La conversión de los hijos de Dios

Texto
Nota histórica
Líneas teológico-espirituales de fondo
Una homilía en el tiempo de Cuaresma
Mensaje del título e hilo conductor
Notas

Homilía en el Domingo I de Cuaresma
Lugar en el libro: 6ª
Datación: 2-III-1952
Primera edición: IV-1969
Orden de edición: 4ª

Nota histórica

Acabada a comienzos de febrero de 1969 la homilía En el taller de José, san Josemaría comenzó a ocuparse de un nuevo proyecto de edición. Ante la llegada de la Cuaresma, el trabajo se centró en la preparación de un texto sobre el sentido de ese tiempo penitencial, con el que la Iglesia se une a la Pasión y Muerte de Cristo y se prepara para celebrar con alegría su Pascua. No consta que en este caso hubiera petición alguna desde fuera. Debe, por tanto, pensarse que la iniciativa de publicar una homilía de temática cuaresmal fue tomada directamente por el autor.

Una confirmación documental al respecto, concisa pero suficiente para sostener esa posibilidad, viene dada por el contenido de una nota de despacho –con fecha de 4 de marzo de 1969–, conservada en el Archivo de la Prelatura1. Se dice ahí que ante la proximidad del cuarto domingo de Cuaresma (el día 16 de ese mes), para que “la Homilía" pudiese ser editada dentro de ese tiempo litúrgico, convendría enviarla cuanto antes. La breve nota ofrece, pues, informaciones interesantes: a) confirma indirectamente que el autor tenía el proyecto de publicar una homilía de temática cuaresmal, en la que venía trabajando; b) permite conocer que la versión definitiva del texto estaba ya dispuesta para su publicación a comienzos de marzo, como indica la fecha de la nota; c) sugiere, finalmente, que la intención del autor era que el texto pudiese aparecer dentro del tiempo de Cuaresma (que estaba ya avanzado, como se deduce de la alusión en la nota al cuarto domingo).

En la parte baja de esa misma nota de despacho, con los rasgos inconfundibles de la escritura de san Josemaría –a mano, con trazo fuerte y en rojo–, ha quedado escrita una fecha: “4-3-69". Cabe, pues, deducir que había leído aquel mismo día la propuesta que quizás le habían hecho llegar y que la había aceptado; los trazos con la fecha parecen estar diciendo: “sugerencia aprobada, adelante".

El texto de La conversión de los hijos de Dios partió, en efecto, de Roma hacia España y México el 10 de marzo de 1969, acompañado de una breve indicación: “Os enviamos una homilía del Padre, que puede publicarse en algún semanario o revista de vuestro país"2. Tres semanas después, en la primera semana de abril, sería publicada.

De las sucesivas redacciones del texto solamente se conserva completo, como es habitual, el último original mecanografiado (quince folios a doble espacio, con cuarenta y nueve notas a pie de página; sin el nombre del autor). Su título está escrito con mayúsculas: “LA CONVERSIÓN DE LOS HIJOS DE DIOS", y tiene como subtítulo: “Homilía pronunciada el 2-II-1952, primer domingo de Cuaresma"3. Corresponde a la última versión de la homilía, coincidente –salvo ciertas peculiaridades, que mencionaremos– con el texto que aparecerá en la primera edición. La copia enviada desde Roma incluía los cuatro ladillos con que será editada: Arriesgada seguridad del cristiano, El tiempo oportuno, Las tentaciones de Cristo, Filiación divina.

El texto de la homilía guarda relación –de ahí su fecha de datación– con los apuntes de una meditación predicada por san Josemaría a los alumnos del Colegio Romano de la Santa Cruz el 2 de marzo de 1952, primer domingo de Cuaresma, y tomados a mano por algunos de los asistentes4. Siguiendo esos apuntes se redactaron en su momento –probablemente a los pocos días de la predicación– dos versiones sintéticas (denominadas A y B) de la meditación5.

De cara a nuestro trabajo, y careciendo de otros documentos en los que apoyarnos, sólo cabe suponer que la redacción de la primera parte de la homilía estuvo inspirada, desde el principio, en la temática desarrollada por el autor en la meditación de marzo de 1952, con la que coincide en el hilo bíblico de fondo. No se puede asegurar, en cambio –no podemos documentarlo–, sobre qué materiales procedentes de la predicación oral del fundador están inspiradas la segunda y tercera parte de la homilía. Expresan, desde luego, el espíritu y el estilo, del que dan testimonio otros textos semejantes, pero no parecen inspirarse en la literalidad de ninguno de ellos. Cabe pensar, por tanto, como hemos dicho, que pudieron ser redactadas ex novo al preparar la homilía.

