Jb 1-2 Prólogo en cinco actos, que se suceden alternativamente en la tierra y el cielo. Mientras los dos actos del cielo son casi idénticos, en los tres de la tierra la existencia de Job va cambiando, desde la prosperidad hasta la total desgracia. Satán, uno de los personajes importantes del relato, es una figura importada, probablemente de Irán, que no se había convertido aún en la figura apocalíptica del ángel caído, opositor de Dios como personificación del mal y de las fuerzas opuestas a la divinidad.
Jb 3, 8 El Océano, símbolo del caos primordial y de la anti-creación, es metonimia por Leviatán, el monstruo que habita en él. Los que lo maldicen son expertos en encantamientos.
Jb 4, 8 Elifaz expone pura doctrina de la retribución, al tiempo que pone en duda la honradez de Job.
Jb 5, 8 Job no apelará al Señor, pues sabe que no tiene nada que hacer. Al contrario, lo acusará de mala voluntad y buscará la forma de llevarlo ante un tribunal imparcial.
Jb 6, 4 Imágenes del sufrimiento que está padeciendo, del que hace responsable a Dios.
Jb 7, 11 Ante la perspectiva de que el Abismo (Sheol), lugar donde van los muertos, acaba con todas las esperanzas del ser humano, Job se decide a hablar hasta que su caso sea escuchado.
Jb 7, 21 Job parece reconocer alguna culpabilidad. Pero más bien se trata de las exigencias que se impone a sí mismo el poeta, que utiliza formas literarias típicas de la lamentación.
Jb 8 En su intervención Bildad hace hincapié en dos ideas: Dios castiga de forma inexorable la injusticia humana; la solución es el arrepentimiento.
Jb 9, 1-24 Job recurre a la teología de la creación (Jb 13, 5-13), pero no para alabar a Dios, sino para poner de manifiesto su poder arbitrario y su prepotencia (16-24).
Jb 9, 35 Este deseo de llevar al Señor a juicio, que aquí se perfila como una mera posibilidad, se irá afianzando a lo largo del diálogo.
Jb 10, 4-7 Aquí se compara la actitud del Señor con la de un hombre cualquiera, capaz de buscar culpabilidad en un supuesto adversario o incluso de inventarse algún pretexto para condenarlo, aun conociendo su inocencia.
Jb 11 Sofar se centra en dos ideas: la perfecta sabiduría divina y la necesidad de conversión por parte de Job. El deseo de Sofar (v.5-6) lo verá cumplido Job en los discursos del Señor (caps. 38-41). Pero el Señor no intervendrá para condenar a Job, sino para atraerlo hacia sí, después de mostrarle sus secretos de sabiduría.
Jb 12, 7-25 Parece que Job cita palabras de Sofar, que a continuación (Jb 13, 1) rebate: Todo esto ya lo han visto mis ojos.
Jb 13, 9 Los amigos de Job salen siempre en defensa de Dios, sin pensar en la posible veracidad de los alegatos contra Él y en su propia (y también posible) indignidad como teólogos.
Jb 14, 6 Si el hombre fuera inmortal, podría tener sentido la agobiante vigilancia de Dios sobre él, en previsión de una falta que lo condenase a muerte. Pero si tiene sus días contados y plagados de calamidades, ¿qué sentido tiene esa actitud del Señor?
Jb 15 Elifaz, convencido de la culpabilidad de Job, apela a la sabiduría tradicional y a todo lo que esta enseña sobre el destino de los malvados.
Jb 15, 16 Sus propias palabras condenan a Elifaz, pues, si Dios no confía en lo más puro y santo, y ha creado un ser corrompido, ¿a qué pedirle cuentas de sus imperfecciones?
Jb 16, 18 El Señor es acusado indirectamente de criminal. La sangre inocente derramada no debía ser enterrada, en espera de que su visión clamase venganza, del cielo o de la tierra.
Jb 17, 9 El justo de Jb 17, 8 es el que se cree justo, que se alza contra el que aparentemente es impío; el de Jb 17, 9 puede identificarse con el verdadero justo, en este caso Job.
Jb 19, 25ss Redentor (goel) es un término del derecho israelita que podía aplicarse al propio Señor, como «rescatador» de su pueblo, o a una persona que salía en defensa del derecho de un pariente, para rescatar una heredad familiar (véase Jr 32, 6-8) o para darle familia en caso de haber muerto sin descendencia (véase Rt 2, 20; Rt 3, 9). Buena parte de los intérpretes cristianos consideran que el Redentor de nuestro texto podría ser el propio Dios. Polvo es aquí imagen de la muerte, del Abismo.
Jb 21, 19 Avance de la doctrina de la retribución: se pasa de la responsabilidad colectiva a la individual.
Jb 22-27 Este tercer ciclo de discursos está muy mal conservado: faltan intervenciones o están recortadas, y el texto está revuelto, de modo que a veces el contenido de un discurso puesto en boca de un personaje no se corresponde con su pensamiento tal como se ha manifestado hasta el momento. Aquí seguimos el texto hebreo, a pesar de las dificultades.
Jb 22, 3 Este pensamiento, que ya ha aparecido en el libro, plantea no pocos problemas teológicos: si el hombre no es útil a Dios, ni este se siente afectado por una recta conducta, ¿por qué le ha de afectar una conducta irregular o injusta?
