Sobre la predestinación de Cristo
Corresponde a continuación tratar de la predestinación de Cristo.
Y sobre la misma se formulan cuatro preguntas:
¿Corresponde a Cristo ser predestinado?
Objeciones por las que parece que no compete a Cristo ser predestinado.
1. El término de cualquier predestinación parece ser la filiación adoptiva, conforme a las palabras de Ef 1, 5: Nos predestinó a la adopción de hijos suyos. Pero, como acabamos de decir (q.23 a.4), a Cristo no le conviene el ser hijo adoptivo. Luego a Cristo no le corresponde ser predestinado.
2. en Cristo pueden considerarse dos cosas, a saber: la naturaleza humana y la persona. Ahora bien, no puede decirse que Cristo es predestinado por razón de su naturaleza humana, pues la proposición La naturaleza humana es el Hijo de Dios es falsa. Del mismo modo, tampoco está predestinado por razón de la persona, porque tal persona no tiene el ser hijo de Dios en virtud de la gracia, sino por la propia naturaleza. Y la predestinación es propia de los que dependen de la gracia, como hemos expuesto en la Primera Parte (q.23 a.2 ad 4; a.5). Luego Cristo no fue predestinado a ser Hijo de Dios.
3. así como lo que ha sido hecho no siempre existió, igualmente sucede con lo que ha sido predestinado, porque la predestinación lleva consigo una cierta anterioridad. Ahora bien, Cristo, por haber sido desde siempre Dios e Hijo de Dios, impide que se diga: aquel hombre ha sido hecho Hijo de Dios. Luego, por una razón semejante, no debe decirse que Cristo es predestinado a ser Hijo de Dios.
Contra esto: está lo que dice el Apóstol en Rm 1, 4 hablando de Cristo: El cual fue predestinado Hijo de Dios en poder.
Respondo: Como es claro por lo expuesto en la Primera Parte (q.23 a.2), la predestinación, tomada en su sentido propio, es una preordenación divina eterna respecto de aquellas cosas que, por la gracia de Dios, han de producirse en el tiempo. Pero por la gracia de unión hizo Dios que, en el tiempo, el hombre fuese Dios y Dios fuese hombre. Y no es posible decir que Dios no haya preordenado desde la eternidad que eso había de realizarse en el tiempo porque se seguiría la aparición de un acontecimiento nuevo para la mente divina. Se impone, pues, afirmar que la misma unión de las naturalezas en la persona de Cristo cae bajo la predestinación eterna de Dios. Y, por este motivo, se dice que Cristo ha sido predestinado .
1. En el texto mencionado habla el Apóstol de nuestra predestinación a ser hijos adoptivos. Pero así como Cristo es Hijo de Dios por naturaleza de un modo singular en comparación con los demás, así también es predestinado de un modo único.
2. Como observa la G¿osa a propósito de Rm 1, 4, algunos enseñaron que tal predestinación debe entenderse de la naturaleza, no de la persona, porque a la naturaleza humana le fue concedida la gracia de unirse al Hijo de Dios en la unidad de la persona.
Pero, en ese sentido, la expresión del Apóstol resulta impropia por dos motivos. Primero, por una razón común. No decimos, en efecto, que sea predestinada una naturaleza, sino una persona, porque ser predestinado equivale a ser conducido a la salvación, lo cual es propio del supuesto que actúa por causa del fin de la bienaventuranza. Segundo, por una razón especial. Porque ser hijo de Dios no corresponde a la naturaleza humana, puesto que la proposición La naturaleza humana es el Hijo de Dios es una proposición falsa. A no ser, tal vez, que alguien, mediante una explicación dislocada, quiera exponer la frase Ha sido predestinado a ser Hijo de Dios en poder (Rm 1, 4) de modo que equivalga a esta otra: Ha sido predestinado que la naturaleza humana se uniese al Hijo de Dios en la persona.
Queda, pues, que la predestinación se atribuya a la persona de Cristo, no considerada en sí misma, o en cuanto subsistente en la naturaleza divina, sino en cuanto que subsiste en la naturaleza humana. Por eso el Apóstol, después de haber dicho (v.3): nacido de la descendencia de David según la carne, añade: Ha sido predestinado a ser Hijo de Dios en poder, para dar a entender que, en conformidad con haber nacido de la descendencia de David según la carne, ha sido predestinado a ser Hijo de Dios en poder. Pues aunque sea natural a esa persona, considerada en sí misma, ser Hijo de Dios en poder, eso no le es natural en cuanto a la naturaleza humana, a la que, en este sentido, le compete por la gracia de unión.
