EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS

La mayoría de los antiguos códices del Nuevo Testamento recogen el Evangelio según San Marcos en segundo lugar, después de San Mateo. Sólo ocasionalmente ese lugar es ocupado por el Evangelio según San Juan, probablemente para colocar primero los evangelios escritos por los Apóstoles. La tradición patrística también suele señalar que Marcos fue el segundo en componerse, aunque algún autor antiguo 1 dice que primero se escribieron los evangelios que contienen las genealogías, es decir, Mateo y Lucas.

La misma tradición, en cambio, es unánime al afirmar que su autor es Marcos, «discípulo e intérprete» de Pedro 2. Algunos documentos antiguos apuntan que Marcos no conoció o no siguió a Jesús en su vida terrena, pero todos insisten en afirmar que San Marcos reproduce con fidelidad la predicación de Pedro. El testimonio más antiguo que tenemos, el de Papías de Hierápolis (siglo II), dice así: «Marcos, que fue intérprete de Pedro, puso cuidadosamente por escrito, aunque sin orden, lo que recordaba de lo que el Señor había dicho y hecho. Porque él no había oído al Señor ni lo había seguido, sino que, como dije, [siguió] a Pedro más tarde, el cual impartía sus enseñanzas según las necesidades y no como quien hace una composición de las sentencias del Señor, pero de suerte que Marcos en nada se equivocó al escribir algunas cosas tal como las recordaba» 3. La falta de orden a la que alude Papías parece querer justificar la ausencia en Marcos de muchas enseñanzas del Señor que están presentes en el Evangelio de San Mateo. Sin embargo, hace hincapié en que detrás del texto de San Marcos está la predicación de Pedro. La afirmación es común a todos los testimonios de la Iglesia antigua, desde la Galia, con Ireneo 4, hasta Egipto, con Clemente de Alejandría 5. Escritos posteriores repiten de manera unánime esta atribución y estas características del segundo evangelio 6. Además, la relación de Pedro con Marcos se funda también en los textos sagrados, ya que Pedro llama a Marcos su hijo 7. Marcos tuvo también una estrecha relación con Pablo: aunque su primera colaboración acabó en desacuerdo 8, más tarde, el Apóstol de las gentes lo tiene como un fiel colaborador, que le sirve de consuelo y le es muy útil para el Evangelio 9.

Los doce últimos versículos del evangelio10, aunque presentan rasgos típicos del segundo evangelista, tienen un estilo diferente. Faltan en códices muy importantes, como el Vaticano o el Sinaítico, y el hecho ya fue notado por autores antiguos11. Sin embargo, los conocen, o aluden a ellos, San Justino y San Ireneo12. Sean de Marcos, sean un añadido posterior, los versículos son inspirados y canónicos a tenor del Decreto del Concilio de Trento sobre los libros sagrados13.

En comparación con las sugerentes enseñanzas de los otros evangelios, Marcos se prestaba menos a ser comentado. Ya San Agustín apuntaba que el segundo evangelio parece que sigue y compendia al de Mateo14. Tal vez por esta razón no abundan los comentarios en los Padres de la Iglesia: tenemos uno de San Jerónimo, en el que privilegia el sentido espiritual, y, más tarde, otro de San Beda. En cambio, San Marcos ha sido muy valorado en la época moderna: la cercanía a las fuentes, la espontaneidad de su relato, etc., permiten descubrir en él el encanto de la figura de Jesús que tanto atrajo a los Apóstoles y a la primera generación cristiana.

