COMISIÓN EPISCOPAL PARA LA DOCTRINA DE LA FE

Y DE LA SUBCOMISIÓN EPISCOPAL DE CATEQUESIS

 

NOTA

SOBRE ALGUNOS ASPECTOS DE LA CATEQUESIS HOY,

RELACIONADOS CON EL TEMA DE LA VERDAD,

 DE LA REVELACIÓN CRISTIANA Y SU TRANSMISIÓN

 Madrid, 30 de noviembre 1992

1. INTRODUCCIÓN

LA CATEQUESIS,

INSTRUMENTO DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

1. La fidelidad al Evangelio de Jesucristo y la situación religiosa de los hombres de nuestro tiempo nos urgen, de manera mas apremiante cada día, a impulsar una nueva evangelización de nuestro mundo. Esta empresa, cuya magnitud y alcance ahora tal vez solo vislumbramos, reclama por parte de la Iglesia un gran esfuerzo misionero que dé prioridad al primer anuncio del Evangelio y a la llamada a la conversión personal. Sobre esta base de la conversión personal, es necesario promover un gran esfuerzo de catequización de los fieles cristianos. La catequesis es instrumento básico de la nueva evangelización.

LA RENOVACION CATEQUÉTICA,

DON DEL EPÍRITU DE LA IGLESIA

2. Reconocemos que el enorme crecimiento operado entre nosotros en el terreno de la catequesis, en los ańos posconciliares hasta el momento presente, así como sus valiosos frutos son un "don precioso del Espíritu Santo a la Iglesia de hoy, un don al que por doquier las comunidades cristianas, en todos los niveles, responden con una gran generosidad y entrega creadora que suscitan admiración" 1.

 DISCERNIMIENTO DE LA CATEQUESIS POSCONCILIAR

3. La Iglesia ha llevado a cabo un discernimiento sobre este complejo florecimiento de la catequesis posconciliar. Este discernimiento ha quedado reflejado en los trabajos del IV Sínodo de los Obispos, celebrado en el otońo de 1977, en la Exhortación Apostólica Catechesi Tradendae y en numerosas enseńanzas de Juan Pablo II; y, en Espańa, en las orientaciones pastorales de la Comisión Episcopal de Enseńanza y Catequesis, recogidas sobre todo en su Instrucción La catequesis de la comunidad, de 1983.

Este discernimiento nos lleva a considerar como adquiridos muchos de los logros de la renovación catequética contemporánea, que no siempre ha tenido igual valor. Junto a un innegable progreso en la vitalidad de la actividad catequética y junto a iniciativas prometedoras, hay que reconocer también las limitaciones e incluso las "deficiencias" de lo que se ha realizado. Estos límites son particularmente graves cuando ponen en peligro la integridad del contenido de nuestra fe, la firmeza de la fe y principios morales de los miembros de la Iglesia.

FINALIDAD DE ESTA NOTA

4. La Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe y la Subcomisión Episcopal para la Catequesis, dentro de los cometidos que le son propios y con el ánimo de avivar y fortalecer este "don precioso" de Dios a su Iglesia, ofrecen las siguientes reflexiones sobre algunos aspectos de la catequesis en nuestro tiempo que tienen que ver, en su conjunto, con la gran cuestión de la verdad cristiana y su transmisión. Con estas reflexiones se pretende contribuir a la aplicación concreta de la nueva evangelización y, al mismo tiempo, preparar la recepción del Catecismo de la Iglesia Católica, aprobado por el Santo Padre el pasado junio. Se trata de una reflexión parcial en la que tan sólo se abordan algunos aspectos, ciertamente importantes, de la catequesis, pero en modo alguno exhaustivos.

5. La presente Nota tiene muy en cuenta otras Notas, orientaciones e informes de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la fe, como asimismo diversas Orientaciones pastorales emanadas de la Comisión Episcopal de Enseńanza y Catequesis. En todos estos escritos ha latido siempre una preocupación por la catequesis de nuestras. comunidades y el deseo de servirla y promoverla adecuadamente. La lectura o el recuerdo de ese material ayudará a percibir el sentido y el alcance de esta Nota.

 II. CATEQUESIS Y REVELACIÓN

LA REVELACIÓN, FUNDAMENTO DE LA CATEQUESIS

6. "La auténtica catequesis es siempre una iniciación ordenada y sistemática a la revelación que Dios mismo ha hecho al hombre en Jesucristo, revelación conservada en la memoria profunda de la Iglesia y en las Sagradas Escrituras y comunicada constantemente, mediante una "traditio" viva y activa, de generación en generacion" 2.

La catequesis, además, tiene su origen en la confesión de fe y tiende a la confesión de fe. La fe, por su parte, es acogida y obediencia a la revelación de Dios. Por eso, "el caracter propio de la catequesis, además de inspirarse en el catecumenado bautismal, encuentra sus principios inspiradores en la concepción qúe tiene la Iglesia de la Revelación, de la Tradición y de la Fe. Esta concepción proporciona a la catequesis su verdadero fundamento. En este sentido, la Constitución "Dei verbum", del Concilio Vaticano II, constituye una sólida base sobre la que apoyar la manera de entender el carácter propio de la catequesis" 3.