Jb 22, 6-9. 13ss Serie de acusaciones de actos injustos cometidos por Job, de los que no tenemos noticia en el libro. Pero hemos de pensar que nos hallamos ante un elenco de faltas típico de la tradición bíblica, que aquí se utiliza solo materialmente para catalogar de malvado a Job, sin que en concreto tuviese que haber cometido esas acciones.
Jb 23 Job confiesa con amargura que Dios ha desaparecido de su vida; y sabe que solo un encuentro con Él podría rehabilitarlo, aunque siente miedo de ese eventual encuentro (15). Se queja de la desventaja: mientras el Señor conoce su camino (conducta), él ignora los designios divinos en el momento actual (9). La situación ha cambiado radicalmente respecto al pasado, a la época de familiaridad con su Dios (11ss).
Jb 24 Se discute sobre la identidad del protagonista de este capítulo. La mayoría de los comentaristas cree que se trata de Job, aunque la sorprendente ortodoxia de algunos versículos les desconcierta (p.ej. 18-24). Por tal motivo, algunos opinan que estos versículos son citas de la posición ideológica de los amigos; otros creen que habría que atribuirlos a Sofar (precediendo a Jb 27, 8-23); finalmente, hay quien piensa que se trata de glosas que tienen como finalidad suavizar la heterodoxia de Job.
Jb 28, 12-19 Primera pregunta sobre el lugar donde se encuentra la Sabiduría. No está al alcance de la gente de este mundo, de los mortales (Jb 28, 13). Tampoco en los lugares más remotos de la creación, inaccesibles al hombre. No se puede adquirir con los bienes más preciados de este mundo, ni siquiera con los minerales preciosos que el hombre ha arrancado a la tierra con su sabiduría técnica (Jb 28, 6).
Jb 29-31 A partir de aquí desaparecen los tres amigos, y Job hace un resumen de su vida pasada y presente (29-30), preparando su defensa, y proclama bajo juramento su inocencia ante un hipotético tribunal (31).
Jb 32-37 Después de la última intervención de Job, con la apostilla "Fin de las palabras de Job", se esperaría la intervención divina (que no aparece hasta el cap. 38). En su lugar nos encontramos con la intervención de un tal Elihú, que no ha sido hasta ahora mencionado y cuyos discursos casi nada añaden desde la perspectiva de la argumentación a los de los tres amigos. Por otra parte, ni Job ni Dios le responden, aunque en algunos momentos parece anticipar ideas que encontramos en los discursos del Señor.
Jb 33, 26-28 Vocabulario típico de la acción de gracias tras una lamentación escuchada. «Ver el rostro de Dios» tiene un trasfondo ritual: el orante puede entrar en el templo, donde, entre el júbilo de los acompañantes, recibe un oráculo favorable y es rehabilitado. La acción de gracias iba acompañada de un reconocimiento de la culpa y de la toma de conciencia de la nueva situación (27ss).
Jb 35, 5ss Los tres amigos de Job opinaban que la honradez de las criaturas no afecta al Señor. Elihú da un paso más: tampoco el mal puede afectarle, alejado como está de los seres humanos en su majestad (5). También Job había hecho esta observación (véase Jb 7, 20; Jb 19, 4). La aporía está servida, pues, si el pecado no afecta a Dios, ¿por qué se ha cebado en la desgracia de Job? Su actitud para con Job sería absurda, arbitraria e injusta, como el propio Job confiesa reiteradamente.
Jb 38, 1-42, 6 Job consigue al fin que Dios haga acto de presencia. Pero este no va a abordar directamente sus quejas; se limitará a exponer la sabiduría de la creación.
Jb 40, 6 El segundo discurso, que comienza con el mismo reto que el primero, aborda no tanto la sabiduría de Dios cuanto su poder.
Jb 40, 15 La mención, en los versículos precedentes, de la dificultad de controlar el mal, desemboca ahora en la descripción de dos símbolos del Mal y el Caos: Behemot y Leviatán. Behemot es un plural femenino (de behemâ, «bestia», «animal») que indica la excelencia suprema de algo. En tal caso, significaría la animalidad en su manifestación más bruta e incontrolable. La tradición interpretativa lo ha identificado con el hipopótamo.
Jb 40, 25 Leviatán es otro nombre del monstruo del caos, al que, según la tradición mitológica oriental, el dios creador sometió inmediatamente antes de crear la realidad toda, en orden a que esta se viese libre de amenazas o engullida en el caos primordial. La tradición interpretativa suele identificar la bestia descrita aquí con el cocodrilo.
Jb 42, 5 Segunda y decisiva confesión de Job, que estrena probablemente una relación dinámica con el Dios vivo. Es importante la distinción entre: te conocía de oídas y te han visto mis ojos. La experiencia religiosa personal le obliga a confesar las limitaciones de su anterior conocimiento.
Jb 42, 7-17 Termina el libro con esta parte narrativa, que, salvo en algunos detalles, empalma directamente con el prólogo, formando entre ambas partes el núcleo de un cuento popular, conocido incluso fuera del Oriente Próximo.
Jb 42, 7 Job es rehabilitado totalmente. Ha conseguido lo que había deseado entre tantos sufrimientos: que el Señor reconociera que tenía razón. En cambio, los teólogos convencionales son recriminados, probablemente porque el rigor de la doctrina de la retribución que han estado defendiendo reducía a Dios a una mera reacción a la injusticia, imposibilitando así una relación personal y directa con el Dios vivo. Pero Job, a través de las tinieblas del dolor, ha desembocado en la luz, ha conseguido ver a Dios.