VISITA "AD LIMINA"
Discurso del Papa Juan Pablo II
a la Conferencia episcopal de Hungría,
martes 30 de enero de 2001

Una sociedad laica,
en la que se habla cada vez menos de Dios,
necesita vuestra voz

Señor cardenal y venerados hermanos en el episcopado:

1. La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos y cada uno de vosotros. Me alegra poder recibiros con ocasión de vuestra visita ad limina. La peregrinación a la tumba del príncipe de los Apóstoles es un momento significativo en la vida de todo pastor: le brinda la oportunidad de expresar su comunión con el Sucesor de Pedro y compartir con él las preocupaciones y las esperanzas relacionadas con el ministerio episcopal.

Vuestra visita se sitúa en el marco de dos importantes acontecimientos: acaba de cerrarse la Puerta santa del gran jubileo y en vuestra patria se está celebrando el milenario de la conversión de vuestra nación al cristianismo. Esos acontecimientos me han brindado ya la oportunidad de saludaros, tanto por medio del cardenal secretario de Estado, que me representó con ocasión de la fiesta de san Esteban, como personalmente, hace pocos meses, cuando vinisteis a la tumba de san Pedro con la peregrinación nacional de vuestro país.

Un programa exigente

2. Quien quiere afrontar eficazmente el futuro, debe volver a sus raíces. Las celebraciones jubilares aquí en Roma, como las que tuvieron lugar en vuestro país, se han concentrado en el evento histórico que dio origen al cristianismo. El gran jubileo nos ha invitado a dirigir la mirada hacia el momento en que el Verbo de Dios, el mismo ayer, hoy y siempre (cf. Hb 13, 8), asumió nuestra naturaleza humana y nació en el tiempo. Deseo vivamente que nuestra mirada permanezca fija en el único Redentor del hombre, como afirmé en mi reciente carta apostólica Novo Millennio Ineunte. En ese documento ofrecí un programa exigente para el futuro, presentando algunas líneas de fondo que considero importantes para no perder de vista el rostro del Salvador y poner en práctica el mensaje evangélico.

La primera tarea de los pastores de la Iglesia consiste en anunciar las verdades de la fe, que culminan en la Encarnación y en el misterio pascual. La fuerza de nuestro mensaje viene de la contemplación del rostro de Cristo, Dios y hombre, que murió y resucitó por nosotros. Sólo porque el Hijo de Dios se hizo verdaderamente hombre, nosotros los hombres podemos llegar a ser realmente, en él y por él, hijos de Dios. La importancia que deis a la contemplación de Cristo será un signo claro de la voluntad de conferir a vuestra misión una dimensión espiritual y pastoral, que influirá seguramente en el estilo de vida de cuantos os han sido confiados.

Promover en el clero una auténtica espiritualidad

3. En este marco, quisiera expresaros mi aprecio por vuestros esfuerzos encaminados a promover en el clero, en los religiosos y en los fieles laicos de vuestras Iglesias particulares una auténtica espiritualidad, que les permita afrontar los diferentes desafíos pastorales con un nuevo impulso de entusiasmo, alimentado por las experiencias jubilares. Al respecto, quisiera recordar una vez más el programa que tracé en la carta apostólica

Novo Millennio Ineunte: en ella recogí algunos imperativos evangélicos exigentes. La mirada fija en Cristo, que vino para que tengamos vida y la tengamos en abundancia (cf. Jn 10, 10), nos compromete a acoger este don suyo en todos sus aspectos, comenzando por el físico. En el umbral del tercer milenio, más que nunca, sentimos la exigencia de defender y proteger la vida. Es necesario suscitar en nuestro mundo una verdadera "cultura de la vida".

Conozco la determinación con que estáis comprometidos en la defensa de la vida. Pero, a pesar de vuestra incansable entrega, también en vuestra patria se registran los datos inquietantes que señalan en muchos países del viejo continente la difusión de una cultura de la muerte cada vez más preocupante. Las estadísticas sobre el aborto publicadas en vuestro país durante los últimos decenios son alarmantes. Deben impulsaros a defender sin temor y con claridad la vida humana en todas las fases de su existencia, desde la concepción hasta la muerte natural. Haced todo lo posible por animar a las mujeres embarazadas a llevar a término su gravidez.

