Aguerrido y asaz petulante es el mozo. Sueсa con aventuras y se ha propuesto no cejar en el empeсo. Sabe que tiene buen porte y anda muy pagado de su figura gentil. Tan airosa es su facha que, andando los siglos, se leerб en el himno antiguo del Breviario Toledano: Elegans statura, mente elegantior, —Visu fulgens, corde vibrans,— Et capillis rutilans (Lindo talle, de mejor entendimiento —ojos alegres, corazуn ardiente—, y de cabellos rubios rutilantes). Pero el mozo no conoce aъn la Luz verdadera y sуlo para mientes en sus ansias de gloria.
Se le conoce por varios nombres: Offero, Rйprobo, Relicto y Adуcimo. Por todos ellos responde el joven, muy pagado de su alcurnia y su linaje. Porque es el unigйnito, y primogйnito de un rey cananeo, cuya esposa veнa transcurrir su vida sin descendencia. Su nacimiento le ha costado muchas lбgrimas y muchos rezos.
Relicto —el nombre mбs usual en sus biografнas— ha visto la luz primera en tierra cananea. Acaso en Tiro, acaso en Sidуn. Ambas se disputan la supremacнa de la Tierra de Promisiуn, dada por Dios hace muchos aсos a los hijos de Israel, en premio a los inmensos trabajos que padecieron por espacio de cuatro centurias uncidos a la tiranнa de los faraones.
Ambas ciudades envuelven su cuna en leyendas mitolуgicas, y de ellas habla la Biblia en sus primeros libros. El Gйnesis (Gn 10, 19) designa a Sidуn ya con este nombre, y en el libro de Josuй (Jos 11, 8) Tiro pasa por ser una plaza fuerte.
Ambas asimismo rivalizaron en importancia y lucharon con denuedo para irrogarse la supremacнa del mar, detentada a la postre por Tiro, madre de ciudades, como Hipona y Cartago, en Africa del Norte.
Las dos aportaron la madera incorruptible de los famosos cedros para el Templo que Salomуn levantara a Yahvй, el Dios ъnico. Hiram, rey de Tiro, habнa recibido del mбs sabio de los hijos de los hombres apremiante mensaje: Quiero edificar a Yahvй, mi Dios, una casa como se lo manifestу Yahvй a mi padre David, diciendo: Tu hijo al que pondrй yo en tu lugar sobre tu trono, edificarб una casa a mi nombre. ЎManda, pues, cortar para mн cedros en el Lнbano; mis siervos se unirбn a los tuyos, y yo te darй lo que tъ me pidas, pues bien sabes que no hay entre nosotros quien sepa labrar la madera como los sidonios.
Hiram contestу: He oнdo lo que has mandado a decir. Harй lo que me pides en cuanto a la madera de cedros y cipreses. Mis siervos los bajarбn del Lнbano al mar y yo los harй llegar en balsas, hasta el lugar que tъ me digas. Allн se desatarбn y tъ los tomaras, y cumplirбs mi deseo proveyendo de vнveres mi casa (3 Reg. 5).
Por el paнs de Tiro y de Sidуn pasу Jesъs derramando mercedes. Seсor, hijo de David, ten lбstima de mi: mi hija es cruelmente atormentada del demonio (Mt 15, 22), oyу el Maestro en estas tierras, cuyos habitantes supieron de la majestad omnipotente del Hijo de Dios y merecieron sus palabras de consuelo y esperanza ЎAy de ti, Corozain!, Ўay de ti, Betsaida!, que si en Tiro y en Sidуn se hubiesen hecho los milagros que se han obrado en vosotras, tiempo ha que habrнan hecho penitencia, cubiertas de ceniza y de cilicio. Por tanto, os digo que Tiro y Sidуn serбn menos rigurosamente tratadas en el dнa del juicio que vosotras.
Mas la historia no cuenta para Relicto, quien sуlo piensa en aventuras y en oropeles. їLe empujan acaso los soberbios bajeles que el mozo contempla en el puerto de Tiro o en el de Sidуn, y con los cuales ambas ciudades siguen manteniendo su hegemonнa marнtima, heredada de siglos, por el Mediterrбneo? їO quizб su noble alcurnia, pues se sabe hijo de un rey o virrey, con poder y con sъbditos? Tal vez su noble facha y gigantesca robustez. Era ademбs —escribe uno de sus biуgrafos— de enorme robustez, hercъlea fuerza y de tan apuesta y agradable figura, noble aspecto y disposiciуn en su persona, que atraнa a sн los ojos de cuantos le miraban.
