LUCAS

Lc 1, 1-4 Elegante prólogo en cuatro partes compuesto según los modelos clásicos, donde Lucas menciona los precedentes de su obra, justifica su realización e indica tanto el modo en que la ha realizado como la finalidad pretendida.

Lc 1, 26-38 Al presentar en paralelo la anunciación de Juan y la de Jesús, Lucas no olvida resaltar la superioridad de este último, que es el Mesías. Además, destaca la fe confiada de María sobre las dudas de Zacarías.

Lc 1, 28 Favorecida por Dios de forma singular, María es invitada a alegrarse como la hija de Sión por la salvación que el Señor va a realizar en favor de su pueblo, y se le asegura ya la presencia dinámica y eficaz de Dios. Apoyados en la afirmación angélica y en el saludo de Isabel (Lc 1, 42), los Padres de la Iglesia vieron en María a una segunda Eva, salida sin mancha de las manos de Dios, como «un inefable milagro» suyo.

Lc 2, 7 Primogénito es, de hecho, un título que se daba al primer varón nacido, el cual era sujeto de ciertos derechos, como la herencia. Así, pues, su aplicación a Jesús no implica que María hubiera tenido luego más hijos.

Lc 2, 28 La presentación está acompañada de intervenciones proféticas que ponen de relieve el significado de Jesús y su obra. En este caso, Simeón, que representa al Israel fiel, inspirado por el Espíritu, como los profetas, proclama a Jesús como Salvador, luz de las naciones y gloria de su pueblo, en quien converge todo el AT. Pero su obra será objeto de contradicción.

Lc 3, 1-9, 50 Lucas presenta primero a Juan Bautista, prototipo y culmen de los profetas del AT y del tiempo de preparación, y luego a Jesús, con el que comienza la etapa del cumplimiento de las promesas.

Lc 3, 23-37 En esta genealogía, que no coincide con la de Mt 1, 1-17 ni en la orientación general ni en algunos nombres concretos, Jesús es presentado como hijo de Adán y de Dios, hermano, por tanto, de todos los hombres.

Lc 4, 14-9, 50 Primera parte de la catequesis lucana, centrada en Galilea y relativa a Jesús, Ungido de Dios y anunciador del evangelio del reino. En la primera de las siete secciones de que consta esta parte, (Lc 4, 14-5, 16), Jesús aparece como profeta, salvador, rechazado por muchos y fundador de los Doce.

Lc 5, 17-6, 11 Tras la presentación global de Jesús como profeta y salvador rechazado, Lucas continúa desarrollando el tema del rechazo por parte de los escribas y fariseos.

Lc 6, 12-16 La elección de los Doce, preludio del Sermón de la llanura, es una acción importante; por ello Jesús se prepara a ella con la oración. En el conjunto de su obra, san Lucas reserva para los Doce el título de apóstol, mostrando así el papel especial que les encomendó el Señor: ser testigos cualificados de la obra de Jesús y garantes de la correcta continuación de la misma con la ayuda del Espíritu.

Lc 7 Lucas ofrece en cuatro relatos una primera presentación del alcance de la obra salvadora de Jesús.

Lc 8, 21 Al final de la sección, María, la madre de Jesús, aparece como modelo de acogida de la Palabra.

Lc 9, 1-50 Última etapa de la actividad en Galilea, que completa la presentación de Jesús y de su mensaje. Se enaltece su figura (deseos de Herodes, signo de los panes, confesión de Pedro, transfiguración) y se explicitan temas importantes (muerte y resurrección, apostolado de los Doce).

Lc 9, 28-36 Las enseñanzas sobre la muerte y la resurrección se ven confirmadas de varios modos en la transfiguración: por la manifestación de la gloria de Jesús, por el testimonio de la Ley y los Profetas representados por Moisés y Elías y, especialmente, por el testimonio del Padre que manda escuchar a Jesús, su Hijo.

Lc 9, 51-19, 28 La segunda parte del evangelio tiene carácter eminentemente ético, presentando la moral cristiana como un caminar con Jesús hacia Jerusalén para compartir su muerte, resurrección y ascensión al cielo.

Lc 10, 38-13, 21 La nueva referencia al camino señala el comienzo de la segunda etapa del mismo, que incluye una gran variedad de temas, a veces sin mayor conexión entre sí.

Lc 11, 34 Para los judíos de entonces, el ojo ve con una luz que dimana del corazón, razón por la cual el corazón condiciona la visión; además, el ojo debe estar sano –lit. «simple»–, sin impedimentos que obstaculicen el paso de la luz que viene del interior. La transmisión del texto explica que la redacción actual resulte reiterativa.