1. ESTRUCTURA Y CONTENIDO

El primer versículo del evangelio afirma que Jesús es el Cristo y el Hijo de Dios. Después, a lo largo del relato, se entremezclan dos dimensiones de esta realidad: la manifestación de Jesús como tal y el descubrimiento de este hecho por parte de sus discípulos. En este sentido, el Evangelio de San Marcos tiene dos partes claramente diferenciadas por la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo15. Hasta entonces, Jesús con sus palabras y sus obras manifiesta su condición mesiánica, pero ni los discípulos ni las gentes aciertan a descubrir su identidad16. En Cesarea de Filipo, Pedro le confiesa como Mesías, e, inmediatamente después, Jesús comienza a impartir una enseñanza particular a los discípulos en la que les instruye sobre la manera con que deben entender su mesianismo: no como liberador político, sino como Hijo del Hombre que debe sufrir las afrentas profetizadas sobre el Siervo del Señor, hasta morir, y después resucitar. Casi al final del evangelio, al pie de la cruz, un gentil, el centurión romano, proclama que Jesús es Hijo de Dios. Se cumple así el reconocimiento por parte de los hombres de los dos títulos que el evangelista había ya anunciado al comienzo de su escrito: Jesús es el Cristo y es Hijo de Dios. Hay otros aspectos en el relato que subrayan la relación entre la verdad sobre Jesús y lo que descubren los hombres. Por ejemplo, en el curso de la narración se deja notar que, después de una confesión humana, hay una manifestación desde el cielo que la confirma y la perfecciona: así, a la declaración de Juan Bautista le sigue la voz que viene desde el cielo en el Bautismo de Jesús, a la confesión de Pedro le sigue la voz de la Transfiguración, y a las palabras del centurión le siguen las del joven que anuncia la resurrección17.

Como en los otros dos sinópticos, en los capítulos que vienen tras la confesión de Pedro, se pueden distinguir dos partes: el camino hacia Jerusalén y los sucesos en Jerusalén. La estructura del evangelio podría ser ésta:

Presentación (Mc 1, 1-13)

Introduce a Juan Bautista como el Precursor anunciado en el Antiguo Testamento y a Jesús como Mesías e Hijo de Dios.

Primera parte: ministerio de Jesús en Galilea (Mc 1, 14-8, 30)

Jesús predica la urgencia de conversión para entrar en el Reino de Dios. Su enseñanza y sus milagros despiertan la admiración de las gentes (Mc 1, 27-28.31.45; Mc 2, 2.12, etc.), aunque también la oposición de escribas y fariseos (Mc 2, 6.16.24; Mc 3, 6; etc.). Con las parábolas (Mc 4, 1-34) enseña a las muchedumbres que le escuchan y le siguen pero no le entienden. En cambio, los discípulos que Él ha elegido son objeto de una enseñanza privilegiada. Las obras de Jesús hacen que las gentes se pregunten quién es Él (cfr Mc 1, 27; Mc 2, 7.12; Mc 4, 41; Mc 6, 2.14-16; Mc 8, 27-28). Parece que los demonios lo saben (cfr Mc 1, 24-25.34; Mc 3, 11-12; Mc 5, 7), pero Jesús no acepta su testimonio: quiere que le confiesen los hombres, como hace Pedro al final de esta parte (Mc 8, 29).

Segunda parte: ministerio camino de Jerusalén (Mc 8, 31-10, 52)

Después de la confesión de Pedro, Jesús se dedica con mayor intensidad a la formación de sus discípulos mostrándoles la necesidad de la pasión para entrar en la gloria (Mc 8, 31-Mc 9, 13). Los tres anuncios de la pasión (Mc 8, 31; Mc 9, 31; Mc 10, 33-34) son como el estribillo de esta parte del evangelio. La enseñanza se completa con instrucciones sobre las virtudes y actitudes que deben presidir la vida de sus discípulos: la oración (Mc 9, 14-29), la humildad (Mc 9, 33-50), la pobreza (Mc 10, 17-31), etc.

Tercera parte: ministerio en Jerusalén (Mc 11, 1-16, 20)

Muchos detalles cronológicos y topográficos jalonan la narración de la actividad de Jesús en sus seis últimos días. Comienza con la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y la purificación del Templo (Mc 11, 1-19). Las autoridades judías, que le acecharon casi desde el inicio, entran ahora en controversia con Él (Mc 11, 27-Mc 12, 40) y deciden su muerte (Mc 11, 18; Mc 12, 12; Mc 14, 1-2.10-11). Jesús afronta ese destino, viendo en él el cumplimiento del designio del Padre manifestado en las Escrituras (Mc 14, 21). Pero la muerte no es sino camino hacia la resurrección. Con la entrada de Jesús en la gloria, termina el evangelio.

