Antología de Textos

ALEGRIA

Una persona alegre obra el bien,
gusta de las cosas buenas y agrada a Dios
En cambio, el triste siempre obra el mal
(PASTOR DE HERMAS, Mand. 10, 1).

1. En cierta ocasión, el Señor se dirigió a sus discípulos y les dijo: Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen (Mt 13, 16). Les llama dichosos, felices, y les da el motivo de su felicidad: no ciertamente porque sean ricos y poderosos, o sean invulnerables al dolor, a la enfermedad y a las dificultades, sino porque sus ojos ven y sus oídos oyen lo que tantos hombres esperaron anteriormente. Son dichosos, exclusivamente, porque están abiertos a la fe, a Cristo. La alegría -escribe Santo Tomás- es el primer efecto del amor y, por tanto, de la entrega (Suma Teológica, 2-2, q. 28, a. 4). Se podría decir que hay tantas clases de alegría como clases de amor: la alegría de quien ama una buena comida es bien distinta de la que goza quien acaba de enamorarse. La alegría de amar a Dios no puede compararse con ninguna otra. El cristiano debe estar siempre alegre porque la esencia de su vida consiste en amar a Dios.

2. La alegría verdadera es la de todos aquellos que se encontraron con Dios en las situaciones y circunstancias más diversas de la vida y supieron ser consecuentes. ¿Por qué no le habéis prendido?, preguntó el jefe de la guardia del templo a aquellos que posiblemente se buscaron un serio contratiempo al desobedecer. Es que jamás hombre alguno -dijeron- habló nunca como este hombre (Jn 7, 46); o la dicha de Pedro en el Tabor: Señor, bueno es quedarse aquí (Mc 9, 5); o el inmenso gozo de los Magos al encontrar de nuevo la estrella que les conducía hasta Jesús Niño (cfr. Mt 2, 10); o la alegría satisfecha del anciano Simeón: Ahora, Señor, ya puedes llevarte a tu sierro de este mundo, porque mis ojos han visto la salvación (Lc 2, 29-30); o el gozo de aquellos dos que caminaban hacia Emaús y llevaban en el alma un profundo desaliento (cfr. Lc 24, 13-35). San Pablo, precisamente en el momento en que relata los padecimientos que está sufriendo por causa de la fe, declara abiertamente: estoy lleno de consuelo y sobreabundo de gozo en medio de todas nuestras tribulaciones (cfr. 2Co 7, 4)... Y entre todas, la alegría de María: Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu está transportado de alegría en Dios, salvador mío (Lc 1, 46-47). En los relatos de la Resurrección se percibe una alegría especial, que llevarán los Apóstoles siempre en su alma, a pesar de las dificultades y persecuciones. Es el cumplimiento de la promesa que les hiciera el Señor en la última Cena: Y Yo os daré una alegría que nadie os podrá quitar (Jn 16, 22).

3. Cada vez que se aparece el Señor a sus discípulos en los días siguientes a la Resurrección, los Evangelistas nos han dejado la misma constancia: los Apóstoles se alegraron viendo al Señor (cfr. Jn 20, 20). Su alegría no depende del estado de ánimo, ni de la salud, ni de ninguna otra causa humana, sino de haber visto al Señor, de haber estado con Él. Lo mismo ocurre en la Anunciación de la Virgen: el Ángel le dice a María: Alégrate, llena de gracia, y enseguida le da el motivo: porque el Señor está contigo (cfr. Lc 2, 28). Es la cercanía de Dios el motivo de aquella alegría profunda, de aquel gozo incomparable. La alegría cristiana es de una naturaleza especial. Es capaz de subsistir en medio de todas las pruebas, incluso en los momentos más oscuros. Puede elevarse siempre sobre la hora presente por difícil que esta pueda ser o parecer. Y deberá ser el estado del alma normal para un cristiano. Con la alegría, el cristiano hace mucho bien a su alrededor, pues esa alegría lleva a Dios. Dar alegría a los demás será frecuentemente una de las mayores muestras de caridad, el tesoro más valioso que puede dar a quienes le rodean. Muchas personas pueden encontrar a Dios en la alegría del cristiano.

