En la fiesta del Corpus Christi

Texto
Nota histórica
Líneas teológico-espirituales de fondo
a) El Pan de vida eterna
b) Una vida nueva
c) Tratar a Jesús en la Palabra y en el Pan
d) Fecundidad de la Eucaristía
e) El pan y la siega: comunión con todos los hombres
f) El optimismo cristiano
Notas

Homilía en la fiesta del Corpus Christi
Lugar en el libro: 15ª
Datación: 28-V-1964
Primera edición: XII-1972
Orden de edición: 18ª

Nota histórica

El día 13 de diciembre de 1972 fue remitido a la Comisión Regional de España una comunicación del Consejo General en la que se decía:

“1. Mandamos la última homilía –sobre el Corpus Christi–, para incluirla en el 1er volumen.

2. Puede publicarse antes como folleto"1.

El n. 1 de la comunicación contenía, como se ve, dos afirmaciones interesantes para nuestro estudio: a) se daba por finalizada, con el nuevo texto, la preparación del anunciado libro de homilías sobre festividades y tiempos litúrgicos; y, b) era denominado: “el primer volumen", dejando así la puerta abierta a que en el futuro se editaran otros volúmenes de homilías (como de hecho sucedería, años después, con el libro Amigos de Dios).

Una comunicación idéntica a la anterior, aunque con fecha algo posterior, fue enviada también desde Roma en aquellos días a cinco Regiones –Alemania, Portugal, Italia, Irlanda y Francia–, de cara a la preparación de las traducciones2.

¿Cuándo elaboró el autor el texto de esta última homilía? Puede suponerse una datación aproximada partiendo de dos límites temporales, uno superior y otro inferior, ya establecidos. El superior lo determina la fecha de 25 de septiembre de 1972, en la que son remitidos a España desde Roma, para ser editados, los textos de Cristo Rey y de La lucha interior3. El límite inferior está situado, lógicamente, en la fecha de la ya mencionada comunicación del 13 de diciembre de 1972, con la que se envía a España el texto que estudiamos. Puesto que entre esas dos fechas no hubo otros envíos, cabe sostener que la redacción debió realizarse entre finales de septiembre y comienzos de diciembre de aquel año.

Otro dato útil para fijar con mayor precisión el periodo de la redacción, está relacionado con las fechas de un viaje pastoral por la península ibérica, que san Josemaría realizó durante los meses de octubre y noviembre de 1972. Su inicio tuvo lugar el 4 de octubre, en Pamplona, y su final el 30 de noviembre, en Barcelona, día en que también retornó a Roma4. Durante esos dos meses de catequesis –con jornadas muy intensas y constantes desplazamientos– no es posible que el autor pudiera trabajar en la redacción de la homilía. Sólo quedan, pues, disponibles las dos semanas primeras de diciembre de 1972 para elaborar la redacción final (pues nada impide suponer que antes hubiera trabajado en las redacciones previas).

La homilía fue datada a 28 de mayo de 1964, festividad del Corpus Christi. Consta que, en esa fecha, san Josemaría pronunció en Roma una homilía, durante una Exposición solemne del Santísimo Sacramento. De su contenido sólo se conservan los recuerdos recogidos en las anotaciones de ese día en los diarios del Colegio Romano de la Santa Cruz y del Consejo General.

En el primero fueron escritas estas palabras:

Día 28– Fiesta del Corpus Christi. (...) A las 12 y cuarto el Padre nos dio la Bendición con el Santísimo y nos dirigió unas palabras. Nos habló de nuestra vocación divina de apostolado con todos los hombres como uno más entre ellos. Nos decía que el Señor pide seamos eficaces, y en Casa debemos querernos y ser humildes.

»Añadía que la única medicina es n/ Señor que tenemos en el corazón y en cuyos brazos estamos y en los de su Madre. Que no podemos ser cobardes, cuando tenemos a este Señor y andar con pequeñeces que nos quitan la paz. Que amásemos mucho a la Santa Iglesia y al Papa, quien sea, pidiendo al Señor apoyados en su poder y magnanimidad para que actúe como quien es, aunque habitualmente nos basta su providencia ordinaria.

»Nos recordó que somos como granos de trigo regados con la Sangre del Señor, ahora apiñados para ser sembrados por la tierra entera, y con la muerte –que es sólo aparente– germinar y dar fruto: pan para la mesa, Pan para el Altar. Se refirió a n/ vida de trabajo intenso para decirnos que quien trabaja necesita comer y para eso teníamos a Jesús alimento de amor y unión, sostén de n/ fortaleza. (...)"5.