2. COMPOSICIÓN Y MARCO HISTÓRICO

Autor y circunstancias de composición

Ya se ha apuntado la unanimidad de la tradición acerca de Marcos como autor del segundo evangelio, y acerca del origen del libro: la petición que le hicieron al evangelista los cristianos de Roma para que pusiera por escrito la predicación de Pedro. Hay dos tradiciones diversas sobre el momento en que fue compuesto: Clemente de Alejandría dice que fue antes del martirio de Pedro; en cambio, San Ireneo dice que fue poco después: «Después de su partida [muerte], Marcos, discípulo e intérprete de Pedro, nos transmitió por escrito lo que Pedro había predicado»18. Pedro murió en la persecución del año 65, por lo que, en uno y en otro caso, la década de los 60 es la fecha probable de redacción.

El Nuevo Testamento ofrece diversas noticias sobre Marcos. Además de ser colaborador de Pedro y de Pablo, nos dice que era primo de Bernabé19, e hijo de María, una cristiana de la primera hora en cuya casa se reunían los cristianos de Jerusalén20. Tradiciones antiguas afirman que, tras el martirio de Pedro, Marcos fundó la iglesia de Alejandría en Egipto, donde gozó de gran prestigio y murió mártir. Más tarde, en el año 825, sus reliquias fueron trasladadas a Venecia, que lo adoptó como patrono y posteriormente erigió la monumental basílica a él dedicada.

El examen interno del evangelio vendría a confirmar las diversas noticias de la tradición sobre el autor y el lugar de composición. Respecto del autor, como en los demás evangelios, en ningún momento se dice el nombre propio del escritor. Sin embargo, el evangelista parece que goza de la información de primera mano de un testigo de los acontecimientos que relata: cuando se examinan los momentos en los que San Marcos narra más detalles anecdóticos que los otros sinópticos, siempre está presente Pedro21. Respecto del lugar de composición y los destinatarios inmediatos del escrito, hay muchos indicios que invitan a confirmar la composición en Roma. Así, por ejemplo, el narrador explica costumbres judías22 o traduce las expresiones arameas utilizadas por Jesús23, lo que hace suponer que sus destinatarios no conocen la lengua y las costumbres palestinas; en cambio, el evangelista usa muchos latinismos, y diversos giros que se entienden mejor si sus destinatarios son romanos24.

Características literarias y teológicas

La crítica suele resumir el estilo de San Marcos diciendo que es un escritor de estilo imperfecto, pero un hábil narrador. Una simple lectura de su obra delata enseguida que el griego no es su lengua materna. Tampoco es un escritor consumado, y a veces no es claro. Sin embargo, en su sencillez, su escritura tiene una gran vivacidad. Marcos tiene el don de dar vida a lo que cuenta. Su vocabulario no es excesivamente amplio, y la sintaxis es sencilla: predomina la simple coordinación de las frases –parataxis– unidas por la conjunción «y», por la preposición «pues», o por el adverbio «enseguida». Con mucha frecuencia el evangelista acude al discurso directo en medio de su relato. Además, salta a la vista a cualquier lector el uso constante del presente histórico –«viene», «dice», «salen»…, empleado más de 150 veces– y el salto, inesperado para nuestro gusto, de unos tiempos a otros, aun dentro del mismo relato. Característica precisa de su estilo es la descripción pormenorizada de detalles y circunstancias que Mateo y Lucas narran más sobriamente25. Además, utiliza muy a menudo la tercera persona del plural –para referirse a Jesús y a los discípulos– donde los otros evangelios utilizan el singular26. La narración se hace tan viva que parece oírse la voz de un testigo ocular que una y otra vez cuenta: «Entonces llegamos, vinimos, fuimos, etc.». Seguramente todos esos pormenores no hacen sino reflejar el modo vivo de los relatos de San Pedro. En cambio, a diferencia de los otros evangelios, faltan en San Marcos largos discursos. San Marcos repite muchas veces, más que los otros, que Jesús «enseñaba»; pero nos ha dejado pocos testimonios de la enseñanza de Jesús, al menos en discursos largos27.

