HABACUC

El libro de Habacuc entró desde el principio en el «volumen» hebreo de los Profetas Menores. Del mismo modo fue recibido en el canon cristiano del Antiguo Testamento, donde aparece en octavo lugar a continuación de Nahum. En el oráculo con el que comienza el libro, los caldeos, pueblo que acabó con el poderío de Asiria, aparecen como instrumentos de Dios contra los opresores de Israel. De este modo se da continuidad a los oráculos contra Asiria, objetivo principal del libro precedente de Nahum. Presenta semejanzas de contenido con otros profetas, como Isaías, Jeremías, Miqueas, con algunos salmos y con el libro de Job.

De la persona de Habacuc sólo sabemos lo poco que puede deducirse de su libro. Éste lo presenta como un centinela a la escucha del mensaje divino 1. El salmo final del libro 2 puede hacer pensar que es un levita o, al menos, alguien que conoce bien el culto. Por las referencias del escrito, Habacuc debió de ejercitar su ministerio profético al comienzo de la expansión del imperio neobabilónico (años 625-612 a.C.). Una tradición judía tardía, recibida en los apéndices del libro de Daniel 3, dice que el profeta Habacuc fue llevado desde Judá a Babilonia, prendido de los cabellos por un ángel, para salvar a Daniel de la fosa de los leones.

1. ESTRUCTURA Y SÍNTESIS DEL CONTENIDO

En este escrito se distinguen con claridad dos partes diferentes con formas literarias distintas: una colección de oráculos y un salmo. La primera la titula el mismo libro «Oráculo (masá) que tuvo en visión el profeta Habacuc» 4, y la segunda comienza con estas palabras: «Oración (tephillah) del profeta Habacuc» 5. Los oráculos de los dos primeros capítulos se pueden también dividir en dos secciones distintas. La primera 6 está compuesta por un diálogo entre Dios y el profeta en el que éste le pide explicaciones al Señor por su pasividad ante las injusticias, es más, por su respuesta incomprensible. Sólo la última palabra del Señor abre un resquicio a la esperanza: la salvación puede retardarse y hacerse aparentemente más difícil, pero «el justo vivirá por su fidelidad» 7. La segunda sección de esta primera parte 8 se compone de cinco imprecaciones, o «¡ayes!», contra el opresor, en los que el profeta se lamenta de las faltas y los abusos de los enemigos, presumiblemente Babilonia. La segunda parte del libro 9 es un salmo epopéyico, con reminiscencias de la teofanía del Sinaí, y descripciones de la manifestación divina orquestada con fenómenos de la naturaleza y símbolos del poder de Dios como fuerte guerrero, al estilo de algunos Salmos épicos. Sin embargo, los contenidos del salmo tienen una relación muy estrecha con lo que se ha dicho en las anteriores colecciones de oráculos, pues en él se celebra la respuesta de Dios que hasta ahora se había hecho esperar.

Desde esta perspectiva unitaria, la estructura del libro sería la siguiente:

I. DIÁLOGO ENTRE HABACUC Y DIOS (Ha 1, 2-Ha 2, 4). El profeta se lamenta ante el Señor de las injusticias10 y la respuesta del Señor es paradójica, pues presenta como instrumento suyo al pueblo opresor, los caldeos11. Al profeta esto le parece todavía más sorprendente, pues el pueblo que ha elegido para la purificación no es precisamente un dechado de virtudes12. Entonces, Dios le responde con claridad: hay un tiempo para cada cosa; el profeta, como el justo, deben esperar y mientras tanto vivir en fidelidad13.

II. IMPRECACIONES CONTRA EL OPRESOR (Ha 2, 5-20). Puede considerarse como una ampliación de la respuesta divina. Tras un exordio, condena los abusos de los enemigos con cinco imprecaciones que tienen la misma forma literaria, pues comienzan con «Ay del que…». La descripción del poder de los opresores está en muchos casos expresada con ironía.

III. SALMO DE HABACUC (Ha 3, 1-19). Es la conclusión evidente del contenido del libro. El profeta, que recuerda la protección del Señor sobre el pueblo, pide y celebra la intervención de Dios. Tras la evocación de las cualidades14 y el poder del Señor, manifestados en la historia del pueblo15, el profeta renueva su confianza en el Dios de Israel16.

En esta estructura, las palabras del profeta, pronunciadas quizá en diversos momentos, se articulan en un canto de esperanza y en una profesión de fe en el Señor que no abandona a los suyos.

2. COMPOSICIÓN Y MARCO HISTÓRICO

Es razonable pensar que el comienzo del libro17 se refiere a la situación de Israel reflejada en otros escritos proféticos, como Miqueas o Isaías, es decir, en la época del dominio asirio. En la lógica de la sucesión histórica, los versículos siguientes18 designan a los caldeos –el imperio neobabilónico–, que empiezan a aparecer en la escena histórica. Por tanto, la profecía de Habacuc habrá que enmarcarla en el contexto histórico que rodeó la caída de Nínive (612 a.C.), o bien, en torno a la batalla de Carquemís (605 a.C.), tras la cual Nabucodonosor de Babilonia se hizo dueño del próximo Oriente. Al no haber referencia al asedio de Jerusalén (597 a.C.), ni a la deportación a Babilonia (587 a.C.), es lógico situar los oráculos del libro a finales del siglo VII a.C.19. Sin embargo, como las indicaciones del «opresor impío» son bastante genéricas –excepto alguna expresión puntual como los «caldeos» en Ha 1, 6– es posible que los oráculos se hayan releído o actualizado con motivo de invasiones posteriores.