Para su sed de glorias, espoleada por su noble porte, Relicto pone su espada al servicio del rey. Pero un rey poderoso, no el que rige aquellos territorios. El apuesto mozo toma a deshonra servir a un monarca corto de talla y de glorias. їCуmo Relicto, de estatura gentil, de ojos ardientes y de cabellos rubios, valeroso y aguerrido, gigante membrudo, puede rendir su espada invicta ante un insignificante reyezuelo? Pъsose a considerar su elegante estatura, sus extraordinarias fuerzas, su corazуn animoso, su valor tan celebrado, y, hallбndose sirviendo a un rey cananeo, que, a la cuenta, o no era de mucha fama, o tenнa cortas prendas para la corona, se desdeсу de servir como vasallo humilde a quien sуlo le excedнa en la fortuna del cetro. Pues muchas veces concediу la fortuna (en fin, como ciega y loca) las reales insignias a muchos que aun para ser mandados eran indignos. Y si abandonamos el fabuloso nombre de la fortuna, pues los cristianos no reconocemos fortuna fabulosa, sino decretos y permisiones de la divina Providencia, tal vez concediу Su Majestad el cetro a quien era indigno del trono porque no merecнan los pueblos otra cosa que sus culpas, y no es йste el menor testigo de la ira, pues siente mucho el sъbdito el golpe del azote cuando viene por mano del que debe ser en la repъblica, no tirano, sino padre.
No querнa el mozo mandar, sino ser mandado. Ansiaba sуlo servir, pero buscaba rey que fuese digno de ser servido. Soy discreto —pensaba—, robusto, galбn, entendido, valeroso, y їhe de sujetarme a quien considero indigno de mandar? Asн, pues, deja Relicto aquellos lugares donde transcurriera su niсez y se pone en camino a la busca del rey mayor de la tierra. Tropiйzase con Gordiano, emperador de Roma, empeсado a la sazуn en lucha tenaz contra los persas.
Admirуse el monarca de la prуcer estatura del nuevo soldado, enamorуse de su bizarrнa y se aficionу al valor que demostraba.
Llegado hasta el rey, Relicto hablу sin miedo y sin tacha: Yo, oh rey soberano, busco al mayor rey de la tierra, al rey de la mayor fama; no por interйs villano de riquezas y hacienda, sino sуlo por la noble codicia de honra y fama, que mis prendas, mi valor, mi gigantesca estatura, no son para servir a reyes pequeсos, sino para emplearse en servicio del mayor rey del mundo. Yo allб, en Canб, servнa a mi rey; mas me pareciу que a un rey pigmeo no debнa servir un soldado gigante. Sediento de triunfos, busquй al mayor rey de la tierra, y oн decir que a esta hora tъ eras en la tierra el rey mбs famoso. Por eso dejй aquel rey y vengo a servirte a ti; porque ya que mi estrella me conduce a servir como vasallo, sуlo he de servir al que es el mayor rey del mundo.
Pagуse el rey de la libertad de la respuesta, o acaso por la lisonja de oнrle decir que era celebrado en la tierra por el rey mayor; que este pestilente aire de la lisonja suena, mejor que en otros, en los reales oнdos. Facilнsimamente pasa al pecho, que es un cebo muy dulce, y gana tanto la voluntad que pocas veces se le cierran las puertas del corazуn.
Entra Relicto a formar parte de las tropas del rey, y tanto es su valor y tanta su destreza en el combate, que el monarca lo tiene junto a sн en los momentos de peligro.
Y, cuando vuelven las banderas victoriosas, el monarca abre sus salones a la alegrнa del triunfo. Relicto asiste a la fiesta, y contempla con asombro que el rey palidece cuando uno de los juglares exalta el poder de Satбn.
Luego Satбn es mбs poderoso que mi rey —piensa Relicto—. He de ponerme a su servicio.
Relicto no era el primero ni el ъltimo hombre que entre los de su estirpe creyeran en Satбn, el antagonista del hombre, el prнncipe de este mundo; le concebнa como encarnado y real, y como a tal le seguнa.
Sale Relicto al encuentro de Satбn, el rey mбs poderoso de la tierra. Ъnese a su cortejo, presto a desenvainar la espada tan pronto el enemigo haga acto de presencia. Gran algarabнa reina en los ejйrcitos de Satбn. Mas Relicto observa que todos palidecen cuando divisan una cruz en el camino. Satбn ordena un largo rodeo. El soldado se extraсa.
—їNo viste una cruz que estaba en el camino real? —responde malhumorado Satбn a las preguntas del gigante.
