Antología de Textos

EXAMEN DE CONCIENCIA

1. El hijo pródigo puede volver a casa de su padre cuando se detiene a mirar su vida: volviendo en sí, dice el Evangelio (cfr. Lc 15, 17), reflexionando sobre su situación, sobre la herencia que ha perdido y sobre su padre que le espera.
Para la conversión es necesario el conocimiento propio. A este conocimiento propio nos lleva la práctica del examen de conciencia. En él se confronta nuestra vida con lo que Dios esperaba y espera de nosotros.
A veces se ha comparado el alma a una habitación cerrada. En la medida en que se abre la ventana y entra la luz se distinguen desperfectos, suciedad quizá, etc. Esta luz la da Dios al alma, y es una muestra de su misericordia. Sin ella quedamos a oscuras, sin conocimiento propio y, por tanto, sin posibilidad de arreglo.
En el examen, con la ayuda de la gracia, nos conocemos como en realidad somos (es decir, como somos delante de Dios).
Los santos se han reconocido siempre pecadores porque, por su correspondencia a la gracia, han abierto de par en par esa ventana que deja así penetrar a raudales la luz de Dios, y han podido iluminar con ella toda la estancia.
Cuando el pecador o el tibio no encuentran de qué arrepentirse no es, en general, por falta de pecados, sino porque, casi siempre, han cerrado esa ventana que permite la entrada de la luz, y se han quedado a oscuras. No se ve entonces el polvo, la silla mal colocada, el cuadro torcido, y otros desperfectos y descuidos... pequeños o importantes.
Si por pereza descuidamos el examen, las malas inclinaciones echarán sus raíces en el alma y poco a poco, sin darnos cuenta, iremos perdiendo sensibilidad para el amor de Dios: Pasé junto al campo del perezoso -dice la Sagrada Escritura- y junto a la viña del insensato, y me encontré con que todo eran cardos; ortigas cubrían la superficie y la cerca de piedra estaba derruida (Pr 24, 30). La falta de examen lleva al abandono.
2. Al hacer el examen en presencia de Dios, le pedimos luces para ver las faltas, porque sin la gracia estamos como ciegos, y comparamos nuestro día con lo que Dios esperaba de él. Es necesario ir prevenidos "contra el demonio mudo" (cfr. SAN JOSEMARÍA ESCRIVA, Camino, n. 236), porque la soberbia trata de impedir que nos veamos tal como somos: Han cerrado sus oídos y tapado sus ojos, a fin de no ver con ellos (Mt 13, 15).
Los fariseos, a quienes el Señor aplica estas palabras, se hicieron sordos y ciegos voluntarios, porque en el fondo no querían cambiar, a pesar de tantas evidentes señales como habían recibido.
En el examen, hecho con humildad y en presencia de Dios, es posible descubrir la raíz de las faltas de caridad, de trabajo, de alegría, de piedad, que se repiten con más o menos frecuencia, y se podrá luchar entonces con eficacia. El examen nos ]leva a la contrición y a los propósitos de enmienda.
3. San Francisco de Sales señala los siguientes afectos y disposiciones para después del examen de conciencia:
"Da gracias a Dios por ese poco adelanto que has encontrado en tu alma [...] y reconoce que su misericordia ha obrado sobre ti.
"Humíllate delante de Dios, conviniendo en que, si no has adelantado más, ha sido por tu culpa: por tu falta de fidelidad, valor y constancia; por no haber secundado las inspiraciones que infundieron en ti la oración y demás prácticas piadosas.
"Promete darle gracias eternamente por los beneficios recibidos, sobre todo por la pequeña victoria alcanzada sobre tus inclinaciones.
"Pídele perdón por tu infidelidad y deslealtad.
"Ofrécele tu corazón para que Él sea eternamente su dueño.
"Pídele la gracia de la fidelidad.
"Invoca a la Santísima Virgen, a tu Ángel Custodio, a tu Patrono, a San José y a los demás santos" (Introd. a la vida devota V, 8).
4. Muy relacionado con el espíritu de examen y con el deseo de mejorar está el llamado examen particular. "El examen general parece defensa. -En particular, ataque. -El primero es la armadura. El segundo, espada toledana" (SAN JOSEMARÍA ESCRIVA, Camino, n. 238). Es un examen breve y frecuente, sobre un punto muy concreto acerca de un defecto que se pretende quitar o de una virtud que se desea adquirir. Este examen mantiene firme el espíritu de lucha a lo largo del día y es el mejor remedio contra la tibieza.