3. Orígenes, In Rom., escribe que el texto del Apóstol es éste: El cual ha sido designado Hijo de Dios en poder, de manera que no se alude a ninguna precedencia. Y así tal texto no ofrece dificultad alguna.
Otros, en cambio, relacionan la anterioridad significada por el participio predestinado, no con el ser Hijo de Dios, sino con su manifestación, siguiendo un modo de hablar corriente en la Escritura, que consiste en decir que las cosas se hacen cuando nos son conocidas, de manera que el sentido sea éste: Cristo fue predestinado a manifestarse como Hijo de Dios. Pero ésta no es la acepción propia de la palabra predestinación. Se dice, en efecto, que alguien es propiamente predestinado cuando es conducido al fin de la bienaventuranza. Pero la bienaventuranza de Cristo no depende de nuestro conocimiento.
Y, por eso, es más exacto decir que la precedencia que lleva consigo el participio predestinado no se refiere a la persona considerada en sí misma, sino por razón de la naturaleza humana; es decir, porque, a pesar de que esa persona fue Hijo de Dios desde toda la eternidad, sin embargo ese Hijo de Dios no fue subsistente desde siempre en una naturaleza humana. Por eso dice Agustín en el libro De praedest. Sanct. : Jesús, que había de ser Hijo de David según la carne, fue predestinado, sin embargo, para ser Hijo de Dios en poder.
Y debe tenerse en cuenta que, aunque el participio predestinado implique anterioridad, lo mismo que la implica el participio hecho, esa anterioridad es distinta en uno y otro caso. En efecto, el ser hecho pertenece a la misma cosa tal como es; en cambio, el ser predestinado pertenece a una persona en cuanto que está en la mente del que predestina. Pero lo que está sujeto, en la realidad, a una forma o a una naturaleza, puede ser aprehendido o como es bajo tal forma, o también como es en absoluto. Y porque a la persona de Cristo no le conviene en modo alguno comenzar a ser Hijo de Dios, sino que eso le compete en cuanto entendida o aprehendida como existiendo en la naturaleza humana, es a saber, porque lo que comenzó a existir en el tiempo es que el Hijo de Dios existiera en una naturaleza humana, por ese motivo la proposición Cristo fue predestinado a ser Hijo de Dios es más cierta que esta otra: Cristo fue hecho Hijo de Dios.
La proposición Cristo, en cuanto hombre, fue predestinado a ser Hijo de Dios, ¿es falsa?
Objeciones por las que parece que la proposición Cristo, en cuanto hombre, fue predestinado a ser Hijo de Dios, es falsa.
1. Cada uno es, en el tiempo, aquello que ha sido predestinado a ser, porque la predestinación de Dios no se frustra. Si, pues, Cristo, en cuanto hombre, fue predestinado a ser Hijo de Dios, parece seguirse que es Hijo de Dios en cuanto hombre. Pero esto es falso. Luego también es falso lo enunciado.
2. lo que conviene a Cristo en cuanto hombre, conviene también a cualquier hombre, porque aquél tiene la misma especie que los demás hombres. Por consiguiente, en caso de que Cristo, en cuanto hombre, haya sido predestinado a ser Hijo de Dios, se seguiría que otro tanto sucede con cualquier hombre. Y esto es falso. Luego también es falso lo primero.
3. es objeto de la predestinación eterna lo que, alguna vez, ha de ocurrir en el tiempo. Pero la proposición el Hijo de Dios fue hecho hombre es más cierta que esta otra: El hombre ha sido hecho Hijo de Dios. Luego la proposición Cristo, en cuanto Hijo de Dios, fue predestinado a ser hombre, es también más cierta que la contraria: Cristo, en cuanto hombre, ha sido predestinado a ser Hijo de Dios.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el libro De praedest. Sanct. : Decimos que el Señor de la gloria ha sido predestinado, en cuanto que el hombre ha sido hecho Hijo de Dios.