La primera edición en castellano –y primera en absoluto– de La conversión de los hijos de Dios, vio la luz en Madrid, en la revista “Telva", en su n. 133, de abril de 1969, págs. 50-57.

Esa primera edición muestra una doble particularidad:

a) Al reproducir fielmente el texto romano mecanografiado, se incluyó (y contribuyó a difundir) una importante errata contenida en aquel original. Después del título, en efecto, el texto romano decía: “Homilía pronunciada el 2-II-1952, primer domingo de Cuaresma", adelantando así en un mes la fecha establecida por san Josemaría (la misma de la citada meditación), que era la de 2 de marzo de 1952. La errata se mantuvo durante año y medio, tiempo durante el cual fue reproducida en sucesivas ediciones de la homilía como, por ejemplo, en la que apareció en el Folleto “Mundo Cristiano", n. 100, de abril de 1970. Permaneció incluso algunos meses después de ser corregidas otras erratas y de haberse introducido alguna pequeña modificación en el texto, por indicación del autor, tras la lectura del mencionado Folleto. Sólo quedó definitivamente corregida, en la versión en castellano y en las traducciones ya entonces publicadas, merced a una comunicación del Consejo General, fechada en Roma el 14 de octubre de 19706.

b) En la edición aparecida por vez primera en “Telva", n. 133, volvió a darse la peculiaridad que ya se había verificado con la homilía En el taller de José, al ser editada en la revista “Mundo Cristiano", pues fueron añadidos nuevos ladillos, hasta triplicar el número de los que traía el original romano7. Es probable que fueran añadidos por la redacción de la revista para facilitar la lectura del texto. Al editar Es Cristo que pasa desaparecieron.

San Josemaría releyó la homilía en un ejemplar de “Telva" que se conserva, e indicó cuatro pequeñas correcciones (dejándolas escritas, a mano y en rojo, sobre el propio texto)8. Pocos meses después de la edición de “Telva", y reproduciendo su texto, la homilía apareció en un folleto de la Colección “Noray" (n. 6, octubre de 1969), de Editorial Palabra. En un ejemplar de ese folleto, en su tercera edición, señaló san Josemaría una nueva pequeña corrección.

También fue editada la homilía en la colección Folletos “Mundo Cristiano". En mayo de 1969, en efecto, los responsables de esa colección habían solicitado permiso para publicarla9, a lo que se accedió desde Roma, indicando que se debían enviar allí las galeradas antes de editar el Folleto, para posibles modificaciones del texto10. Era claro que habría modificaciones pues debían introducirse, al menos, las correcciones de san Josemaría en el ejemplar de “Telva". Enviadas a Roma las galeradas desde “Mundo Cristiano"11, fueron corregidas y devueltas12. El correspondiente Folleto, n. 100, apareció en abril 197013.

Líneas teológico-espirituales de fondo

Una homilía en el tiempo de Cuaresma

En el lenguaje teológico cristiano el término conversión (del latín convertere) expresa una realidad rica y múltiple que, como movimiento personal de retorno a Dios en Cristo, puede adquirir diversas modalidades: desde la incredulidad a la fe; desde el estado de pecado al de reconciliación; desde el distanciamiento espiritual a un renovado fervor; etc. La conversión es el resultado de un proceso dinámico, en el que se entrelazan la acción misericordiosa divina y la humilde apertura de la criatura, cuya vida personal (intelectual, afectiva, moral, religiosa) va a quedar de algún modo transformada, influyendo también en sus circunstancias existenciales (familiares, sociales, culturales, etc.). La historia del cristianismo está llena de ejemplos y relatos característicos; el que describe san Agustín en sus Confesiones suele ser considerado clásico.