LA REVELACIÓN, ACCIÓN GRATUITA DE DIOS

7. La Constitución conciliar describe la Revelación en estos términos: "Por medio de la revelación Dios quiso manifestarse a Sí mismo y sus planes de salvar al hombre, para que el hombre se haga partícipe de los bienés divinos que superan totaln-jente la inteligencia humana" 4. "La verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la Revelación" 5. Cuando decimos, pues, "Revelación" estamos diciendo acción gratuita de Dios: alteridad, primacía, iniciativa, don de Dios; es Dios quien nos precede en su Realidad y libremente, en su bondad, sale al encuentro del hombre personalmente, se manifiesta a Sí mismo y se comunica al hombre, le desvela la intimidad de su Misterio y. de su voluntad. Por la revelación el hombre entra en comunicación con Dios y accede, por gracia, al conocimiento y participación de Dios mismo, de su realidad íntima y de su designio benevolente de salvación.

LA REVELACIÓN EXIGE ASENTIMIENTO

8. Dios se nos da como gloria, como bien, como verdad. Por eso la revelación de Dios es una interpelación y exige del hombre la plena aceptación de lo que Él mismo nos ha dado y manifestado, sin manipularlo a nuestro arbitrio; exige asentimiento, conversión y obediencia sincera a la voluntad divina, renuncia a la utilización de la gracia de Dios en aras de los deseos del hombre por muy acordes que éstos puedan estar con el espíritu de una determinada época. No es la experiencia de la fe la que "crea" la Revelación. Por eso la fe lleva consigo un conocimiento sobrenatural del misterio de Dios manifestado al hombre en la revelación acaecida, una vez por todas. en Jesucristo.

LA REVELACIÓN

NO PUEDE DISOLVERSE EN SUS INTERPRETACIONES

9. Desde la concepción católica de la revelación, ésta entrańa una realidad que le es dada al hombre como algo que soberanamente le adviene y es independiente de él. La Revelación se apoya en la manifestación de Dios mismo en persona a través de acontecimientos, más allá de las interpretaciones ydecisiones que frente a ello puedan tomar los individuos. La Revelación no puede diluirse en las interpretaciones subjetivas de individuos o comunidades. Por ello, no es fiel a la Revelación aquél que sólo ve en ella un conjunto de símbolos o cifras de las experiencias de la subjetividad. Falsea, pues, la Revelación quien quiera medirla por una norma diferente de ella misma.

Es contraria, por lo mismo, a la Revelación toda interpretación o práctica que por acomodarla al espíritu del tiempo o ponerla en sintonía con la cultura del momento pretenda reducir dicha revelación a un simple eco de ese tiempo o de ese momento. Cuando una cultura se convierte en medida del Evangelio, el cristianismo se disuelve en la cultura. En lugar de evangelizar, en este caso, se siembra la sospecha frente a la fe. Al ser la cultura el criterio definitivo, la fe sólo puede ser algo así como un soporte de la cultura.

Pero nunca podremos olvidar, que la Revelación "no está aislada de la vida ni yuxtapuesta artificialmente a ella. Se refiere al sentido último de la existencia y la ilumina ya para inspirarla, ya para juzgarla a la luz del Evangelio" 6. Cada época, es cierto, se ha sentido interpelada de una forma particular por la verdad revelada y ésta le ha presentado a la comunidad creyentes problemas determinados a los que ha tenido que dar respuestas diferentes de época a época. Y, sin embargo, las respuestas a los problemas que a la comunidad creyente le plantee o le haya planteado la Revelación en las diversas épocas habrán de ser fieles a la misma Revelación, es decir, a Cristo y a la Tradición que nos entrega el mismo Cristo.

No puede agotarse, en efecto, la verdad revelada en las diferentes interpretaciones correspondientes a las diferentes épocas, ya que es una y la misma Realidad, Dios y su salvación, la que se nos comunica a través de la Revelación.

Cuando se tiene en cuenta la naturaleza de la Revelación en la catequesis, se propicia el reconocimiento del seńorío de Dios y la confesión de fe en Él como el Único, "origen, guía y meta del universo" (Rm 11, 36), en quien está el juicio inapelable de nuestra vida y nuestras obras, y a cuya voluntad y palabra todos estamos ligados. Cuando, por el contrario, se olvida esta naturaleza fácilmente se cae, lo queramos o no, en un desdibujamiento yen un debilitamiento del teocentrismo de nuestra fe y no se acierta a situar a Dios y a su Hijo Unigénito, Jesucristo, en el centro de la síntesis de fe que hemos de proporcionar a través de la acción catequética.

