Para conocer nuestra verdadera identidad no podemos ser «cristianos que están sentados» sino que debemos tener el «valor de ponernos siempre en camino para buscar el rostro del Señor», porque somos «imagen de Dios». En la misa celebrada en Santa Marta, el martes 10 de febrero, el Papa Francisco, comentando la primera lectura de la liturgia -el relato de la creación en el libro del Génesis (Gn 1, 20-2, 4)- reflexionó sobre una pregunta esencial para toda persona: «¿Quién soy yo?».
Nuestro «carné de identidad», dijo el Papa, se encuentra en el hecho de que los hombres fueron creados «a imagen y semejanza de Dios». Pero entonces, añadió, «la pregunta que nos podemos hacer es: ¿Cómo conozco, yo, la imagen de Dios? ¿Cómo llego a saber cómo es Él para saber cómo soy yo? ¿Dónde encuentro la imagen de Dios?». La respuesta se encuentra «no ciertamente en la computadora, en las enciclopedias, tampoco en los libros», porque «no hay un catálogo que contenga la imagen de Dios». Existe sólo un modo «para encontrar la imagen de Dios, que es mi identidad» y consiste en ponerse en camino: «Si no nos ponemos en camino, jamás podremos conocer el rostro de Dios».
Este deseo de conocimiento se encuentra también en el Antiguo testamento. Los salmistas, hizo notar el Papa Francisco, «muchas veces dicen: quiero conocer tu rostro»; y «Moisés también una vez le dijo al Señor». Pero en realidad «no es fácil, porque ponerse en camino significa dejar muchas seguridades, muchas opiniones de cómo es la imagen de Dios, y buscarlo». Significa, en otros términos, «dejar que Dios, la vida nos ponga a prueba», significa «arriesgar», porque «solamente así se puede llegar a conocer el rostro de Dios, la imagen de Dios: poniéndose en camino».
El Papa se remitió de nuevo al Antiguo testamento para recordar que «así hizo el pueblo de Dios, así hicieron los profetas». Por ejemplo «el gran Elías: tras vencer y purificar la fe de Israel, siente la amenaza de la reina y tiene miedo y no sabe qué hacer. Se pone en camino. Y en cierto momento, prefiere morir». Pero Dios «lo llama, le da de comer, de beber y le dice: sigue caminando». Así, Elías «llega al monte y allí encuentra a Dios». Su recorrido fue, por lo tanto, «un largo camino, un camino penoso, un camino difícil», pero nos enseña que «quien no se pone en camino, jamás conocerá la imagen de Dios, jamás encontrará el rostro de Dios». Es una lección para todos nosotros: «los cristianos sentados, los cristianos inmóviles -afirmó el Pontífice- no conocerán el rostro de Dios». Tienen la presunción de decir: «Dios es así, así...», pero en realidad «no lo conocen».
Para caminar, en cambio, «se necesita esa inquietud que Dios mismo puso en nuestro corazón y que te lleva adelante a buscarlo». Lo mismo, explicó el Pontífice, sucedió a «Job que, con su prueba, comenzó a pensar: pero ¿cómo es Dios, que permite que esto me suceda?». Incluso sus amigos «después de un gran silencio durante días, comenzaron a hablar, a discutir con él». Pero todo eso fue inútil: «con estos argumentos, Job no conoció a Dios». En cambio, «cuando él se dejó interpelar por el Señor en la prueba, encontró a Dios». Y precisamente de Job se puede escuchar «esa palabra que nos ayudará mucho en este camino de búsqueda de nuestra identidad: "yo te conocía de oídas, pero ahora mis ojos te han visto”». Es este el núcleo de la cuestión según el Papa Francisco: «El encuentro con Dios» que puede darse «solamente poniéndose en camino».
Cierto, continuó, «Job se puso en camino con una maldición», incluso «tuvo el valor de maldecir la vida y su historia: "maldito el día en que nací...”». En efecto, reflexionó el Papa, «a veces, en el camino de la vida, no encontramos un sentido a las cosas». Esta misma experiencia vivió el profeta Jeremías, quien, «tras ser seducido por el Señor, percibe la maldición: "¿por qué a mí?”». Él quería «quedarse sentado tranquilo» y en cambio, «el Señor quería hacerle ver su rostro».
Esto es válido para cada uno de nosotros: «para conocer nuestra identidad y conocer la imagen de Dios es necesario ponerse en camino», permanecer «inquietos, no quietos». Precisamente esto «es buscar el rostro de Dios».
El Papa Francisco se refirió también al pasaje del Evangelio de san Marcos (Mc 7, 1-13), en el cual «Jesús encuentra gente que tiene miedo de ponerse en camino» y que construye una especie de «caricatura de Dios». Pero eso «es un carné de identidad falso» porque, explicó el Pontífice, «estos no-inquietos han silenciado la inquietud del corazón: dibujan a Dios con los mandamientos» pero haciendo así «se olvidan de Dios» para observar sólo «la tradición de los hombres». Y, «cuando tienen una inseguridad, inventan o crean otro mandamiento». Jesús dice a los escribas y fariseos que se llenan de mandamientos: «Anuláis la Palabra de Dios con la tradición que habéis transmitido, y de cosas como estas hacéis muchas». Esto precisamente «es el falso carné de identidad, el que podemos tener sin ponernos en camino, quietos, sin la inquietud del corazón».
Al respecto el Papa puso en evidencia un detalle «curioso»: el Señor, en efecto, «los alaba pero los reprende en el punto que más duele. Los alaba: "sois en verdad hábiles en rechazar el mandamiento de Dios para observar vuestra tradición”», pero luego «los reprende allí donde está el punto más fuerte de los mandamientos hacia el prójimo». Jesús recuerda, en efecto, que Moisés dijo: «Honra a tu padre y a tu madre, y el que maldiga a su padre o a su madre es reo de muerte». Y prosigue: «vosotros en cambio, decís: si uno le dice al padre o a la madre: los bienes con que podría ayudarte son corbán, es decir, ofrenda sagrada, ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre». Al hacer así «se lavan las manos con el mandamiento más tierno, más fuerte, el único que tiene una promesa de bendición». Y, así, «están tranquilos, están quietos, no se ponen en camino». Esta por consiguiente «es la imagen de Dios que ellos tienen». En realidad su recorrido es un camino «entre comillas»: es decir, «un camino que no camina, un camino quieto. Reniegan de sus padres, pero cumplen las leyes de la tradición que ellos han creado».
Al concluir su reflexión el obispo de Roma volvió a proponer el sentido de los dos textos litúrgicos como «dos carnets de identidad». El primero es «el que todos tenemos, porque el Señor nos hizo así», y es «el que nos dice: ponte en camino y conocerás tu identidad, porque tú eres imagen de Dios, estás hecho a semejanza de Dios. Ponte en camino y busca a Dios». El otro, en cambio, nos asegura: «No, quédate tranquilo: cumple todos estos mandamientos y esto es Dios. Este es el rostro de Dios». De aquí el deseo de que el Señor nos «dé a todos la gracia de la valentía para ponernos siempre en camino, para buscar el rostro del Señor, ese rostro que un día veremos pero que aquí, en la tierra, debemos buscar».