Padres de la Iglesia

CIRILO DE JERUSALÉN

Índice de las Catequesis

Catequesis XX (mistagógica II). El sentido de los ritos bautismales realizados (II)

Acerca del bautismo. La lectura es de la Carta a los Romanos desde: «¿O ignoráis que los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús hemos sido bautizados en su muerte? hasta las palabras: «Pues no estáis ya bajo la Ley, sino bajo la gracia'' (Rm 6, 3-14)1.
1. Las mistagógicas que se tienen todos los días, es decir, estas enseñanzas que explican los misterios, nos son útiles, pues siempre explican nuevas doctrinas y nuevas cosas. Pero os son útiles sobre todo a vosotros, que habéis sido cambiados de lo viejo a lo nuevo. En esa línea os expondré ciertas cosas que se derivan de la mistagogia de ayer, para que aprendáis qué simboliza lo que realizasteis en el interior del edificio.

La túnica y el hombre viejo
2. Inmediatamente después de que entrasteis, os despojasteis de la túnica: ésta era imagen del hombre viejo, del que os habéis despojado con sus obras (cf. Col 2, 12 ss; 3, 1 ss. 9ss.; cf. Ef 2, 1-10). Al despojaros, os quedasteis desnudos, imitando también en esto a Cristo desnudo en la cruz, el cual con esta desnudez, «una vez despojados los Principados y las Potestades, los exhibió públicamente, incorporándolos a su cortejo triunfal» (Col 2, 15). Y puesto que habitaban en vuestros miembros las potestades adversas, ya no os es lícito seguir llevando aquella vieja túnica: y no me refiero a la que se percibe con los sentidos, sino al «hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias» (Ef 4, 22). Y que nunca suceda que el alma se revista de nuevo de la vestimenta de que una vez se despojó, sino que diga como aquella esposa de Cristo de la que se habla en el Cantar de los Cantares: «—Me he quitado mi túnica, ¿cómo ponérmela de nuevo?» (Ct 5, 3). ¡Oh realidad admirable! Desnudos estuvisteis ante los ojos de todos, pero no sentíais vergüenza. Llevabais realmente la imagen del primer padre Adán, que estaba desnudo en el paraíso y no se avergonzaba.

La unción probautismal
3. Y después, así despojados, fuisteis ungidos con el óleo exorcizado desde los pelos de la cabeza hasta los pies y fuisteis hechos partícipes del buen olivo que es Jesucristo. Sacados del olivo silvestre, habéis sido injertados en un buen olivo y hechos partícipes de la riqueza del verdadero olivo (Rm 11, 17-24)2, Por consiguiente, el óleo exorcizado era símbolo de la comunicación de la abundancia de Cristo y hace huir rápidamente a todo vestigio de poder adverso. Pues así como la insuflación de los santos3 y la invocación del nombre de Dios abrasan a los demonios, al modo de fortísima llama, y los ponen en fuga, así también ese aceite exorcizado por la invocación de Dios y por la oración adquiere tanta fuerza que no sólo purga, quemándolos, los vestigios de los pecados, sino que incluso hace huir a todas las potencias invisibles del Maligno.

Las entradas y salidas del agua, señal y realización de muerte y de vida
4. Después fuisteis conducidos hasta la santa piscina del divino bautismo, como fue llevado Cristo de la cruz al sepulcro. Y se os preguntó uno por uno si creíais en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Pronunciasteis la confesión que os lleva a la salvación4, y fuisteis sumergidos por tres veces en el agua, levantándoos también tres veces. También en esto significasteis en imagen y simbólicamente la sepultura de Cristo por tres días. Pues, así como nuestro salvador pasó tres días y tres noches en el seno de la tierra (cf. Mt 12, 40 par), también vosotros imitasteis el primer día que Cristo pasó en el sepulcro al levantaros del agua por primera vez y, con la inmersión, la primera noche. Pues del mismo modo que el que está en la noche ya no ve, y el que se mueve en el día camina en la luz, vosotros, al sumergiros, como en la noche, dejasteis de ver, pero, al salir, fuisteis puestos como en el día. En el mismo momento habéis muerto y habéis nacido, y aquella agua llegó a ser para vosotros sepulcro y madre. Lo que Salomón dijo a propósito de otras cosas os cuadra a vosotros perfectamente; decía él: «Hay tiempo para nacer, y tiempo para morir» (Qo 3, 2). Pero para vosotros es a la inversa: tiempo de morir y tiempo de nacer. Y un tiempo único ha logrado ambas cosas, pues con vuestra muerte ha coincidido vuestro nacimiento.

En qué sentido hemos pasado por la muerte, sepultura y resurrección de Cristo
5. ¡Oh nueva e inaudita realidad! No hemos muerto ni hemos sido sepultados de modo verdadero, ni resucitamos después de que hubiésemos sido verdaderamente crucificados, pero sí se ha realizado en imagen una imitación de aquellas cosas, y es de aquí de donde ha brotado la salvación5. Cristo fue verdaderamente crucificado, verdaderamente fue sepultado y verdaderamente resucitó, y todo ello nos ha sido regalado a nosotros por gracia para que, hechos partícipes de sus sufrimientos, obtengamos en verdad la salvación. ¡Oh amor exuberante hacia los hombres! Cristo recibió los clavos en sus pies y manos incontaminados, soportando así el dolor; y ahora, por la comunicación en sus dolores, se me agracia a mí sin haber pasado por dolores ni trabajos.

