Dios prepara el camino para cada hombre. Lo hace con amor: un "amor artesanal", porque lo prepara personalmente para cada uno. Está dispuesto a intervenir cada vez que se deba corregir el camino, propiamente como hacen una mamá y un papá. Es la reflexión que propuso el Papa Francisco el lunes 13 enero.
El Pontífice se inspiró en el episodio del Evangelio de Marcos (Mc 1, 14-20) donde se narra que Jesús, después del arresto de Juan, fue a Galilea, dando la impresión de querer iniciar otra etapa del camino. "Y proclama el Evangelio –destacó el Papa– con las mismas palabras de Juan: el tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca, convertíos. Lo mismo que decía Juan, lo dice Jesús. Juan había preparado el camino a Jesús. Y Jesús lo sigue".
"Preparar el camino, preparar también nuestra vida, es propio de Dios, del amor de Dios por cada uno de nosotros", explicó el Obispo de Roma. "Él –continuó– no nos hace cristianos por generación espontánea. Él prepara nuestro camino, prepara nuestra vida, desde hace tiempo". Y refiriéndose de nuevo a la página evangélica, añadió: "Parece que Simón, Andrés, Santiago y Juan fueron aquí elegidos definitivamente"; pero esto no significa que desde este momento hayan sido también "definitivamente fieles". En realidad, precisamente ellos cometen errores: hacen propuestas "no cristianas al Señor", de hecho, lo niegan. Y Pedro más que los demás. Se asustaron, explicó el Pontífice, y "se marcharon, abandonaron al Señor".
Se trata de una obra de preparación, dijo también el Santo Padre, que Jesús lleva adelante en muchas generaciones. Para confirmar esto, el Pontífice se refirió a Ana, la segunda mujer de Elcaná, citada en la primera lectura de la liturgia (Cfr.1S 1, 1-8). La mujer, "estéril, lloraba" cuando la otra mujer, Feniná, que tenía hijos, se burlaba. Pero en el llanto de Ana estaba la preparación al nacimiento del gran Samuel. "Así, el Señor –puntualizó el Papa– nos prepara desde hace muchas generaciones. Y cuando las cosas no funcionan bien, Él se mezcla en la historia" y las acomoda. En la misma genealogía de Jesús, recordó, hay "pecadores y pecadoras. ¿Cómo obró el Señor? Se mezcló; corrigió el camino; puso orden en las cosas. Pensemos en el gran David, gran pecador y luego gran santo. El Señor sabe. Cuando el Señor nos dice: con amor eterno te he amado, se refiere a esto. Desde hace muchas generaciones el Señor ha pensado "en nosotros"". Y así nos acompaña experimentando nuestros mismos sentimientos cuando nos acercamos al matrimonio, cuando se espera un hijo: en cada momento de nuestra historia "nos espera y nos acompaña".
"Esto –reafirmó el Pontífice– es el amor eterno del Señor. Eterno pero concreto. Un amor incluso artesanal, porque Él va construyendo la historia y va preparando el camino para cada uno de nosotros. Esto es el amor de Dios".
Así, el Papa se dirigió a un grupo de sacerdotes que concelebraron con ocasión de su sexagésimo aniversario de ordenación y dijo: "Pensad en vuestros sesenta años de misa. ¡Cuántas cosas han pasado! ¡Cuántas cosas! El Señor estaba allí preparando el camino también para otros que no conocemos, pero que Él conoce". Él es "el Señor de la preparación, que nos ama desde siempre y nunca nos abandona". Tal vez –admitió– "es un acto de fe no fácil de creerlo, es verdad. Porque nuestro racionalismo nos hace decir: ¿por qué el Señor, con las numerosas personas con las que cuenta, va a pensar en mí?". Sin embargo, Él "me ha preparado el camino, con nuestras mamás, nuestras abuelas, nuestros padres, nuestros abuelos y bisabuelos, con todos: el Señor hace así. Y ésto es su amor: concreto, eterno y también artesanal".
"Recemos –fue la exhortación conclusiva– pidiendo esta gracia de comprender el amor de Dios. Pero no se comprende nunca, ¡eh! Se percibe, se llora, pero comprenderlo no se comprende. También esto nos dice cuán grande es este amor".