En diálogo con el Señor

Contexto e historia
Fuentes y material previo
Contenido
Texto: Un día para recomenzar
Comentarios
Notas


Contexto e historia

San Josemaría pronunció estas palabras en el oratorio de Pentecostés, en Villa Tevere, para los que vivían en el centro del Consejo General del Opus Dei. El diario de ese centro dice solamente que fue la primera meditación del retiro mensual de diciembre 1. Era el primer Domingo de Adviento y el fundador fue comentando las lecturas y el propio de la Misa de ese día.
El texto fue incluido en la reedición del primer tomo de Meditaciones, realizada en 1973 2. Cuando se preparó EdcS pasó inadvertida, a pesar de haber sido revisada enteramente por san Josemaría 3.

Fuentes y material previo

Med 1964, I, 11-18; Med 1987, 1, 13-19. En el expediente de AGP, serie A.4, m611203 se conservan dos transcripciones mecanografiadas, que no están identificadas con letras mayúsculas a lápiz, como casi siempre ocurre, sino con números y anotaciones de significado desconocido, tal vez referencias a las colecciones en las que se encontraban reunidas. Una de ellas (con una copia idéntica) tiene un número 1, mientras que en otra distinta aparece el 147. Hay también una breve cita de la meditación, en un papel distinto.

Contenido

San Josemaría predica tomando pie de la liturgia del día. Va pasando de un tema a otro, a medida que los textos que tiene delante le van sugiriendo distintas ideas. Lo que busca es hacer oración e impulsar a que sus oyentes conversen con Dios, para sacar propósitos de mejora. Por eso, en ocasiones como esta, no siente la necesidad de desarrollar un tema concreto, como ocurre cuando se propone predicar sobre una virtud o una cuestión determinada. Se limita a profundizar en un texto bíblico o litúrgico, dejando que el Espíritu Santo sugiera los derroteros por los que debe fluir la oración. Y vuelve a recurrir a la lectura cuando parece agotarse el tema. Es una manifestación más de esa “oración litúrgica” de la que habla en Camino 4.
El comienzo del Adviento le brinda la ocasión de comentar una idea muy suya: la de “recomenzar”. En el camino de la santidad es necesario levantarse siempre, después de cada tropiezo, para volver a Dios. Ese recomenzar, que para nuestro Autor debe ser algo continuo, consiste en renovar el Amor y la confianza en Dios en cada momento y especialmente cuando se percibe algo que hemos hecho mal: «Cada vez que hago un acto de contrición recomienzo» 5.
La confianza en Dios lo preside todo: al afrontar las incomprensiones, al medirse con las propias miserias y pecados, al conocer «el barro de que estamos hechos» 6, es decir la pobreza de nuestra condición. La humildad, enseña, refuerza la seguridad de que la fortaleza viene de Dios y su perdón no se acaba. Todo esto mueve a la contrición, que para el Autor tiene un contenido muy positivo: es otro modo de amar a Dios. El recuerdo de los fracasos no desanima, sino que renueva el ímpetu para perseverar en el camino de la santidad, sin conformarse con la medianía, sin renunciar a ser apóstoles de Jesucristo en medio del mundo, «con luz de Dios, con sal de Dios» 7.

Un día para recomenzar

1a Después de esta oración preparatoria, que es un acto de fe, que es un acto de amor de Dios, un acto de arrepentimiento, un acto de esperanza -“creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes; te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados”-, que es una acción de gracias, que es un acto de devoción a la Madre de Dios... Después de esta oración preparatoria, que ya es oración mental, nos vamos a meter, como todas las mañanas, como todas las tardes, en una consideración para ser mejores.

1b Hijos míos: hoy, que empieza el nuevo año litúrgico con un tiempo lleno de afecto hacia el Redentor, es buen día para que nosotros recomencemos. ¿Recomenzar? Sí, recomenzar. Yo –me imagino que tú también– recomienzo cada día, cada hora, cada vez que hago un acto de contrición recomienzo.