Citas de la Sagrada Escritura

1. Son para mí tus palabras el gozo y la alegría de mi corazón. Jr 15, 6
Dichosa la que ha creído que se cumplirá lo que se le ha dicho de parte del Señor. Dijo María: Mi alma engrandece al Señor y exulta de júbilo mi espíritu en Dios, mi Salvador. Lc 1, 46-47
Díjoles el ángel: No temáis, os traigo una buena nueva, una gran alegría, que es para todo el pueblo; pues os ha nacido hoy un Salvador, que es el Mesías Señor, en la ciudad de David. Lc 2, 10-11
Abraham, vuestro padre, se regocijó pensando en ver mi día; lo vio y se alegro. Jn 8, 56
Pero no os alegréis de que los espíritus os estén sometidos; alegraos más bien de que vuestros nombres estén escritos en los cie10s. Lc 10, 20

2. En el cielo será mayor la alegría por un pecador que haga penitencia que por noventa y nueve justos que no necesitan de penitencia. Lc 15, 7
Era preciso hacer fiesta y alegrarse, porque este tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido hallado. Lc 15, 32
De nuevo os veré, y se alegrará vuestro corazón, y nadie será capaz de quitaros vuestra alegría. Jn 16, 22
Les llevó hasta cerca de Betania, y levantando sus manos les bendijo, y mientras los bendecía se alejaba de ellos y era llevado al cielo. Ellos se postraron ante El y se volvieron a Jerusalén con gran gozo. Lc 24, 50-52

3. Ellos se fueron contentos de la presencia del sanedrín, porque habían sido dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús. Hch 5, 41
Tengo mucha confianza con vosotros; tengo en vosotros grande motivo de gloria, estoy lleno de consuelo, reboso de gozo en todas nuestras tribulaciones. 2Co 7, 4
Luego oí como una voz de una gran multitud, y como una voz de muchas aguas, y como una voz de potentes truenos, que decía: "¡Aleluya!" Porque el Señor, Nuestro Dios omnipotente, ha establecido su reino. Ap 19, 6

La alegría del cristiano tiene su fundamento en Dios

77 Es un cielo, si le puede haber en la tierra, para quien se contenta con sólo contentar a Dios y no hace caso de contento suyo. En queriendo algo más lo perderá todo; y alma descontenta es como quien tiene gran hastío, que por bueno que sea el manjar le da en rostro, y lo que los sanos comen con gran gusto le hace asco en el estómago (SANTA TERESA, C. de perfección, 13, 7).

78 Nuestro Salvador ha nacido hoy; alegrémonos. No puede haber, en efecto, lugar para la tristeza, cuando nace aquella vida que viene a destruir el temor de la muerte y a darnos la esperanza de una eternidad dichosa. Que nadie se considere excluido de esta alegría, pues el motivo de este gozo es común para todos; nuestro Señor, en efecto, vencedor del pecado y de la muerte, así como no encontró a nadie libre de culpa, así ha venido para salvarnos a todos. Alégrese, pues, el justo, porque se acerca la recompensa; regocíjese el pecador, porque se le brinda el perdón; anímese el pagano, porque es llamado a la vida (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 1, en la Natividad del Señor).

79 No dijo San Pablo que el reino de Dios consistía en la alegría de una manera general y absoluta, sino que precisa y especifica que se trata de una alegría o gozo en el Espíritu Santo. El sabía de sobra que existe otra alegría, una alegría reprensible de la cual está escrito: El mundo se alegrará ¡Ay de vosotros, los que ahora reís, porque lloraréis! (Lc 6, 25; Jn 16, 20) (CASIANO, Colaciones, 1, 14).

80 [ ..] sólo de El, cada uno de nosotros puede decir con plena verdad, junto con San Pablo: Me amó y se entregó por mi (Ga 2, 20). De ahí debe partir vuestra alegría más profunda, de ahí ha de venir también vuestra fuerza y vuestro sostén. Si vosotros, por desgracia, debéis encontrar amarguras, padecer sufrimientos, experimentar incomprensiones y hasta caer en pecado, que rápidamente vuestro pensamiento de fe se dirija hacia Aquel que os ama siempre y que con su amor ilimitado, como de Dios, hace superar toda prueba, llena todos nuestros vacíos, perdona todo nuestro pecado y empuja con entusiasmo hacia un camino nuevamente seguro y alegre (JUAN PABLO II, Disc. IIII 1980).

81 Al nacer el Señor, los ángeles cantan llenos de gozo: Gloria a Dios en el cielo, y proclaman: y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor [...]. ¿Cómo, pues, no habría de alegrarse la pequeñez humana ante esta obra inenarrable de la misericordia divina, cuando incluso los coros sublimes de los ángeles encontraban en ella un gozo tan intenso? (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 1, en la Natividad).

82 ¿No hay alegría?-Piensa: hay un obstáculo entre Dios y yo.-Casi siempre acertarás (J ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 662).

83 Perdemos la alegría verdadera por el deleite de las cosas temporales (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 2 sobre los Evang.).