        Si se perdiera de vista que la catequesis transmite una palabra y una vida que nos es dada a todos y que no procede de nuestro querer o de nuestro ingenio personal, que es más grande que nuestro corazón y nuestro saber, entonces la catequesis perdería también su capacidad de educar en la fe. Vendría a ser una tarea sin fuerza evangelizadora capaz de provocar la conversión del corazón al Dios vivo, Creador de todas las cosas, y la obediencia de la fe. que nos hace "nacer de lo alto" (cf. Jn 3, 3).

ALGUNAS CONSECUENCIAS PARA LA CATEQUESIS

10. Por fidelidad a la Revelación y porque su fin es conducir a una fe madura a cada fiel y a las comunidades, la catequesis "debe procurar diligentemente proponer con fidelidad el tesoro íntegro del mensaje cristiano. Ello debe hacerse ciertamente siguiendo el ejemplo de la pedagogía divina (que, en su condescendencia, se acomoda a los hombres), pero teniendo en cuenta la plenitud de la revelación comunicada por Dios, para que su pueblo se alimente y viva de ella. La catequesis, pues, parte de una sencilla proposición de la estructura íntegra del mensaje cristiano; y la propone de manera adecuada a las diversas situaciones culturales y espirituales de los catequizandos" 7, guardando la jerarquía de las verdades 8; pero esta jerarquía de verdades "no significa que algunas verdadedes pertenecen menos a la fe que otras, sino que algunas verdades se apoyan en otras como más principales y son iluminadas por ellas" 9.

Por no tener en cuenta suficientemente los criterios expuestos, se puede incurrir en algunos errores que es preciso evitar. Llevados, tal vez, por el contexto cultural actual que desplaza el acento del objeto al sujeto 10 y, seguramente sin percatarse de las implicaciones de esto, algunas catequesis pueden tender a revitalizar la verdad de la fe, y a presentar sólo o preferentemente la fe como vivencia y compromiso, ignorando o estimando poco el contenido o "depósito" de la Revelación, al que damos nuestra adhesión de fe. Asimismo puede llegarse a unas catequesis y materiales catequéticos abusivamente parcos en contenidos de fe y excesivamente abundosos en experiencias humanas, en técnicas didácticas o en acciones a realizar. A veces, en estos casos, la fe no se interpreta con claridad como la acogida de algo que nos ha sido dado para fecundar la existencia y transformar la realidad histórica, o no se tiene conciencia clara de que la misión de la catequesis es "transmitir lo que nos fue dado", lo que hemos recibido (Cf. 1Co 15): un don nuevo y sorprendente, insospechado por el hombre, una novedad que se nos ofrece, y que no proviene de nosotros, sino que nos es dada como gracia.

Al afirmar esto no queremos, en ningún modo, olvidar que el transformar al hombre en Cristo es objetivo fundamental e insoslayable de la catequesis. Pero es mal camino para esa transformación el no poner en contacto al catequizando con toda la riqueza de Dios que se comunica y se ofrece, en la fe y en la comunión de la Iglesia, a la aceptación total, con mente y corazón, por parte del hombre.

Cuando no nos sentimos vinculados por la palabra de Dios que nos precede o relativizamos su contenido, la opinión de cada uno respecto a las materias de fe acaba sustituyendo a la misma realidad de la fe. De hecho, en algunos de los "credos" formulados especialmente en las últimas décadas, y que a veces han recogido algunos materiales para la catequesis o para celebraciones, el significado de la palabra "creo" no iría más allá del simple "pensamos", que acaba por reducir la fe a lo que es fácilmente comprensible y "asimilable" y que suena bien desde una determinada cultura o desde una determinada situación humana.

Además, si no se tiene en cuenta esta necesaria vinculación de la catequesis con el hecho de la Revelación cristiana, fácilmente la catequesis transmitirá mutilado el mensaje de la fe y de la vida cristiana con lagunas muy notables en aspectos muy importantes de la fe y la moral cristiana que es preciso evitar siempre: por ejemplo, lagunas respecto a la fe en Dios Padre y Creador, al pecado original, al misterio de Jesucristo, al Espíritu Santo, a la Iglesia, a la gracia, a la resurrección de la carne y la vida eterna, y respecto a la formación de la conciencia moral cristiana 11.

No podemos olvidar, en este punto, que la tradición moral pertenece a lá fe, se deriva de ella, y es, por tanto, parte esencial de la catequesis, precisamente como medio de conexión entre la Revelación y la vida real y concreta, en la que se pone en juego la fe.

Hay que afirmar sin ambigüedad que existén leyes y principios morales, pertenecientes a la tradición moral específica de la Iglesia, que es preciso presentar en la catequesis; también la doctrina social de la Iglesia pertenece a su tradición moral y es parte de la catequesis de la que no se debiera prescindir nunca.

LA DIMENSIÓN ANTROPOLÓGIcA DE LA CATEQUESIS:

LA CATEQUESIS MUESTRA LA CONEXIÓN

DEL MISTERIO DE DIOS CON EL FIN ÚLTIMO DEL HOMBRE

11. El que con estas reflexiones hayamos puesto de relieve la catequesis como enseńanza y transmisión de conocimiento 12 no impide, sino, al contrario, exige sostener que "la catequesis da a conocer en el Espíritu... Este conocimiento no es un saber cualquiera, es conocimiento de un misterio, sabiduría según el Espíritu, síntesis orgánica centrada en el misterio de Cristo. No es un sistema, una abstracción, una ideología" 13.

