El libro de Ageo es el décimo de los Profetas Menores en el canon hebreo y en el cristiano: ambos quieren señalar el orden cronológico. En concreto, con Ageo se inicia el bloque de profetas posteriores al destierro (época persa). Son características suyas dos cualidades: exactitud de los oráculos, fechados con precisión en el mismo escrito, y sencillez del mensaje. Ageo, en hebreo Haggay, significa «Mi fiesta», nombre extraño, no aplicado a ningún otro personaje en el Antiguo Testamento. El profeta aparece en dos ocasiones en el libro de Esdras 1, aunque sólo como mera mención. La tradición judía lo tiene como uno de los desterrados de Babilonia que volvieron de la cautividad. Es posible que su actividad fuera más amplia que los tres meses largos recogidos en el libro. Junto con Zacarías participó activamente en la restauración, y en la tradición judía se recoge que ambos profetas estuvieron en los comienzos de la Gran Asamblea, órgano oficial del judaísmo para interpretar la Ley.
Ageo no trata de profundas visiones o reflexiones teológicas; su mensaje es sencillo y concreto: los dirigentes y el pueblo de Judá deben ponerse a la obra de la reconstrucción del Templo de Jerusalén como primera providencia para restaurar la patria destrozada. Si obedecen a esta voluntad del Señor, les vendrán todos los bienes que necesitan y esperan, empezando por el fruto de sus trabajos y la fertilidad de los campos 2. Ante las dificultades, también de orden anímico, pues los primeros cimientos muestran que el Templo reconstruido no tiene la esbeltez del Templo de Salomón, el Señor promete para este pequeño Templo una gloria mayor que la que pudo tener el antiguo 3.
El texto consta de cuatro oráculos, bien situados cronológicamente 4, acompañados de relatos breves sobre la reacción de los jefes y del pueblo. El cuarto oráculo 5 consta de dos secciones un tanto heterogéneas, de ahí que algunos autores sitúen la segunda parte de este oráculo 6 como continuación del primero 7; otros, en cambio, dividen la sección en dos oráculos, y por tanto el libro en cinco.
Si atendemos a las indicaciones cronológicas del texto, la estructura más precisa sería la que divide el texto según los cuatro oráculos del profeta:
I. RECONSTRUCCIÓN DEL TEMPLO (Ag 1, 1-15). Consta de la llamada profética a la reconstrucción 8, y de la respuesta positiva de los jefes y del pueblo 9.
II. EL TEMPLO Y SU GLORIA FUTURA (Ag 2, 1-9). El profeta promete para el nuevo Templo mayor gloria que para el primero, el de Salomón.
III. LA OFRENDA DIGNA (Ag 2, 10-19). Las ofrendas, sin el Templo, están como impuras10; desde el momento en que se procede a reconstruirlo, el Señor promete la prosperidad11.
IV. ORÁCULO MESIÁNICO PARA ZOROBABEL (Ag 2, 20-23). Las bendiciones para el nuevo Templo, contenidas en el segundo oráculo, se concretan ahora en Zorobabel, nieto del rey Yoyaquín, y por tanto de la casa de David, como figura mesiánica.
Las minuciosas dataciones con que son presentados los oráculos y los relatos12 hacen que el escrito no ofrezca especiales dificultades para su encuadramiento histórico y cronológico. El profeta hace referencia a sucesos ocurridos en Judá desde el 29 agosto del 520 a.C. hasta el 18 diciembre del mismo año, o sea, durante poco más de tres meses y medio, dentro del segundo año del reinado de Darío I el Persa. En ese tiempo Judá es una provincia del imperio persa, con administración delegada en un gobernador, Zorobabel, y un sumo sacerdote, Josué.
