ÉXODO

Ex 1-2 El libro comienza con una lista de los hijos de Jacob y reseña luego la muerte de José, de sus hermanos y de cuantos bajaron a Egipto con Jacob. Finaliza así un período y comienza otro realmente decisivo en la historia de Israel: de la familia de Jacob se pasa al pueblo de Israel; con ello se realizan las promesas a los patriarcas. El nacimiento e infancia de Moisés preanuncian el futuro del pueblo. Salvado en circunstancias extraordinarias, está destinado por Dios para salvar a Israel. Tras su fuga de Egipto, su actuación en defensa de las hijas del sacerdote de Madián lo acredita como libertador.

Ex 3, 1-4, 17 En este conjunto destacan la revelación del nombre de Dios y la vocación de Moisés. Ante las resistencias y objeciones iniciales de Moisés, Dios le promete su asistencia (véase Ex 3, 11ss; Ex 4, 10-17). El Dios de los patriarcas, que no ha querido revelar su nombre a Jacob (Gn 32, 26-31), se revela ahora a Moisés como YHWH (las cuatro letras sagradas: el original hebreo está escrito sin vocales), un nombre que los judíos no pronuncian y que, entre otras formas de referencia, traducen por «el Señor».

Ex 4, 18-31 Vencidas todas las dificultades y objeciones, Moisés acude a Egipto para mediar en la liberación de Israel. En el camino ocurre un incidente misterioso (Ex 4, 24-26) que evoca la lucha de Jacob con Dios (Gn 32, 26-32).

Ex 5 Moisés y Aarón se entrevistan por primera vez con el faraón y le piden, en nombre de Dios, que deje salir a los israelitas para celebrar una fiesta en su honor. Pero el faraón dice no conocerlo, por lo que no ve razón para obedecerle (Ex 5, 1-5). Así, lejos de ceder a sus peticiones, endurece los trabajos de los israelitas en la construcción (Ex 5, 6-21). Moisés se queja al Señor (Ex 5, 22ss).

Ex 6, 1-11 La respuesta de Dios a Moisés comprende tres discursos divinos: en el primero (1) el Señor reafirma su plan de salvación; en el segundo (Ex 6,2-8) su nombre –expresión de su identidad y su naturaleza– se vincula estrechamente a la historia de Israel, afirmándose con ello su poder de salvación; en el tercero (Ex 6, 10ss) se confirma la misión de Moisés de ir al faraón para liberar a los israelitas.

Ex 7, 8-11, 10 Conforme a la mentalidad de la época, el texto supone una intervención directa de Dios, aunque no pretende ofrecer una crónica de lo ocurrido. Al final de cada relato se advierte del endurecimiento u obstinación del corazón del faraón. Mientras que dicha actitud se atribuye unas veces personalmente al faraón (Ex 7, 13. 22; Ex 8, 11. 15. 28; Ex 9, 7. 34ss; véase Ex 7, 14), subrayando su responsabilidad, otras se dice que es Dios quien lo endurece (Ex 9, 12; Ex 10, 20. 27; Ex 11, 10; véase Ex 4, 21; Ex 7, 3; Ex 14, 4. 17), dando a entender que la actitud del fa

raón forma parte del plan divino.

Ex 7, 14-25 El relato de la transformación del agua en sangre podría inspirarse en un doble fenómeno: en la descomposición de unas algas situadas en el fondo del Nilo o en las arenas rojizas arrastradas por el agua. No obstante, es posible que el autor sagrado quiera ir más lejos y subrayar la acción milagrosa del Señor, pues no dice que el agua se puso de color de sangre, sino que se convirtió en sangre.

Ex 7, 26-8, 11 En la plaga de las ranas comienza a manifestarse la preocupación del faraón por la acción de este Dios, al que antes decía desconocer, y pide la intercesión de Moisés.

Ex 8, 12-15 En la tercera plaga, la incapacidad los magos egipcios para repetir el prodigio choca con su capacidad para realizar los prodigios anteriores (véase Ex 7, 11. 22). Esto les lleva a reconocer que lo que está sucediendo viene de Dios.

Ex 8, 16-9, 7 Un dato nuevo en las plagas cuarta y quinta es la distinción entre los israelitas, a quienes no afectan las plagas, y los egipcios (Ex 9, 6). Como en Ex 8, 4 el faraón queda afectado por una plaga, lo que le lleva a hacer ciertas concesiones a Moisés (Ex 8, 21. 24), que este no puede aceptar.

Ex 9, 8-12 La sexta plaga (úlceras) afecta también a los magos, que tienen que retirarse de la escena para no volver a aparecer.

Ex 9, 13-35 El elemento nuevo de la séptima plaga es la muerte entre los egipcios, un dato que apunta ya al desenlace final. El relato subraya el carácter sobrenatural y teofánico de la tormenta. Dios se manifiesta Señor de toda la tierra, sin que haya quien pueda comparársele (Ex 9, 14-16), y el faraón reconoce que el Señor es justo y que él, en cambio, y su pueblo son culpables (27). Se diría que el corazón del faraón ha experimentado un cambio profundo.

Ex 10 La gravedad de los sucesos acaecidos en las plagas octava y novena invita a pensar que se acerca el final de la opresión de los israelitas. El faraón se ve obligado a hacer nuevas concesiones; pero, inesperadamente, rompe definitivamente las negociaciones con Moisés. La plaga de las tinieblas y otras semejantes se emplearán en el Apocalipsis para describir los castigos divinos.