1c «Ad te Domine levavi animam meam: Deus meus, in te confido, non erubescam» 8; a Ti, Señor, levanté mi alma: Dios mío, en Ti confío; no sea yo avergonzado. ¿No es la fortaleza del Opus Dei, esta confianza en el Señor? A lo largo de muchos años, así ha sido nuestra oración, en el momento de la incomprensión, de una incomprensión casi brutal: «Non erubescam!» Pero no somos sólo nosotros los incomprendidos. La incomprensión la padecen todas las personas, físicas y morales. No hay nadie en el mundo que, con razón o sin ella, no diga que es un incomprendido: incomprendido por el pariente, por el amigo, por el vecino, por el colega... Pero si va con rectitud de intención, dirá enseguida: «Ad te levavi animam meam». Y continuará con el salmista: «Etenim universi, qui te exspectant, non confundentur» 9, porque todos los que esperan en Ti, no quedarán confundidos.

1d «In te confido»... Ya no se trata de incomprensión, sino de personas que odian, de la mala intención de algunos. Hace años no me lo creía, ahora sí: «Neque irrideant me inimici mei»10. Hijo mío, hijo de mi alma, dale gracias al Señor porque ha puesto en la boca del salmista estas palabras, que nos llenan de la fortaleza mejor fundada. Y piensa en las veces que te has sentido turbado, que has perdido la tranquilidad, porque no has sabido acudir a este Señor –Deus tuus, Dios tuyo– y confiar en El: no se burlarán de ti esas gentes.

1e Luego, ahí, en esa lucha interna del alma, y en aquella otra por la gloria de Dios, por llevar a cabo apostolados eficaces en servicio de Dios y de las almas, de la Iglesia. En esas luchas, ¡fe, confianza! “Pero, Padre –me dirás–, ¿y mis pecados?” Y te contestaré: ¿y los míos? «Ne respicias peccata nostra, sed fidem»11. Y recordaremos otras palabras de la Escritura: «Quia tu es, Deus, fortitudo mea»12 : ya no tengo miedo porque Tú, Señor, miras mi fe, más que mis miserias, y eres mi fortaleza; porque estos hijos míos –yo os presento a Dios, a todos vosotros– son también la fortaleza mía. Fuertes, decididos, seguros, serenos, ¡victoriosos!

1f Pero humildes, humildes. Porque conocemos muy bien el barro de que estamos hechos, y percibimos al menos un poquito de nuestra soberbia, y un poquito de nuestra sensualidad... Y no lo sabemos todo. ¡Que descubramos lo que estorba a nuestra fe, a nuestra esperanza y a nuestro amor! Y tendremos serenidad. Barruntaremos, en una palabra, que somos más hijos de Dios, y seremos capaces de tirar para adelante en este nuevo año. Nos sentiremos hijos del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo.

1g Ciertamente a nosotros el Señor nos ha enseñado el camino del Cielo, y de igual manera que dio al Profeta aquel pan cocido debajo de las cenizas, así nos lo ha dado a nosotros, para seguir adelante en el camino. Camino que puede ser del hombre santo, o del hombre tibio, o –no lo quiero pensar– del hombre malo. « Vias tuas, Domine, demonstra mihi; et semitas tuas edoce me»13: muéstrame, Señor, tus caminos y enséñame tus sendas. El Señor nos ha enseñado el camino de la santidad. ¿Quieres pensar un poco en todo esto?

2a «Excita, quasumus, Domine, potentiam tuam, et veni»13. Señor, demuestra tu poder y ven. ¡Cómo conoce el paño la Iglesia, la liturgia, que es la oración de la Iglesia! Fíjate si conoce tu deseo y el mío, el modo de ser tuyo y el modo de ser mío...: excita, Domine, potentiam tuam et veni. La potencia de Dios viene a nosotros. Es el Deus absconditus que pasa, pero que no pasa inútilmente.

2b Ven, Jesús, «para que con tu protección merezcamos ser libres en los peligros que nos amenazan por nuestros pecados, y ser salvos con tu gracia»14. Da gracias al Señor, protector y liberador nuestro. No pienses ahora si tus faltas son grandes o pequeñas: piensa en el perdón, que es siempre grandísimo. Piensa que la culpa podía haber sido enorme y da gracias, porque Dios ha tenido –y tiene– esta disposición de perdonar.

2c Hijo, este comienzo del Adviento es una hora propicia para hacer un acto de amor: para decir creo, para decir espero, para decir amo, para dirigirse a la Madre del Señor –Madre, Hija, Esposa de Dios, Madre nuestra– y pedirle que nos obtenga de la Trinidad Beatísima más gracias: la gracia de la esperanza, del amor, de la contrición. Para que cuando a veces en la vida parece que sopla un viento fuerte, seco, capaz de agostar esas flores del alma, no agoste las nuestras.