Es indudable que existe una sintonía básica entre la temática de aquella predicación y el contenido del texto que estudiamos. Las referencias a los granos de trigo en la mano del Sembrador divino; a lograr fruto de almas; al alimento eucarístico; a ser almas de Eucaristía, etc., recuerdan la melodía de fondo de la homilía publicada, en la que se establece desde el principio un marco de referencia análogo:

– la obra de la salvación es contemplada como una siembra de doctrina y amor, encomendada a los discípulos de Cristo;

– Jesús es mostrado como sembrador, semilla y fruto de la siembra –“Pan de vida eterna"–, en Quien se funda nuestra fortaleza;

– se exhorta así mismo a los cristianos a una acción apostólica constante en la vida ordinaria, alimentada del trato con Cristo en la Eucaristía;

– y se ilustra la lucha cristiana por la santidad en clave de unión personal con Él, esforzándose por ser –expresión muy querida por san Josemaría– “alma de Eucaristía".

Pero la sintonía entre aquella homilía oral y esta homilía escrita no se reduce a las analogías de sus respectivos marcos de referencia. Es perceptible, además, entre ambas un cierto paralelismo de ideas, como puede verse comparando algunos pasajes (evidentemente sintéticos) de la anotación del Diario del Colegio Romano y el texto de la homilía publicada. He aquí tres ejemplos:

a) En el Diario del Colegio Romano leemos: “Nos habló de nuestra vocación divina de apostolado con todos los hombres como uno más entre ellos". De manera semejante, la homilía escrita hace referencia a “la vida corriente de cada cristiano, hombre entre los hombres" y a que “hemos de disponernos para que se sirva de nosotros y se haga continuo su tránsito entre las criaturas"6.

b) En el Diario del Colegio Romano leemos: “Nos recordó que somos como granos de trigo regados con la Sangre del Señor, ahora apiñados para ser sembrados por la tierra entera, y con la muerte –que es sólo aparente– germinar y dar fruto: pan para la mesa, Pan para el Altar". De modo parecido, en la homilía escrita se encuentran referencias a la semilla arrojada por el Sembrador divino, por medio de los cristianos7, e incluso literalmente se lee: “Cristo aprieta el trigo en sus manos llagadas, lo empapa con su sangre, lo limpia, lo purifica y lo arroja en el surco, que es el mundo. (...) Si estamos en las manos de Cristo, debemos impregnarnos de su Sangre redentora, dejarnos lanzar a voleo, aceptar nuestra vida tal y como Dios la quiere. Y convencernos de que, para fructificar, la semilla ha de enterrarse y morir"8.

c) En el Diario del Colegio Romano leemos: “Se refirió a nuestra vida de trabajo intenso para decirnos que quien trabaja necesita comer y para eso teníamos a Jesús alimento de amor y unión, sostén de nuestra fortaleza". De forma parecida, en la homilía escrita se hacen referencias a que Cristo “ha decidido permanecer en el Sagrario para alimentarnos, para fortalecernos, para divinizarnos, para dar eficacia a nuestra tarea y a nuestro esfuerzo", “se nos ofrece como sustento, del modo más natural y ordinario", “se esconde en el Santísimo Sacramento del altar, para que nos atrevamos a tratarle, para ser el sustento nuestro, con el fin de que nos hagamos una sola cosa con Él"9.

Estos paralelismos permiten, en nuestra opinión, suponer que los apuntes tomados por los oyentes aquel día del Corpus Christi, además de servir para redactar la breve anotación del Diario, quizás fueron también tenidos en cuenta en la elaboración del primer borrador de la homilía.

De ésta se conserva el original mecanografiado de la penúltima redacción. Sobre éste –por eso decimos que es la penúltima– han sido añadidas cinco nuevas correcciones, que debieron ser introducidas por san Josemaría a mano, probablemente en rojo, y después escritas a máquina y pegadas encima. Se mencionarán en el lugar oportuno del texto anotado.

El texto mecanográfico definitivo fue enviado a España para ser editado. Ocupa doce folios a doble espacio, con treinta y cuatro notas a pie de página, no elaboradas del todo; no se incluye el nombre del autor. Su título es: EN LA FIESTA DEL CORPUS CHRISTI, y entre paréntesis, como subtítulo, se señala: (Homilía pronunciada el 28-V-1964, fiesta del Corpus Christi)10.