En la literatura de corte teológico-espiritual dirigida a lectores cristianos, en la que se inscribe el libro que estudiamos y, en consecuencia, la presente homilía, la noción de conversión significa, ante todo, “dar la espalda" a la alienación del pecado y volver de nuevo a Dios. Ya desde los primeros compases del Evangelio14, la lucha contra el pecado es presentada como exigencia indispensable para poder seguir al Maestro como discípulo suyo. Y, siguiendo la propia enseñanza del Señor, es inseparable de la fe en la misericordia paterna de Dios15, y de la decisión de tomar voluntariamente la propia cruz16. Supone, pues, un cambio de la mente y del corazón (metanoia), un abandono de las falsas seguridades personales y la aceptación del don divino que invita a seguir y a servir plenamente a Cristo con un amor fiel.

Por eso mismo, si es sincera, la conversión del cristiano como rechazo del pecado se traduce en manifestaciones externas: un cambio de actitudes y comportamientos. Desde ese punto de vista, el camino de desarrollo de la vida cristiana puede ser considerado como un proceso de conversión continuada. A la primera conversión –unida en el caso de la persona adulta a su renacimiento espiritual por el bautismo–, han de seguir sucesivas conversiones hasta alcanzar la victoria en el “noble combate de la fe"17. La conversión continua encuentra su alimento en la Confesión y en la Eucaristía, y se expresa en actos de penitencia, oración y caridad.

Mensaje del título e hilo conductor

La liturgia de la Iglesia propone a los cristianos unos tiempos especiales de conversión: Adviento y Cuaresma. Ahí sitúa san Josemaría al lector al comienzo del texto: “Hemos entrado en el tiempo de Cuaresma: tiempo de penitencia, de purificación, de conversión"18. Estamos, pues, ante una homilía sobre la conversión continua del cristiano, o bien –como gusta decir al autor, y queda reflejado en el título– sobre la conversión de los hijos de Dios en su caminar hacia la casa del Padre. Y esa será la temática que desarrolle, siguiendo de cerca la tradición católica y perfilando las nociones con los matices propios de su espíritu.

Conversión de hijos, que manifiestan de ese modo, con alegría, la vitalidad de su amor, de su esperanza y de su fe en Dios, y están dispuestos, en consecuencia, a purificar su corazón mediante la mortificación y la penitencia. En uno de los párrafos finales de la homilía encontramos su perfecta síntesis: “Que vivamos contentos. Yo estoy contento. No lo debiera estar, mirando mi vida, haciendo ese examen de conciencia personal que nos pide este tiempo litúrgico de la Cuaresma. Pero me siento contento, porque veo que el Señor me busca una vez más, que el Señor sigue siendo mi Padre. Sé que vosotros y yo, decididamente, con el resplandor y la ayuda de la gracia, veremos qué cosas hay que quemar, y las quemaremos; qué cosas hay que arrancar, y las arrancaremos; qué cosas hay que entregar, y las entregaremos"19.

La conversión de la que trata la homilía se inscribe en el proceso de santificación del cristiano, leitmotiv permanente del libro. En ese sentido, cabría aceptar como hilo conductor del texto una idea reflejada en sus primeros números: “La conversión es cosa de un instante; la santificación es tarea para toda la vida. La semilla divina de la caridad, que Dios ha puesto en nuestras almas, aspira a crecer, a manifestarse en obras, a dar frutos que respondan en cada momento a lo que es agradable al Señor. Es indispensable por eso estar dispuestos a recomenzar, a reencontrar –en las nuevas situaciones de nuestra vida– la luz, el impulso de la primera conversión"20.

Tal idea conductora quedará principalmente desarrollada a lo largo de los tres primeros apartados de la homilía:

Arriesgada seguridad del cristiano n. 58
El tiempo oportuno nn. 59-60
Las tentaciones de Cristo nn. 61-63

Pero aquel hilo de fondo, desarrollado por tales vías, y por tanto el conjunto del texto, sólo alcanzará la plenitud que quiere darle san Josemaría cuando se llega al último apartado: Filiación divina (nn. 64-66). Allí, nuestro autor reflexiona desde el don de la adopción filial21, recibido por los cristianos a través del bautismo. Es entonces cuando el concepto de conversión cristiana nos presenta toda su belleza y profundidad.

Dos breves frases pueden servir de muestra: “La filiación divina es una verdad gozosa, un misterio consolador. La filiación divina llena toda nuestra vida espiritual, porque nos enseña a tratar, a conocer, a amar a nuestro Padre del Cielo, y así colma de esperanza nuestra lucha interior, y nos da la sencillez confiada de los hijos pequeños"22. Y, en fin, la conclusión: “La Cuaresma ha de vivirse con el espíritu de filiación, que Cristo nos ha comunicado y que late en nuestra alma"23.