Las expediciones de regreso de judíos exiliados en Babilonia, comenzadas tras el decreto de libertad de Ciro (539 a.C.), encontraron la tierra de Judá en ruinas y se enfrentaron a obstáculos sociales muy difíciles de resolver. La población que había quedado tras la destrucción del 587 era ignorante e incapaz de emprender la reconstrucción del país. A esa situación se añadía que muchos campesinos habían ocupado las tierras abandonadas de los deportados y no se avenían a cederlas a sus antiguos propietarios. Los campos estaban desolados, las ciudades destrozadas y las murallas derruidas. Los primeros exiliados, que habían regresado con el permiso de Ciro para reconstruir el Templo, se habían puesto a la obra, pero se desanimaron enseguida ante las dificultades. Después de casi veinte años los trabajos apenas habían avanzado. Es entonces cuando Ageo recibe los mensajes divinos instando a la reconstrucción del Templo. Para esa misma tarea fue enviado también el profeta Zacarías, cuyo libro se complementa con el de Ageo. La urgencia de la reconstrucción del Templo predicada por Ageo en el 520 puede estar en relación con la profecía de Jeremías Jr 25, 11-12 y Jr 29, 10, cuyo plazo de restauración de 70 años está a punto de cumplirse. La reconstrucción del Templo es importante porque supondría el comienzo de una nueva etapa en la historia de la salvación del pueblo elegido.
Siempre que se habla del profeta en el libro se hace en tercera persona. Esto ha llevado a pensar que la obra no está compuesta por el mismo profeta, sino que sería una recopilación posterior, hecha por uno de sus discípulos. La falta de coherencia de Ag 2, 15-19 con el lugar que ocupan ahora esos versículos se justificaría mejor si fuera así. De todas formas, esta recopilación no podría ser muy tardía ya que el libro no menciona las circunstancias del final de la reconstrucción del Templo, cinco años más tarde y sin presencia de Zorobabel13. El lenguaje del libro es sencillo y preciso. Está escrito parte en prosa y parte en verso, con una poesía elemental y de poco nervio literario.
El mensaje de Ageo se concentra en dos objetivos: la reconstrucción del Templo y la apertura del horizonte mesiánico–escatológico. La reedificación del Templo no significa sólo una tarea material; es muestra de fe profunda en el significado de la Presencia del Señor en medio del pueblo y en la soberanía divina sobre la historia. El reproche de Ageo versa sobre la cicatería con Dios de los repatriados que, preocupados por reconstruir sus propias «casas», han abandonado los trabajos de la «Casa del Señor»: el profeta exhorta a la generosidad, a la confianza en Dios y a que se pongan de inmediato a la obra; de ahí les vendrán las bendiciones divinas y la prosperidad material. El horizonte mesiánico, en medio de la situación tan precaria de Judá a la vuelta del exilio, implica y exige la fe profunda en el «Señor de los ejércitos», que cumplirá sus promesas de salvación dadas a la casa de David. El lenguaje del último versículo de Ageo transciende las circunstancias personales del gobernador Zorobabel para ascender a un horizonte futuro, escatológico, que entreabre la figura del Mesías.
En los profetas anteriores al exilio el acento se había puesto en las amenazas de castigo por los pecados. Las profecías de los años del destierro habían enfatizado la necesidad de la conversión. Ageo y los profetas posteriores al exilio insisten en la «reconstrucción» material y espiritual.
Ageo tiene poco eco en el Nuevo Testamento, apenas unas menciones: la conmoción de los cielos de Ag 2, 6.21, que aparece recogida como una de las imágenes del discurso apocalíptico en los evangelios sinópticos14, y el temblor de la tierra de Ag 2, 6, que se cita en Hb 12, 26. En la historia de la Iglesia, el verso más citado es Ag 2, 7, que, a partir de la versión latina –et veniet Desideratus cunctis gentibus («vendrá el Deseado de todas las gentes»)–, fue leído como profecía directa del Mesías Jesús; por eso, la expresión figura como antífona en varios textos litúrgicos del tiempo de Adviento. Comentarios al libro se encuentran en los Padres que glosan el volumen de los Profetas Menores: San Cirilo de Alejandría, Teodoreto de Ciro, San Jerónimo, etc.
1 Esd 5, 1; Esd 6, 14.
2 Ag 1, 1-15.
3 Ag 2, 1-9.
4 Ag 1, 1; Ag 2, 1; Ag 2, 10; Ag 2, 20.
5 Ag 2, 10-19.
6 Ag 2, 15-19.
7 Ag 1, 1-15.
8 Ag 1, 1-11.
9 Ag 1, 12-15.
10 Ag 2, 10-14.
11 Ag 2, 15-19.
12 Ag 1, 1.15; Ag 2, 1.10.20.
13 cfr Esd 6, 13-18.
14 Mt 24, 29; Lc 21, 26.