La catequesis no puede ceńirse a la sola enseńanza de unos "contenidos nocionales" o a su repetición rutinaria 14; esta doctrina "no es un cúmulo de verdades abstractas, es la comunicación del misterio vivo de Dios" 15, que concierne de manera decisiva y última al hombre, a su sentido más profundo y al logro más auténtico de sí 16. La catequesis habrá de lograr la adhesión personal del catequizando al Dios vivo en Jesucristo, para lo cual habrá de mostrar también "la estrechisima conexión del misterio de Dios y de Cristo con la vida y el fin último del hombre" 17.

La catequesis, en consecuencia, habrá de mostrar cómo la Revelación que nos es dada en Jesucristo tiene que ver y responde a los interrogantes más radicales del hombre. Es tarea ineludible de la catequesis plantear a la luz del Evangelio las preguntas que surgen de las situaciones humanas, individuales y sociales, de manera que estimule en los catequizandos un deseo, de transformar la propia conducta 18. La catequesis habrá de ser "palabra viva"  enraizada en la experiencia individual ysocial de los catequizandos; esto exige, entre otras cosas, el respeto al proceso personal de fe de cada catecúmeno, a su particular itinerario en su adhesión progresiva a Jesucristo 19.

Por eso, no sólo es legítima y positiva, sino también imprescindible, la preocupación por hacer que la proclamación de la Palabra de Dios y de la transmisión de la Tradición de la Iglesia no sea algo apartado de la vida, una especie de sistema de verdades abstractas, sino conectado profundamente con la vida concreta de las personas, con el mundo de los sentimientos y de las actitudes de cada uno y con las realidades que les circundan. Esto es algo más que un recurso pedagógico, ya que tiene una raíz y una consistencia teológica, como han puesto de relieve documentos oficiales del magisterio eclesiástico 20.

No sería necesario insistir en este punto, si no fuera por la pervivencia de ciertos tipos de catequesis puramente repetitivas, formulistas y abstractas, que tampoco corresponden al sentir y a la enseńanza de la Iglesia, y que rechazan tomar en serio en la catequesis toda esta dimensión antropológica, con la excusa de que conduce inevitablemente a la disolución de la fe. La disolución de la fe no proviene de tomar en serio en la catequesis la dimensión antropológica, lo cual es esencial al acto catequético, tal y como la Iglesia lo comprende; sino que proviene de que la subjetividad o la cultura ambiental se erijan en criterio de la fe. Y esto no se evita mediante la catequesis repetitiva de fórmulas abstractas; porque, como esta catequesis no toca el "centro" vital de la persona, ese centro vital puede quedar al margen de Jesucristo y de la fe, orientado igualmente por los valores de la cultura dominante. Con frecuencia se produce, en efecto, como fruto de este tipo de catequesis una superposición de dos capas en la vida, la profana y la cristiana; es decir, ese dualismo que tantas veces ha denunciado la Iglesia, y que tiene una parte no pequeńa de responsabilidad en la descristianización.

III. CATEQUESIS Y TRADICIÓN

LA CATEQUESIS, ACTO DE TRADiCIÓN VIVA

12. Es de capital importancia para la acción catequética el reconocer que la catequesis, en su esencia más íntima, es transmisión, traditio viva de "las expresiones de fe acuńadas por la reflexión viva de los cristianos durante siglos, y que. son recogidas en los símbolos y en los principales documentos de la Iglesia... Ser cristiano es entrar en una tradición. viva" 21. La tradición de fe determina, en efecto, el contenido y la forma de apropiación de la verdad revelada como elemento constitutivo de la salvación. La mediación de la Iglesia es inherente sustancialmente, y por tanto insustituible, en la transmisión de la fe y de la salvación. "La Iglesia sigue proclamando hoy la sustancia viva del Evangelio, que le ha sido entregada" 22. Es en la fe de la Iglesia, en su confesión de fe, en la disciplina de los sacramentos y en la tradición moral de la. Iglesia, donde se nos da acceso a la salvación, a la verdad y al bien que nos son dados y que nosotros no podemos violentar ni alterar.

La catequesis, por esto, "es, esencialmente, un acto de la tradición viva de la Iglesia que, por medio de la iniciación en su "doctrina, vida y culto" 23, transmite al catecúmeno todo lo que ella es, todo lo que le ha sido dado como don y todo lo que ella cree. La entrega del Evangelio en el Símbolo, la entrega del Padre Nuestro y la entrega de las normas, modelos y testimonios de vida cristiana son, en el catecumenado bautismal y en nuestra catequesis, expresión de lo que es en esencia, un proceso catecumenal: la transmisión de la fe y de la vida eclesial. El catecúmeno por medio de la catequesis, ha de ser iniciado para que se incorpore vitalmente en la Tradición de la Iglesia 24.