La homilía fue editada por vez primera en Madrid, dentro de la Colección “Noray", nº 28, diciembre de 197211. Se publicó también más tarde en la colección de Folletos “Mundo Cristiano", nº 156, febrero de 1973. En el mismo folleto, se incluyó la homilía La Ascensión del Señor a los cielos.

Líneas teológico-espirituales de fondo

Una homilía sobre la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía

En el inicio de esta última homilía, redactada para formar parte de Es Cristo que pasa, incluye san Josemaría unas palabras que dejan entrever –junto a su permanente admiración y gratitud ante el misterio de la Presencia eucarística de Jesús– la motivación que le mueve a escribirla: “Meditamos juntos la profundidad del amor del Señor, que le ha llevado a quedarse oculto bajo las especies sacramentales"12. Ese es el argumento que invita a contemplar al lector: la profundidad del amor de Cristo-Eucaristía. No se hablará aquí de otro tema, aunque se haga con un lenguaje rico de modulaciones teológicas y acentuaciones espirituales.

El amor redentor de Jesucristo, oculto bajo las especies sacramentales, lo llena todo. En la motivación del autor, al entregar el texto a la imprenta, parece resonar el eco de aquellos deseos que san Pablo manifestaba a los Efesios: “Que podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad; y conocer también el amor de Cristo, que supera todo conocimiento, para que os llenéis por completo de toda la plenitud de Dios" (Ef 3, 18-19). Y, puesto que el amor que admiramos en el Jesús Eucarístico es el mismo que le movió a entregarse hasta la muerte para renovar al hombre y a toda la creación, san Josemaría orienta su meditación y la de los lectores hacia la fuerza transformante, renovadora, de la Eucaristía. Y ahí nos incita a permanecer: “Os he hablado de renovar la fe y la esperanza; permaneced firmes, con la seguridad absoluta de que nuestras ilusiones se verán colmadas por las maravillas de Dios. Pero resulta indispensable que nos anclemos, de verdad, en la virtud cristiana de la esperanza"13.

Es la esperanza virtud característica de las “almas de Eucaristía", noción-expresión peculiar del autor, que en esta homilía, además de aparecer literalmente, se halla también presente de modo implícito, como reclamo permanente. Significa unión personal con Cristo e identificación con su amor redentor, y por tanto, como necesaria consecuencia, afán apostólico: deseos de que la novedad imperecedera de esa Presencia real del Señor alcance eficazmente a todos los hombres. Con nervio e impulso fundacional, escribirá san Josemaría una frase en la que podría considerarse válidamente compendiado el mensaje del texto: “Vamos, pues, a pedir al Señor que nos conceda ser almas de Eucaristía, que nuestro trato personal con Él se exprese en alegría, en serenidad, en afán de justicia. Y facilitaremos a los demás la tarea de reconocer a Cristo, contribuiremos a ponerlo en la cumbre de todas las actividades humanas"14.

Mensaje del título e hilo conductor

Si ya desde el comienzo del texto, como hemos escrito, se deja entrever su motivación de fondo, también es posible advertir desde los primeros compases –aunque el lector quizás no pueda caer aún en la cuenta– cuál va a ser su hilo conductor. Viene incoado a través de una citación literal de la parábola del sembrador (Mt 13, 3-8), inmediatamente acompañada de un comentario espiritual en el que el autor muestra con claridad la línea hermenéutica que va a seguir. “La escena es actual. El sembrador divino arroja también ahora su semilla. La obra de la salvación sigue cumpliéndose, y el Señor quiere servirse de nosotros: desea que los cristianos abramos a su amor todos los senderos de la tierra; nos invita a que propaguemos el divino mensaje, con la doctrina y con el ejemplo, hasta los últimos rincones del mundo"15.

Cristo en la Eucaristía, y el cristiano, unido a Él en la participación del misterio de su Cuerpo y de su Sangre, son al mismo tiempo –dirá san Josemaría– el sembrador y la semilla. “Jesús, os decía al comienzo, es el sembrador. Y, por medio de los cristianos, prosigue su siembra divina. Cristo aprieta el trigo en sus manos llagadas, lo empapa con su sangre, lo limpia, lo purifica y lo arroja en el surco, que es el mundo. Echa los granos uno a uno, para que cada cristiano, en su propio ambiente, dé testimonio de la fecundidad de la Muerte y de la Resurrección del Señor"16. El fruto de la siembra, la cosecha, es la unidad de los hombres en Cristo, la comunión con Él. En ese sentido, el fruto –al igual que el sembrador y la semilla– es el propio Cristo-Eucaristía.