En estos tiempos dramáticos la Iglesia desempeña una función importante. Los cristianos deben ser cada vez más lo que están llamados a ser: sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5, 13-14). Esta noble vocación obliga sobre todo a los pastores que, como dice san Pablo en la segunda carta a Timoteo, deben estar dispuestos a elevar su voz en toda ocasión, a tiempo y a destiempo (cf. 2Tm 4, 2). Intervenid siempre que penséis que debéis defender a Dios y al hombre. No sois del mundo, pero no os apartéis del mundo (cf. Jn 15, 19). Una sociedad laica, en la que se habla cada vez menos de Dios, necesita vuestra voz. Para dar a la sociedad un alma, puede ser conveniente aliarse con los pastores y los cristianos de otras Iglesias y comunidades eclesiales. El ecumenismo del testimonio abre de hecho un amplio campo de colaboración.

Abrir las puertas a los que buscan la verdad

4. Los actuales condicionamientos de la Iglesia en Hungría no deben identificarse simplemente con un ambiente agnóstico de indiferencia religiosa. Aunque sea excluido o silenciado, Dios está presente. Es evidente que muchos viven como si Dios no existiera. Pero el deseo de él está siempre vivo en los corazones. En efecto, el hombre no se contenta sólo con cuanto es humano, sino que busca una verdad que lo trasciende, porque advierte, aunque sea confusamente, que en ella está el sentido de su vida. La respuesta a la cuestión del sentido de la vida es la gran ocasión favorable de la Iglesia. Por tanto, abramos nuestras puertas a todos los que buscan sinceramente a Dios. El que pide a la Iglesia la verdad tiene derecho a esperar que ella le exponga de forma auténtica e íntegra la palabra de Dios escrita o transmitida (cf. Dei verbum, 10). Así, la búsqueda de la verdad evita los peligros de una religiosidad indeterminada, irracional y sincretista, y la Iglesia del Dios vivo se manifiesta como es: "Columna y fundamento de la verdad" (1Tm 3, 15).

Despertar la voz de Dios en las conciencias

5. La Iglesia en vuestro país se ha visto sometida a diferentes tipos de persecución: ha habido formas de persecución violenta, y otras solapadas y más sutiles. En los últimos diez años la Iglesia ha vivido una realidad diversa: el "cambio" no sólo ha traído consigo una nueva libertad, sino también un "impacto consumista". Los bienes materiales se destacan con una insistencia tal, que ahogan a menudo cualquier anhelo de valores religiosos y morales. Pero, con el paso del tiempo, si el alma se queda sin alimento y sólo se llenan las manos, el hombre experimenta el vacío: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4, 4; cf. Dt 8, 3).

En este marco quisiera expresar mi preocupación con respecto al significado del domingo, que cada vez corre más peligro de vaciamiento. En la carta apostólica Dies Domini ilustré el domingo como día del Señor y día del hombre. Deseo repetir un pensamiento que me preocupa mucho: el hombre, en cuanto persona, no debe ser aplastado por los intereses económicos. Es un riesgo real, porque "la sociedad de consumo", donde a menudo se considera que Dios ha muerto, ha creado numerosos ídolos, entre los cuales figura en primer lugar el ídolo del lucro a toda costa. Durante el gran jubileo se ha manifestado también un rostro diferente de estas sociedades: muchos hombres han redescubierto las reservas del cristianismo, las reservas de la Iglesia, es decir, la fe testimoniada y vivida por un gran número de creyentes. A pesar de las apariencias, que podrían dar la impresión contraria, la fe cristiana está profundamente enraizada en el alma de vuestro pueblo. A vosotros compete despertar la voz de Dios en la conciencia de los hombres.