LA LECTURA ECLESIAL DE LA ESCRITURA 

Y LA "REGLA DE FE",

INSTANCIAS NORMATIVAS PARA LA CATEQUESIS

  13. La catequesis no puede olvidar nunca que el sujeto histórico de la comprensión de la verdad revelada, es la Iglesia y que el conocimiento y apropiación de esta verdad de la Revelación tiene su lugar propio, reconocido como tal por quien tiene fe, en la lectura eclesial de la sagrada Escritura, en la confesión de fe y en la enseńanza moral de la Iglesia. Para la lectura auténtica de la Escritura, la Iglesia entrega en la catequesis una clave de esa lectura y un Criterio de interpretación: El Símbolo de la fe, el Padre Nuestro y la normativa de conducta de una vida según el Evangelio. Esta clave de lectura recoge lo esencial de la Sagrada Escritura, "la sustancia viva del Evangelio", la regla de fe 25.

Esta lectura, hecha en la tradición viva de la Iglesia y expresada en el Magisterio auténtico, constituye la instancia normativa e irrenunciable de cualquier interpretación y aplicación de la verdad evangélica a las diversas situaciones personales y comunitarias, como corresponde a la catequesis. Por eso los materiales destinados a la catequesis o a la formación de catequistas han de incorporar necesariamente la tradición viva de la Iglesia: nunca deben omitirla pues es la vía para el acceso y el encuentro con Jesús.

Es preciso recordar, una vez más, a este respecto que en los materiales para una catequesis de iniciación cristiana o para la formación de catequistas se ha de recoger la exposición del Credo en su integridad, así como la exposición de los Sacramentos, de los Mandamientos y del Padre Nuestro. Para ayudar a comprender las palabras y conceptos que esta "regla" contiene, no es correcto formularla de otra manera, pretendidamente "más experiencial" (Véanse, por ejemplo, algunos de los llamados "credos" que tanto han proliferado, sobre todo en torno a la catequesis de jóvenes o de Confirmación.) De esta manera se dejaría de lado un criterio básico en la formación, tanto de los catecúmenos como de los catequistas, como es el inspirarse "en las grandes fórmulas de fe o símbolos elaborados en la tradición de la Iglesia y en aquellos textos conciliares en los que se expresa sintéticamente la fe" 26. Conocer de un modo básico y profundo el Credo, "resumen eclesial del Evangelio", es una necesidad que los catequistas han de. cubrir para alcanzar la síntesis de fe -fiel a la Escritura, a la tradición viva y a los problemas del hombre y del mundo de hoy- que requieren para iniciar el conocimiento del misterio, cometido de la acción catequética a ellos encomendada en la Iglesia 27.

DIFICULTADES PARA ENTENDER LA CATEQUESIS

COMO ACTO DE TRADICIÓN

EN EL CONTEXTO CULTURAL ACTUAL

14. Insistir en la catequesis como transmisión de la Sagrada Escritura y de los principales documentos de la Tradición y del Magisterio; insistir, asimismo, en la catequesis como memoria -en conexión vital con la anámnesis eucarística- o en la fe como inserción y participación en la corriente viva de la Tradición y de su lenguaje; o insistir en la necesidad de unas expresiones inalterables que salvaguarden la unidad, homología (confesión), de la fe en lo sustancial, se compadece mal con una de las tendencias de la modernidad: la emancipación respecto de toda instancia ajena a la razón autónoma, de todo lo "dado", y, por tanto, la desconfianza hacia la tradición.

Esta desconfianza hacia la tradición está en conexión, además, y se ve reforzada con una concepción de la verdad como algo que hay que hacer: "la verdad se hace", su criterio es la eficacia, lo prioritario es la acción. En este contexto se explica la fortuna de ciertas palabras como "creación, creatividad, experiencia, eficacia", o ciertas expresiones como "crear un mundo nuevo". Este contexto explica igualmente, la importancia que ha adquirido en ciertos sectores la ortopraxis frente a la ortodoxia, la acusación de ideológico a todo discurso que no se implique en la acción transformadora del mundo, o el descrédito hacia la contemplación, la admiración o la alabanza.

El interés por la emancipación y la crítica radical, características de la modernidad, ha desembocado en un predominio de lo metodológico y lo instrumental en los campos del saber, de la praxis y de la comunicación. Es natural que así suceda: la razón autónoma es verdaderamente autónoma en la medida que domina lo "dado" mediante un método o procedimiento que controla de manera eficaz su objeto.

