Antología de Textos

SANTOS

1. En la primitiva Iglesia nace y se desarrolla la veneración por la Santísima Virgen, por los Apóstoles y los mártires. Cuando el martirio es menos frecuente se recurre al testimonio equivalente de la "confesión" por medio de una vida ejemplar o de la virginidad.
Los santos son amigos de Dios de una manera particular. Son obras maestras de su gracia. Han amado a Dios sobre todas las cosas y le han servido heroicamente. Dios les honra en el cielo y los ha glorificado frecuentemente por medio de milagros. Por esto los amamos y veneramos. Veneramos a los santos celebrando su memoria y pidiendo su intercesión. Con ello damos gracias a Dios por los dones que Él les ha otorgado y le rogamos que, por intercesión de los mismos, nos sea propicio y nos ayude a hacernos semejantes a ellos. La festividad de un santo suele celebrarse en el aniversario de su muerte, porque tal día fue para él la fecha de su nacimiento en el cielo, el dies natalis.
Los santos son nuestros modelos en la imitación de Cristo. Si leemos su vida, conoceremos su heroísmo y nos sentiremos impulsados a seguir su ejemplo.
2. También veneramos sus cuerpos y algunos objetos que usaron en la tierra. Son recuerdos preciosos, a los que damos el nombre de reliquias. También honramos sus imágenes. Con ello veneramos a los santos mismos. Las imágenes nos mueven a amar e imitar a aquellos a quienes representan. Dios ha glorificado algunas veces sus reliquias e imágenes por medio de milagros y concede con frecuencia favores especiales a los que las veneran.
El culto a los santos, ratificado por el Concilio de Trento, es enseñado y proclamado una vez más en el Concilio Vaticano II, donde se declaró que, "de acuerdo con la tradición, la Iglesia rinde culto a los santos y venera sus imágenes y sus reliquias auténticas", porque "las fiestas de los santos proclaman las maravillas de Cristo en sus servidores y proponen ejemplos oportunos a la imitación de los fieles" (Const. Sacrosanctum Concilium, 111).
El auténtico culto a los santos no consiste, según el Concilio, "tanto en la multiplicidad de los actos exteriores cuanto en la intensidad de un amor práctico por el cual, para el mayor bien nuestro y de la Iglesia, buscamos en los santos el ejemplo de su vida, la participación de su intimidad y la ayuda de su intercesión" (Const. Lumen gentium, 51).
3. "Es, por tanto, sumamente conveniente -nos dice el Concilio- que amemos a estos amigos y coherederos de Cristo, hermanos también y eximios bienhechores nuestros; que rindamos a Dios las gracias que le debemos por ellos; que "los invoquemos humildemente y que, para impetrar de Dios beneficios por medio de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor, que es el único Redentor y Salvador nuestro, acudamos a sus oraciones, protección y socorro" (Conc. de Trento). Todo genuino testimonio de amor que ofrezcamos a los bienaventurados se dirige, por su propia naturaleza, a Cristo y termina en Él, que es "la corona de todos los santos", y por Él va a Dios, que es admirable en sus santos y en ellos es glorificado"" (Const. Lumen gentium, 50).
4. Esta es la fórmula que emplea el Romano Pontífice en la canonización de los santos: "Para honra de la Santísima Trinidad, para exaltación de la fe católica e incremento de la vida cristiana, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y la nuestra, después de haber deliberado largamente, invocado repetidas veces la ayuda divina y escuchado el consejo de muchos hermanos nuestros en el episcopado, declaramos y definimos Santo al Beato... lo inscribimos en el Catálogo de los santos y establecemos que sea devotamente honrado como tal en toda la Iglesia. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".

El santo aquí en la tierra: alegría, necesidad de la oración, de la lucha ascética, fortaleza, humildad, etc.

4867 ¿Santo, sin oración?... -No creo en esa santidad. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER Camino, 107).

4868 Hay que pensar en la sabiduría de Esteban, en la palabra de Pedro, en el ímpetu de S. Pablo. Nada pudo contener? menguar su empuje: ni la cólera del pueblo, ni la violencia de los tiranos, ni el ataque de los demonios, ni los asesinatos cotidianos. Como el río impetuoso pasaron sobre todo lo que tenían delante. (S. JUAN CRISÓSTOMO, Hom. Sobre Mateo, 51).

4869 Los santos, mientras vivían en este mundo, estaban siempre alegres, como si siempre estuvieran celebrando la Pascua. (S. ATANASIO Carta 14).

4870 El santo no es sólo la alegría de sus padres, sino la salvación de muchos. (S.AMBROSIO, en Catena Aurea, vol. V, p. 22).

4871 Ya veis, pues, cómo todos los santos han hablado, no , tanto en persona del pueblo como en nombre propio, y como se proclaman verdaderos pecadores. (CASlANO Colaciones, 23, 17).

4872 Cuando llegue allí (al cielo) entonces seré de verdad un hombre de Dios. (S. IGNACIO DE ANTIOQUÍA Hom. 6).

4873 (Los santos) en su afán ilimitado por la santidad, descubren en sí con rara sagacidad y condenan sin piedad cosas que nuestra mirada interior, entenebrecida, no puede ni siquiera atisbar. (CASIANO, Colaciones, 23).