Estas características literarias tienen una dimensión más profunda, pues están en relación con el mensaje que transmite Marcos. Con su detallada descripción de los episodios de la vida de Jesús y sus discípulos, el evangelio nos ayuda a trasladarnos a las pequeñas ciudades de la ribera del lago de Genesaret, a sentir el bullicio de las gentes que siguen a Jesús, a contemplar sus gestos; en una palabra, podemos asistir a la historia evangélica como si participáramos en los episodios. A ello contribuyen los rasgos apuntados antes: con el uso del estilo directo y del presente histórico, el evangelio se hace presente en el lector, que es invitado así a comprometerse como lo hicieron los discípulos. Del mismo modo la constante repetición –hasta 40 veces– del adverbio «enseguida», unida a la rápida difusión de la fama de Jesús, transmite un sentido de urgencia a la hora de proclamar el Evangelio, al tiempo que expresa plásticamente el éxito que tuvo, y que, por tanto, seguirá teniendo si los discípulos seguimos el ejemplo de Cristo.

De entre las notas peculiares del Evangelio según San Marcos, las dos más significativas son, probablemente, la noción de «Evangelio» y lo que se ha venido en llamar el «misterio de Jesús» o el «secreto mesiánico» en Marcos.

El Evangelio y su universalidad. Marcos es el evangelista que más a menudo –hasta ocho veces– utiliza la palabra «evangelio» en sentido absoluto. Allí donde los otros evangelistas se sirven de expresiones como «Evangelio del reino», San Marcos dice simplemente «Evangelio». Esta palabra abre el relato y casi lo cierra28. Además, el Evangelio está en estrecho paralelismo con Jesucristo: Jesús les dice a sus discípulos que dar la vida por el Evangelio es prácticamente lo mismo que darla por Él29. De esa manera se hace claro que el Evangelio, la buena nueva que ha llegado a los hombres, es Jesús que con su obra nos ha conseguido la salvación. Pero la noción de Evangelio está unida a otra: su destino universal. Son varias las veces en las que Jesús lo dice expresamente30. Además, esa universalidad está sugerida también de otras maneras; la más significativa es el uso continuo de la palabra Galilea en la narración. Galilea es el lugar donde Jesús comenzó y realizó la mayor parte de su ministerio, y también es el lugar para el que se anuncia el nuevo comienzo tras la resurrección31. Pero, desde el punto de vista social, Galilea es también una encrucijada de culturas y de gentes, algo así como la Roma de Palestina. Con su misión en esa región, Jesús señala, y San Marcos lo subraya, que aunque su ministerio terreno lo realizó sólo en Israel, tiene como destinatarios a todos los hombres.

El misterio de Jesús. En la lectura del segundo evangelio, llama la atención la repetición casi constante de ciertos motivos. El primero es el mandato de silencio por parte de Jesús acerca de su mesianismo; es lo que a veces se ha llamado el «secreto mesiánico»: a los demonios, que le llaman el «santo» o el «Hijo» de Dios, les impone silencio, porque Él no acepta su testimonio32; también impone silencio a muchos de los que cura33, diciéndoles que no lo digan a nadie; finalmente, también a Pedro y a los discípulos les manda no decir nada –en ese momento– sobre su carácter de Mesías y sobre su gloria34. Además de estos mandatos de silencio, la narración pone de manifiesto muchas veces que las muchedumbres, y también los discípulos, no entendían a Jesús35: es lo que se llama el «misterio de Jesús». Sin embargo, el evangelio expone claramente que Él es el Mesías e Hijo de Dios, y también recuerda que, a solas, les explicaba todo a sus discípulos, porque su ser y su doctrina estaban destinados a ser entendidos y predicados. Por eso, en todos estos pasajes debe verse la pedagogía del Señor que se va revelando progresivamente porque no quiere confesiones precipitadas. Él es el Mesías y el Hijo de Dios, pero estos predicados deben entenderse a la luz de la cruz y de la resurrección. Ante sus palabras y sus obras, las gentes se preguntan: «¿Quién es éste?»36, y no aciertan a descubrirlo. Sólo con la progresiva purificación y con la enseñanza del Señor los discípulos podrán confesarlo correctamente.

