SEGUNDA CARTA A LOS CORINTIOS

La Segunda Carta a los Corintios, escrita al terminar el otoño del año 57, unos meses después de la Primera, tiene un gran interés en orden a conocer el ministerio de San Pablo y la riqueza de su personalidad: un apasionado de Jesucristo y celoso de sus fieles.

Apenas ha planteado dudas de autenticidad paulina, si exceptuamos algunos pasajes concretos (2Co 6, 14-2Co 7, 2), a pesar de que los primeros documentos que la mencionan son de mediados del siglo II (Canon de Marción, Canon de Muratori).

1. ESTRUCTURA Y CONTENIDO

La carta se divide en tres partes, perfectamente delimitadas: En la primera (caps. 1-7) desarrolla con bastante homogeneidad las características del evangelizador cristiano. Con la apología de su persona y de su ministerio queda dibujada la figura de los Apóstoles, columnas de la Iglesia. La segunda está dedicada a la colecta de Jerusalén (caps. 8-9). Como había hecho en 1Co, San Pablo estimula a estos cristianos más pudientes para que ayuden a los de Jerusalén, que se encontraban en serias dificultades de persecución y penuria. La tercera parte es una apología del Apóstol frente a las calumnias de los adversarios (caps. 10-13). San Pablo va deshaciendo, una por una, las falsedades que inventaban y ofrece a los fieles argumentos más que suficientes para contestar a sus calumniadores. Al final da instrucciones de cara a su próxima visita a Corinto, que será la tercera, y que efectivamente se realizó a principios del año 58.

2. OCASIÓN DE LA CARTA

El mayor problema tiene que ver con su composición y su unidad. Desde finales del siglo XVIII se viene pensando que se han reunido en un solo escrito diversos fragmentos de la correspondencia del Apóstol con los cristianos de Corinto, que debió de ser abundante. Así se intenta explicar que en la carta se aborden temas tan dispares y redactados con tonos tan diferentes. Se ha venido hablando hasta de seis cartas diferentes, correspondientes a otros tantos temas. Modernamente la opinión más generalizada es que se encuentran incorporadas, de alguna manera, dos cartas: la conocida como la «carta de las lágrimas» (caps. 10-13; cfr 2Co 2, 4), en la que el Apóstol se enfrenta con dolor, pero con firmeza, a los embaucadores que pretendían deshacer la comunidad que con tanto esfuerzo había formado. La segunda, llamada con frecuencia «carta de la reconciliación», estaría contenida en gran parte de los siete primeros capítulos: habría sido escrita después de la anterior, cuando ya habían desaparecido los enemigos de la comunidad. La sección dedicada a la colecta de Jerusalén también se ha partido en dos: el cap. 8 se ha considerado como conclusión de la «carta de reconciliación», mientras que el cap. 9, que parece ignorar lo dicho en el anterior, correspondería a una carta hoy desaparecida.

En los últimos años, ante la imposibilidad de trazar con exactitud el proceso de composición se prefiere estudiar la carta tal como ha llegado, con el convencimiento de que, a pesar de haber incorporado fragmentos de diversa procedencia, toda ella pertenece a la misma mano, la del Apóstol.

El conflicto que subyace en la carta tampoco ha llegado a esclarecerse del todo. Probablemente, durante una visita rápida a Corinto, el Apóstol o uno de sus colaboradores fue gravemente ofendido por alguna persona concreta que llegó a ridiculizar su presencia: «Sus cartas son duras y fuertes, pero en persona es poca cosa, y su palabra no vale nada» 1. Por otra parte, los que llenaban de dolor el corazón de Pablo fueron los «falsos maestros», seguramente un grupo de cristianos judaizantes que llegaron de fuera enseñando doctrinas contrarias al Evangelio verdadero. Quizás se juntaron ambas circunstancias, las ofensas de una persona individual y la actitud de los «superapóstoles», que ocasionaron la pena del Apóstol y provocaron la apología contenida en la carta.

3. ENSEÑANZA

El tema central de la carta es el ministerio apostólico, presentado en la primera parte de forma positiva y en la tercera con tonos apologéticos, y en ocasiones irónicos, frente a las falsedades que algunos propalaban contra San Pablo. En la parte central dedicada a la colecta, se subraya el valor religioso y social de la solidaridad con los más necesitados.

El ministerio apostólico

Ya en las primeras palabras de saludo San Pablo expresa su profunda convicción de ser «apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios» 2, y más adelante afirma haber recibido su ministerio por la misericordia de Dios 3. Dios, que le ha llamado, a pesar de su propia flaqueza, le capacita también para llevar a cabo su misión 4.