Respondo: En la predestinación pueden considerarse dos aspectos: uno, por parte de la misma predestinación eterna; y, considerada bajo este ángulo, implica anterioridad respecto de aquello que cae bajo la predestinación. Otro, atendiendo al efecto temporal, que es, en verdad, un don gratuito de Dios. Por consiguiente, es preciso decir que la predestinación, bajo los dos aspectos, se atribuye a Cristo solamente por razón de la naturaleza humana, pues ésta no ha estado siempre unida al Verbo y, además, el estar unida al Hijo de Dios en persona le ha sido concedido por gracia. Y por eso la predestinación solamente compete a Cristo por razón de la naturaleza humana. De donde dice Agustín, en el libro De praedest. Sanct. : Esta promoción de la naturaleza humana ha sido predestinada a ser tan grande, tan excelsa y tan máxima, que es imposible elevarla a una cima más alta. Ahora bien, se dice que una cosa conviene a alguien, en cuanto hombre, cuando le conviene por razón de la naturaleza humana. Y por eso es preciso decir que Cristo, en cuanto hombre, ha sido predestinado a ser Hijo de Dios .
1. Cuando se habla de que Cristo, en cuanto hombre, ha sido predestinado a ser Hijo de Dios, la concreción en cuanto hombre puede referirse al acto significado por el participio, de dos maneras: una, por parte de quien es materialmente predestinado. Y, en este sentido, la proposición es falsa, porque significaría que Cristo, en cuanto hombre, fue predestinado a ser Hijo de Dios. Y bajo este ángulo está planteada la objeción.
Otra, refiriéndose a la propísima razón del acto, en cuanto que la predestinación incluye en su naturaleza una anterioridad y un efecto gratuito. Y, en este aspecto, la predestinación conviene a Cristo por razón de su naturaleza humana, como queda explicado (en la sol.). Y en este sentido se dice que ha sido predestinado en cuanto hombre.
2. Una cosa puede convenir a un hombre por razón de la naturaleza humana de dos modos: primero, porque la naturaleza humana es la causa de tal cosa o propiedad. Así la risibilidad compete a Sócrates por razón de su naturaleza humana, que es la causa de aquélla. Y en este sentido, que es el enfocado por la objeción, la predestinación no compete, por razón de la naturaleza humana, ni a Cristo ni a otro hombre alguno.
Segundo, entendiendo que una cosa conviene a alguien por razón de la naturaleza humana porque ésta es capaz de asumirla. Y éste es el sentido en que decimos que Cristo fue predestinado por razón de la naturaleza humana, puesto que la predestinación se refiere a la exaltación de su propia naturaleza humana, como hemos expuesto (en la sol.).
3. Como escribe Agustín en el libro De praedest. Sanct., la asunción singular del hombre por el Dios Verbo se hizo de una forma tan inefable que, verdadera y propiamente, se llama a la vez Hijo del hombre a causa de la naturaleza humana asumida, e Hijo de Dios porque quien la asume es el Dios unigénito. Y porque tal asunción, en cuanto gratuita, queda dentro del campo de la predestinación, es lícito decir ambas cosas: el Hijo de Dios ha sido predestinado a ser hombre, y el Hijo del hombre ha sido predestinado a ser Hijo de Dios. Sin embargo, porque el ser hombre no es una gracia otorgada al Hijo de Dios, sino más bien una gracia concedida a la naturaleza humana para que se uniese al Hijo de Dios, resulta más propio decir que Cristo, en cuanto hombre, fue predestinado a ser Hijo de Dios, que afirmar que Cristo, en cuanto Hijo de Dios, ha sido predestinado a ser hombre.
La predestinación de Cristo, ¿es el ejemplar de nuestra predestinación?
Objeciones por las que parece que la predestinación de Cristo no es el ejemplar de nuestra predestinación.
1. El ejemplar existe antes que su imagen. Pero nada existe con anterioridad a lo eterno. Luego, al ser eterna nuestra predestinación, parece que la predestinación de Cristo no es el ejemplar de la nuestra.
2. el ejemplar conduce al conocimiento de su imagen. Ahora bien, Dios no necesitó de otro ejemplar para llegar al conocimiento de nuestra predestinación, pues en Rm 8, 29 se lee: A los que de antes conoció, a ésos los predestinó. Luego la predestinación de Cristo no es el ejemplar de nuestra predestinación.