—La divisй, como todos los demбs.
—Pues sabe que sуlo por no pasar junto a ella me apartй del camino, aunque conocнa la grave molestia que se le seguнa a mis gentes.
—Pues, їquй mal te hace aquella cruz? їEs mбs que un palo? їEs mбs que un madero? Yo paso junto a ella sin susto —respondiу, desdeсoso, Relicto.
—Esa cruz que has visto es insignia de un capital enemigo mнo, que se llama Cristo. Un hombre que, por malhechor, ha muerto crucificado en esa cruz.
—їQuй Seсor es йse que tanta virtud da desde esa seсal que ella sola llena tu pecho de pavor? Satбn permanecнa callado. No querнa confesar su derrota. Relicto insistнa.
—їNo dices que ya muriу en esa cruz? Pues, їquй te asusta, si ya perdiу la vida? Ante el mutismo de Satбn, Relicto toma una decisiуn tajante.
—Yo voy a buscar a este Cristo, que es, sin duda, mбs poderoso que Satбn.
Con quй suavidad, Ўoh Cristуbal! —exclama fray Tomas Monzуn—, te va llevando hacia sн la gracia. Ya da luz a tus pasos para que sigas la dicha. Y mбs acelerados fueran si este enemigo te hubiera dicho tambiйn que Cristo habнa muerto en esa cruz por ti, por sacarte de su tiranнa y redimirte de la esclavitud de la culpa; pero ya lo vas conociendo, y veremos cуmo diste pasos tan gigantes que desquitaste todo el tiempo perdido, sacando ventaja en la carrera a muchos que lo conocieron con mбs tiempo.
Ya tenemos a Cristуbal soldado de Cristo. El joven licencioso, pagano, que recorre el mundo en busca de la felicidad, pero estб preocupado de hallar la verdad y acallar su conciencia, que le reprende sus extravнos, ha encontrado el verdadero camino, la autйntica dicha.
La leyenda esmaltу con bellas narraciones la vida del gigantesco soldado de Cristo. Resulta complicado y harto difнcil discernir la fantasнa de la verdad. La gran popularidad de San Cristуbal, perpetuada en copiosa iconografнa, desparramada por todo el mundo, contribuyу poderosamente a la exaltaciуn de tales gestas, basadas en hechos reales, pero salpicadas con fuertes dosis de imaginaciуn.
No puede negarse la existencia del mбrtir. Fue —afirma el padre Cascуn— mбs que suficientemente probada por el jesuita Nicolбs Serario en su tratado sobre las letanнas (Litaneutici) (Colonia 1609), y por Molanus en su Historia de las pinturas e imбgenes sagradas (De picturis et imaginibus sacris) (Lovaina 1570).
La corroboran los testimonios de los Bolandos, crнticos eclesiбsticos cuya misiуn es examinar los documentos relacionados con los santos, especialmente de los primeros tiempos, para depurarlos de lo que en ellos haya podido mezclarse de legendario, reduciendo la tradiciуn a los lнmites lуgicos que, como fuente de la historia, pueden admitirse.
La patentizan los martirolуgios y misales antiguos, y el breviario mozбrabe, en los que se alude a la existencia de Cristуbal, mбrtir de Cristo bajo el reinado de Decio, emperador. Y en Licia, San Cristуbal, mбrtir, el cual en el imperio de Decio, deshecho con varillas de hierro y librado, por virtud de Cristo, de la voracidad de las llamas; Finalmente acribillado a saetas y cortada la cabeza, consumу el martirio.
El Martirologio da el 25 de julio como fecha de la muerte de Cristуbal, en cuyo dнa la Iglesia proclama el triunfo del Santo. Por coincidir la efemйrides con la festividad de Santiago, Patrуn de Espaсa, se traslada la conmemoraciуn del martirio de San Cristуbal al 10 del mismo mes, en memoria de un singular prodigio acaecido en Valencia.
Dan fe, por ъltimo, las numerosas reliquias del mбrtir, desperdigadas por Espaсa. Se asegura que en el aсo 258, poco despuйs de su martirio, fueron traнdas a nuestra Patria las reliquias del mбrtir. Un brazo se conserva en Santiago de Compostela, una mandнbula en Astorga, y Toledo y Valencia poseen asimismo otras reliquias venerandas del insigne soldado de Cristo.
ЎCristуbal, soldado de Cristo! Ya sirve a un Seсor, que a nadie teme y de todos es temido. Ha muerto en la cruz, ante la que tiembla Satбn y ante la que se arrodilla humilde un viejo ermitaсo.