2d Y aprende a alabar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Aprende a tener una devoción particular a la Santísima Trinidad: creo en Dios Padre, creo en Dios Hijo, creo en Dios Espíritu Santo: creo en la Trinidad Beatísima. Espero en Dios Padre, espero en Dios Hijo, espero en Dios Espíritu Santo: espero en la Trinidad Beatísima. Amo a Dios Padre, amo a Dios Hijo, amo a Dios Espíritu Santo: amo a la Trinidad Beatísima. Esta devoción hace falta como un ejercicio sobrenatural, que se traduce en estos movimientos del corazón, aunque no siempre se traduzca en palabras.

3a Sabemos muy bien lo que nos dice hoy San Pablo: «Fratres: scientes quia hora est iam nos de somno surgere»15. ¡Ya es hora de trabajar! De trabajar por dentro, en la edificación de nuestra alma; por fuera, en la edificación del Reino de Dios. Y otra vez viene a nuestros labios la contrición: Señor, te pido perdón por mi vida mala, por mi vida tibia; te pido perdón por mi trabajo mal hecho; te pido perdón porque no te he sabido amar, y por eso no he sabido estar pendiente de Ti. Una mirada despectiva de un hijo a su madre, le causa un dolor inmenso; si es a una persona extraña, no importa demasiado. Yo soy tu hijo: mea culpa, mea culpa!...

3b «Sabed que ya es hora de despertar del sueño...». ¿Con qué sentido sobrenatural se ven las cosas? Ese sentido que no se nota por fuera, pero que se manifiesta en las acciones, incluso a veces por la mirada. Eres tú quien debe mirar muy dentro. ¿No es verdad que un poco de sueño ha habido en tu vida? ¿Un poco de facilonería?. Piensa cómo nos facilitamos el cumplir sin demasiado amor. ¡Cumplir!

3c «Nox praecessit, dies autem appropinquavit: abiiciamus ergo opera tenebrarum, et induamur arma lucis»16; desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos de las armas de la luz. ¡Tiene mucha fuerza el Apóstol! «Sicut in die honeste ambulemus»17. Hemos de andar por la vida como apóstoles, con luz de Dios, con sal de Dios. Con naturalidad, pero con tal vida interior, con tal espíritu del Opus Dei, que alumbremos, que evitemos la corrupción que hay alrededor, que llevemos como fruto la serenidad y la alegría. Y en medio de las lágrimas –porque a veces se llora, pero no importa–, la alegría y la paz, el gaudium cum pace.

3d Sal, fuego, luz; por las almas, por la tuya y por la mía. Un acto de amor, de contrición. Mea culpa... Yo pude, yo debía haber sido instrumento... Te doy gracias, Dios mío, porque, a pesar de todo, me has dado una gran fe, y la gracia de la vocación, y la gracia de la perseverancia. Por eso en la Santa Misa nos hace decir la Iglesia: «Dominas dabit benignitatem, et térra nostra dabit fructum suum»12. Esa bendición de Dios es el origen de todo buen fruto, de aquel clima necesario para que en nuestra vida podamos hacernos santos y cultivar santos, hijos suyos.

3e «Dominas dabit benignitatem...». Fruto espera el Señor nuestro. Si no lo damos, se lo quitamos. Pero no un fruto raquítico, desmedrado, porque no hayamos sabido darnos. El Señor da el agua, la lluvia, el sol, esa tierra... Pero espera la siembra, el trasplante, la podadura; espera que reservemos los frutos con amor, evitando si es preciso que vengan los pájaros del cielo a comérselos.

3f Vamos a terminar, acudiendo a Nuestra Madre, para que nos ayude a cumplir esos propósitos que hemos hecho.

Comentarios

1a Después de esta oración ... para ser mejores. Med1964, l, 7-8.
Originariamente, este párrafo se publicó en una página que presentaba el conjunto de la colección de Meditaciones. Lo volvemos a colocar en su sitio original, según atestiguan las transcripciones m611203-1 y 147.
«oración preparatoria»: se refiere a la que siempre utilizaba antes de comenzar un rato de oración mental: «Señor mío y Dios mío; creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía Inmaculada, san José, mi Padre y Señor, Ángel de mi guarda, interceded por mí».

1b En la transcripción aparece una mención a los ejercicios espirituales en la Curia Romana: «Yo –me imagino que tú también–, recomienzo cada día, cada hora; cada vez que hago un acto de contrición recomienzo. Ayer terminaron en la Curia Romana los ejercicios. El Papa no ha podido asistir. Y un buen fraile capuchino les ha hablado dos veces por la tarde, para renovar sus almas, para recomenzar», m611203-1.