3. el ejemplar es igual a la imagen. Pero la predestinación de Cristo parece que es de distinta naturaleza que la nuestra, puesto que nosotros somos predestinados a ser hijos adoptivos de Dios, mientras que Cristo ha sido predestinado a ser Hijo de Dios en poder, como se dice en Rm 1, 4. Luego su predestinación no es el ejemplar de la nuestra.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el libro De praedest. Sanct. : El propio Salvador, el mismo mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, es la luz preclarísima de la predestinación y de la gracia. Y se le llama luz de la predestinación y de la gracia porque, a través de su predestinación y gracia, se da a conocer nuestra predestinación; función que parece pertenecer a la naturaleza del ejemplar. Luego la predestinación de Cristo es el ejemplar de la nuestra.
Respondo: La predestinación puede considerarse de dos maneras: primera, por parte del propio acto de quien predestina. Y, entendida así, la predestinación de Cristo puede llamarse ejemplar de la nuestra, pues de un único modo y mediante un mismo acto eterno, Dios nos predestinó a nosotros y a Cristo.
Segunda, fijándose en aquello a lo que uno es predestinado, es decir, el término y efecto de la predestinación. Y, en este sentido, la predestinación de Cristo es el ejemplar de la nuestra de dos modos: primero, en cuanto al bien a que somos predestinados, pues El ha sido predestinado a ser Hijo de Dios por naturaleza y nosotros somos predestinados a ser hijos de Dios por adopción, que es una semejanza, por participación, de la filiación natural. Por eso se lee en Rm 8, 29: A los que de antes conoció, a ésos los predestinó a ser conformes con la imagen de su Hijo. Segundo, por parte del modo de lograr este bien; lo que se consigue por medio de la gracia. Esto, con relación a Cristo, es clarísimo, porque en El la naturaleza humana fue unida al Hijo de Dios sin que precediese mérito alguno por parte de ella. Y de la plenitud de su gracia hemos recibido todos nosotros, como se dice en Jn 1, 16 .
1. Tal objeción se plantea por parte del acto de quien predestina.
2. La respuesta es la misma que la ofrecida para la primera objeción.
3. No es necesario que la imagen sea enteramente conforme con el ejemplar; es suficiente una cierta aproximación.
¿La predestinación de Cristo es causa de nuestra predestinación?
Objeciones por las que parece que la predestinación de Cristo no es causa de la nuestra.
1. Lo eterno no tiene causa. Ahora bien, nuestra predestinación es eterna. Luego la predestinación de Cristo no es causa de la nuestra.
2. lo que depende de la simple voluntad de Dios no tiene otra causa que esa voluntad divina. Pero nuestra predestinación depende de la voluntad de Dios, puesto que en Ef 1, 11 se dice: (Hemos) sido predestinados según el propósito de aquel que hace todas las cosas conforme al consejo de su voluntad. Luego la predestinación de Cristo no es causa de nuestra predestinación.
3. quitada la causa, desaparece el efecto. Ahora bien, anulada la predestinación de Cristo, no se suprime nuestra predestinación, porque, en el supuesto de que no se hubiera encarnado el Hijo de Dios, queda otro modo posible de salvarnos, como enseña Agustín en el libro De Trin. . Luego la predestinación de Cristo no es causa de nuestra predestinación.
Contra esto: está lo que se dice en Ef 1, 5: Nos predestinó a la adopción de hijos suyos por Jesucristo.
Respondo: Si nos fijamos en el mismo acto de la predestinación, la de Cristo no es causa de la nuestra, ya que con un solo y mismo acto nos ha predestinado Dios a nosotros y a Cristo. En cambio, si la predestinación se considera en cuanto a su término, la de Cristo sí es causa de la nuestra, porque Dios, en su predestinación eterna, dispuso que nuestra salvación fuese realizada por Cristo. Bajo la predestinación cae no sólo lo que ha de ejecutarse en el tiempo, sino también el modo y el orden en que ha de realizarse.
1. Esta objeción, lo mismo que la segunda, se plantea fijándose en el acto de la predestinación.
3. En el caso de que Cristo no hubiera debido encarnarse, Dios hubiera dispuesto con antelación que los hombres nos salvásemos por otro medio. Pero, al ordenar de antemano la encarnación de Cristo, dispuso también que fuera ella la causa de nuestra salvación.
Suma Teológica - IIIa (Tertia)
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