Al impartir la catequesis o al elaborar materiales catequéticos es necesario tener en cuenta esta, mentalidad y actuar con discernimiento y espíritu crítico ante ella, percatándose de algunas dificultades concretas que puede ocasionar a la acción catequética, por ejemplo: otorgar una excesiva importancia a lo metodológico; incorporar sin más pedagogías de la no-directividad o de la creatividad, en las que, se haga del grupo un factor de "creación" de la propia fe o se sustituya la transmisión de la fe explícita y viva de la Iglesia por "dinámicas de grupo"; convertir al catequista en un monitor, que no transmite propiamente contenidos ni doctrina y únicamente asegura la libre dinámica del grupo; hacer de la fe un epifenómeno o resonancia accidental o mera confirmación de las experiencias, empeńos y proyectos individuales o colectivos del caso; hacer de la catequesis un instrumento para "reinventar" la "auténtica" fe y la "verdadera" , comunidad cristiana, como si la larga tradición de la Iglesia la hubiese corrompido; prescindir, por considerarlos "no actuales e insignificantes hoy", de los documentos o textos en que se recoge la Tradición de la Iglesia, como pueden ser textos tomados de la Liturgia, de los Padres, de los Concilios, de los Papas o que hagan referencia a la vida y testimonio de los santos, y sustituirlos por otros textos o testimonios de autores y de personas de hoy, incluso dudosos  que difícilmente pueden pretender suscitar la adhesión a la fe de la Iglesia.

IV. CATEQUESIS Y LENGUAJE

LA REVELACIÓN Y LA TRADICIÓN

INSEPARABLES DE UN LENGUAJE.

NECESIDAD DE UN LENGUAJE

PARA LA TRANSMISIÓN DE LA FE

15. Para acceder a la realidad revelada, y apropiarse de la tradición de la fe, es necesario un lenguaje. La Revelación, en la que son inseparables acontecimientos y palabras, se nos ha dado a través de un lenguaje, del cual es testigo privilegiado el lenguaje de las Sagradas Escrituras, de la Liturgia y de las formulaciones dogmáticas. Este "precioso depósito" debe ser fielmente custodiado, con la ayuda del Espíritu Santo (cf. 1Tm 6, 20; 2Tm 1, 13-14). Gracias precisamente, a las expresiones de la fe de ese "depósito", que nos informan sobre Jesús, sobre quién es Él y sobre. cuál es la honda realidad de su misterio, le es posible al creyente acceder a la salvación de Dios que le ha sido revelada y otorgada en el mismo Jesucristo. Dios se comunica en Cristo expresándose en la tradición de un lenguaje, en la que es necesario participar para alcanzar la verdad de esa comunicación.

        La fe cristiana, en efecto, no ha surgido de la sola inspiración espontánea de grupos entusiastas, movidos por el Espíritu de Jesús. Desde sus orígenes ha estado vinculada esencialmente a los acontecimientos salvadores y al testimonio apostólico acerca de ellos, en tanto que expresados en un genuino discurso, en una "regla" de fe y de vida. "Sin la mediación de los relatos evangélicos y de las fórmulas cristológicas apenas sabríamos nada de Jesús y no podríamos entrar en relación personal con Él. Por eso es importante subrayar la referencia esencial de la fe cristiana a los acontecimientos salvadores, en tanto nos son transmitidos en un lenguaje determinado dentro de la tradición original mantenida por ellos" 28.

Con esto no negamos, como es obvio, la necesidad de la intervención del Espíritu Santo para poder entrar en esa relación personal con Jesucristo. Tampoco dejamos de reconocer que "la adhesión de la fe no termina con las fórmulas mismas de la fe. Hay una distinción y tensión insuprimibles entre la realidad revelada y cualquier lenguaje en que ésta pueda hablarnos". De ahí viene que pueda haber varios lenguajes de la fe; pero esta pluralidad de lenguajes tiene sus límites, obedece a una norma interna: la Revelación dada en Jesucristo. "La Revelación no es una pura x trascendente del todo, que pueda aislarse del lenguaje en que originalmente se expresó e interpretarse desde cualquier lenguaje a mano, sin asegurarse de una coherencia con el lenguaje de los orígenes y con el lenguaje de la genuina actualización en la tradición abierta y mantenida por ellos" 29.

FUNCIÓN Y VALOR DE Ms FORMULACIONES DE LA FE.

NECESIDAD DE ATENERSE

A LAS FORMULACIONES DE LA IGLESIA

16. Las expresiones y formulaciones de la fe están sujetas a cierta vinculación histórica. Ésta, sin embargo, no puede cambiar la naturaleza y el contenido de la revelación y, por consiguiente, el contenido de las formulaciones dogmáticas en las que la Iglesia define autorizadamente la verdad revelada. En este sentido debe mantenerse que la verdad expresada en las formulaciones de fe es irreformable 30. De ahí que no se puede dar un verdadero crecimiento en la penetración de los contenidos de la verdad revelada si deliberadamente, o por negligencia o por error, se ignora o se excluye la función reguladora de las formulaciones de la fe, a las que corresponde salvaguardar el contenido objetivo de la Revelación y dirigir el crecimiento de la Tradición de forma autorizada y normativa.