Lc 12, 13 Esta intervención introduce un nuevo bloque, dedicado a la avaricia y los bienes y distribuido en dos momentos: el primero, dirigido a todos, recoge la parábola del rico necio (Lc 12, 13-21); en el segundo, solo para los discípulos, se señalan las actitudes ante los bienes y la seguridad material, con una invitación a compartir (Lc 12, 22-34).

Lc 13, 22-14, 24 La nueva mención del camino en 13, 22 señala el comienzo de otra etapa del mismo. En ella domina el tema de la salvación que trae el reino y sus exigencias.

Lc 13, 32 En la terminología de la época, el tercer día es la hora de la intervención liberadora de Dios. Por otra parte, Jesús precisa a continuación que va haciendo presente el reino hoy y mañana y pasado, es decir, día tras día.

Lc 14, 26 Literalmente «odia». La traducción propuesta la apoyan el contexto, la doctrina de Jesús y el hecho de que el arameo no tiene un verbo para expresar la idea de «preferir».

Lc 15 El capítulo recoge tres parábolas llamadas de la misericordia, pues resaltan la misericordia de Dios con los pecadores. Desde la óptica farisea, los pecadores eran los judíos poco o nada observantes de la ley, además de los no judíos, considerados sin ley y ateos, pues no daban culto al verdadero Dios. A ellos se asimilaban los publicanos, que recaudaban los impuestos para Roma y eran socialmente rechazados por su fama de ladrones.

Lc 16, 21 Algunos manuscritos añaden «con las migajas que caían... y nadie se las daba».

Lc 16, 23 La parábola refleja la idea de algunos círculos judíos según los cuales en el lugar de los muertos o sheol había una parte para los que esperaban premio (aquí el seno de Abrahán) y otra para los destinados al castigo (aquí el hades).

Lc 17, 11-18, 30 Quinta etapa del camino, cuyo comienzo lo marca una nueva alusión a la marcha hacia Jerusalén.

Lc 17, 35 Algunos manuscritos añaden en Lc 17, 36: «Dos estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán», frase que no aparece en los mejores manuscritos y que parece depender de Mt 24, 40.

Lc 18, 31-19, 28 La última etapa del camino comienza con un nuevo y detallado anuncio de la pasión, muerte y resurrección; el final será la llegada a la meta: Jerusalén.

Lc 19, 29-24, 53 Jesús llega a Jerusalén, meta de su camino y actividad, donde tendrá lugar su muerte y exaltación, su «éxodo» al Padre.

Lc 19, 29-40 La proclamación del reino, que Jesús ha hecho hasta ahora en Galilea y en el camino hacia Jerusalén, reviste forma simbólica cuando entra en la ciudad santa, escenificando el texto de Za 9, 9.

Lc 21, 5-38 La segunda parte de la enseñanza de Jesús en el templo, final de su enseñanza pública, es también un discurso sobre el final del mundo, dirigido a todos y no solo a los discípulos (véase Lc 17, 20-37).

Lc 22, 14-20 Este relato es el centro de la sección: Jesús entrega su cuerpo y sangre como memorial suyo.

Lc 22, 39-23, 56 La tercera sección de esta última parte del evangelio la ocupa la pasión, que Lucas va narrando con marcado sello parenético, es decir, presentando a Jesús como Maestro que lleva a la práctica sus enseñanzas principales: oración, perdón, confianza en el Padre.

Lc 23, 13-25 Pese a su convencimiento sobre la inocencia de Jesús, aspecto muy acentuado en el relato lucano, Pilato sucumbe ante el griterío y lo entregó a su voluntad.

Lc 23, 46 Al final de su existencia, Jesús no grita su abandono (véase Mc 15, 34), sino que expresa su confianza filial; sus primeras (Lc 2, 49) y últimas palabras quedan así referidas al Padre.

Lc 24 En este evangelio, los relatos de apariciones son tres y todos ocurren en Jerusalén y sus alrededores, y en el mismo día; además están estrechamente relacionados, por cuanto que el primero lleva al segundo y ambos al tercero, donde los discípulos son declarados testigos cualificados de la resurrección. Por otra parte, en los tres relatos el mismo Jesús alude a los anuncios de la muerte y resurrección en el AT. El conjunto converge en la narración de la subida de Jesús al cielo como sacerdote y rey.

Lc 24, 37 Según la creencia popular, después de la muerte, el alma podía vagar por determinados lugares como un fantasma; así pues, espíritu es aquí el alma incorpórea de un muerto, sin carne ni hueso. A sus lectores griegos, Lucas les dice que quien se aparece a los discípulos no es un muerto, sino el Viviente, dotado de una plenitud corporal en una nueva dimensión divina.

Lc 24, 50-53 Jesús culmina su camino terreno llegando a una meta sacerdotal y regia; por ello bendice y es llevado al mundo de Dios, donde comparte su realeza.