4874 He notado, y es muy natural, que las hermanas más santas son más queridas. (SANTA TERESA DE LISIEUX, Manuscrito a la M. M.ª de Gonzaga, 10, 13).

4875 ¿Hay otra clase de Santos? Sí, pero está escondida. Hay, en efecto, santos que todavía luchan y pelean; corren aún sin haber llegado a la meta [...]. La palabra " santo " tiene, pues, diversos significados: unas veces designa a aquellos cuya santidad está ya consumada, otras a los que luchan por alcanzarla. (S. BERNARDO, Sermón 5 para la fiesta de Todos los Santos).

"Obras maestras del Espíritu Santo"

4876 Cada uno de los Santos es una obra maestra de la gracia del Espíritu Santo. (JUAN XXIII, Aloc. 5-6-1960).

4877 ¿Quiénes son aquellos a quienes la Iglesia dedica la solemnidad de hoy (Todos los Santos), sino el fruto de la obra santificante del Espíritu de verdad y de amor, que es el Espíritu Santo? ¿Qué es la santidad de tantos hermanos y hermanas –conocidos por su nombre, o no– a los que honramos particularmente este día, sino la madura plenitud de esa vida que precisamente El, el Espíritu Santo, injerta en el alma del hombre?
¡El "que es Señor y Dador de vida"! [...]

La liturgia de esta solemnidad nos infunde un gran júbilo y una alegre esperanza cuando, mediante las palabras del Apocalipsis, observamos con los ojos del alma esa muchedumbre inmensa que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas (Ap 7, 9).
Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob (Sal 24, 6).
Y todos los santos, a los que hoy honramos, son portadores del don misterioso del Espíritu Santo, al cual han testimoniado fidelidad heroica.
Teniendo ante nuestra mirada espiritual esta espléndida imagen que la liturgia de la Iglesia nos ofrece el 1 de noviembre, tratemos ahora, en la oración del "Angelus", de manifestar al Espíritu Santo una ferviente gratitud por Todos los Santos, esto es, por todos los frutos de la santidad que han nacido en el curso de la historia de la salvación bajo el influjo de su gracia.
Agradezcamos especialmente ese particularísimo fruto de santidad, nacido y madurado por la presencia del Espíritu Santo, la Virgen de Nazaret, llena de gracia, Santísima, Theotokos, Madre de Dios. (JUAN PABLO II, Angelus, l–XI–1981).

Necesidad de personas santas

4878 Un secreto. -Un secreto, a voces: estas crisis mundiales son crisis de santos
- Dios quiere un puñado de hombres "suyos" en cada actividad humana

- Después... "pax Christi in regno Christi" -la paz de Cristo en el reino de Cristo. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 301).

Los santos en la Patria definitiva. Intercesión y veneración

4879 Hemos de suponer, sin duda alguna, que aquella misma familiaridad, respeto y altísima dignidad que Cristo tributó a José mientras vivía aquí en la tierra, como un hijo con su padre, no se la ha negado en el cielo; al contrario, la ha colmado y consumado. (S. BERNARDINO DE SIENA, Sermón 2).

4880 Los santos no necesitan de nuestros honores, ni les añade nada nuestra devoción. La veneración de su memoria redunda en provecho nuestro, no suyo. Por lo que a mí respecta, confieso que, al pensar en ellos, se enciende en mí un fuerte deseo. (S. BERNARDO, Sermón 2).

4881 Contempla a tu lado el colegio de todos los santos, congregados para colmo de tu felicidad por la divina clemencia, porque no es dichosa la posesión de un bien cuando de él se goza en soledad. (S. BUENAVENTURA, Soliloquio, 4).

4882 Siempre creyó la Iglesia que los apóstoles y mártires de Cristo, por haber dado el supremo testimonio de fe y de caridad con el derramamiento de su sangre, nos están más íntimamente unidos en Cristo; les profesó especial veneración junto con la Bienaventurada Virgen y los santos ángeles, e imploró piadosamente el auxilio de su intercesión. (CONC. VAT. II, Const. Lumen gentium, 50).

4883 Es algo injurioso rezar por el mártir, a cuyas oraciones debemos nosotros encomendarnos. Sin embargo, las Oraciones de los santos mártires satisfacen a Dios por los pecados de su pueblo. Todos los mártires que están alabando a Dios, interceden por nosotros; y no cesan sus oraciones hasta que no cesan nuestras lamentaciones. Se alegran de nosotros quienes oran por nosotros. (S. AGUSTÍN, Sermón sobre S. Esteban, 1).

4884 De la misma manera que Noé y sus hijos, salvos en el arca, evitaron perecer en el diluvio, así también los hombres podrán evitar el diluvio de la eterna condenación si prontamente recurren al arca espiritual, es decir, si se refugian en la intercesión de los santos. (SAN AMBROSIO, Sobre el arca de Noé, 7).