3. ENSEÑANZA

Lo mismo que en los otros evangelios, la enseñanza de Marcos abarca muchos campos. Los rasgos que se acaban de apuntar forman parte de su enseñanza. Otros aspectos muy presentes en el segundo evangelio son el discipulado, el seguimiento de Jesús, la salvación, la fe, la oración, etc. Sin embargo, los evangelios hablan, sobre todo, de Jesús.

Jesús, el Mesías

En perfecta armonía con los otros tres evangelios, San Marcos muestra que Jesús es el Mesías. La primera frase del evangelio lo proclama así, y la confesión de esa verdad le valió a Jesús la condena a muerte37. En la manifestación de su mesianidad, Jesús siguió, no obstante, una divina pedagogía para evitar falsas interpretaciones, de modo especial para impedir que le confundieran con un liberador político y nacionalista frente a la dominación del Imperio Romano. Una muestra de esa pedagogía es que Jesús prefirió llamarse a sí mismo ante las multitudes «el Hijo del Hombre». La expresión es sinónima de la palabra hombre, pero su relación con la profecía de Dn 7, 13-14 no daba pie a ninguna interpretación nacionalista, sino que apuntaba a un valor religioso más trascendente. Otros títulos mesiánicos, como «Hijo de David» o «Mesías», podrían dar lugar, en aquellas circunstancias, a entender la misión de Jesús como un mesianismo predominantemente terreno.

Con este modo de proceder, Jesucristo iba revelándose cada vez con más claridad y preparaba a sus discípulos para que le reconocieran como el Salvador que redimiría a los hombres y los reconciliaría con Dios, no por medio del poder de los ejércitos o de la fuerza política, sino por su sacrificio en el Calvario, «porque el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en redención de muchos»38.

Jesús, el Hijo de Dios

Puede decirse con toda seguridad que la afirmación de que Jesús es el Hijo de Dios, tal como San Marcos lo expresa en sus primeras palabras, es un resumen de todo el evangelio. Resumen, por lo demás, que el evangelista presenta como clave necesaria para entender lo que el lector se va a encontrar después: si no creemos que Jesús es el Mesías y el Hijo de Dios, no comprenderemos el resto del evangelio.

Sin embargo, al mismo tiempo que confiesa la divinidad, San Marcos señala la verdadera humanidad de Jesús. El evangelista evoca con gusto los sentimientos de Jesús como hombre, que se indigna con los hipócritas, se enfada con los Apóstoles, se entristece en Nazaret, abraza y bendice a los niños, se angustia en Getsemaní, etc.39 Pero este mismo Jesús, que es verdadero hombre, tiene el poder de Dios40, y en dos ocasiones, en el Bautismo y en la Transfiguración, una voz del cielo le declara el Hijo de Dios41. Los lectores del evangelio forzosamente tenemos que percibir ambas cosas: la verdadera humanidad del Señor, y la fuerza de sus gestos que nos invita a confesar lo mismo que el centurión al pie de la cruz: «En verdad este hombre era Hijo de Dios»42.