Por ello, como seńaló Pablo VI en Mysterium Fidei, "aunque se salve la integridad de la fe, es también necesario atenerse a una manera apropiada de hablar, no sea que, con el uso de palabras inexactas, demos origen a falsas opiniones.., acerca de la Iglesia, con un prolongado trabajo de siglos, no sin ayuda del Espíritu Santo ha establecido, confirmándola con la autoridad de los Concilios, norma que con frecuencia se ha convertido en contraseńa y bandera de la fe ortodoxa, debe ser religiosamente observada, y nadie a su propio arbitrio, o so pretexto de nueva ciencia, pretenda cambiarla. żQuién podría tolerar jamás que las fórmulas dogmáticas usadas en los Concilios ecuménicos para los misterios de la Santísima Trinidad y de la Encarnación se juzguen ya como inadecuadas a los hombres de nuestro tiempo y que en su lugar se empleen inconsidesaradamente otras nuevas?" 31.

IMPORTANCIA DEL LENGUAJE PARA LAS CATEQUESIS

17. La cuestión del lenguaje es, pues, de la máxima importancia para la catequesis. "Ésta tiene el deber imperioso de encontrar el lenguaje idóneo que le permita realizarse y desarrollarse como acto de comunicación de la fe eclesial" 32. La catequesis siempre, y hoy de manera especial, se ve urgida por la necesidad de que los catecúmenos puedan expresar su fe personal confesando la fe de la Iglesia. "La comunidad de fe implica necesariamente comunidad en el lenguaje, al menos en un mínimo lenguaje que guarde la comunidad en la fe" 33, un lenguaje propio de la fe en el que los cristianos se reconocen a sí mismos, se expresan y comunican en cuanto tales 34.

La catequesis ha de introducir al catecúmeno en ese lenguaje propio de la fe fe 35. Ella, por tanto, "tiene necesidad de un lenguaje fijo, acuńado, formulado" 36, para que los catequizandos se introduzcan en la Revelación y en los acontecimientos salvadores. Nos damos cuenta de que esta exigencia es insoslayable, por las razones que acabamos de decir, pero reconocemos que no responde a todos los problemas planteados por la cuestión del lenguaje.

Hay, en efecto, otros problemas importantes para la catequesis que vienen planteados por las exigencias de la comunicación, la hermenéutica, la pedagogía, etc.

CONSECUENCIAS PARA LA CATEQUESIS

CUANDO NO SE TIENE EN CUENTA

EL LENGUAJE PROPIO DE LA FE

  18. La introducción del catecúmeno a la fe de la Iglesia se ve impedida o perturbada "cuando la catequesis entiende y trata del lenguaje de la fe, exclusiva y predominantemente, como medio para objetivar las vivencias y compromisos de la fe o, también, cuando aísla o libera los acontecimientos salvadores de su lenguaje, como cargado de prejuicios y creencias ya no vigentes y los "objetiva" para hacerlos inmediatamente accesibles al catequizando de hoy" 37; o cuando utiliza un lenguaje que se aleja del lenguaje común de la Iglesia (magisterial), de la patrística, de la liturgia o de los santos, y le sustituye por un lenguaje poco preciso, sin raíces en la Tradición, o por textos de autores sin valor testimonial para toda la Iglesia, cuando no contrarios al sentir de la Tradición.

LA MEMORIA EN LA CATEQUESIS.

CONCEPCIONES EQUIVOCADAS

SOBRE LA MEMORIA EN LA CATEQUESIS

  19. "El primer lenguaje de la catequesis es la Escritura y el Símbolo... Las Escrituras permiten a los cristianos hablar un lenguaje común. Es normal que, a lo largo de la formación, se aprendan de memoria ciertas sentencias bíblicas, en especial del Nuevo Testamento, o ideterminadas fórmulas litúrgicas, que son expresión privilegiada del sentido de dichas sentencias bíblicas, así como también otras plegarias comunes. El creyente asimila también aquellas expresiones de fe acuńadas por la reflexión viva de los cristianos durante siglos y que son recogidas en los Símbolos y en los principales documentos de la Iglesia... La catequesis es así "transmisión de los documentos de la fe"" 38, por ser, justamente "palabra, memoria y testimonio" 39.

Independientemente del valor pedagógico de la memorización, una cierta fijación en la memoria de un mínimo de lenguaje de la fe viene exigida por razones primarias y específicamente catequéticas. Sin una cierta memorización difícilmente podrá salvaguardarse hoy la condición de cristiano, la comunicación y la comunitariedad de la fe, es decir, la inserción de una tradición caracterizada por un lenguaje. Sin duda que, en otros momentos, se han producido abusos y excesos respecto a la memorización, reduciendo ésta a una fijación y repetición mecánica, sin interiorización e inteligencia de los "documentos de fe". Pero esto no puede conducirnos al extremo opuesto y remitir poco o nada de esos documentos a la memoria.

