Parte Segunda. LA INFANCIA

CAPITULO I. EL VERBO EN EL SENO DEL PADRE 1

1 La exposición que hace el autor del prólogo es pobre. Se contenta con el sentido cristológico del mismo, pues sólo habla de la preexistencia del Verbo. Ya el título del capítulo indica el aspecto bajo el cual lo considera: El Verbo en el seno del Padre. Este es un aspecto del Prólogo, pero no el principal en la mente de S. Juan. La idea fundamental es el valor soteriológico. S. Juan menciona la preexistencia del Verbo para presentar a la persona del Salvador. Pero la idea que más ampliamente trata es la obra redentora y salvadora del Verbo ya Encarnado. El Verbo Dios y eterno se ha acercado a los hombres en el tiempo para salvarlos divinizándolos, dándoles el ser hijos de Dios. Esta idea está expuesta en tres círculos concéntricos, al estilo hebreo, y en términos bíblicos como la luz y la vida. Ya desde el principio (Jn 1, 4-5) habla de la acción salvadora del Verbo encarnado, vida y luz de los hombres. En los dos círculos siguientes (Jn 1, 6-13); (Jn 1, 14-18) expondrá esta misma acción salvadora con colores más vivos y ondas más amplias. El prólogo es una contemplación progresiva del rostro salvador de Jesús.
Cada mirada nos da un sentido y una luz más intensa del mismo objeto. La única condición que Dios exige a los hombres es la fe en su Cristo. El mundo, que no cree, queda fuera de la esfera de luz del Verbo encarnado. El cristiano que cree y se entrega a Cristo, entra en la esfera de la divinidad, llega a ser hijo de Dios, a imagen de su Unigénito. Esta filiación es totalmente divina y sobrenatural. Se debe al poder de Dios y a la gracia de Cristo. La palabra que el Verbo trae al mundo es palabra de Dios. Es mensaje de salvación y es fuerza de Dios para obrar la misma salvación. El hombre que recibe esa palabra por la fe pasa de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida. S. Juan en el prólogo nos ha dado su visión de Jesús, Hijo de Dios, y de su obra maravillosa, obra de auténtica vida. La vida eterna.
La bibliografía reciente que más fácilmente puede consultar el lector sobre el prólogo del cuarto Evangelio es: J. BOVER, Jesús, Barcelona, 1916, pp. 61-95. Estudio literario muy acertado. ID., Vida de N. S. J. C., Barcelona, 1956, pp. 26-54. J. LEAL, La unidad del prólogo de S. Juan, según Toledo y Maldonado, ArchTeolGran 4 (1941) 65-118. V. LARRAÑAGA, El Verbo de Dios en S. Juan, Miscelánea Comillas, 1943, pp. 281 ss. T. WILHELM, Logos, RevistBibl 5 (1943) 256-63; J. FACCIO, De Verbo Dei, VerDom 26 (1948) 27-32; E. BER Bunt, Zeugnis für Christus. Eeine Auslegung des Johannes Prolog, Freiburg, 1949. J. GENNARO, Exegetica in Prologum Joannis sec. maximos Ecclesiae doctores antiquitatis christianae, Romae, 1952. R. J. TOURNAY... A. ROBERT, Logos, DB(S) V, 425-97. M. E. BOISMARD, Le prologue de St. Jean, París, 1933, J. BLIGH. The origin and Meaning of Logos in the Prologue of St. John, The Clergy Review 40 (1955) 393-405. SERAFÍN DE AUSEJO, ¿Es un himno a Cristo el prólogo de S. Juan?, EstBibl 16 (1956) 223-77, 381-427. E. MARTÍN NIETO, Introducción al 4 Ev y exegesis del Prólogo, Avila, 1958. S. SCHULZ, Die Komposition des Johannesprologs und die Zusammensetzung des IV Evangeliums, Studia Evangelica, Berlín, 1959, pp. 351-62. J. LEAL, El Evangelio de S. Juan. La Sagrada Escritura. N. T. vol. I, Madrid, 1964.
2 Es decir, al comienzo del mundo creado; por consiguiente, en el momento de la creación. El escritor muestra al Verbo eterno, existiendo en el Padre y con el Padre, cuando ninguna criatura había recibido vida todavía, C. BOSSUET, Elevations sur les mystères, 12.ª sem., 7.ª y 8.ª elev.
3 Denominación de notable belleza y profundidad, que designa a Jesucristo como la palabra interior y sustancial de Dios Padre, como su sabiduría e inteligencia infinitas. No se emplea más que en el cuarto Ev (Jn 1, 1-14) y (Jn 1, 1) , (Ap 19, 13).
4 MGR. BAUNARD, L'apôtre S. Jean, París, 1869, p. 381.
5 In Joannem tract. 36. Cfr. SAN JUAN CRISOSTOMO, Homil. I in Joan., n.° 2.
6 «No retrocedió San Juan ante el realismo de esta expresión», dice, MGR. BAUNARD, op. cit., p. 372, que tan hermosamente describe el profundo anonadamiento del Verbo encarnado.
7 Flp 2, 6-11.