"La vanidad nos aleja de la Cruz de Cristo"

Miércoles, 11 de marzo de 2020

Introducción a la Misa

Seguimos rezando por los enfermos de esta epidemia. Y hoy, de manera especial me gustaría rezar por los prisioneros, por nuestros hermanos y hermanas encarcelados. Están sufriendo y debemos estar cerca de ellos con la oración, para que el Señor les ayude, les consuele en este momento difícil.

Homilía

La primera lectura, un pasaje del profeta Jeremías (Jr 18, 18-20), es realmente una profecía sobre la Pasión del Señor. ¿Qué dicen los enemigos? "Venid, obstaculicémosle cuando habla; no hagamos caso de todas sus palabras" (v.18). "Pongámosle obstáculos". No dice: "Venzámoslo, acabemos con él", no. Hacerle la vida difícil, atormentarlo. Es el sufrimiento del profeta, pero aquí hay una profecía sobre Jesús. Y el mismo Jesús en el Evangelio (Mt 20, 17-28) nos habla de esto: «Mirad que subimos a Jerusalén y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles para que sea escarnecido, azotado y crucificado» (vv. 18-19). No es sólo una sentencia de muerte: hay más. Hay humillación, hay ensañamiento. Y cuando hay ensañamiento en la persecución de un cristiano, de una persona, está el diablo. El demonio tiene dos estilos: la seducción, con las promesas del mundo, como quiso hacer con Jesús en el desierto, seducirlo y con la seducción hacerle cambiar el plan de redención; y si eso no funciona, el ensañamiento. El diablo no usa medios términos. Su soberbia es tan grande que intenta destruir, y destruye disfrutando de la destrucción con saña. Pensemos en las persecuciones de tantos santos, de tantos cristianos: no los matan enseguida, sino que les hacen sufrir y tratan por todos los medios de humillarlos, hasta el final. No hay que confundir una simple persecución social, política, religiosa con el ensañamiento del diablo. El diablo se ensaña para destruir. Pensemos en el Apocalipsis: quiere devorar al hijo de la mujer, que está a punto de nacer (cf.Ap 12, 4).

Los dos ladrones que fueron crucificados con Jesús fueron condenados, crucificados y los dejaron morir en paz. Nadie los insultó: no importaba. El insulto fue sólo para Jesús, contra Jesús. Jesús dice a los apóstoles que será condenado a muerte, pero también que se burlarán de él y será azotado y crucificado… Se burlan de él.

Y el camino para salir del ensañamiento del diablo, de esta destrucción, es el espíritu mundano, lo que la madre pide para sus hijos, los hijos de Zebedeo (cf. Mt 20, 20-21)». Jesús habla de la humillación, que es su propio destino, y allí le piden apariencia, poder. La vanidad, el espíritu mundano es precisamente el camino que el diablo ofrece para alejarse de la Cruz de Cristo. La propia realización, el carrerismo, el éxito mundano: son caminos no cristianos, son caminos para tapar la Cruz de Jesús.

Que el Señor nos dé la gracia de saber discernir cuándo hay un espíritu que quiere destruirnos con ensañamiento, y cuándo el mismo espíritu quiere consolarnos con las apariencias del mundo, con la vanidad. Pero no olvidemos: cuando hay saña, hay odio, la venganza del diablo derrotado. Así es hasta hoy, en la Iglesia. Pensemos en tantos cristianos, en lo cruelmente perseguidos que son. En estos días, los periódicos hablaban de Asia Bibi: nueve años de prisión, sufrimiento. Es el ensañamiento del diablo.

Que el Señor nos dé la gracia de discernir el camino del Señor, que es la Cruz, del camino del mundo, que es la vanidad, la apariencia, el maquillaje.