Notas

1 Esa cuartilla, junto a casi toda la documentación relacionada con La conversión de los hijos de Dios, está archivada en AGP, serie A.3, leg. 100, carp. 2, exp. 1.
2 Cfr. com/cg/10-III-1969, a las Comisiones Regionales de España y de México (en ibid.).
3 Se encuentra archivado en AGP, serie A.3, leg. 101, carp. 3. Ese original mecanografiado contenía una errata en la fecha de datación de la homilía, pues decía: 2-II-1952, mientras que debería decir: 2-III-1952. Posteriormente, como explicaremos, fue advertida la errata y se corrigió a mano en el original. Se conservan también algunos pasajes de la penúltima versión, que permiten conocer pequeñas modificaciones introducidas por el autor al releer esas páginas. Estos pasajes han sido descubiertos estudiando los dorsos de algunas fichas de papel usado por una cara, que el autor utilizaba para tomar notas; en este caso, procedían de folios de la penúltima versión de la homilía, que habían sido troceados y reconvertidos en fichas después de mecanografiar la nueva (y en este caso, última) versión. Como decimos, los dorsos de algunas de estas fichas en blanco permiten conocer algunas de las modificaciones finales que incluyó san Josemaría en el texto. Serán mencionadas en el lugar oportuno. Se encuentran archivadas junto al restante material de la homilía (cfr. AGP, serie A.3, G853/2173), reunidas en un sobre.
4 Un testimonio documental acerca de esa meditación lo ofrece la anotación recogida aquel día en el Diario del Colegio Romano de la Santa Cruz, a la que pertenecen estas palabras: “2 de marzo, domingo. Día de Retiro para el Colegio Romano. Nos da Fernando la oración de la mañana, de introducción al retiro. Durante la mañana tenemos una meditación a las 10 y 1/2, luego la lectura y a las 12 y 1/4 el Padre nos da la tercera meditación. Siguiendo la epístola del día nos habla de convertirnos, de una segunda conversión decidida hacia una entrega total. A la luz de la oración de esta temporada de Cuaresma veremos lo que hay que arrancar y lo arrancaremos, lo que hay que quemar y lo quemaremos, lo que hay que entregar y lo entregaremos (...)" (en AGP, serie M.2.2, leg. 427, cuaderno 11).
5 Están archivadas en AGP, serie A.4, m520302. La carpeta contiene también un sobre con fichas sueltas de oyentes: algunas a mano y otras a máquina (trabajadas, por tanto, a posteriori), unas firmadas y otras no. De la versión A se han transmitido tres copias, no muy diversas entre sí, fruto más bien de sucesivas mejoras materiales: a) La primera copia se titula: “Meditación del Padre. Retiro del primer domingo de Cuaresma. 1952". Consta de cuatro folios a máquina no numerados, con la fecha al final: “Roma, 2 de marzo de 1952". Divide el texto en diecisiete párrafos; en los márgenes de algunos hay anotaciones a mano y a lápiz, que indican probablemente que esos concretos párrafos de la meditación han sido usados –como palabras del fundador– en algún otro momento. En el primer folio se ha escrito, a lápiz y a mano, esta indicación: “prácticamente entera + tentac. + filiac. divina". Tal anotación parece hacer referencia –y es un dato interesante para nuestro trabajo– a la homilía que estudiamos, la cual, en efecto, consta de tres partes: la primera está muy relacionada con estos folios (es la parte que, más adelante, corresponderá a los nn. 57-60 de Es Cristo que pasa); mientras que la segunda y la tercera parte de la homilía –que tratan respectivamente de las tentaciones de Cristo (nn. 61-63), y de la filiación divina (nn. 64-66)–, aunque también dicen relación con estos folios y con aquella meditación de san Josemaría, lo hacen en menor medida. Es la que aquí citaremos en las anotaciones del texto, con la sigla: [tb/520302]. b) La segunda copia se titula: “MEDITACIÓN. (Retiro. Domingo I de Cuaresma. 