—Decidme, hermano, їdуnde he de encontrar a ese Cristo, Rey mбs poderoso que todos los pasados? —pregunta, sumiso, el arrogante soldado al eremita.
—їPara quй querйis hallarlo? —Con бnimo resuelto de servirle.
Regocijуse en extremo el siervo de Dios con la ocasiуn tan buena que se le venнa a las manos, conociendo que el Seсor se la enviaba para que ilustrase aquel ciego entendimiento con las luces de la fe, transformando aquel corazуn bruto en un diamante peregrino que pudiese servir de anillo en la divina mano.
Dйjase Relicto instruir por el ermitaсo, quien va descubriйndole los misterios de la fe verdadera.
—їCуmo he de servir a mi nuevo Seсor? —нnstale Relicto.
—Con la oraciуn y el ayuno.
—No sй rezar.
—Ayuna entonces.
—їNo ves mi corpulenta estatura? He de comer mбs que los otros para mantenerme.
—Sнrvele entonces con tu estatura y tu fuerza. Ayuda a vadear el torrente a los caminantes que lo precisen.
Relicto obedece al ermitaсo. Su cuerpo gigantesco transporta a nado sobre sus hombros a los que no se atreven a vadear el peligroso rнo.
De esta guisa comenzу el nuevo soldado de Cristo a servir a su Seсor. Hasta que un dнa divisу un niсo bien pequeсo en la misma ribera del rнo. Preguntуle quй deseaba y el pequeсo le respondiу que le pasase a la otra orilla. Tomуle Relicto y se lo puso al hombro, teniendo por cosa de juguete el peso.
Dejemos a uno de los biуgrafos narrarnos el milagroso hecho, cuya autenticidad no parece probada, pero que, sin embargo, inspirу la iconografнa del Santo mбs difundida desde el Medievo.
Cristуbal entrу animoso al rнo con su bбculo, como jugueteando con las ondas; pero a pocos lances conociу que aquel alto bajel se iba a pique, arrebatado de la furia de la corriente. Crecнan las aguas, entumecнanse las olas; procuraba cortarlas valiente, haciendo en la arena pie firme; por nada le valнa, porque el pequeсo Niсo que llevaba en sus hombros tanto le abrumaba con el peso que si йl mismo no le diera (aunque йl no lo conocнa) la mano, como a San Pedro, para librarle del naufragio, en ellas hubiera hallado Cristуbal su sepultura. Rendido, como sudando y gimiendo, saliу a la orilla y puso (bien que admirado) al Niсo en la arena, y le dijo al que imaginaba niсo estas palabras: їQuiйn eres, Niсo? En grande peligro me has puesto. Jamбs me vi en riesgo de perder la vida, sino hoy, que te llevй sobre mi espalda. Las colйricas aguas aumentaban su enojo, y Tъ ibas multiplicando el peso. No pesabas tanto al principio. їQuiйn eres, Niсo, que tan en la mano tienes hacerte ligero o pesado? Creo que mбs pesas Tъ que el mundo, pues йste no me acobardara con el peso, aunque me lo echara al hombro.
Entonces Cristуbal oyу la respuesta que le abrirнa de par en par las puertas de la gracia y le seсalarнa el nombre que habrнa de adoptar en el bautismo.
Te llamarбs Cristуforo, porque has llevado a Cristo sobre tus hombros. No te admires, Cristуbal, de que yo te pese mбs que el mundo, aunque me ves tan niсo; porque peso yo mбs que el mundo entero. Yo soy de este mundo que dices, el ъnico Criador; y asн no sуlo al mundo, sino al Criador del mundo, has tenido sobre tus hombros. Bien puedes gloriarte con el peso: Yo soy Cristo: Yo soy ese Seсor que buscas: Ya hallaste lo que deseas, y a quien has servido tanto en estas obras piadosas, y, aunque sobra mi palabra para crйdito de mi verdad, pues sуlo porque yo lo digo tiene su firmeza la fe, ejecutarй un prodigio para que conozcas la grandeza de este Niсo pequeсo. Vuйlvete a tu casa, no tienes ya que temer las olas. Fija en la tierra ese бrido tronco que te sirve de bбculo, que maсana le verбs no sуlo florido, sino coronado de frutos.
Y el prodigio fue. A la maсana siguiente la estaca seca plantada en el suelo se habнa trocado en esbelta palmera cuajada de frutos.