1c 1Ant. ad Intr. (Ps. XXIV, 1-2). ] 1Ant. ad Intr. (Ps. XXIV, 1) Med1964, l, U.

1g «Profeta»: se trata de Elías. El suceso está narrado en 1R 19, 6-8, durante la huida al monte Horeb. Para el Autor, ese alimento milagroso que permitió a Elías caminar cuarenta días y cuarenta noches hasta llegar al monte de Dios, es figura de la fuerza divina que Dios otorga cuando da una vocación sobrenatural, como la del Opus Dei. Esa gracia es la garantía de la perseverancia y el sustento para no desfallecer en el camino, como lo fue para el profeta, en su largo caminar. Este pasaje se ha considerado tradicionalmente una alusión a la Eucaristía, que para san Josemaría es “centro y raíz” de la vida interior (ver nota a 22.4a).

2a «conoce el paño»: expresión coloquial que según el DRAE (21.a ed.) significa «estar bien enterado del asunto de que se trata»; en este caso, el Autor subraya la hondura de la liturgia, que conoce y llena las necesidades espirituales del cristiano. «Deus absconditus»: «Dios oculto», es una cita de Is 45, 15.

2d «aunque no siempre se traduzca en palabras»-, al acabar este párrafo se lee en la transcripción una mención al Soneto a Cristo crucificado, joya de la poesía mística española del siglo XVI, de autor desconocido: «Y vienen a la memoria recuerdos de otros tiempos, cosas que parecen de beatería pero son de amor, de amor fuerte: “No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido; ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. Muéveme tú, muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido, muéveme el verte tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte...”. Ese anónimo castellano sabía llevar las almas a Dios. “Aunque no hubiera infierno, te temiera... aunque no hubiera cielo, yo te amara...”. Pero pensad en el cielo. Es bueno. Es esperanza», m611203-1.

3a 9Ep. (Rom XIII, 11). ] 9Ep., Rom XIII, 11. Medl964, 1, 16.

3b «facilonería»: vocablo que no existe propiamente en español. Posiblemente se trata de un préstamo del italiano facilonería, que remite a una actitud fruto de la superficialidad o de escasa preparación, en la línea de lo que parece querer decir el Autor.
«cumplir»-, en el vocabulario espiritual de san Josemaría, este verbo tiene a veces un sentido peyorativo, porque indica la actitud de quien se limita a no hacer más que lo estrictamente obligatorio, con poca generosidad y escaso amor a Dios; o a hacer las normas de piedad por formalismo, sin convertirlas en momentos de trato íntimo con Dios (cfr. Surco, 527).

3c «¡Tiene mucha fuerza el Apóstol!»: después de esta frase, las transcripciones contienen un párrafo, que san Josemaría no incluyó en la versión final: «Tú debes seguir la oración por tu cuenta, sin ruido de palabras, especialmente cuando yo callo. Es el momento de los afectos», m611203-1.

3d vocación Medl987, l, 19] devoción Med1964, 1, 17.
La edición de 1987 corrige un lapsus de la de 1964 (y de las transcripciones, aunque en una de ellas ya está corregido a lápiz: m611203-147). Por el contexto parece claro que está refiriéndose a la vocación, no a la devoción.

Notas

A la introducción
1 Diario del centro del Consejo General, 3-XII-1961 (AGP, serie M.2.2, 430-9).
2 La fecha que aparece en el tomo es 1964; sobre los tomos de Meditaciones, ver Introducción general, § I, 4.4.
3 Ver Introducción general, § 1,6.4.
4 «Tu oración debe ser litúrgica. –Ojalá te aficiones a recitar los salmos, y las oraciones del misal, en lugar de oraciones privadas o particulares», Camino, 86. Sobre este aspecto de la oración de san Josemaría ver Camino, ed. crít.-hist., com. al 86.
5 4.1b.
6 4.1f.
7 4.3c.
Al texto
8 Ant. ad Intr. (Sal 24, 1-2).
9 Ibid.
10 Ibid.
11 Ordo Missa.
12 Sal 42, 2.
13 Ant. ad lntr. (Sal 24, 4).
14 Orat
15 Orat.
16 Ibid., 12.
17 Ibid., 13.
18 Ant. ad Comm. Sal 84, 13).