1952)". Es una edición mejorada de la anterior, pues escribe completos los textos bíblicos citados e incluye sus referencias; divide el texto en veintiún párrafos. Como en el caso anterior, hay numerosas anotaciones a lápiz en los márgenes, que hacen referencia a pasajes ya utilizados en otros lugares. c) La tercera copia se titula: “Domingo I de Cuaresma. 2-III-52". Es sencillamente una versión mecanografiada y a limpio de la anterior; ocupa cinco folios, pues los tipos son mayores. De la versión B de la meditación poco se puede decir, pues resulta prácticamente ilegible; parece ser una copia a tamaño cuartilla, y realizada a velógrafo, de un texto que se correspondería con el de la versión A. b).
6 Cfr. com/cg/14-X-70, dirigida a España, Italia, Irlanda, Francia y Portugal (cfr. AGP, serie A.3, leg. 100, carp. 2, exp. 2). En ella se indicaba: “1. Por un error de trascripción la fecha de la homilía “La conversión de los hijos de Dios" apareció como 2-II-1952: en realidad es el 2-III-1952 (dos de marzo de 1952). 2. Tenedlo así en cuenta en las futuras ediciones que puedan hacerse". Algún tiempo después, el 30-IX-1972, fue enviada otra comunicación a todas las Regiones, en la que se insiste en la corrección indicada y se señala otra errata de fecha que debe ser corregida: la de la homilía El Corazón de Cristo, paz de los cristianos, de la que nos ocuparemos en su momento.
7 Eran éstos: Ladillos en el original: 1. Arriesgada seguridad del cristiano / 2. El tiempo oportuno / 3. Las tentaciones de Cristo / 4. Filiación divina. Ladillos añadidos en “Telva": (1. Arriesgada seguridad del cristiano) / Si dijeses basta estás perdido / (2. El tiempo oportuno) / Te he llamado a ti / Nosotros, amadores de Dios / (3. Las tentaciones de Cristo) / A Él sólo servirás / Nuestros grandes amigos / (4. Filiación divina) / La casa del Padre / Un hombre nuevo / La alegría de la Resurrección.
8 Las páginas con las correcciones han sido separadas del ejemplar y están unidas con una grapa; en la primera página, escrito a mano y en tinta azul, se lee: “1-IV-1969" y “ejemplar corregido por el Padre" (cfr. AGP, serie A.3, leg. 100, carp. 2, exp. 1). Señalaremos las correcciones en el lugar correspondiente del texto anotado.
9 Cfr. com/cr/25-V-69 (en ibid.).
10 Cfr. com/cg/11-VI-69 (en ibid.). En la minuta de preparación de ese texto dejó escrita, en rojo, san Josemaría la fecha en que la leyó y aprobó: “10-6-69".
11 Cfr. com/cr/13-VIII-69 (en ibid.).
12 La respuesta de Roma tardó en llegar, pues en diciembre se volvió a preguntar desde España si se podía publicar la homilía (cfr. com/cr/1-XII-1969). La respuesta definitiva, con las galeradas corregidas, fue enviada con la com/cg/11-XII-1969 (en ibid.).
13 Sobre un ejemplar de ese Folleto (en su 2ª edición), que se conserva (cfr. ibid.), añadió san Josemaría otras correcciones que señalaremos. Dejamos constancia, por último, de otra particularidad importante. En la copia mecanografiada que se conserva en AGP (de la que procedía el texto publicado por “Telva", y reproducido en “Noray") fueron posteriormente introducidas, en parte a mano y en parte a máquina, esas correcciones indicadas por el autor sobre el texto ya editado y aparecido en los mencionados ejemplares de “Telva", “Noray" y Folletos “Mundo Cristiano". Con eso ha quedado alterada la copia original, lo que podría suscitar dificultades. Es fácil, sin embargo, advertir las correcciones introducidas. No consta cuándo se introdujeron; es probable que fuera en el momento en que se iba a publicar el libro.
14 Cfr. Mt 5-7, discurso de la montaña.
15 Cfr. Lc 15, 11-32, parábola del hijo pródigo.
16 Cfr. Mt 10, 38; Mc 8, 35; Lc 9, 23.
17 Cfr. 1Tm 6, 12; 2Tm 4, 7.
18 Es Cristo que pasa, 57a.
19 Ibid., 66c.
20 Ibid., 58i.
21 La memoria del don de la filiación divina –y su correspondiente noción– está siempre presente en el pensamiento del autor, pues no en vano la denomina: “el fundamento del espíritu del Opus Dei" (ibid., 64b).
22 Ibid., 65b.
23 Ibid., 65e.