ЎCristуbal, portador de Cristo! De cuatro maneras —observa monseсor Tihamer Toth— llevу el gigantesco soldado a su nuevo Seсor. Sobre sus hombros, cuando el paso del rнo; en los labios, por la confesiуn y predicaciуn de su nombre; en el corazуn, por el amor, y en todo el cuerpo, por el martirio.
Ya estб preparado Cristуbal para recibir el bautismo. Se lo administra el santo patriarca Babilas en la basнlica de Antioquнa. Relicto cambia de nombre al profesar su fe en el Redentor. De aquн en adelante se llamarб Cristуbal, es decir, portador de Cristo.
Mas quien ha llevado una vez a Cristo sobre sus hombros ha de llevarlo siempre con su ejecutoria. De nuevo la tradiciуn aporta una leyenda ejemplar y bellнsima.
Allб en el siglo III de la Iglesia, a un valerosнsimo cristiano, de real estirpe, le abofetea en la plaza pъblica un hombre de vilнsima condiciуn.
El soldado le coge con sus puсos de hierro. Le derriba en el suelo. Desenvaina la espada y la alza para darle el golpe de muerte.
—ЎMбtale, mбtale! —grita el gentнo que le rodea, indignado por la cobarde y desvergonzada acometida del injuriador...
El soldado, como volviendo en sн, levanta los ojos al cielo, suelta a su ofensor, envaina la espada y dice: —Le matarнa si no fuera cristiano.
-ЎMбtale! ЎMбtale! —le grita de nuevo el gentнo.
—їMatarle? Le matarнa si no fuera cristiano....
Aquel valerosнsimo cristiano, de real estirpe, habнa recibido en el bautismo el nombre de Cristуbal.
Mas los dнas de Cristуbal estбn ya contados. Su ardoroso celo en la predicaciуn evangйlica espolea sus ansias. Licia primero, Samos despuйs, oyen su inflamado verbo y presencian la conversiуn de muchos gentiles.
Y otra vez fue el prodigio. En medio de la plaza de Samos se hallaba Cristуbal, a vista de todo el pueblo, arrastrados del prodigio de ver aquel monstruo (por tal le tenнan) tan singular. Hablaba y predicaba; pero ni por seсas le entendнan. Llevбronle a la puerta donde residнan los jueces; mas йstos tampoco alcanzaban los intentos de este hombre, porque ni йl los entendнa ni le entendнan ellos, y asн eran inъtiles todos sus trabajos. No desconfiу Cristуbal en medio de su aflicciуn; y si San Pablo dijo que todo lo podнa en el Seсor que le confortaba, lo mismo le sucediу a Cristуbal, pues, sabiendo que su Dueсo era todopoderoso, y que dio lenguas a sus discнpulos en el Cenбculo para que fuesen entendidos de diecisiete naciones distintas, hablando a cada uno en su particular idioma, conociу que aquн podнa repetir el mismo prodigio, pues el mismo era su fin, que era predicarles la verdadera fe. Y asн, en presencia de los mismos jueces, comenzу a clamar a Dios en oraciуn tan fervorosa y humilde que, al verle todos con las rodillas en el suelo, clavados en el cielo los ojos, puestas las manos en el pecho, y que daba aquellas voces que nadie las entendнa, los mismos jueces le volvieron como a loco las espaldas, dejбndole como a tal por risa y escarnio del pueblo, que todo lo cercaba, o para ver el fin de aquel prodigio, o para entretenerse con el loco.
Aquн fue donde en medio de la plaza plantу su bбculo, y, haciendo breve oraciуn a Dios, se vio convertido en palma por segunda vez, ejecutando Dios aquel milagro por que no tuviesen por loco al que les predicaba a Jesucristo. Mas presto conocieron el fruto de la oraciуn, que ellos, como bбrbaros, imaginaron locura. Porque no bien habнa concluido su oraciуn, cuando la divina gracia le concediу el don de lenguas, y con el nuevo favor comenzу a predicar de Dios las maravillas.
Llegу a oнdos del rey Dagуn el portentoso suceso, del que fuera protagonista uno de los cristianos, a quienes tenнa ordenado por el emperador Decio su persecuciуn y encarcelamiento. Mandу entonces el soberano soldados para que le prendieran, pero no se atrevieron y regresaron a palacio Sin Cristуbal. Enojуse sobremanera el monarca y redoblу la guardia con la orden terminante de que condujesen a prisiуn al alborotador.
