1244 El don propio de la confirmación –además de los efectos comunes con los demás sacramentos– es perfeccionar la gracia bautismal. Quienes han sido hechos cristianos por el bautismo son aun como niños recién nacidos (cfr. 1P 2, 2), tiernos y delicados. Con el sacramento de la confirmación se robustecen contra todos los posibles asaltos de la carne, del demonio y del mundo, y su alma se vigoriza en la fe para profesar y confesar valientemente el nombre de Nuestro Señor Jesucristo. De aquí el nombre de confirmación (Catecismo Romano, P. II, c. 2, 20).
1245 Todos los sacramentos son ciertas profesiones de fe. Y así como el bautizado recibe la potestad espiritual para confesar la fe por la recepción de los demás sacramentos, así el confirmado la recibe para confesar públicamente con la palabra y como por oficio la fe de Cristo (SANTO TOMÁS, S.Th. III, q. 72, a. 5 ad 2).
1246 Por el sacramento de la confirmación se vinculan mas estrechamente a la Iglesia, se enriquecen con una fuerza especial del Espíritu Santo, y con ello quedan obligados mas estrictamente a difundir y defender la fe, como verdaderos testigos de Cristo, por la palabra juntamente con las obras (CONC. VAT. II, Const. Lumen gentium, 11).
1246b De la celebración se deduce que el efecto del sacramento de la Confirmación es la efusión especial del Espíritu Santo, como fue concedida en otro tiempo a los Apóstoles el día de Pentecostés (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1302).
1246c Por este hecho, la Confirmación confiere crecimiento y profundidad a la gracia bautismal:
- nos introduce más profundamente en la filiación divina que nos hace decir "Abbá, Padre" (Rm 8, 15);
1247 Es manifiesto que en la vida corporal constituye cierta perfección especial el hecho de que el hombre alcance la edad perfecta, de suerte que pueda realizar las acciones que corresponden al hombre perfecto. Y por eso, además de la generación, por la cual se recibe la vida corporal, existe el crecimiento y el aumento, por el que se alcanza la edad perfecta. Esto mismo ocurre en la vida espiritual: el hombre recibe la vida por el bautismo, que es una espiritual regeneración; y en la confirmación recibe como la edad perfecta en la vida espiritual. Y por ello es claro y manifiesto que la confirmación es un sacramento especial (SANTO TOMÁS S.Th. III, q. 72, a. 1).
1247b Si a veces se habla de la Confirmación como del "sacramento de la madurez cristiana", es preciso, sin embargo, no confundir la edad adulta de la fe con la edad adulta del crecimiento natural, ni olvidar que la gracia bautismal es una gracia de elección gratuita e inmerecida que no necesita una "ratificación" para hacerse efectiva. Santo Tomás lo recuerda:
La edad del cuerpo no prejuzga la del alma. Así, incluso en la infancia, el hombre puede recibir la perfección de la edad espiritual de que habla la Sabiduría (Sb 4, 8): "la vejez honorable no es la que dan los muchos días, no se mide por el número de los años". Así numerosos niños, gracias a la fuerza del Espíritu Santo que habían recibido, lucharon valientemente y hasta la sangre por Cristo (S. Th., 3, q. 72, a. 8, ad 2) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1308).
1248 El apostolado de los laicos es una participación en la misma misión salvífica de la Iglesia, y todos están destinados a este apostolado por el Señor mismo, en virtud del Bautismo y de la Confirmación (CONC. VAT. II, Const. Lumen gentium, 33).
1249 Los laicos tienen el derecho y el deber de ser apóstoles en virtud de su misma unión con Cristo Cabeza. Insertos en el cuerpo místico de Cristo por el Bautismo y robustecidos mediante la Confirmación por la fuerza del Espíritu Santo, son destinados al apostolado por el mismo Señor (CONC. VAT. II, Decr. Apostolicam actuositatem, 3).
1250 Por el sacramento de la confirmación se da al hombre potestad espiritual para ciertas acciones sagradas distintas de las que ya recibió potestad en el bautismo. Porque en el bautismo recibe la potestad para realizar aquellas cosas que pertenecen a la propia salvación en el orden puramente individual; pero en la confirmación recibe la potestad para realizar las cosas relativas a la lucha espiritual contra los enemigos de la fe. Como aparece claro en el caso de los apóstoles, quienes, antes de recibir la plenitud del Espíritu Santo, estaban encerrados en el cenáculo perseverando en la oración (Hch 1, 13-14), y cuando salieron de allí no se avergonzaron de confesar públicamente la fe, incluso contra los enemigos de la misma (SANTO TOMÁS, S.Th. III, q. 72, a. 5).
1251 El hombre todo entero se funde en la Verdad, en la inteligencia de su espíritu, en el abandono de su voluntad, en la consagración de todo su amor. De lo cual el hombre pusilánime no es capaz mas que cuando es confirmado por la gracia de Dios (SAN BUENAVENTURA, Breviloquium, 6, 8).
1252 La lucha espiritual contra los enemigos invisibles corresponde a todos los cristianos; pero la lucha contra los enemigos visibles, o sea contra los que persiguen la fe cristiana, confesando el nombre de Cristo, es propia de los confirmados, que han llegado espiritualmente a la edad viril (SANTO TOMÁS, S.Th. III, q. 72, a. 5 ad. 2).
1253 El efecto de este sacramento es que por medio de el se da a los cristianos el Espíritu Santo, como fue dado a los Apóstoles en Pentecostés, para tener fuerzas y confesar con valentía el nombre de Cristo. Así pues, el confirmado es ungido en la frente, donde se manifiesta la vergüenza, para que no se avergüence de confesar el nombre de Cristo y especialmente su cruz, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, como dice el Apóstol (1Co 1, 23). Por eso es marcado con el signo de la cruz (CONC.DE FLORENCIA, Decr. pro Armeniis, a. 1439).
1254 Quienes tienen niños a su cargo, han de ocuparse diligentemente de que sean confirmados, porque es grande la gracia que proporciona este sacramento. Si mueren, tendrá mayor gloria el confirmado que el que no lo ha sido, porque aquel recibió mas gracia (SANTO TOMÁS, Sobre el Credo, 10, 1. c., p. 101).