OSEAS

Os 1, 2-9 Este relato alegórico refleja tal vez una dramática historia familiar apta para comprender, a través de los acontecimientos y de los nombres de los personajes, las relaciones de Dios con su pueblo.

Os 2, 1-3 Los nombres de los hijos de Gómer expresan ahora, por contraposición, el perdón de Dios y la reconciliación de Judá e Israel.

Os 2, 4-25 Se entreteje aquí una historia familiar de infidelidad de la esposa, abandono del esposo y castigo, con la historia religiosa del pueblo de Efraín (Israel). A la escena del castigo (v.4-15) sucede la reconciliación y las promesas (v.16-25). Estos últimos versos prometen la fertilidad de la tierra, el abandono de los baales por parte del pueblo, la paz con la naturaleza y el fin de las guerras.

Os 3, 1-5 Es el final de la historia de las relaciones del profeta y Gómer. La orden de recibir otra vez a la mujer que lo había abandonado expresa la voluntad del Señor de aceptar y perdonar a su pueblo, extraviado detrás de otros dioses. La reconciliación no excluye un largo período de prueba para la mujer (3) y también para el pueblo, que deberá renunciar a la vida social y religiosa que se había organizado a espaldas de su Dios (4ss).

Os 5, 3 Los términos «prostitución» y «prostituirse» se utilizan frecuentemente en Oseas en sentidos que van desde el ámbito personal concreto hasta la idolatría, sin excluir la pasión del poder (5, 4).

Os 5, 15c-6, 7 El Señor considera la plegaria (Os 6, 1-3) del pueblo y de los sacerdotes (véase Os 6, 7 y su relación con Os 6, 8) arrogante y presuntuosa, pero reacciona con tierna comprensión (Os 6, 4-7) y reafirma el principio fundamental de la verdadera piedad: Quiero misericordia y no sacrificio (Os 6, 6).

Os 6, 8-7, 2 La dura expresión banda de los sacerdotes, comparados con bandoleros (Os 6, 9), y la descripción de sus tácticas (Os 7, 1) revelan el juicio que el sacerdocio de Efraín merecía al profeta. En tal situación es imposible la conversión del pueblo (Os 7, 1).

Os 7, 8-16 Efraín es descrito con imágenes diversas: torta –¿eco de la parábola precedente?–, vejez, paloma ingenua. El resultado es que el pueblo, guiado por autoridades insolentes (16), se aleja de su Señor.

Os 8 El profeta debe hablar contra el templo y contra su símbolo, el becerro (1 y 5), porque las autoridades que lo administran (los sacerdotes) ejercen un influjo ilegítimo en la vida política del país, constituyendo autoridades y estableciendo pactos (4).

Os 9, 1-9 En las circunstancias descritas en el oráculo precedente, el culto no puede ser sino pecaminoso. Las eras y el lagar (1ss) son alusiones al pan y al vino, que eran parte esencial de muchas ofrendas, pero que fuera de Israel se convierten en ofertas indignas del Señor (4).

Os 10, 9-15 Estos versos tienen un carácter conclusivo sobre la situación de Efraín, con una nueva alusión a Guibeá. Efraín fue infiel, mereciendo por ello un castigo terrible (véase 2R 8, 12; Is 13, 18; Na 3, 10).

Os 11, 8s Como en Os 6, 4, el Señor se debate entre la objetiva necesidad de castigar una culpa y el amor que todo lo cubre. Y una vez más triunfa la comprensión, porque el perdón es propio del Señor.

Os 12 La polémica con Israel (y marginalmente con Judá) se desarrolla como una libre comparación entre la historia del pueblo y la del patriarca Jacob/Israel, fundador de la nación (Gn 23-32).

Os 13 Este capítulo es como un resumen de los motivos más importantes de la profecía de Oseas: la grandeza de Efraín y su decadencia a causa de la idolatría, la inconsistencia de su fidelidad, la elección desde Egipto, los castigos sucesivos para hacerlos volver a su Dios, la inutilidad del rey.

Os 14, 2-9 La profecía concluye con una exhortación a Israel, que abre una vez más las puertas de la esperanza.