Dejуse conducir Cristуbal maniatado, como vulgar facineroso, ante la presencia del reyezuelo, quien, colйrico y enojado, preguntуle: —їDe dуnde eres? їCуmo te llamas? —Soy cananeo. Mi nombre no es ahora el mismo que antes tenнa. Antes me llamaba Rйprobo, y bien decнa mн nombre quiйn yo era, pues tales eran mis obras mientras ciego vivнa, como vosotros, en las tinieblas de la gentilidad, que no sуlo el nombre, sino todo yo era Rйprobo, hijo del demonio, hijo de la perdiciуn. Mas ahora me llamo Cristуbal, porque mн Seсor es Cristo, Hijo de Dios verdadero.
—їQuй nombre es йse? —replicу el tirano, disimulando su enojo—. їEs posible que, siendo tъ bizarro y generoso cananeo, te sujetes a la vil servidumbre de este Cristo? Ese Cristo no es mбs que un hombre, que, por ser engaсoso y malhechor, le quitaron la vida en una cruz. їA quiйn podrб salvar ese hombre si no pudo salvarse a si mismo? Deja, cananeo, ese nombre de cristiano, y no seas encantador, como ellos. Mira que mis palabras no son sуlo amenazas: te aseguro que serбn obras, que apurarй los martirios y te darй mil muertes si no sacrificas luego a nuestros dioses.
—Yo soy cristiano y adoro a Jesucristo —respondiу con valentнa Cristуbal—. A Jesucristo, a quien llevo en mi nombre, llamбndome Cristуbal, gloriбndome de Йl como el apуstol San Pablo, pues le llevo en el nombre, en la boca y en el pecho. Pero tъ te llamas Dagуn, que quiere decir muerte, porque realmente eres muerte del mundo compaсero del demonio; demonios son esos нdolos que adoras, hechuras de manos de hombres.
Montу en cуlera el tirano y escupiуle indignado.
—Bien se conoce que eres bбrbaro cananeo. Bruto eres en el semblante, y de bruto son tus costumbres. Mamaste leche de fieras, y asн de fieras son tus obras. No quiero gastar contigo mis palabras. Te mando que sacrifiques a nuestros dioses. Si lo haces te harй singulares honras, estarбs a mi lado y serбs de los principales de mi reino. Pero si no quieres sacrificar, sabe que infaliblemente has de morir y con los mбs rigurosos martirios.
Vano empeсo del tirano, quien vio sorprendido que ya algunos soldados de su escolta proclamaban en su presencia que eran cristianos. Indignado el reyezuelo, los mandу degollar y recluir a Cristуbal en el calabozo.
De nuevo volviу a su intento Dagуn. No se le ocultaba la extraordinaria importancia de que Cristуbal abjurase de sus creencias y sacrificase a los dioses. Preparу hбbil estratagema. Niceta y Aquilina, dos cortesanas de vida licenciosa, visitarбn a Cristуbal en la prisiуn y con halagos y seducciones le harбn abjurar de su fe.
Mas, al verlas, levantуse con brнo en pie Cristуbal, con un aspecto tan feroz que, al ver la severidad y enojo de su semblante, cayeron en tierra desmayadas las mujeres, creyendo que no tenнa mбs tйrmino su vida que hablar Cristуbal la primera palabra, pues rayos son los que arrojan los santos, que quitan la vida a sus enemigos.
Cayeron ambas en tierra, heridas por la gracia, y confesando sus muchas faltas y proclamando su arrepentimiento, imploraron de Cristуbal el perdуn.
Diуles бnimos el mбrtir para que pъblicamente confesasen a Cristo e increpasen al tirano por su maldad. Llegadas a presencia del rey, echбronle en cara su impiedad y perfidia y burlбronse de los falsos dioses, cuyas estatuas arrojaron al suelo ante el asombro de la corte.
Furioso el soberano, ordenу matar a las dos cortesanas, quienes, invocando el auxilio de Cristуbal y renovando su profesiуn de fe, entregaron sus almas al Creador en medio de crueles tormentos.
Asн fueron las dos coronadas en el mismo dнa, glorificando a Jesucristo con los mismos cuerpos con que antes le ofendieron.
Todo ello no sirviу mбs que para exasperar al rey, quien, fuera de sн, recapacitaba la forma de deshacerse de Cristуbal, a quien no podнa vencer con halagos y vanas promesas.
Estaban ya contados los dнas del invicto soldado de Cristo. Ansiaba Cristуbal seguir presto la suerte de las dos convertidas por su virtud y santidad, y ansiaba tambiйn el tirano desquitarse de la afrenta infligiendo al Santo nuevos y crueles martirios.
Intentу de nuevo apartarle de la fe con el seсuelo de honores y de glorias. Empeсo vano. Lo mismo era persuadirle que adorase sus dioses falsos y que mudase de propуsitos, que enternecer una peсa o ablandar un bronce, por lo que decidiу darle muerte.