4885 Que les enseñen que los santos, que reinan juntamente con Cristo, ofrecen sus oraciones por los hombres; que es bueno y provechoso invocarles humildemente y recurrir a sus plegarias, a su ayuda y socorro para obtener de Dios los beneficios por su Hijo Jesucristo, nuestro Señor, que es nuestro único Redentor y Salvador. Aquellos que niegan que han de ser invocados los santos que gozan en el cielo de la felicidad eterna, los que afirman que ellos no oran por los hombres o que es idolatría invocarles para que oren por cada uno de nosotros, o que es cosa contraria a la palabra de Dios y Opuesta al honor debido a Jesucristo, único mediador entre Dios y los hombres, o que es necedad suplicar oral o mentalmente a los que reinan en el cielo, todos estos piensan impíamente. (CONC. DE TRENTO, Ses. XXV).

Conocer la vida de los santos

4886 Debemos conocer la vida de los santos, para afinar en la corrección de nuestra propia vida [...], y así el fuego de la juventud espiritual, que tiende a apagarse por el cansancío, revive con el testimonio y el ejemplo de los que nos han precedido. (S.GREGORIO MAGNO, Moralia, 24).

Las fiestas de los santos

4887 Las fiestas de los santos proclaman las maravillas de Cristo en sus servidores y proponen ejemplos oportunos a la imitación de Cristo. (CONC. VAT II, Const. Sacrosanctum concilium, 111).

Veneración por las reliquias, lugares donde vivieron, etc

4888 Los fieles han de venerar también los santos cuerpos de los mártires y los de los otros santos que viven con Cristo, pues fueron miembros vivos de Cristo y templos del Espíritu Santo (1Co 3, 16; 1Co 6, 19; 2Co 6, 16) y serán resucitados y glorificados por él para la vida eterna. Por ellos Dios concede muchos beneficios a los hombres. Por tanto, los que afirman que no se debe honor y veneración a las reliquias de los santos, o que los fieles honran inútilmente sus reliquias y los otros monumentos sagrados y que en vano visitan los lugares de su martirio para obtener ayuda, estos tales han de ser condenados, como antaño los condenó la Iglesia y ahora también los condena. (CONC. DE TRENTO, Ses. XXV).

Imágenes de santos

4889 Las imágenes de Cristo, de la Virgen, Madre de Dios, y las de otros santos, hay que tenerlas y guardarlas sobre todo en los templos y tributarles la veneración y el honor debidos. No es que se crea que en ellas hay algo de divino [..], . sino que el honor que se les tributa se refiere a los modelos originales por ellos representados. Por tanto, a través de las imágenes que besamos y ante las cuales descubrimos nuestra cabeza y nos postramos, adoramos a Cristo y veneramos a los santos cuya semejanza ellas evocan. (CONC. DE TRENTO, Ses. XXV).

4890 Definimos que [...], tal como se hace con la cruz preciosa y vivificante, las imágenes venerables y sagradas, tanto las pintadas como las de mosaico y de otra materia apropiada, deben colocarse en las Iglesias santas de Dios, en los vasos y en los ornamentos, en las paredes y en los cuadros, en las calles y en las casas: tanto la imagen de nuestro Señor Jesucristo, Dios y Salvador nuestro, como las de la Virgen santa, Madre de Dios y Señora nuestra, de los ángeles venerables y de los justos. (II CONC. DE NICEA, Dz 511, 302).

4891 En efecto, cuanto más frecuentemente son contempladas por medio de su representación en la imagen, tanto más se mueven los que las contemplan al recuerdo y deseo del modelo original, a besarías y a tributarles el culto debido, no por cierto el de latría verdadera que, según nuestra fe, sólo conviene a la naturaleza divina; sino que, como se hace con la cruz preciosa y vivificante, con los santos evangelios y con los demás objetos sagrados, hay que honrarlas con la ofrenda de incienso y luces, como fue costumbre piadosa de los antiguos. "Porque el honor de la imagen se dirige al original" (S. Basilio). El que venera una imagen venera a la persona por ella representada. (II CONC. DE NICEA, Dz 511, 302).

4892 Es conveniente, según lo que dicta la razón y en conformidad con la tradición más antigua, honrar y venerar las imágenes, puesto que el honor se refiere a los mismos originales, del mismo modo que el libro santo de los Evangelios y la imagen de la cruz preciosa. Si, pues, no venera la imagen de Cristo, Salvador nuestro, que no vea su forma cuando venga en la gloria de su Padre a ser glorificado y glorificar a sus santos. Que sea excluido de su sociedad y de su claridad. Lo mismo decimos para quien no venera la imagen de su Madre inmaculada, María, Madre de Dios. Pintamos también las imágenes de los santos ángeles, tal como los representan las palabras de la Sagrada Escritura. Honramos y veneramos las imágenes de los Apóstoles, tan dignas de alabanza, de los profetas, de los mártires, de los santos varones y de todos los santos. Quienes no sienten así, sean anatemas de parte del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. (CONC. DE CONSTANTINOPLA IV, Dz. 513, 337).