Citas de la Sagrada Escritura

Dame a conocer el camino por donde he de ir, porque a ti he levantado mi alma. Sal 143, 8
Han cerrado sus oídos y tapado sus ojos a fin de no ver con ellos. Mt 13, 15
El justo cae siete veces y otras tantas se levanta. Pr 24, 16
Pase junto al campo del perezoso, y junto a la viña del insensato, y todo eran cardos y ortigas que hablan cubierto su faz, y su albarrada estaba destruida. Pr 24, 30-31
Tu, Señor, me conoces; tu me ves, tu penetras los sentimientos de mi corazón. Jr 12, 3
Desde el primer día en que diste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fue oída tu oración. Dn 10, 12
Escudríñame, oh Dios, y examina mi corazón; pruébame y examina mis pensamientos. Mira si hay en mi camino cosa viciosa, y llévame por las sendas de la eternidad. Sal 139, 23
[...] Deseaba llenar su estomago de las algarrobas que comían los puercos, y no le era dado. Volviendo en si (reflexionando sobre el estado al que habla llegado), dijo: ¡Cuantos jornaleros [...]! Me levantare e iré a mi padre y le aire: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti [...]. Lc 15, 17-19
El derrumbamiento viene precedido por un deterioro, y este por un mal pensamiento. Pr 16, 18

Necesario para avanzar en la vida interior y, también, para no retroceder

2165 Por muy altas que se alcen las murallas de una fortaleza y por muy firmes que sean las puertas cerradas que protegen a una ciudadela, será demolida si por traición se franquea una puerta al enemigo, aunque pequeña, por donde abrir brecha y asolarla. Y, ¿que diferencia hay en que el enemigo y la muerte irrumpan en el corazón de la ciudad y lo hagan por encima de las elevadas almenas o por las puertas abiertas de par en par, o por el secreto pasillo de una estrecha galería subterránea? (CASIANO, Instituciones, 1, 11).

2165b Como buenos negociantes debemos saber lo que ganamos cada día (SAN AGUSTÍN, Sermones, 20, 1; 32, 3).

2166 No es necesario romper las cuerdas y arrojar el laúd cuando vemos que esta desafinado, sino que hay que poner oído atento para descubrir donde esta el desconcierto, y tensar o aflojar la cuerda nuevamente, según lo requiera el caso (SAN FRANCISCO DE SALES, Cartas, 1. c., 212).

2167 Avanzad siempre, hermanos míos. Examinaos cada día sinceramente, sin vanagloria, sin autocomplacencia, porque nadie hay dentro de ti que te obligue a sonrojarte o a jactarte. Examínate y no te contentes con lo que eres, si quieres llegar a lo que todavía no eres. Porque en cuanto te complaces de ti mismo, allí te detuviste. Si dices ¡basta!, estas perdido (SAN AGUSTÍN, Sermón 169).

2168 Examen. -Labor diaria. -Contabilidad que no descuida nunca quien lleva un negocio. ¿Y hay negocio que valga mas que el negocio de la vida eterna? (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 235).

Necesario para la contrición y conversión

2169 El examen de conciencia diario es un gran apoyo para las misericordias (CONC. VAT. II, Decr. Praesbyterorum Ordinis, 18).

2170 Pon todas tus faltas delante de tus ojos. Ponte frente a ti mismo, como delante de otro; y luego, llora (SAN BERNARDO Meditationes piissimae, 5).