Una renovada pastoral de la familia

6. A la verdad de la fe debe corresponder la coherencia de la vida. La Iglesia en Hungría, pobre en bienes materiales, posee inestimables riquezas espirituales, constituidas por los testimonios de fe y santidad de muchos de sus miembros. Pienso, particularmente, en las familias cristianas, verdaderas "iglesias domésticas". Frente a los desafíos de la sociedad moderna es necesaria una renovada pastoral de la familia. Ya os he expresado este deseo mío en el mensaje que os envié con ocasión de la fiesta de san Esteban del inolvidable año 2000. Os escribí entonces: "Sed conscientes de la centralidad de la familia para una sociedad ordenada y floreciente" (n. 4: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 1 de septiembre de 2000, p. 2). Me alegra que hayáis concedido a la familia un lugar privilegiado en la jerarquía de las prioridades pastorales, escribiendo en común una Carta pastoral sobre la familia. Aprecio esta acción concertada y espero que sigan otras muchas.

La obra de evangelización en vuestro país es tan grande, que requiere todas vuestras fuerzas y energías. Existen los "púlpitos" tradicionales como la predicación, la catequesis, los retiros espirituales y las cartas pastorales. Pero, al mismo tiempo, son importantes los nuevos "areópagos" que os esperan: la radio, la televisión y las nuevas tecnologías. Es difícil utilizar y "evangelizar" estos nuevos medios, pero con creatividad y valentía es posible. Me congratulo con vosotros por la iniciativa de crear una radio católica. Este instrumento, bien gestionado y utilizado, puede ser para vosotros, pastores, una especie de púlpito desde el que podréis llegar a las personas que se han alejado de la Iglesia.

Cristo sea siempre el centro de vuestra vida

7. Queridos hermanos, si todo cristiano está llamado a conformarse a Cristo, mucho más lo está el obispo, que debe ser modelo para su grey. Que Cristo sea siempre el centro de vuestra vida. Me agrada mucho el lema que habéis elegido para vuestro milenario húngaro: "Nuestro pasado es nuestra esperanza; Cristo es nuestro futuro". Cristo será vuestro futuro si seguís contemplando su rostro; si tratáis de vivir cada vez más la Iglesia-comunión; si os comprometéis en una pastoral vocacional auténtica y entusiasta para afrontar la escasez de sacerdotes, religiosos y religiosas; y si ayudáis a los fieles laicos a descubrir y vivir aún más su vocación propia, en la que tanto insistió el concilio Vaticano II.

Tened como solicitud prioritaria la pastoral de los jóvenes. A este respecto, habéis podido dar en los últimos años un importante paso adelante, refundando numerosas escuelas católicas y erigiendo la Universidad católica. Esas instituciones constituyen una especie de "laboratorio" en el que los alumnos tienen la posibilidad de prepararse para una vida cristiana digna de la libertad del hombre y fundada en la verdad. Quien sigue la voz de la conciencia necesita un auténtico conocimiento conforme a las verdades propuestas por el Magisterio.

Cristo os ha hecho ministros de sus misterios

8. Queridos hermanos, con estos pensamientos he querido estimularos en el ejercicio de las tareas pastorales que se os han confiado al servicio de la Iglesia en vuestra patria. Consciente de la gran entrega con la que desempeñáis vuestro ministerio episcopal, quisiera expresaros mi gratitud y mi aprecio fraterno. Que en todas las situaciones os consuele el pensamiento de que Cristo Jesús no os ha llamado a su servicio como simples "administradores", sino que os ha consagrado ministros de sus misterios, invitándoos a compartir su amistad (cf. Jn 15, 14-15).

Por último, encomiendo vuestra existencia y vuestra misión como pastores de vuestra grey a la intercesión de María, Magna Domina Hungarorum. Descienda sobre vosotros, sobre los sacerdotes, los diáconos, los religiosos y los laicos de vuestras diócesis la abundancia de las gracias celestiales, cuya prenda es la bendición apostólica, que imparto a todos de corazón.

(L'Osservatore Romano - 9 de febrero de 2001)

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