Catequesis sobre el Credo
Juan Pablo II (15-VII-87)
Cumplir la voluntad del Padre, vida del Hijo
1. En la catequesis anterior hemos considerado a Jesucristo como Hijo íntimamente unido al Padre. Esta unión le permite y le obliga a decir: "El Padre está en mí y yo en el Padre" no solamente en la conversación confidencial del cenáculo, sino también en la declaración pública hecha durante la celebración de la fiesta de los Tabernáculos (Cfr. Jn 7, 28-29). Y más aún, todavía con más claridad Jesús llega a afirmar: "Yo y el Padre somos una sola cosa" (Jn 10, 30). Dichas palabras son consideradas blasfemas y provocan la reacción violenta de los oyentes: "Trajeron piedras para apedrearle" (Cfr. Jn 10, 31). En efecto, según la ley de Moisés la blasfemia debía ser castigada con la muerte (Cfr. Dt 13, 10-11).
2. Ahora bien, es importante reconocer que existe un lazo orgánico entre la verdad de esta íntima unión del Hijo con el Padre y el hecho de que Jesús-Hijo vive totalmente "para el Padre".Sabemos, en efecto, que toda la vida, toda la "existencia" terrena de Jesús está orientada constantemente hacia el Padre, y "entregada al Padre" sin reservas.
Cuando tenía doce años, Jesús, Hijo de María, tenía una clara conciencia de su relación con el Padre y adoptaba una actitud coherente con su certeza interior. Por ello, ante el reproche de su Madre, cuando juntamente con José lo encontraron en el templo después de haberlo buscado durante tres días, responde: "¿No sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?" (Lc 2, 49).
3. También en la presente catequesis hacemos referencia, sobre todo, al texto del cuarto evangelio, porque la conciencia y la actitud manifestadas por Jesús, cuando tenía doce años, encuentra su profunda raíz en lo que leemos al comienzo del gran discurso de despedida que, según San Juan, pronunció durante la última Cena, al término de su vida, mientras que se disponía a cumplir su misión mesiánica. El evangelista dice de Él que "llegada su hora...(sabía) que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y que había salido de Dios y a Él se volvía" (Jn 13, 3).
La Carta a los Hebreos pone de relieve la misma verdad refiriéndose en cierto modo a la misma preexistencia –existencia de Jesús–Hijo de Dios: Por lo cual, entrando en este mundo, Cristo dice: "Tú no has querido holocaustos y sacrificios por el pecado. Entonces he dicho: Heme aquí que vengo –en el volumen del libro está escrito de mí–: para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad" (Hb 10, 5-7).
4. "Hacer la voluntad" del Padre, en las palabras y en las obras de Jesús, quiere decir vivir para el Padre totalmente "Como el Padre, que tiene la vida, me ha enviado... yo vivo por el Padre" (Jn 6, 57), dice Jesús en el contexto del anuncio de la institución de la Eucaristía.
Que cumplir la voluntad del Padre sea para Cristo su misma vida, lo manifiesta Él mismo con las palabras dirigidas a los discípulos tras el encuentro con la Samaritana: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y acabar su obra" (Jn 4, 34). Jesús vive de la voluntad del Padre. Este es su alimento.
5. Él vive de esta forma –es decir, totalmente orientado hacia el Padre–, puesto que "ha salido del Padre y al Padre va" sabiendo que el Padre "le ha puesto en las manos todas las cosas" (Jn 3, 35). Dejándose guiar en todo por esta conciencia, Jesús proclama ante los hijos de Israel: "Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan, porque las obras que mi Padre me dio a hacer, esas obras que yo hago, dan en favor mío testimonio de que el Padre me ha enviado" (Jn 5, 36). Y en el mismo contexto: "En verdad, en verdad, os digo que no puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque lo que éste hace, lo hace igualmente el Hijo" (Jn 5, 19). Y añade: "Como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da la vida" (Jn 5, 21).
6. El pasaje del discípulo eucarístico (de Juan 6), que hemos citado anteriormente: "Como el Padre, que tiene la vida, me ha enviado..., yo vivo por el Padre" a veces es traducido bajo esta otra forma: "Yo vivo por medio del Padre" (Jn 6, 57). Las palabras de San Juan 5, que acabamos de citar, sintonizan con esta segunda interpretación Jesús vive "por medio del Padre" en el sentido de que todo lo que hace corresponde plenamente a la voluntad del Padre: es lo que el mismo Padre hace.
Justamente por esto la vida humana del Hijo, su actuación, su existencia terrena, está de forma tan completa orientada hacia el Padre. Jesús vive plenamente "por el Padre" porque en Él la fuente de todo es su eterna unidad con el Padre: "Yo y el Padre somos una sola cosa" (Jn 10, 30). Sus obras son la prueba de la estrecha comunión de las divinas Personas En Ellas la misma divinidad se manifiesta como unidad del Padre y del Hijo: la verdad que ha suscitado tanta oposición entre los oyentes.
7. Casi en previsión de las ulteriores consecuencias de aquella oposición, Jesús dijo en otro momento de su conflicto con los judíos: "Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, entonces conoceréis que soy Yo, y no hago nada por mí mismo, sino que, según me enseñó el Padre, hablo. El que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque Yo hago siempre lo que es de su agrado" (Jn 8, 28-29).
8. Verdaderamente Jesús ha cumplido la voluntad del Padre hasta el final. Con la pasión y muerte en la cruz ha confirmado que ha hecho siempre las cosas gratas al Padre: Ha cumplido la voluntad salvífica para la redención del mundo, en la cual el Padre y el Hijo están unidos, porque "Yo y el Padre somos una sola cosa" (Jn 10, 30).
Cuando estaba muriendo sobre la cruz, Jesús "gritó" con gran fuerza: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Cfr. Lc 23, 46). Estas sus últimas palabras dan testimonio de que hasta el final toda su existencia terrena estaba dirigida al Padre. Viviendo como Hijo "por medio del Padre vivía totalmente" por el Padre. Y el Padre, como Él había predicho, "no lo dejó solo".
En el misterio pascual de la muerte y de la resurrección se han cumplido las palabras: "Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, entonces sabréis que soy Yo". "Yo soy" las mismas palabras con las que una vez el Señor (el Dios vivo) respondió a la pregunta de Moisés a propósito de su nombre (Cfr. Ex 3, 13).
9. Leemos en la Carta a los Hebreos expresiones extraordinariamente consoladoras: "Por ello Jesús puede salvar perfectamente a los que por medio de Él se acercan a Dios, estando siempre vivo para interceder en su favor" (Hb 7, 25).
El que, como Hijo "de la misma naturaleza que el Padre" vive "por medio del Padre" ha revelado al hombre, el camino de la salvación eterna. Tomemos también nosotros este camino y avancemos por él, participando de aquella vida "por el Padre" cuya plenitud dura para siempre en Cristo.