La contemplación y adoración del misterio eucarístico en la fiesta del Corpus Christi, conduce, pues, a san Josemaría a recordar que “en la historia, en el tiempo, se edifica el Reino de Dios. El Señor nos ha confiado a todos esa tarea, y ninguno puede sentirse eximido. Al adorar y mirar hoy a Cristo en la Eucaristía, pensemos que aún no ha llegado la hora del descanso, que la jornada continúa"17. El camino de Jesús, al que ha sido llamado el cristiano, ha quedado manifiesto en el misterio sobrenatural del Pan eucarístico. Recorrerlo significa: “ser trigo, morir para nosotros mismos, resurgir llenos de vida y dar fruto abundante: ¡el ciento por uno!"18.

Los diversos apartados en que ha quedado articulado el texto de “En la fiesta del Corpus Christi" manifiestan, como en las homilías anteriores, aspectos distintos y concatenados de una misma verdad revelada, meditada por el autor con intención pastoral. Tal verdad consiste, en este caso, en el misterio de la Presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, pero contemplado no desde una perspectiva, por así decir, “estática" –no es el modo de esa presencia lo que aquí interesa meditar–, sino dinámica: es decir, el misterio del Cristo eucarístico, considerado en su permanente actualidad salvífica, en su eficacia redentora perenne, como fuente y meta del dinamismo vital de la Iglesia.

Ofrecemos a continuación, de modo puramente esquemático, algunas de las implicaciones teológicas y espirituales contenidas en la homilía, que serán oportunamente señaladas al anotar el texto:

a) El Pan de vida eterna (n. 151)

– “Nuestro Dios ha decidido permanecer en el Sagrario para alimentarnos, para fortalecernos, para divinizarnos, para dar eficacia a nuestra tarea y a nuestro esfuerzo. Jesús es simultáneamente el sembrador, la semilla y el fruto de la siembra: el Pan de vida eterna" 19.

– “Por amor y para enseñarnos a amar, vino Jesús a la tierra y se quedó entre nosotros en la Eucaristía"20.

b) Una vida nueva (n. 152)

– “Es el momento sencillo y solemne de la institución del Nuevo Testamento. Jesús deroga la antigua economía de la Ley y nos revela que Él mismo será el contenido de nuestra oración y de nuestra vida"21.

– “Esta es la Buena Nueva, porque, de alguna manera y de un modo indescriptible, nos anticipa la eternidad"22.

c) Tratar a Jesús en la Palabra y en el Pan (nn. 153-154)

– “Es toda nuestra fe la que se pone en acto cuando creemos en Jesús, en su presencia real bajo los accidentes del pan y del vino"23.

– “Os diré que para mí el Sagrario ha sido siempre Betania, el lugar tranquilo y apacible donde está Cristo, donde podemos contarle nuestras preocupaciones, nuestros sufrimientos, nuestras ilusiones y nuestras alegrías, con la misma sencillez y naturalidad con que le hablaban aquellos amigos suyos, Marta, María y Lázaro"24.

d) Fecundidad de la Eucaristía (nn. 155-156)

– “La Sagrada Eucaristía introduce en los hijos de Dios la novedad divina, y debemos responder in novitate sensus (Rm 12, 2), con una renovación de todo nuestro sentir y de todo nuestro obrar"25.

– “La procesión del Corpus hace presente a Cristo por los pueblos y las ciudades del mundo. Pero esa presencia, repito, no debe ser cosa de un día, ruido que se escucha y se olvida. Ese pasar de Jesús nos trae a la memoria que debemos descubrirlo también en nuestro quehacer ordinario"26.

e) El pan y la siega: comunión con todos los hombres (nn. 157-158)

– “No perdamos nunca de vista que no hay fruto, si antes no hay siembra: es preciso –por tanto– esparcir generosamente la Palabra de Dios, hacer que los hombres conozcan a Cristo y que, conociéndole, tengan hambre de Él"27.

– “En la historia, en el tiempo, se edifica el Reino de Dios. El Señor nos ha confiado a todos esa tarea, y ninguno puede sentirse eximido. Al adorar y mirar hoy a Cristo en la Eucaristía, pensemos que aún no ha llegado la hora del descanso, que la jornada continúa"28.

f) El optimismo cristiano (nn. 159-161)

– “La doctrina, el mensaje que hemos de propagar, tiene una fecundidad propia e infinita, que no es nuestra, sino de Cristo. Es Dios mismo quien está empeñado en realizar la obra salvadora, en redimir el mundo"29.

– “Reconozcamos nuestras enfermedades, pero confesemos el poder de Dios. El optimismo, la alegría, el convencimiento firme de que el Señor quiere servirse de nosotros, han de informar la vida cristiana"30.