1 Clemente de Alejandría, según recuerda Eusebio de Cesarea, Historia ecclesiastica 6, 14, 5-7.
2 «Discípulo» de Pedro se le llama en Eusebio de Cesarea, Historia ecclesiastica 2, 15, 1; «intérprete», en ibidem 3, 39, 14-15; «discípulo e intérprete», en ibidem 5, 8, 3.
3 Eusebio de Cesarea, Historia ecclesiastica 3, 39, 14-15.
4 «Marcos, el discípulo e intérprete de Pedro, nos transmitió también por escrito lo que había sido predicado por Pedro» (S. Ireneo, Adversus haereses 3, 1, 1).
5 «El evangelio según Marcos se empezó a escribir de la siguiente manera: en tiempos en los que Pedro publicaba la palabra en Roma y exponía el evangelio bajo la acción del Espíritu, aquellos que en gran número estaban presentes en aquella ocasión le pidieron a Marcos que, puesto que llevaba mucho tiempo acompañando a Pedro y se acordaba de las cosas que él había dicho, pusiera por escrito sus palabras; así lo hizo y les dio el evangelio a los que se lo habían pedido; cuando se enteró de ello Pedro, no dijo nada ni para impedirlo ni para promoverlo» (Eusebio de Cesarea, Historia ecclesiastica 6, 14, 5-7).
6 Cfr, por ejemplo, S. Jerónimo, De viris illustribus 8; S. Agustín, De consensu evangelistarum 1, 1-2.
7 cfr 1P 5, 13.
8 cfr Hch 13, 1-13.
9 cfr Flm 1, 24; Col 4, 10; 2Tm 4, 11.
10 Mc 16, 9-20.
11 cfr Eusebio de Cesarea, Historia ecclesiastica 3, 10, 6; S. Jerónimo, Epistulae 120, 3.
12 S. Justino, Apologia 1, 45; S. Ireneo, Adversus haereses 3, 10, 5.
13 Concilio de Trento, Decreta de Sacris Scripturis (8.IV.1546).
14 S. Agustín, De consensu evangelistarum 1, 2, 3-4.
15 cfr Mc 8, 29.
16 cfr Mc 1, 27; Mc 2, 7.12; Mc 4, 41; Mc 6, 2.14-16, etc.
17 cfr Mc 1, 7 con 1, 11; Mc 8, 29 con Mc 9, 7; Mc 15, 39 con Mc 16, 5-6.
18 Adversus haereses 3, 1, 1. Para el texto de Clemente de Alejandría, cfr nota 5.
19 cfr Col 4, 10. El evangelista es llamado Marcos en Hch 15, 39, Juan Marcos en Hch 12, 12 y 15, 37, y Juan en Hch 13, 5-13. Esta duplicidad de nombres era corriente entre los judíos de la época: se usaba un nombre judío, Juan (Yohannan), y otro latino helenizado, Marcus, Markos.
20 cfr Hch 12, 12. Un antiguo escrito cristiano afirma que es la misma casa del Cenáculo, donde el Señor celebró la Última Cena e instituyó la Sagrada Eucaristía (cfr Acta Sanctorum 2 [1867] 434). En consonancia con este dato, muchos escritores eclesiásticos anotan que también el Huerto de los Olivos era propiedad de la madre de Marcos. Por eso piensan que el muchacho que soltó la sábana y huyó a la hora del prendimiento de Jesús (Mc 14, 51-52) es el propio evangelista, que deja aquí una especie de firma velada a su evangelio.
21 A Pedro se le nombra hasta 25 veces en el evangelio y ocupa el lugar de portavoz de los discípulos: Mc 1, 36; Mc 9, 5; Mc 11, 21; Mc 13, 3; Mc 14, 37; etc. Además parece que se acentúan los momentos menos felices de las intervenciones del Apóstol.