El bautismo nos concede el perdón de los pecados, la adopción y la participación en los sufrimientos de Cristo6
6. Nadie piense, pues, que el bautismo consiste sólo en la gracia del perdón de los pecados y de la adopción, como era el bautismo de Juan, que confería sólo el perdón de los pecados. Nosotros, por el contrario, sabemos bien que es para el perdón de los pecados, pero también otorga el don del Espíritu Santo y es realización7 y expresión de los sufrimientos de Cristo. De aquí que Pablo dijera: «¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte» (Rm 6, 3-4). Esto se lo decía a quienes estaban convencidos de que el bautismo otorgaba ciertamente el perdón de los pecados y la adopción, pero sin que ellos hubiesen participado, en cierta identificación con él, en los verdaderos sufrimientos de Cristo.

Partícipes de la muerte y resurrección de Cristo
7. Para que aprendiéramos, por tanto, que todo lo que Cristo soportó fue por nosotros y por nuestra salvación—y, desde luego, no lo sufrió sólo en apariencia—y que, además, somos hechos partícipes de sus sufrimientos, Pablo exclamaba con viveza y con fuerza: «Porque si hemos sido injertados en él por la semejanza a su muerte, seremos también partícipes de la resurrección» (Rm 6, 5). Hermosamente dice «injertados». Pues realmente aquí se ha plantado la vid verdadera8 y nosotros, por la comunión del bautismo en la muerte, hemos sido injertados en él. Pues en Cristo se dio verdaderamente la muerte; en él realmente el alma se separó del cuerpo, verdadera fue también la sepultura y en una sábana limpia fue envuelto su santo cuerpo (Mt 27, 59). Todo esto aconteció en él de modo real. En vosotros se da una semejanza de su muerte y de sus padecimientos, aunque en la salvación no hay semejanza sino realidad.
8. Cuando ya os hemos instruido suficientemente acerca de todo esto, os ruego que os esforcéis en retenerlo en la memoria con el fin de que yo, aunque indigno, pueda decir de vosotros: «Os alabo porque en todas las cosas os acordáis de mí y conserváis las tradiciones tal como os las he transmitido» (1Co 11, 2). Poderoso es Dios que os presenta aquí «como muertos retornados a la vida» (cf. Rm 6, 13) para concederos que andéis en novedad de vida (cf. Rm 6, 4). A él sea la gloria y el poder ahora y por los siglos. Amén.

Notas

1 En la catequesis anterior se han recordado la renuncia a Satanás y la profesión de fe, ritos realizados en el atrio exterior del templo. En la segunda catequesis mistagógica se recuerda el desvestirse la túnica y su significado, la unción prebautismal, el interrogatorio acerca de la fe y la triple inmersión y emersión en la piscina bautismal. Se explica con detalle el significado de todos estos ritos.
2 La alusión de Cirilo a la alegoría paulina del olivo y el acebuche no expresa toda la riqueza del pensamiento de Rm 11, 16-24, que está en el contexto de Rom 9-11. El tema de estos capítulos de la carta es la «elección», en primer lugar, de Israel en el plan de conjunto de la Historia de la salvación y, en un segundo momento, tras el rechazo de Israel, la elección de los cristianos en la Iglesia. Aunque esta segunda elección, la de los gentiles, no anula la elección primera del pueblo judío—Pablo señala que los israelitas son «la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas y los patriarcas» y de ellos «también procede Cristo según la carne» (Rm 9, 4-5)—, también los gentiles son llamados a participar de la riqueza abundante que es Cristo. En la mentalidad de la acción catequética de la Iglesia antigua se incluye la idea de que el catecúmeno y el cristiano han sido llamados y elegidos para ser un signo ante el mundo de la vida que Dios da. A los recién bautizados se les recuerda ahora esta realidad.
3 Soplo dentro del rito bautismal para ahuyentar al diablo. «Los santos» se refiere probablemente, siguiendo el uso atestiguado ya desde las cartas de Pablo, a los cristianos bautizados.
4 «Confesión salvadora» responde tal vez a lo expresado en Rm 10, 9-10: «Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón se cree para conseguir la justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación». «Justificación» y «confesión» parecen, pues, aspectos diferentes del proceso de rescate («redención») del hombre. La confesión de fe da una especial firmeza a la salvación inicialmente obtenida por la justificación por la que ya el hombre era liberado de modo fundamental del pecado y hecho hijo de Dios por adopción.
5 Cf. catequesis 21, núm. 2.
6 Se expuso en cat. 4, núms. 10-12.
7 Se traduce por «realización» la expresión original antitypos, que es prácticamente, incluso en el lenguaje de Cirilo, un término técnico. En la cat. XIX, núm. 2, se decía que los acontecimientos en torno a la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto eran figura o imagen, typos de lo que habría de ser la liberación definitiva en Cristo. Antitypos del presente párrafo es más bien «contrafigura», es decir, una imagen -en cuanto en este caso, el bautismo es signo visible y «visibilizante»- que al mismo tiempo realiza efectivamente, para quien recibe el bautismo, la muerte y resurrección de Cristo. Con ello se está en el concepto de lo que es un sacramento.
8 El «aquí» se refiere al lugar del sepulcro de Jesús, en Jerusalén, donde se están impartiendo las catequesis. La imagen del injerto, por otra parte, se une aquí a la alusión a la alegoría de la vid y los sarmientos, en la que Jesús, según Jn 15, 1, se entiende a sí mismo como «la vid verdadera».