– Dn 6, 11-27: Dios envió a su ángel a cerrar las fauces de los leones. Daniel es condenado a ser arrojado vivo en el foso de los leones, pues a pesar de la prohibición real, tres veces al día, según la santa costumbre de Israel, eleva su oración al único Dios vivo y verdadero. Es preservado maravillosamente por el Señor, y el rey entonces proclama su fe en el verdadero Dios. La lectura de hoy señala la necesidad de la oración, su grandiosa eficacia, y el valor de su fiel asiduidad, cuando se eleva en los tres momentos tradicionales del sacrificio del templo. Una vez más comprobamos que la providencia de Dios está sobre todas las vicisitudes de la vida y, sobre todo, que nunca ha quedado desmentida la protección solícita con que guarda a sus siervos fieles.
– Con textos de Daniel 3 unimos de nuevo nuestra oración a la de los tres jóvenes: " Rocíos y nevadas, témpano y hielos, escarchas y nieves, noche y día, luz y tinieblas, rayos y nubes... bendecid al Señor. Bendiga la tierra al Señor ". Sigamos también nosotros alabando al Señor por sus innumerables beneficios. Escribe San Bernardo:
" A quien humildemente se reconoce obligado y agradecido por los beneficios, con razón se le prometen muchos más. Pues el que se muestra fiel en lo poco, con justo derecho será constituido sobre los muchos; así como, por el contrario, se hace indigno de nuevos favores quien es ingrato a los que ha recibido antes " (Sermón sobre el Salmo 50).
– Ap 18, 1-2.21-23-19, 1-3, 9: Ha caído Babilonia, la gran ciudad. Los elegidos entonan en el cielo un cántico eterno. Babilonia, símbolo del imperio mundano hostil al Reino, está condenada a la destrucción. Y el Señor se mantiene fiel a sus designios de salvación sobre los hombres. Escribe San Cesáreo de Arlés:
" ¿Es que las ruinas de una sola ciudad pueden contener todos los espíritus impuros y todo pájaro impuro, o aquel tiempo en que la misma ciudad cayese, el mundo entero sería abandonado a los espíritus y a los pájaros impuros y éstos habitarán en las ruinas de una sola ciudad? No existe ciudad alguna que solo contenga almas impuras, a no ser la ciudad del diablo, en la cual habita toda impureza en los hombres malos de toda la tierra. Los reyes que dijo que perseguían a Jerusalén son los hombres malos que persiguen a la Iglesia.
" Cada vez que oís nombrar a Babilonia, hermanos queridísimos, no entendáis una ciudad construida con piedras, porque "Babilonia" significa "confusión", como se ha repetido varias veces; pero reconoced que con este nombre se designa a los hombres soberbios, ladrones, lujuriosos e impíos, recalcitrantes en sus pecados; por el contrario, cada vez que vosotros oyéseis el nombre de Jerusalén, que quiere decir visión de paz, entended por ella los hombres santos que pertenecen a Dios " (Comentario al Apocalipsis 18, 1-3).
– Con el Salmo 99 aclamamos al Señor y convocamos la tierra entera a " servir al Señor con alegría, a entrar en su presencia con vítores. Pues el Señor es Dios. Él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño. Entremos por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre. El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades ". Correspondámosle con todo nuestro amor, asociémonos a la liturgia de los ángeles y santos. Cantemos jubilosos los salmos en nuestra liturgia cristiana, en la que hemos de participar con mente y corazón.
– Lc 21, 20-28: Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su hora. La profecía relativa al final de los tiempos augura primero el cerco de la ciudad santa por obra de los poderes paganos. Luego llegará la hora de los gentiles, en la que se desencadenará la persecución contra la Iglesia. Pero el triunfo es de Cristo y de su Iglesia. La misma historia de la Iglesia nos conforta en esta esperanza: ella sigue en pie y permanece, mientras que sus perseguidores perecieron y pasaron. Comenta San Ambrosio:
" De hecho, Jerusalén fue asediada y tomada por los ejércitos romanos, y por eso los judíos creyeron que se había cumplido entonces "la abominación de la desolación" (Mt 24, 75; Dn 9, 27), ya que los romanos arrojaron al templo la cabeza de un puerco, mofándose de las observancias rituales de los judíos. De ahí algo que yo no diría ni siquiera en estado de delirio. Y es que "la abominación de la desolación" es el execrable acontecimiento propio del anticristo, puesto que él, con sus funestos sacrilegios, mancha el santuario de las almas y, sentado, como sigue la narración en el templo, se quiere apropiar del trono del Dios omnipotente.
" Y en un sentido espiritual se nos previene muy atinadamente que debemos estar preparados, ya que él [el anticristo] desea poner la marca de su perfidia sobre el corazón de cada uno, y, falsificando las Escrituras, quiere hacer ver a través de éstas que él es Cristo. Y entonces es cuando llegará la desolación, puesto que muchos, cayendo en el error, se separarán de la verdadera religión " (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas lib.X, 15 y 16).