84 Nada hay más infeliz que la felicidad de los que pecan (SAN AGUSTÍN, Catena Aurea, vol. 1, p. 325).

El "camino de Dios" es un camino alegre

85 El camino de Dios es de renuncia, de mortificación, de entrega, pero no de tristeza o de apocamiento (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 128).

86 No hay cosa que necesite más de la moderación y del freno de la razón que las lágrimas: por quiénes se debe llorar, y cuánto, y cuándo, y cómo (SAN BASILIO, Hom. sobre la alegría).

87 La alegría cristiana es una realidad que no se describe fácilmente, porque es espiritual y también forma parte del misterio. Quien verdaderamente cree que Jesús es el Verbo Encarnado, el Redentor del Hombre, no puede menos de experimentar en lo intimo un sentido de alegría inmensa, que es consuelo, paz, abandono, resignación, gozo... ¡No apaguéis esta alegría que nace de la fe en Cristo crucificado y resucitado! ¡Testimoniad vuestra alegría! ¡Habituaos a gozar de esta alegría! (JUAN PABLO II, Aloc. 24-III-1979).

88 La alegría espiritual es el principal remo en esta navegación nuestra (SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, Trat. de la oración y meditación, 11, 4, aviso 1º).

88b Antes te divertías mucho... -Pero ahora que llevas a Cristo en ti, se ha llenado tu vida entera de sincera y comunicativa alegría. Por eso atraes a otros. -Trátale más, para llegar a todos (SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Surco, n. 673).

La alegría, necesaria para hacer el bien

89 Una persona alegre obra el bien, gusta de las cosas buenas y agrada a Dios. En cambio, el triste siempre obra el mal (PASTOR DE HERMAS, Mand. 10, 1).

Alegría y dolor

90 Vuestras pequeñas cruces de hoy pueden ser sólo una señal de mayores dificultades futuras. Pero la presencia de Jesús con nosotros cada día hasta el fin del mundo (Mt 28, 20) es la garantía más entusiasta y, al mismo tiempo, más realista de que no estamos solos, sino que Alguien camina con nosotros como aquel día con los dos entristecidos discípulos de Emaús (cfr. Lc 24, 13 ss) (JUAN PABLO II, Disc. IIII-1980).

91 El amor trae consigo la alegría, pero es una alegría que tiene sus raíces en forma de cruz. Mientras estemos en la tierra y no hayamos llegado a la plenitud de la vida futura, no puede haber amor verdadero sin experiencia del sacrificio, del dolor (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 43).

Los santos han vivido siempre con alegría

92 Los santos, mientras vivían en este mundo, estaban siempre alegres, como si siempre estuvieran celebrando la Pascua (SAN ATANASIO, Carta 14).

93 Los seguidores de Cristo viven contentos y alegres y se glorían de su pobreza más que los reyes de su diadema (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 38).

Generosidad y alegría

94 "Quien practique la misericordia –dice el Apóstol–, que lo haga con alegría": esta prontitud y diligencia duplicarán el premio de tu dádiva. Pues lo que se ofrece de mala gana y por fuerza no resulta en modo alguno agradable ni hermoso (SAN GREGORIO NACIANCENO, Disert. 14 sobre amor a los pobres).

95 Si dieres el pan triste, el pan y el mérito perdiste (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 48).

96 El mercader no se entristece gastando en las ferias lo que tiene para adquirir sus mercancías; pero tú te entristeces (hace referencia al joven rico) dando polvo a cambio de la vida eterna (SAN BASILIO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 313).

Alegría y filiación divina

97 [...] si confiáis en la divina Providencia, si os abandonáis en sus brazos omnipotentes, nunca os faltarán los medios para servir a Dios, a la Iglesia Santa, a las almas, sin descuidar ninguno de vuestros deberes; y gozaréis además de una alegría y de una paz que mundus dare non potest (cfr. Jn 14, 27), que la posesión de todos los bienes terrenos no puede dar (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 117).

La alegría, consecuencia del amor y de la lucha ascética

98 Sin lucha, no se logra la victoria; sin victoria, no se alcanza la paz. Sin paz, la alegría humana será sólo una alegría aparente [...] (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 82).

99 Mas esta fuerza tiene el amor, si es perfecto: que olvida mas nuestro contento por contentar a quien amamos. Y verdaderamente es así, que, aunque sean grandísimos trabajos, entendiendo contentamos a Dios, se nos hacen dulces (SANTA TERESA, Fundaciones, 5, 10).

