31ª semana del Tiempo Ordinario, jueves

Años impares

Rm 14, 7-12: En la vida y en la muerte somos del Señor. Pertenecemos al Señor y para Él vivimos y morimos. Unos y otros hagamos todo lo posible por conformar nuestra vida con la voluntad divina, y colaboremos fielmente con la gracia de Dios. Entreguemos a Dios nuestra vida, como Cristo la entregó para salvarnos. San Cirilo de Alejandría escribe:

" Se ha dicho que Cristo tuvo hambre, que soportó la fatiga de largas caminatas, la ansiedad, el terror, la tristeza, la agonía y la muerte en la cruz. Sin ser obligado por nadie, libremente se entregó por nosotros, para ser Señor de vivos y muertos (Rm 14, 9). Con su propia carne ha pagado así un rescate justo por la carne de todos; y con su alma ha llevado a cabo la redención de todas las almas. Y si Él ha vuelto a tomar su vida, es porque, como Dios, Él es viviente por naturaleza " (Sobre la Encarnación del Unigénito).

– Con el Salmo 26 digamos: " Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la Casa del Señor todos los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su rostro. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida ", es decir, en la gloria eterna. Para esto vivamos aquí en la presencia del Señor, identificados con su voluntad divina, llenos de amor e irradiándolo por doquier.

Años pares

Flp 3, 3-8: Sólo Cristo ha de ser nuestro tesoro. Todo lo demás es pérdida. San Pablo sacrificó todos los títulos de gloria por ganar a Cristo. Y en Cristo lo encontró todo: verdad, vida, camino, alimento, roca, luz, amor... todo. Así hemos de hacer también nosotros. San Ambrosio dice:

" Por Él anhela quien repite sus palabras y las medita en su interior. Hablemos, pues, siempre de El. Si hablamos de sabiduría, Él es la sabiduría; si de virtud, Él es la virtud; si de justicia, Él es la justicia; si de paz, Él es la paz; si de la verdad, de la vida, de la redención, Él es todo eso " (Comentario al Salmo 36).

Y San Bernardino de Siena:

" Todo lo tenemos en Cristo: es refugio de los penitentes, bandera de los que combaten, medicina de los que desfallecen, consuelo de los que sufren, honor de los creyentes, esplendor de los evangelizadores, mérito de los que trabajan, satisfacción de los que oran, deleite de los contemplativos, gloria de los que triunfan " (Sermón 49).

– En esa misma perspectiva, con el Salmo 104 proclamamos " que se alegren en el Señor los que lo buscan ". Recurramos al Señor y a su poder, busquemos constantemente su rostro, recordemos las maravillas que hizo y hace constantemente en nuestra alma, sus prodigios, las sentencias de su boca. El Señor es nuestro Dios. Él gobierna toda la tierra. Creamos en su amor y correspondámosle también con un gran amor. Él todo lo merece. Sin Él nada somos. Con Él todo lo podemos, todo lo tenemos.

Evangelio

Lc 15, 1-10: La gran alegría del cielo por un pecador que se convierte. La infinita bondad de Dios se nos revela en las parábolas de la misericordia. Todos nosotros somos llamados a la experiencia espiritual de la gran misericordia divina, pero no según nuestros modos y criterios, sino según los modos y criterios de Dios. Comenta San Ambrosio:

En estas parábolas " ¿quién es este padre, este pastor y esta mujer? ¿Acaso no representan a Dios Padre, a Cristo y a la Iglesia? Cristo te lleva sobre sus hombros, te busca la Iglesia y te recibe el Padre. Uno porque es Pastor, no cesa de llevarte; la otra como Madre, sin cesar te busca, y el Padre te vuelve a vestir. El primero por obra de su misericordia, la segunda cuidándote y el tercero reconciliándote con Él. A cada uno de ellos le cuadra perfectamente una de esas cualidades: el Redentor viene a salvar, la Iglesia asiste y el Padre reconcilia. En todo actuar divino está siempre la misma misericordia, aunque la gracia varía según nuestros méritos " (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas lib.VII,208).