La Segunda Carta a Timoteo, más breve que la primera, viene en el canon a continuación de ésta. Es una de las tres Cartas Pastorales, aunque presenta algunos rasgos peculiares que la diferencian de la Primera Carta a Timoteo y de la Carta a Tito. Se trata de una carta entrañable con alusiones muy personales. Viene a ser como un testamento espiritual ante la cercanía de una muerte que Pablo ve ya próxima.
Lo primero que el lector percibe en esta carta es una llamada apremiante a mantenerse fiel a la enseñanza recibida y a la propia vocación, sobreponiéndose a las dificultades, por grandes que sean, sin miedo a la muerte. La doctrina confiada por Dios a San Pablo en «depósito», éste la había entregado íntegra a Timoteo, para que él, por su parte, la guardara y la enseñase sin menoscabo. A la vez, Pablo le trasmite su «enseñanza» sobre el modo de organizar los ministerios en la Iglesia y de mantener la pureza de la fe frente a las doctrinas predicadas por los falsos maestros. Estos dos grandes temas, «depósito» y «enseñanza» pastoral, configuran la estructuración de las ideas en esta carta.
Tras el habitual saludo, que en este caso deja traslucir un entrañable afecto hacia el discípulo (2Tm 1, 1-5), se abre la primera sección, sobre el buen uso del «depósito», en la que se reúnen recuerdos y consejos sobre la predicación del mensaje evangélico (2Tm 1, 6-2Tm 2, 13). Continúa con una invitación a mantener vivo el recuerdo de Jesucristo resucitado, triunfador sobre el mal y la muerte, que siempre permanece fiel (2Tm 2, 8-13).
La segunda sección se ocupa más directamente de la «enseñanza» pastoral, y en concreto de la defensa de la recta doctrina (2Tm 2, 14-2Tm 4, 8). En ella se ofrecen consejos para evitar el error, tener paciencia con los que se equivocan y prevenir los peligros para la fe; para todo esto es imprescindible mantenerse firme en lo aprendido y contar con el apoyo de la Sagrada Escritura. Esta sección se cierra con una solemne amonestación a perseverar en la predicación de la sana doctrina (2Tm 4, 1-8).
La carta concluye con unas recomendaciones en las que se entremezclan noticias, encargos y palabras de despedida (2Tm 4, 9-22).
La Segunda Carta a Timoteo es independiente de la primera. No se hace ninguna referencia a que hubiera una carta anterior del propio San Pablo a su discípulo, por lo que el hecho de llamarse «segunda» no implica de suyo que sea posterior a la «primera», sino simplemente que va tras ella en las ediciones de la Biblia.
En esta misiva el Apóstol alude a que está prisionero en Roma 1 y piensa que su muerte puede ser inminente 2. Si se acepta la hipótesis de que tras la prisión romana con la que se concluye el libro de los Hechos de los Apóstoles, San Pablo quedó libre y realizó algunos otros viajes, entre ellos a Éfeso, donde dejó a Timoteo al partir para Macedonia –circunstancia en la que se enmarca la Primera Carta a Timoteo 3–, esta segunda carta pudo ser escrita durante una segunda cautividad en Roma, de la que habla por primera vez Eusebio de Cesarea (siglo IV) 4.
Desde el punto de vista del análisis literario, se pueden apreciar que también en esta carta se utiliza un vocabulario con unas características muy parecidas a las de la primera y se dibuja una comunidad cristiana en una situación análoga. Por eso, como sucedía con la primera, algunos autores también han puesto en duda su autenticidad paulina, y atribuyen su composición a algún discípulo más o menos cercano a San Pablo, que escribe con la autoridad del Apóstol. Sin embargo, el tono fuertemente personal con el que esta segunda carta expresa la interioridad del Apóstol induce a pensar con más motivos que en la otra, que pudo ser escrita directamente por San Pablo.
Esta carta tiene varios rasgos propios que se ajustan al esquema literario de un «discurso de despedida». Se presenta a sí misma como un testamento espiritual en el que San Pablo, que contempla cercana su muerte 5, reflexiona sobre su relación con Timoteo, que comparte su solicitud por las iglesias por él fundadas, y le trasmite palabras de consuelo y sus últimas recomendaciones.
El tono de la Segunda Carta a Timoteo es aún más entrañable que el de la primera, con alusiones muy personales. Pablo le exhorta insistentemente a perseverar en la predicación y en el ministerio, sin miedo a los sufrimientos externos ni a la fatiga interior. Le encarga también consolidar la organización de la iglesia local. Los temas son muy parecidos a los desarrollados en las otras Cartas Pastorales. En esta ocasión, aparece como característica la alusión a la utilidad de la Sagrada Escritura para la solidez de la predicación y de la vida cristiana.
En esta carta se aprecia desde el primer momento una preocupación por la defensa del Evangelio predicado por San Pablo frente a falsos maestros que inducían a la confusión. Parece que se trataba de unos cristianos desorientados, procedentes del judaísmo de la diáspora, que habían asimilado mal algunas corrientes culturales y religiosas helenísticas y que hacían, por ello, una mezcla confusa de ideas cristianas y paganas. De ahí las «discusiones necias e insustanciales… que degeneran en peleas» 6. Por eso se denuncia que estas desviaciones se oponen a la «sana doctrina» 7 trasmitida por la predicación del Apóstol 8.