Mandу que lo azotasen con varillas de hierro, pero Cristуbal no cesaba de entonar himnos a Dios. Ordenу luego el tirano que le colocasen en la cabeza un casco de hierro al rojo vivo, cuyo tormento soportу el mбrtir con entereza, saliendo indemne de la dura prueba.
Desesperado el rey, dispuso que tendiesen a Cristуbal sobre una gigantesca parrilla, a fin de que fuese quemado a fuego lento. Mas las llamas respetaron el cuerpo del Santo y derritieron, en cambio, la parrilla.
Tanto prodigio exaspera al tirano, quien ve que la entereza de Cristуbal gana adeptos para la religiуn cristiana. Ordenу entonces que atasen el reo a un бrbol y que cuatrocientos soldados disparasen sin cesar con sus arcos flechas hasta que el cuerpo de Cristуbal se rindiese. Mas Dios tenнa dispuesto nuevo prodigio. Porque un dнa entero pasбronse los soldados arrojando flechas sin que ninguna diese en el blanco. Por el contrario, una de ellas clavуse en el ojo del monarca, quien quedу ciego.
La voz de Cristуbal resonу vibrante.
—Mi fin se aproxima. El Seсor prepara ya mi corona; pero no la recibirй hasta maсana por la maсana. Hasta entonces no sanarбs. Cuando la espada separe mi cabeza de mi cuerpo, unge tu ojo con mi sangre, mezclada con el polvo, y al punto quedarбs sano. Entonces reconocerбs quiйn te creу y quiйn te ha curado.
A la maсana siguiente, la espada del verdugo separa la cabeza del cuerpo de Cristуbal y el rey hace lo que el mбrtir le advirtiera. Al punto recobra la visiуn y, volviendo sus ojos a la verdadera fe, ordena a todos sus sъbditos que adoren a Cristo y proscriban los dioses falsos.
Y Gualterio de Espira termina el relato del martirio afirmando que toda la naciуn siria se apresurу a cumplir el mandato del rey, mбs por los milagros de Cristуbal que por la orden del monarca.
Es San Cristуbal uno de los catorce santos auxiliadores de la humanidad por su acendrado amor a los hombres y a quienes los cristianos invocan con especial devociуn en todas sus necesidades espirituales y materiales. Por haber llevado a Cristo sobre sus hombros, defendiendo al tierno Infante de ser arrastrado por las aguas, la cristiandad comenzу desde el Medievo a colocar su efigie en el interior de las catedrales para que su gigantesca figura ahuyentase a los perseguidores de la Iglesia y defendiese al propio tiempo los tesoros religiosos y artнsticos guardados en el templo.
Los himnos litъrgicos proclaman desde muy antiguo la excelsa protecciуn del soldado de Cristo a los caminantes, que no dudan en acogerse a tan excelso patronazgo, y prуdiga es nuestra literatura —desde Gualterio de Espira hasta nuestros mбs modernos poetas, Garcнa Lorca y Antonio Machado, pasando por Cervantes— en inspirados cбnticos al Patrono de los caminantes. No menos se hizo popular su efigie —siempre colosal y gigantesca, tomando por tema la tierna leyenda del transporte del Niсo a travйs del torrente— que decora muchнsimas catedrales y vigila los pasos de los automovilistas. Porque los que van sobre ruedas escogieron por Patrono a San Cristуbal, y cada dнa cobra mayor auge y esplendor la fiesta litъrgica y son cada vez mas numerosos los que acuden con sus coches a recibir la bendiciуn del Santo, prenda segura de buenos augurios.
Como muestra de la tierna devociуn de los caminantes a San Cristуbal recogemos la oraciуn del automovilista, que a diario rezan muchos de los que han de sostener el volante entre sus manos: Dame, Dios mнo, mano firme y mirada vigilante, para que a mi paso no cause daсo a nadie. A Ti, Seсor, que das la vida y la conservas, suplico humildemente guardes hoy la mнa en todo instante. Libra, Seсor, a quienes me acompaсan de todo mal: choque, enfermedad, incendio o accidente. Ensйсame a hacer uso tambiйn de mi coche para remedio de las necesidades ajenas. Haz, en fin, Seсor, que no me arrastre el vйrtigo de la velocidad, y que, admirando la hermosura de este mundo, logre seguir y terminar mi camino con toda felicidad. Te lo pido, Seсor, por los mйritos e intercesiуn de San Cristуbal, nuestro Patrono. Amйn.