100 El amor produce en el hombre la perfecta alegría. En efecto, sólo disfruta de veras el que vive en caridad (SANTO TOMÁS Sobre la caridad, 1. c., 205).

101 En la tierra hasta la alegría suele parar en tristeza; pero para quien vive según Cristo, incluso las penas se truecan en gozo (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 18).

La alegría y la esperanza del cielo

102 En una piadosa permisión, les permitió gozar (en el Tabor) durante un tiempo muy corto la contemplación de la alegría que dura siempre, para hacerles sobrellevar con mayor fortaleza la adversidad (SAN BEDA, Coment. sobre S. Marcos, 8).

103 Porque el reino de Dios está dentro de vosotros. Quizás da a conocer que el reino de los cielos está en nosotros para manifestar la alegría que produce en nuestras almas el Espíritu Santo; ella es como la imagen y el testimonio de la constante alegría que disfrutan las almas de los santos en la otra vida (SAN GREGORIO DE NISA, en Catena Aurea, vol. VI, p. 279).

104 Si tenemos fija la mirada en las cosas de la eternidad, y estamos persuadidos de que todo lo de este mundo pasa y termina, viviremos siempre contentos y permaneceremos inquebrantables en nuestro entusiasmo hasta el fin. Ni nos abatirá el infortunio, ni nos llenará de soberbia la prosperidad, porque consideraremos ambas cosas como caducas y transitorias (CASIANO, Instituciones, 9).

105 El gozo en el Señor debe ir creciendo continuamente, mientras que el gozo en el mundo debe ir disminuyendo hasta extinguirse. Esto no debe entenderse en el sentido de que no debamos alegrarnos mientras estemos en el mundo, sino que es una exhortación a que, aun viviendo en el mundo, nos alegremos ya en el Señor (SAN AGUSTÍN, Sermón 171).

106 Entonces será la alegría plena y perfecta, entonces el gozo completo, cuando ya no tendremos por alimento la leche de la esperanza, sino el manjar sólido de la posesión. Con todo, también ahora, antes de que esta posesión llegue a nosotros, antes de que nosotros lleguemos a esta posesión, podemos alegrarnos ya con el Señor. Pues no es poca la alegría de la esperanza, que ha de convertirse luego en posesión (SAN AGUSTÍN, Sermón 21).

La Sagrada Eucaristía, fuente de alegría

107 Cristo instituyó este sacramento (de la Sagrada Eucaristía) [...]; y lo dejó a los suyos como singular consuelo en las tristezas de su ausencia (SANTO TOMÁS, Opúsculo 57, Fiesta del Cuerpo de Cristo).

108 Cada vez que nos reunimos en la Eucaristía somos fortalecidos en la santidad y renovados en la alegría, pues la alegría y la santidad son el resultado inevitable de estar más cerca de Dios. Cuando nos alimentamos con el pan vivo que ha bajado del cielo, nos asemejamos más a nuestro Salvador resucitado, que es la fuente de nuestra alegría, una alegría que es para todo el pueblo (Lc 2, 10). Que la alegría y la santidad abunden siempre en vuestras vidas y florezcan en vuestros hogares. Y que la Eucaristía sea [...] el centro de vuestra vida, la fuente de vuestra alegría y de vuestra santidad (JUAN PABLO II, Hom. 2-II-1981).

Alegría y rectitud de intención

109 Siempre estarás gozoso y contento, si en todos los momentos diriges a Dios tu vida, y si la esperanza del premio suaviza y alivia las penalidades de este mundo (SAN BASILIO, Hom. sobre la alegría).

Alegría en las fiestas

110 Las fiestas se han hecho para promover la alegría espiritual, y esa alegría la produce la oración; por lo cual en día festivo se han de multiplicar las plegarias (SANTO TOMÁS, Sobre los mandamientos, 1 c., 245).

111 La resurrección de Cristo es vida para los difuntos, perdón para los pecadores, gloria para los santos. Por esto el salmista invita a toda la creación a celebrar la resurrección de Cristo, al decir que hay que alegrarse y llenarse de gozo en este día en que resucitó el Señor (SAN MÁXIMO DE TURIN, Sermón 53).

111b Ciertamente, la alegría cristiana debe caracterizar toda la vida, y no solo un día de la semana. Pero el domingo, por su significado como día del Señor resucitado, en el cual se celebra la obra divina de la creación y de la "nueva creación", es día de alegría por un título especial, más aún, un día propicio para ejercitarse en la alegría, descubriendo sus rasgos auténticos (JUAN PABLO II, Carta Apost. Dies Domini, 31-V-1998, n. 57).