del Señor a la generación futura, todo lo que hizo el Señor en su misericordia, anonadándose por nosotros. Pero Dios lo exaltó y le dio un nombre sobre todo nombre, para que al nombre del Señor toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en el abismo, y todos proclamemos que Jesucristo es el Señor (cf. Flp 2, 6-11).
– Lc 14, 15-24: Los invitados más distinguidos, fueron descorteses, y no quisieron venir. Entonces el padre de familia convocó a toda clase de gente. La Iglesia es el lugar de la reunión universal realizada por Cristo. Comenta San Agustín:
" Dejemos de lado las excusas vanas y perversas, y acerquémonos a la cena que nos saciará interiormente. No nos lo impida la soberbia altanera, no nos engría o sujete y aparte de Dios la ilícita curiosidad; la sensualidad de la carne no nos aleje del placer del corazón. Acerquémonos y saciémonos. ¿Quiénes se acercaron sino los mendigos, los débiles, los cojos y los ciegos? No vinieron los ricos, los sanos... Vengan, pues, los mendigos... vengan los débiles.... vengan los cojos..., vengan los ciegos... Éstos vinieron en hora buena, pues los primeros invitados fueron reprobados debido a sus excusas " (Sermón 112, 8).