Ex 11 Se anuncia la décima plaga, la muerte de los primogénitos egipcios, que no se cumplirá hasta después de la Pascua (Ex 12, 29-39), con la que aparece asociada. Este pasaje sirve de transición entre las nueve primeras plagas y los acontecimientos decisivos para la liberación de Israel. Cualquier resistencia por parte del faraón será aniquilada por el Señor.

Ex 12-14 En los capítulos 12 a 14, los textos narrativos (décima plaga y salida de Egipto [Ex 12, 29-39; Ex 13, 17-22] más el paso del mar [cap. 14]) se entrelazan con otros relativos a prescripciones cultuales (pascua [Ex 12, 1-14. 21-28. 43-50], ácimos [Ex 12, 15-20; Ex 13, 3-10] y primogénitos [Ex 13, 1ss. 11-16]). Las narraciones conservan el recuerdo de lo sucedido, dando sentido a la celebración litúrgica; esta, a su vez, conmemora y actualiza los acontecimientos históricos.

Ex 12 En sus orígenes, la Pascua era una fiesta de pastores, que se celebraba anualmente, en la primera luna llena de la primavera. Era el momento de trashumar en busca de los pastos de verano. En estos recorridos había muchos riesgos. De ahí, el rito de rociar el dintel de la casa con la sangre de la res inmolada (7), que tenía como objetivo proteger a los pastores y sus ganados de los peligros. Israel reinterpretó estos antiguos ritos a la luz de su historia, dándoles un nuevo significado. La sangre dio pie para conectar la Pascua con la décima plaga (Ex 12, 12ss. 29).

Ex 13, 1-16 La consagración de los primogénitos, al igual que la ofrenda de las primicias del campo (véase Ex 22, 29), era un modo de reconocer a Dios como señor de la fecundidad y de la vida. Aquí se interpreta como memorial de la liberación de Egipto.

Ex 14 Los acontecimientos del mar representan el desenlace del drama de la esclavitud. A la noche tenebrosa sigue el día claro de la liberación. Entre el opresor y el oprimido media ahora el mar. Israel nace a la libertad; es una nueva criatura. El relato consta de tres escenas simétricas: 1.ª delante del mar (1-14); 2.ª en medio del mar (15-25), y 3.ª al otro lado del mar (26-31). Cada escena comienza con un discurso divino, al que sigue el relato de los acontecimientos y la reacción humana ante los mismos.

Ex 15, 1-21 Los cánticos de Moisés y de María celebran la victoria del Señor. En Ex 15, 1-12 se vuelve, en forma poética, sobre los acontecimientos narrados en Ex 14, mientras que Ex 15, 13-18 anticipa lo que vendrá después (marcha por el desierto, paso del Jordán y entrada en la tierra prometida).

Ex 15, 22-18, 27 Por el desierto, Israel tendrá que enfrentarse con el hambre y la sed, con los amalecitas y con problemas de organización de la comunidad. El mismo Señor que libró a los israelitas de la esclavitud los guiará y ayudará en esta nueva etapa de su historia.

Ex 16 Detrás del hambre se esconde un problema de fe (7ss. 12). Los israelitas cuestionan la salida de Egipto y los dones de Dios, interpretando el éxodo como un designio de muerte y manifestando su intención de deshacer el camino recorrido.

Ex 19-40 Con la llegada al Sinaí se alcanza una meta importante en la marcha por del desierto. La montaña será el escenario de acontecimientos decisivos para el pueblo de Israel.

Ex 19, 3-20, 21 La alianza funda y regula las relaciones entre Dios e Israel, haciendo de este último propiedad personal y sagrada del Señor. La iniciativa parte de Dios. Israel debe corresponder obedeciendo la ley de la alianza. El decálogo aparece en este contexto como expresión de la voluntad de Dios. La fórmula de auto-presentación del Señor (Ex 20, 2) conecta los mandamientos con los acontecimientos del éxodo. La historia fundamenta la ley. Porque el Señor sacó a Israel de Egipto, por eso le manda cumplir los mandamientos.

Ex 20, 22-24, 11 El Código de la alianza recibe su nombre de Ex 24, 7. Comienza y termina con leyes religioso-cultuales (21, 22-26 y 23, 12-19), entre las que se insertan otras de tipo humanitario y social. Esta disposición da a entender que las relaciones con Dios deben orientar las que se tienen con los demás.

Ex 24, 12-40, 38 Mientras que la primera y la última parte de la sección (Ex 24-31 y 35-40) giran en torno al Santuario, la parte central gravita en torno al becerro de oro y la alianza renovada (Ex 32-34). La nube y la gloria del Señor, símbolos de la presencia divina, abren y cierran la sección (Ex 24, 15-18 y Ex 40, 34-38).

Ex 32-34 Esta unidad menor gira en torno a la ruptura de la alianza (Ex 32) y su renovación (Ex 34). Hasta que no se renueve la alianza no se podrá construir el Santuario ni instaurar un culto. El incidente del becerro de oro –una especie de «anti-santuario»– contraviene el mandamiento de Ex 20, 4 y comporta la ruptura de la alianza, simbolizada por la de las tablas de la ley. En el antiguo Oriente, el dios de la tormenta se representaba a veces sobre un buey joven. Aquí el buey no está divinizado, sino que es el pedestal de la divinidad.