El libro es cercano en lenguaje y estilo a Isaías, Jeremías y Miqueas. Es un escrito poético de lengua clara y vigorosa, que alcanza con facilidad tonos épicos. La tercera parte constituye una buena muestra de salmo épico, en la línea de otros salmos del mismo género.

3. ENSEÑANZA

Pese a su brevedad, Habacuc es profundo. Instruido en la fe tradicional israelita, cree con firmeza que Dios dirige, como soberano único, los derroteros de las naciones; de modo especial, gobierna al pueblo elegido20. Igualmente, domina las fuerzas cósmicas como Señor de cielos y tierra, y es sumamente santo y justo, el único Dios vivo frente a la vanidad de los ídolos de las naciones21. Habacuc es hombre que reflexiona acerca de las verdades de la Revelación, los acontecimientos presentes y la historia pasada de Israel. Sin embargo, hay algo que no llega a entender: ¿cómo explicar que Dios, que tiene un especial cuidado de su pueblo, lo castigue tan duramente? ¿Por qué envía Dios a los caldeos como instrumento de castigo, si éste es un pueblo engreído y cruel, aún más pecador que Israel? ¿Cómo compaginar la santidad y omnipotencia divinas con la existencia de graves males entre las naciones y en medio de su propio pueblo, al que eligió?

Para resolver la difícil cuestión, el profeta entabla un diálogo con Dios, desarrollado en los dos primeros capítulos del libro. Las respuestas del Señor se encaminan a hacerle considerar que las injusticias de las naciones, y lo mismo las de Israel, son graves desobediencias a la soberanía de Dios, que exigen corrección y castigo. Todo injusto y opresor –Habacuc se lo plantea sobre todo desde el plano colectivo de los pueblos– será castigado por el Señor del universo, mientras el justo será salvado con tal de que persevere en la fidelidad a Dios22. Aquí está la clave del mensaje de Habacuc. Todo el resto del libro es desarrollo de esta idea.

En la etapa de la Revelación en que vive el profeta no cabía probablemente una solución más precisa. Se necesitará llegar a la plenitud de la Revelación de Dios en Jesucristo para encontrar la respuesta definitiva al sentido de la existencia del mal en el mundo. El libro de Job se plantea la misma cuestión desde un plano individual: ¿por qué sufre el justo y prospera a veces el pecador? Habacuc propone el problema desde el plano colectivo del pueblo elegido y de las naciones. Aborda de lleno una cuestión humana cuya respuesta no alcanzamos sino desde la Revelación del Nuevo Testamento.

4. EL LIBRO DE HABACUC A LA LUZ DEL NUEVO TESTAMENTO

Habacuc ha gozado de cierto influjo en la tradición judía y en la cristiana, a pesar de su brevedad. Ya se ha indicado su eco en Dn 14, 33-42, y que los dos primeros capítulos de Habacuc fueron comentados por el grupo judío de Qumrán. En época talmúdica (siglos IV-VI d.C.), Rabí Simlay consideró Ha 2, 4 como un compendio de los 613 preceptos de la Ley de Moisés.

Lo más notable es que Ha 2, 4 ha sido uno de los textos en los que se apoyó San Pablo para su exposición de «la doctrina de la justificación por la fe»23, aunque dándole un sentido más profundo que el que tiene en el profeta: muestra que la justicia divina en el hombre comienza y se perfecciona por la fe, sin necesidad de las obras de la Ley. También San Pablo cita el texto de Ha 1, 5 en su discurso en Antioquía24, enmarcándolo en una actualización que le da gran vigor.

Algunos Padres exponen el libro de Habacuc dentro de sus comentarios a los profetas menores: destacan los de San Jerónimo, San Hesiquio de Jerusalén y San Cirilo de Alejandría. Hay también algún comentario al Salmo del capítulo tres, como el que hace San Beda, pero lo habitual es la referencia al texto de Ha 2, 4 citado por San Pablo, o a la tradición del traslado de Habacuc a Babilonia para la liberación de Daniel.

1 Ha 2, 1.
2 Ha 3, 1-19.
3 Dn 14, 33-42.
4 Ha 1, 1.
5 Ha 3, 1.
6 Ha 1, 1-2, 4.
7 Ha 2, 4.
8 Ha 2, 5-20.
9 Ha 3, 1-19.
10 Ha 1, 1-4.
11 Ha 1, 5-11.
12 Ha 1, 12-2, 1.
13 Ha 2, 2-4.
14 Ha 3, 1-2.
15 Ha 3, 3-15.
16 Ha 3, 16-19.
17 Ha 1, 1-4.
18 Ha 1, 5-11.
19 cfr 2R 24, 1-7.
20 Ha 1, 16; Ha 2, 5-20.
21 Ha 2, 18-19.
22 Ha 2, 4.
23 cfr Rm 1, 17; Ga 3, 11; Hb 10, 38-39.
24 Hch 13, 41.