Notas

1 Cfr. com/cg/13-XII-1972 (en AGP, serie A.3, leg. 100, carp. 4, exp. 5). Es también interesante, a efectos históricos, conocer el texto de la minuta o borrador previo de dicho escrito, que también se conserva. En el n. 1 de dicho borrador, en efecto, se pueden leer unas palabras algo distintas: “1. Mandamos otra homilía –sobre el Corpus Christi–, para incluirla en el libro". En el escrito definitivo, en cambio, varía la redacción pues se han introducido dos modificaciones significativas: a) donde la minuta decía: “otra homilía", el escrito anunciará que es: “la última homilía"; b) donde la minuta decía: “el libro", el escrito dirá: “el 1er volumen". Puede afirmarse que ambos cambios, escritos a mano sobre el texto de la minuta (mecanografiada), fueron introducidos por D. Javier Echevarría, pues la letra es suya. No hay duda de que se trataba de una indicación precisa de san Josemaría, pues D. Javier era su más inmediato colaborador en estos trabajos. Así, pues, aunque el autor, en aquella minuta, no haya escrito nada de su propia mano, es claro que procedían de él ambas decisiones.
2 Cfr. com/cg/18-XII-72 (en ibidem).
3 Cfr. com/cg/25-IX-1972 (en AGP, serie A.3, leg. 100, carp. 4, exp. 12). Esos textos habían aparecido ya en “Suplemento".
4 Puede verse un relato de ese viaje, y la confirmación de fechas, en Vázquez de Prada, III, pp. 395.403.
5 Cfr. AGP, serie M.2.2, leg. 429, cuaderno 2, anotación del 28 de mayo. Por su parte, en el Diario del Consejo General se lee: “Día 28, jueves. Corpus Christi. Por la mañana, a las doce y media, el Padre oficia en la bendición solemne en Santa María. Con el Santísimo expuesto, nos habla durante unos minutos, recordándonos el amor de Jesús al instituir la Eucaristía y la necesidad de ser almas eucarísticas para poder ser fieles" (cfr. AGP, serie M.2.2, leg. 430, cuaderno 12). Además de esta homilía, que es la que reviste más interés para nosotros por su argumento eucarístico, san Josemaría había predicado también aquel día, a primera hora de la mañana, una meditación sobre un argumento diverso, de la que se conservan los apuntes tomados por los oyentes. [A ésta se refirió el Prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría, en su Carta pastoral de marzo de 2009, citando la frase que transcribimos (de la que puede deducirse la cuestión de fondo): “Predicaba nuestro Padre en 1964: para defender a la Iglesia, para hacer bien a las almas, para corredimir con Cristo, para ser buenos hijos del Papa, no tengo otra receta que ésta: santidad. Vosotros me diréis que es difícil. Sí, pero –al mismo tiempo– es fácil: está al alcance de la mano. Todas las almas redimidas por Jesucristo tenemos, con la receta, la medicina: basta que queramos" (San Josemaría, Apuntes tomados de una meditación, 28-V-1964)].
6 Es Cristo que pasa, 156a.
7 Cfr., por ejemplo, Ibid., 150b.
8 Ibid., 157a-c.
9 Ibid., 151a y 153a.
10 Se encuentra archivado en AGP, serie A.3, leg. 101, carp. 3.
11 Una ulterior corrección al texto ya publicado –cfr. Es Cristo que pasa, 150a–, consistió en añadir el texto del versículo 7 del pasaje de Mt 13, 3-8 (citado todo él literalmente en el original). No había sido señalada por san Josemaría, pero fue advertida por un lector en España (cfr. com/cr/20-VII-73; en AGP, serie A.3, leg. 100, carp. 4, exp. 5). Se envió una comunicación (cfr. com/cg/de 31-VII-73; en ibid.) a todas las Regiones, y se introdujo la corrección al editar Es Cristo que pasa.
12 Es Cristo que pasa, 150a.
13 Ibid., 159a.
14 Ibid., 156d.
15 Ibid., 150b.
16 Ibid., 157a.
17 Ibid., 158b.
18 Ibid., 158c.
19 Ibid., 151a.
20 Ibid., 151d.
21 Ibid., 152a.
22 Ibid., 152d.
23 Ibid., 153d.
24 Ibid., 154c.
25 Ibid., 155b.
26 Ibid., 156c.
27 Ibid., 157c.
28 Ibid., 158b.
29 Ibid., 159d.
30 Ibid., 160g.