2171 Este hombre debe llegar a la casa del Padre. El camino que allí conduce, pasa a través del examen de conciencia, el arrepentimiento y el propósito de la enmienda. Como en la parábola del hijo prodigo, estas son las etapas al mismo tiempo lógicas y psicológicas de la conversión. Cuando el hombre supere en si mismo, en lo intimo de su humanidad, todas estas etapas, nacerá en el la necesidad de la confesión. Esta necesidad quizá lucha en lo vivo del alma con la vergüenza, pero cuando la conversión es verdadera y autentica, la necesidad vence a la vergüenza: la necesidad de la confesión, de la liberación de los pecados es mas fuerte. Los confesamos a Dios mismo, aunque en el confesonario los escucha el hombre-sacerdote. Este hombre es el humilde y fiel servidor de ese gran misterio que se ha realizado entre el hijo que retorna y el Padre. (JUAN PABLO II, Hom. Roma 16-III-1980).

2172 Pues yo reconozco mi culpa, tengo presente mi pecado. El que así ora no atiende a los pecados ajenos, sino que se examina a si mismo, y no de manera superficial, como quien palpa, sino profundizando en su interior. No se perdona a si mismo, y por esto precisamente puede atreverse a pedir perdón (SAN AGUSTÍN, Sermón 19).

2173 Para quienes buscan con sinceridad el remedio, no puede faltar la medicina del verdadero medico de las almas. Esto es particularmente cierto para aquellos que no cierran los ojos a sus dolencias por desanimo o por negligencia (CASIANO, Colaciones, 19, 22).

2173b No separemos la consideración de nuestras faltas del pensamiento de la infinita misericordia. Miremos, al contrario, nuestra fragilidad y miseria a la luz de la infinita bondad que nos levanta. El examen, hecho de este modo, lejos de desalentarnos, hará aumentar nuestra confianza en Dios (R. GARRIGOU-LAGRANGE, Las tres edades de la vida interior, vol. I, p. 354).

Examen y conocimiento propio

Ver también CONOCIMIENTO PROPIO

2174 Examina en ti mismo que es lo que eres; haz todo lo posible por conocerte (SAN BASILIO, Homilía 3).

2175 (Los santos), en su afán por la santidad, descubren en si con rara sagacidad y condenan sin piedad cosas que nuestra mirada interior, entenebrecida, no puede ni siquiera sospechar (CASIANO, Colaciones, 23, 6).

2176 Conocimiento de si, que es el primer paso que tiene que dar el alma para llegar al conocimiento de Dios (SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, 4, 1).

Modo de hacerlo

2177 El examen de conciencia que has de hacer siempre antes de acostarte, todos saben que se hace de este modo:
- Se dan gracias a Dios de habernos conservado aquel día.

- Se examina como hemos vivido en todas las horas de el, considerando, para hacer esto mas fácilmente, en donde, con quienes y en que ocupación hemos estado.
- Si se halla haber hecho algo bueno, se dan gracias a Dios; si, por el contrario, se ve que hemos cometido alguna falta en pensamientos, en palabras o en obras, se pide perdón a la Divina Majestad, con resolución de confesarse de ello a la primera ocasión, y de procurar enmendarse.
- Se encomienda después a la divina Providencia el cuerpo, el alma, la Iglesia, los parientes y los amigos, pidiendo a nuestra Señora, al ángel custodio y a los santos que velen sobre nosotros y por nosotros (SAN FRANCISCO DE SALES, Introd. a la vida devota, 2, 11).

2177b Para tu examen diario: ¿he dejado pasar alguna hora, sin hablar con mi Padre Dios?... ¿He conversado con Él, con amor de hijo? -¡Puedes! (SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Surco, n. 657).