22 La más extensa es Mc 7, 3-4 («Pues los fariseos y todos los judíos nunca comen si no se lavan las manos muchas veces, observando la tradición de los mayores; y cuando llegan de la plaza no comen, si no se purifican; y hay otras muchas cosas que guardan por tradición: purificaciones de las copas y de las jarras, de las vasijas de cobre y de los lechos»), pero lo mismo podía decirse de pequeñas explicaciones (Mc 14, 12: «El primer día de los Ácimos, cuando sacrificaban el cordero pascual»; Mc 15, 42: «La Parasceve, es decir, el día anterior al sábado»). En cambio, da por supuestos términos técnicos romanos: «Lo condujeron dentro del patio, es decir, el pretorio» (Mc 15, 16), «echó dos monedas pequeñas, que hacen la cuarta parte del as» (Mc 12, 42).
23 Por ejemplo: «Boanerges, es decir, “hijos del trueno”» (Mc 3, 17), «Talitha qum, que significa: “Niña, a ti te digo, levántate”» (Mc 5, 41). Otros ejemplos en Mc 7, 11; Mc 14, 36; Mc 15, 22; Mc 15, 34.
24 Es posible que las palabras latinas de Marcos –speculator, denario, centurión, etc.– fueran de uso común en todo el imperio, pero diversas notas del evangelio apuntan modos romanos. Así, por ejemplo, Marcos sigue la manera romana de dividir las horas de la noche (Mc 6, 48; Mc 13, 35); dice también que Simón Cireneo (Mc 15, 21) era el padre de Alejandro y de Rufo, personajes conocidos de los cristianos de Roma (cfr Rm 16, 13); etc.
25 cfr la curación del paralítico, Mc 2, 1-12, en comparación con Mt 9, 1-8 y Lc 5, 17-26; la del poseso de Gerasa, Mc 5, 1-20, en comparación con Mt 8, 28-34 y Lc 8, 26-39; etc. Además, algunos pequeños datos sólo nos los refiere San Marcos: es el único en decir que, durante la tempestad en el lago, Jesús estaba durmiendo sobre un cabezal en la popa de la barca (Mc 4, 38); o que a los hijos de Zebedeo el Señor les llamó «hijos del trueno» (Mc 3, 17); o que el ciego de Jericó se llamaba Bartimeo (Mc 10, 46); etc.
26 Mc 1, 21.29; Mc 3, 20; Mc 5, 1.38; Mc 6, 53- 54; Mc 8, 22; Mc 9, 14.30.33; Mc 10, 32.46; Mc 11, 1.12.15.20.27; Mc 14, 18.22.26.32.
27 Propiamente hablando, sólo recoge dos grandes discursos de Jesús: el de las parábolas (Mc 4, 1-34) y el escatológico (Mc 13, 1-37).
28 «Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios» (Mc 1, 1); «Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura» (Mc 16, 15).
29 «El que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará» (Mc 8, 35); «no hay nadie que haya dejado casa, hermanos o hermanas, madre o padre, o hijos o campos por mí y por el Evangelio, que no reciba…» (Mc 10, 29).
30 «Pero es necesario que antes sea predicado el Evangelio a todos los pueblos» (Mc 13, 10); «En verdad os digo: dondequiera que se predique el Evangelio, en todo el mundo, también lo que ella ha hecho se contará en memoria suya» (Mc 14, 9); «Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura» (Mc 16, 15).
31 cfr Mc 14, 28; Mc 16, 7.
32 cfr Mc 1, 25.34; Mc 3, 11-12; Mc 5, 7-8.
33 cfr Mc 1, 44; Mc 5, 43; Mc 7, 36; Mc 8, 26.
34 cfr Mc 8, 30;Mc 9, 9.
35 cfr Mc 4, 1-34; Mc 6, 52; Mc 7, 14-23; Mc 8, 14-21;Mc 9, 9-32; etc.
36 cfr Mc 1, 27; Mc 2, 7.12; Mc 4, 41; Mc 6, 2; Mc 6, 14-16; etc.
37 cfr Mc 14, 61-64.
38 Mc 10, 45.
39 cfr Mc 3, 5; Mc 9, 36; Mc 10, 13-16; Mc 14, 33; etc.
40 cfr Mc 2, 11; Mc 4, 41; etc.
41 cfr Mc 1, 11; Mc 9, 7.
42 Mc 15, 39.