El apostolado cristiano se presenta como participación en la obra redentora de Cristo: el apóstol es colaborador de Dios 5, embajador de Cristo 6, ministro de la reconciliación que Dios llevó a cabo en Cristo 7. En consecuencia, su misión es predicar fielmente a Cristo, en quien se cumplieron las promesas de Dios 8, y difundir por todas partes el buen olor de Cristo 9.

Así como la obra redentora de Jesucristo se llevó a cabo a través de su pasión y muerte, así también el apóstol cristiano participa de manera especial en el dolor y en la ingratitud10. Ésta era la convicción profunda de San Pablo y la fuerza motriz de su vida. De ahí que en varias ocasiones de la carta hable de su propio sufrimiento. Primero, trata de este tema en términos generales11, poniendo de manifiesto que Dios permite las tribulaciones de sus apóstoles «para que se reconozca que la sobreabundancia del poder es de Dios y que no proviene de nosotros»12. Más adelante, y hablando ya más en concreto, enumera las tribulaciones que ha sufrido para mostrarse en todo como ministro de Dios13. Finalmente, aduce una lista larga y detallada, aunque seguramente no exhaustiva, de sus propios trabajos y sufrimientos por Cristo14. Todo ello se puede condensar en una sola frase: «El amor de Cristo nos urge…»15.

A esto se añade su desprendimiento al predicar el Evangelio16, ya que no busca ningún provecho propio, sino únicamente la gloria de Dios y la salvación de las almas que le han sido encomendadas17. Con los fieles le une un amor como el que existe entre padres e hijos18. Ellos son ya ahora su carta de recomendación19 y serán un día su orgullo delante del Señor20. Por eso, siente por ellos celos de Dios, y no permite que nadie los pervierta21.

Al tener que defender su apostolado contra los falsos maestros que se habían infiltrado en Corinto, San Pablo resalta la grandeza de la Nueva Alianza, de la que él es ministro, en comparación con la Antigua. Lo hace mediante unas antítesis expresivas: la Antigua es letra que «mata», la Nueva espíritu que «vivifica»; aquélla produce la muerte y la condenación, ésta da vida y justicia; aquélla es pasajera, ésta permanece para siempre22.

La comunión de bienes

La colecta a favor de los fieles de Jerusalén era una necesidad apremiante y San Pablo la ordena entre los cristianos de Corinto, como venía haciendo en las otras iglesias por él fundadas23. Es un problema práctico y como tal lo trata, encargando a Tito que se ocupe de él24, animando a todos a ser generosos en sus donativos y alentándoles a ser puntuales para no retrasar la ayuda

Además de solucionar unas necesidades reales, la colecta entre los cristianos tiene un hondo valor religioso. En primer lugar, porque con ella se practica la comunión cristiana de bienes. Los fieles, al colaborar en favor de los más necesitados, dan de lo que tienen y aprenden a darse a sí mismos. Por ello la generosidad de Macedonia estimula a los de Corinto.

En la colecta los fieles imitan a Jesucristo que «siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para que vosotros seáis ricos por su pobreza»25. Como también escribe en el himno de Filipenses26, el desprendimiento de Cristo es expresión visible de su Encarnación. Este argumento cristológico tan audaz eleva el valor humano de la solidaridad a virtud sobrenatural de identificación con Jesucristo.

Finalmente la generosidad en la limosna pone al cristiano en relación con Dios que «ama al que da con alegría»27. Dios, que enriquece al sembrador, «acrecentará los frutos de vuestra justicia»28, es decir, de vuestra santidad.

1 2Co 10, 10.
2 2Co 1, 1.
3 cfr 2Co 4, 1.
4 cfr 2Co 3, 5-6.
5 cfr 2Co 6, 1.
6 cfr 2Co 5, 20.
7 cfr 2Co 5, 18-19.
8 cfr 2Co 1, 18-20.
9 cfr 2Co 2, 14.
10 cfr 2Co 1, 5.
11 cfr 2Co 4, 7-12.
12 2Co 4, 7.
13 cfr 2Co 6, 3-10.
14 cfr 2Co 11, 23-33.
15 2Co 5, 14 s.
16 cfr 2Co 11, 7ss.
17 cfr 2Co 12, 13ss.
18 cfr 2Co 6, 11-13; 2Co 12, 14.
19 cfr 2Co 3, 2 s.
20 cfr 2Co 1, 14.
21 cfr 2Co 11, 2ss.
22 cfr 2Co 3, 6-11.
23 cfr Rm 15, 26; 1Co 16, 1.
24 2Co 8, 6.23.
25 2Co 8, 9.
26 Flp 2, 6-11.
27 2Co 9, 7.
28 2Co 9, 10.