La efigie del coloso soldado de Cristo, colocada en el automуvil o en el camiуn, habrб salvado mбs de una vez de peligro cierto a quienes le invocan con devociуn y fe.
ANTONIO ORTIZ MUСOZ.
Lo mismo que la época es su persona. No se sabe nada y se conoce mucho de su historia; no tenemos más datos que los bellísimamente relatados ya tardíamente por Gualterio de Espira en su historia novelada sobre Cristóbal, tan llena de prodigios maravillosos para resaltar la grandeza de Dios en sus santos, la eficacia de las buenas obras y la malicia del rabioso Enemigo ya vencido que fácilmente se descubre el género literario útil para la parénesis.
Es suficiente una vuelta por las grandes iglesias o catedrales después del medievo para llegar a la familiaridad con el gigantón, pintado en los mayores lienzos, que vadea un río con el Niño Jesús en sus hombros y con cara de pícaro entre cansado y contento.
Y es que eso dice la preciosa novela de Cristóbal. Era un cananeo fuerte, alto, guapo y enérgico; pero tan prendado de sí mismo, arrogante y orgulloso que, como soldado, sólo quiere servir al mejor señor; sí, al rey que sea valiente y no tenga miedo de ningún enemigo; piensa que para servir a quien pueda tener miedo de algo o de alguien siempre hay tiempo. Y con la ilusión de encontrar un Señor según su deseo comienza la andadura por el mundo. Se encontró con Gordiano, emperador de Roma, que era más fuerte que los persas; pero no le sirve porque aprendió de él mismo que temía al Demonio. Busca a Satán que por lo visto es más poderoso que su rey; entre la gran algarabía que hay dentro las huestes del más poderoso de la tierra se encuentra a gusto porque todos le temen; pero ¡desilusión! ha mandado el jefe a su ejército dar un rodeo por evitar una cruz levantada junto al camino; le informan que esa es la señal del capitán enemigo: un tal Cristo que murió en ese palo cruzado. ¿Y cómo se puede temer a un jefe que ya murió ajusticiado? ¡Debo buscar a ese Señor que hace temblar a Luzbel! Anda, corre, busca, pregunta... nadie le da respuesta. Algo cansado y próximo al desánimo lo encontró aquel viejo solitario, seco como una raíz, tostado por el sol y que parecía no haber comido cordero desde hacía años. ¿Que quieres de verdad encontrar a Cristo para servirle? Reza –no sé–, ayuna –necesito comer más que los demás por mi estatura y mis músculos–, pues, si ni lo uno ni lo otro, dedícate con tu estatura y tu fuerza a pasar el río a los caminantes que lo necesiten. Trabajo grato, útil y servicial. Cuando un día, quien pide ayuda al gigantón para pasar es aquel niño de la orilla; trabajo suave y agradable compañía para empezar la jornada. Sólo que al usual intento de caminar pisando el lecho, nota más blando el fondo y en la espalda siente todo el peso del mundo, del mundo entero; y ¿cómo preguntar al frágil niño que probablemente no sabe ni entiende y además, sonríe gozoso? «Has encontrado al Rey que hizo el mundo y mantiene el cosmos; me has servido en las obras piadosas, cuando ayudabas a los pobres a pasar el río». Desde este momento, Cristóbal se bautiza y ya no se llamará Relicto, cambia por Cristóforo.
Y el «portador de Dios» –que eso quiere decir en griego– sigue diciendo la historia –o la leyenda con fábula– que marcha por los mundos llevando en la boca y en el corazón el nombre de Cristo, sirviéndole hasta la muerte, decapitado el 25 de julio, después de haber sido pinchado el gigante por las saetas que le arrojaron cuatrocientos soldados.
¿Te gustó la leyenda del Cristobalón que paseas en tu coche, ése a quien miras, silencioso, pidiendo buen viaje para ti y para todos los que ruedan el asfalto? Tienes derecho a decir «no» a los detalles que son con evidencia producto de la imaginación. Pero la persona del mártir, aunque no fuera un Hércules por «cachas», sí existió. Los antiguos martirologios, pinturas murales, letanías, el breviario mozárabe –que sitúa su muerte por degüello en Liza, en tiempos de Decio–, las reliquias en Santiago, Astorga, Toledo y Valencia lo dicen. Hasta sabemos que la razón del traslado de su fiesta al día diez de este mes se debió a la celebración de Santiago que es el Patrón.
Por cierto, hoy es buen día para bendecir tu coche, bicicleta, moto o camión; también caben –aunque menos frecuentes– el avión y el patín.