«No perder la memoria del primer amor» -es decir «la alegría del primer encuentro con Jesús»- significa alimentar continuamente la esperanza. Y estos «dos parámetros», memoria y esperanza, son el único «marco» en el cual el cristiano puede vivir «la salvación, que es siempre don de Dios», sin caer en la tentación de la «tibieza», propia de quien ha perdido con la memoria también la esperanza y el entusiasmo. Es, por lo tanto, una invitación a no permanecer «a mitad de camino» lo que el Papa Francisco formuló en la misa que celebró el viernes 30 de enero, por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta.
«El Señor es quien salva a los justos»: el versículo del salmo 36 recuerda, destacó el Papa, la verdad de que «la salvación es un don que nos da el Señor»: no se compra ni se puede obtener con el estudio, porque es siempre «un don, un regalo». Pero la auténtica pregunta es esta: «¿Cómo custodiar esta salvación? ¿Cómo hacer para que esta salvación permanezca en nosotros y dé fruto, como explica Jesús, como la semilla o como el granito de mostaza?», dijo el Papa refiriéndose al pasaje del Evangelio de Marcos (Mc 4, 26-34).
Precisamente en el pasaje de la Carta a los Hebreos (Hb 10, 32-39) «que hemos leído y escuchado ahora -destacó- están los criterios para custodiar este don, este regalo de la salvación; para permitir que esta salvación avance y produzca sus frutos en nosotros».
El «primer criterio», explicó el Papa, «es el de la memoria». Se lee, en efecto, en el texto: «Hermanos, recordad aquellos días primeros en los que habéis recibido la luz de Cristo». Son esos «los días del primer amor», como dicen los profetas: es «el día del encuentro con Jesús». Porque, puso de relieve el Papa Francisco, «cuando hemos encontrado a Jesús» -o mejor, precisó, cuando «Él se dejó encontrar por nosotros, porque es Él quien lo hace todo»- «fue una alegría grande, un querer hacer cosas grandes», como explica el mismo autor de la Carta. Por lo tanto, el primer criterio para custodiar el don de la salvación es «no perder la memoria de esos primeros días» caracterizados por «un cierto entusiasmo»: sobre todo «no perder la memoria» del «primer amor».
El autor de la Carta a los Hebreos «continúa» haciendo presente que esa «alegría os ha permitido soportar todo», a tal punto de que «todo parecía poco en los primeros tiempos, y se seguía adelante con entusiasmo». Más adelante «nos exhorta a no renunciar a esa valentía, a esa parresía de los primeros tiempos». Es precisamente el «primer amor» el que «hizo crecer en nosotros esa valentía, ese "¡sigamos adelante!”, ese entusiasmo».
Por eso la invitación consiste en «no abandonar la valentía». Es más: «abandonar» no es tampoco «la palabra justa», hizo notar Francisco, destacando que si «nosotros vamos al texto original» encontramos una expresión muy fuerte: «No renunciéis, no malgastéis, no rechacéis vuestra valentía». Es precisamente «como un rechazo: no renunciar a esta valentía, a la valentía de los primeros tiempos».
«Por ello la memoria es tan importante para recordar la gracia recibida», puso de relieve el Papa. De hecho, «si nosotros dejamos de lado este entusiasmo que viene de la memoria del primer amor, este entusiasmo que viene del primer amor, se hace presente ese peligro tan grande para los cristianos: la tibieza». Y «los cristianos tibios están allí, inmóviles; sí, son cristianos, pero perdieron la memoria del primer amor, perdieron el entusiasmo». Es más, «los cristianos tibios perdieron también la paciencia, ese "tolerar” las cosas de la vida con el espíritu del amor de Jesús; ese "tolerar”, ese "cargar sobre los hombros” las dificultades». He aquí por qué, comentó el obispo de Roma, «los cristianos tibios, pobrecillos, están en grave peligro».
Al respecto, sugirió el Papa Francisco, «hay dos imágenes que me impresionan mucho» y sirven para ponernos en guardia: «Pero si tú eres tibio, ¡atención!». San Pedro, en su segunda carta, usa «la imagen del perro que vuelve a su propio vómito». Y «es fea esta imagen» -reconoció el Papa-, pero representa bien a «un cristiano tibio» que «va más allá del primer amor, como si ese amor jamás hubiese existido».
«La segunda imagen, igualmente fea -advirtió- es la que Jesús dice sobre la persona que quiere seguirlo, y lo sigue, y después expulsa al demonio». Este demonio, que sale del hombre, «va por el desierto» con el propósito de volver «a ese hombre, a esa mujer» de quienes había salido. Y cuando «vuelve, encuentra la casa en orden, limpia, bella». De esta manera «se enfada, va, busca siete demonios peores que él y regresa» para tomar «posesión de esa casa». Al hacer así «no hiere a la persona», porque se trata de «demonios "educados”: llaman incluso a la puerta para entrar, pero entran». Sucede lo mismo a «un cristiano tibio», que «no sabe quién es el que llama a la puerta y la abre», diciendo «¡adelante!». Pero Jesús dice que «el final de esa alma» es incluso «peor que su comienzo».
«Estas dos imágenes de la tibieza del cristiano nos hacen pensar» confesó el Pontífice. Por eso jamás hay que «olvidar el primer amor»; es más, se necesita siempre «traer a la memoria ese primer amor». Por eso, a la pregunta «¿cómo sigo adelante?», la respuesta es: «con la esperanza». Es lo que la Carta a los Hebreos dice a todo cristiano: «Todavía un poco, apenas un poco, y el que debe venir, vendrá y no tardará».
Aquí están entonces «los dos parámetros» a disposición del cristiano: «la memoria y la esperanza». Se trata, al final de cuentas, de «hacer referencia a la memoria para no perder esa experiencia tan hermosa del primer amor que alimenta la esperanza». Muchas veces, evidenció el Papa, «la esperanza es sombría» pero el cristiano «sigue adelante: cree, sigue, porque sabe que la esperanza no defrauda para encontrar a Jesús».
«Estos dos parámetros -prosiguió- son precisamente el marco en el que podemos custodiar esta salvación de los justos que viene del Señor, este regalo que el Señor nos hace». Es necesario «custodiar esta salvación para que el pequeño grano de mostaza crezca y dé su fruto». En cambio, insistió el Papa Francisco, «dan pena, hacen mal al corazón tantos cristianos -¡tantos cristianos!- a mitad de camino, tantos cristianos fracasados en este camino hacia el encuentro con Jesús». Y aun «partiendo del encuentro con Jesús», a mitad del camino «han perdido la memoria del primer amor y no tienen esperanza: están allí...».
El Papa pidió al Señor «la gracia de custodiar el regalo, el don de la salvación»: un don que todo cristiano tiene que custodiar «en este camino que siempre se remite a la memoria y a la esperanza». Pero, concluyó, «sólo Él puede darnos esta gracia: que Él nos envíe el Espíritu Santo para caminar por esta senda».