En consecuencia, ante la confusión doctrinal el buen pastor no puede renunciar a una predicación insistente, pues en el ejercicio de la vida cristiana es necesario el «conocimiento de la verdad» 9, que se alcanza por el arrepentimiento y la conversión10.
En el núcleo mismo de la doctrina de la carta se encuentra la «manifestación de Jesucristo nuestro Salvador, que ha destruido la muerte y ha revelado la vida y la inmortalidad por medio del Evangelio»11. La memoria de Jesucristo va unida a una llamada constante a la perseverancia fiel en la fe recibida12. Ésta es la doctrina que hay que predicar sin desviarse de la verdad, como hacen los falsos maestros13. Los ministros tienen la función esencial de predicar la palabra de Dios. A Timoteo se le manda dedicarse primordialmente a este ministerio –poniendo empeño en convencer, reprender y exhortar14– en orden a la propagación del Evangelio15.
Uno de los pasajes centrales característicos de la Segunda Carta a Timoteo es aquel en que trata de la Sagrada Escritura y su función en la construcción de la Iglesia: «Pero tú, permanece firme en lo que has aprendido y creído, ya que sabes de quiénes lo aprendiste, y porque desde niño conoces la Sagrada Escritura, que puede darte la sabiduría que conduce a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argumentar, para corregir y para educar en la justicia, con el fin de que el hombre de Dios esté bien dispuesto, preparado para toda obra buena»16.
El contexto de esta exhortación es el ministerio de Timoteo. El Apóstol le previene frente a los doctores, engañadores y engañados al mismo tiempo17, recomendándole permanecer fiel a lo que ha aprendido desde niño y teniendo en cuenta de quién lo ha aprendido (su abuela, su madre y el mismo Pablo). La expresión Sagrada Escritura18, aunque es relativamente común en el judaísmo helenista, sólo se emplea en este pasaje de la Biblia. Con el adjetivo Sagrada la lengua bíblica opone estos escritos a los profanos o vulgares y señala su carácter vinculante (canónico). De acuerdo con la tradición del pueblo de Israel se afirma que la Escritura puede dar la sabiduría, pero esta sabiduría, en la tradición sapiencial del Antiguo Testamento vinculada a la Torah, se orienta ahora «a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús». No cabe duda de que nos encontramos ante una de las formas de la apologética cristiana que expresaba de esa manera cómo los anuncios del Antiguo Testamento se referían a Cristo.
La expresión «toda la Escritura» gramaticalmente parece referirse al conjunto de la Biblia canónica en tanto que «inspirada», aunque en este contexto puede referirse a todos y cada uno de los pasajes de la Biblia. En todo caso, ambas interpretaciones no se excluyen19. Sin embargo, hay que preguntarse si esta expresión puede incluir también a los textos del Nuevo Testamento conocidos por el autor de la carta. Directa y expresamente se habla del Antiguo Testamento, ya que se refiere a la «Sagrada Escritura» que Timoteo ha conocido por su madre20 la cual «era judía creyente»21. Indirectamente y por extensión, la fórmula «toda la Escritura» o «toda Escritura» de 2Tm 3, 16 podría incluir a aquellos escritos que en el momento en que 2 Timoteo es redactada, eran reconocidos como «inspirados» y por ello formaban parte de «la Escritura», entre los que se incluían ya también algunos de lo que denominamos Nuevo Testamento. No se trata de una pura hipótesis ya que otro texto paulino puede leerse en perspectivas semejantes. Se trata de 1Tm 5, 17-18, que cita como Escritura, junto a un texto del Deuteronomio22, un dicho de Jesús presente en el Evangelio de Lucas23: «Los presbíteros que presiden bien merecen un doble honor, sobre todo los que se esfuerzan en la predicación y en la enseñanza. Pues dice la Escritura: No pondrás bozal al buey que trilla, y el obrero merece su salario».
1 2Tm 1, 16-17; 2Tm 2, 9.
2 2Tm 4, 6-7.
3 1Tm 1, 3.
4 Historia ecclesiastica 2, 22, 2.
5 cfr 2Tm 4, 6-8.
6 2Tm 2, 23.
7 2Tm 4, 3.
8 2Tm 2, 14.
9 cfr 2Tm 2, 25; 2Tm 3, 7.
10 2Tm 2, 25.
11 2Tm 1, 10.
12 cfr 2Tm 2, 8-13.
13 cfr 2Tm 2, 14-18.
14 cfr 2Tm 4, 2.16.
15 2Tm 4, 5.
16 2Tm 3, 14-17.
17 cfr 2Tm 3, 13.
18 2Tm 3, 15.
19 cfr Hb 9, 19.
20 2Tm 3, 15.
21 Hch 16, 1.
22 Dt 25, 4: «No pondrás bozal al buey que trilla».
23 Lc 10, 7: «Pues el que trabaja merece su salario».