2178 No os preocupéis si no recordáis todas vuestras caídas para confesarlas, pues siendo tan frecuentes e inadvertidas, también os levantáis inadvertidamente. Allí donde se lee que el justo se ve caer siete veces al día, hay que agregar que, si bien cae siete veces, no lo es menos que se levanta otras tantas, sin advertirlo. No sufráis por tal causa; confesad lo que hayáis podido observar; y por lo que hace a las faltas que se os pasan por alto, confiaos a la misericordia de Aquel que sostiene con su mano a los que caen sin querer, para que no se hieran, y los levanta tan presta y dulcemente que ellos mismos no advierten si han caído, porque la mano de Dios los sostuvo, ni de haber sido levantados, pues lo hacen tan aprisa que no les deja pensarlo (SAN FRANCISCO DESALES, Epistolario, fragm. 1666, 1. c., p.801).

2178b En el examen de conciencia, no debe el alma detenerse demasiado en la consideración de sí misma, dejando de mirar a Dios. Debe, por el contrario, preguntarse, dirigiendo su mirada al Señor: ¿cómo juzgará Dios este día o semana mía que ahora termina? ¿Ha sido mío o ha sido de Dios, en este día? ¿Le he buscado a Él o me he buscado a mismo? (R. GARRIGOU-LAGRANGE, Las tres edades de la vida interior, vol. I, p. 354).

2179 Acaba siempre tu examen con un acto de Amor –dolor de Amor– : por ti, por todos los pecados de los hombres...-Y considera el cuidado paternal de Dios, que te quito los obstáculos para que no tropezases (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 246).

Sin excusas. Nunca estamos totalmente sin culpa

2180 El que se acusa a si mismo acepta con alegría toda clase de molestias [...] pues se considera merecedor de todo ello, y en modo alguno pierde la paz [...].Pero quizá alguien me objetara: " Si un hermano me aflige y yo, examinándome a mi mismo, no encuentro que le haya dado ocasión alguna, ¿por que tengo que acusarme? ". En realidad, el que se examina con diligencia y con temor de Dios nunca se hallara del todo inocente, y se dará cuenta de que ha dado alguna ocasión, ya sea de obra, de palabra o con el pensamiento. Y si en nada de esto se halla culpable, seguro que en otro tiempo habrá sido motivo de aflicción para aquel hermano, por la misma o por diferente causa; o quizá habrá causado molestia a algún otro hermano. Por esto sufre ahora en justa compensación, o también por otros pecados que haya podido cometer en muchas otras ocasiones (SAN DOROTEO, Instrucción 7, 2-3).

2181 Han de confesar y reconocer delante de Dios que no ha pasado la jornada sin que le hayan ofendido de algún modo; y, porque somos ciegos en lo que nos toca, pedirán gracia y luz al Espíritu Santo para reconocer bien sus faltas (SAN FRANCISCO DE SALES, Directorio espiritual, 6, 1.c., p. 608).

2182 Faltóle la fortaleza y sujetóla el humor, a quien muchas veces, hijas, echamos la culpa de nuestras imperfecciones y mudanzas (SANTA TERESA, Fundaciones, 27, 10).

2183 La causa de toda perturbación consiste en que nadie se acusa a si mismo (SAN DOROTEO, Instrucción 7, 1-2).

2184 Bien mirado, nunca nos culpan sin culpas, que siempre andamos llenas de ellas, pues cae el justo siete veces cada día y seria mentir decir que no tenemos pecados. Ansi que, aunque no sea en lo mismo que nos culpan, nunca estamos sin culpa del todo, como lo estaba el buen Jesús (SANTA TERESA, C. de perfección, 15, 4).

El "examen particular"

2185 El examen general parece defensa. -El particular, ataque. -El primero es la armadura. El segundo, espada toledana (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER. Camino, 238).

2186 Cuando alguno se ve particularmente dominado por un defecto, debe armarse solo contra ese enemigo, y tratar de combatirlo antes que a otros [...], pues mientras no lo hayamos superado echaremos a perder los frutos de la victoria conseguida sobre los demás (SAN JUAN CLIMACO. Escala del paraíso, 15).

2187 Con el examen particular has de ir derechamente a adquirir una virtud determinada o a arrancar el defecto que te domina (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 241).