34ª semana del Tiempo Ordinario, lunes

Años impares

Dn 1, 1-6.8-20: Excelencia de la ascesis cristiana. Para Daniel y los otros jóvenes judíos que estaban con él la vida en la corte dificultaba gravemente la fidelidad a la ley. Pero actuaron consecuentemente y Dios los premió, pues no solo les dotó de buen aspecto, sino que los colmó de toda clase de sabiduría, de forma que ante el rey quedaron por encima de los demás. Por ello el ascendiente de Daniel en la corte fue extraordinario. Dios premia siempre a quien es fiel a sus mandatos, y lo premia a veces ya en esta vida, pero con toda certeza en la otra.

En todo caso siempre el hombre fiel tiene la conciencia en paz, pues ha cumplido con su deber principal, que es obedecer a Dios. La vida ascética, bien llevada, nos conduce a los premios eternos, pero ya en esta vida los pregustamos, gozando de una mayor libertad de espíritu, la libertad propia de los hijos de Dios.

– El cántico de los tres jóvenes, en Daniel 3, nos sirve de Salmo responsorial: " Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres. Bendito tu nombre santo y glorioso. Bendito eres en el templo de tu santa gloria, Bendito eres sobre el trono de tu reino. Bendito eres tú que, sentado sobre querubines, sondeas los abismos. Bendito en la bóveda del cielo ". Siempre hemos de cantar himnos de alabanza y de acción de gracias al Señor por el bien que constantemente hace a su Iglesia y a nosotros en particular.

Años pares

Ap 14, 1-3.4b-5: Llevar en la frente el nombre de Cristo y de su Padre. Cristo es descrito en el Apocalipsis rodeado de sus elegidos, los mártires, que cantan un cántico nuevo. San Cesáreo de Arlés explica:

" Nosotros entendemos aquí el nombre de Cristo y se muestra su semejanza que la Iglesia adora en verdad: la hostilidad de los herejes [que la Iglesia sufre] es semejante a la que sufrió Él; éstos son los que, persiguiendo espiritualmente a Cristo, sin embargo participan en la gloria del signo de la Cruz de Cristo. Por esto es por lo que se ha dicho que el nombre de la bestia es un número humano " (Comentario al Apocalipsis 14).

– Cantamos con el Salmo 23: " Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: Él la fundó sobre los mares, Él la afianzó sobre los ríos. ¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos. Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación. Éste es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob ".

El creyente que admira el poder, la grandeza y la sabiduría de Dios en la creación, no puede quedar silencioso. Ha de reconocer y agradecer abiertamente que en todas las criaturas resplandece la inmensa bondad de Dios. Ha de ver su presencia en toda la creación, y de modo especial en los templos, que son como recordatorios de la presencia de Dios entre los hombres, y sobre todo en el sagrario: Cristo está realmente presente en el sacramento de la Eucaristía.

Evangelio

Lc 21, 1-4: La generosidad de los pobres: el óbolo de la pobre viuda. La viuda entrega de su indigencia. Suele decirse que " solo se da aquello que se tiene "; pero ella solo posee lo que ha dado. Oigamos a San Agustín:

" Mucho abandonó quien se despojó de la esperanza del siglo, como aquella pobre viuda, que depositó dos ochavos en el cepillo del templo. Según el Señor nadie echó más que ella... ¿Quién se dignó poner los ojos en ella? Sólo Aquel que al verla no miró si la mano estaba llena o no, sino el corazón... Nadie dio tanto como la que nada reservó para sí " (Sermón 105,A,1).