 LA CATEQUESIS HACE ASEQUIBLE EL LENGUAJE PROPIO

DE LA FE AL HOMBRE DE HOY

20. La catequesis, obligada por naturaleza a enseńar sólo lo que nos ha sido transmitido en la Tradición viva, está igualmente obligada a expresar esa Tradición en contextos nuevos con un nuevo lenguaje, de modo que la Tradición, dicha de manera nueva, pueda seguir siendo la misma sin falsificaciones. La catequesis, precisamente por ser "transmisión de los documentos de la fe", está llamada a ser "un cauce de renovación de la Iglesia. Lejos de oponer una catequesis que arranque de la experiencia a una catequesis sistemática -dicotomía en que muchas veces se ve sumido el movimiento catequético entre nosotros-, de lo que se trata es de integrar, lo más plenamente posible, la experiencia humana en la comprensión, vivencia y reformulación de los grandes documentos en los que la Iglesia expresa su fe" 40.

Asimismo, la catequesis ha de hacer asequible el lenguaje de la fe a la cultura contemporánea y los catequizandos de nuestro tiempo. "El lenguaje propio de la fe se dirige al hombre de hoy, que, por fuerza, ha de salir a su encuentro desde el lenguaje de su propio mundo, de su propia experiencia... La difícil tarea de la catequesis consiste justamente en hacer hablar hoy al lenguaje de una tradición. Sólo en el interior de esta tradición lingüística y en relación vital con ella puede actualizarse el lenguaje de la tradición" 41. Aquí tiene la Iglesia un gran papel para definir su lenguaje y hacerlo asequible a la cultura y a los individuos. Ésta ha sido una de las grandes aportaciones del Concilio Vaticano II, "la gran catequesis de nuestro tiempo".

 EL "CATECISMO", INSTRUMENTO BÁSICO

PARA LA COMUNIÓN EN EL LENGUAJE DE LA FE

21. Como el Vaticano II, el Magisterio de la Iglesia tiene un gran papel que desempeńar en nuestro tiempo haciendo posible que el "lenguaje básico de la fe", el lenguaje de la Tradición, resuene hoy en toda su significación. A los Obispos en comunión con el Papa les urge hoy fijar este "lenguaje básico". Aquí radica, entre otros aspectos, la importancia del catecismo. "La Iglesia, a través de sus obispos, recoge en el catecismo -de manera oficial- aquellos "documentos de la fe" que considera fundamentales para unos destinatarios en una situación determinada". Los catecismos, debidamente aprobados por la Santa Sede, "son los "libros de la fe" que recogen el anuncio cristiano y la experiencia de fe vivida por la Iglesia, la cual traduce esta riqueza a fin de que sea legible y significativa para los que caminan hacia la maduración cristiana. Al proponer esta riqueza de manera autorizada y auténtica, los Obispos ofrecen a sus comunidades un conjunto que constituye "regla de fe" y orientación básica de la catequesis" 42.

El catecismo constituye un instrumento básico para la comunión en el lenguaje de la fe, y, por tanto, de la comunión eclesial en sí misma. Como instrumento de tradición y compendio sistemático y orgánico de la verdad revelada en su integridad, el catecismo recoge e incorpora las distintas formas del lenguaje de la Biblia y la Tradición, con las que la Iglesia, una y única,  expresa su lenguaje de fe: "el relato de los acontecimientos salvadores, la confesión de fe, la doxología, el himno, la bendición, la acción de gracias, la súplica, la promesa, el mandamiento y la exhortación, las fórmulas de alianza, las proposiciones asertivas que describen o definen conceptos y realidades de la fe" 43. Y todas estas formas de lenguaje en armonía y unidad.

Al entregarnos el lenguaje "único y básico" de la fe en su pluriforme manifestación, el catecismo no se contenta con ser un libro de fuentes que selecciona y articula sin más los "documentos de la fe", sino que trata de hacerlos accesibles y comprensibles en una síntesis al hombre de hoy, en la clave hermenéutica del Concilio Vaticano II, de forma que su lenguaje deje hablar a la realidad misma de la fe. El catecismo, así, no sólo no coarta la libertad y creatividad de los catequizandos, sino que la posibilita y exige, para que cada uno pueda decir hoy su fe como fe de la Iglesia y pueda unir su propia voz al canto único de la Iglesia, una y única.

Por otra parte, al incorporar las diversas formas del lenguaje de la fe, el catecismo contribuye a superar tanto aquellas catequesis que se elaboran sólo a partir de la Escritura sin tener en cuenta el dogma, como las que parten directa y exclusivamente del dogma y recurren a la Escritura sólo como apoyo y artoridad. De este modo, ayuda a superar una catequesis "positivista" y empírica, incapaz de iluminar y animar la vida del creyente y de integrar fe y experiencia humana, porque en el fondo ha separado ese lenguaje de su sujeto que es la Iglesia y la ha reducido a mero "texto".

El catecismo, en definitiva, que no agota todos los elementos que deben concurrir en el acto catequético, está orientado a capacitar a los cristianos a través de un proceso catequético pertinente, a que digan hoy la fe la Iglesia. Es, por tanto, un elemento de fundamental referencia para la catequesis. Al hacer la entrega -traditio- de la fe en los "lenguajes" en que viene expresada la fe de la Iglesia, el catecismo no se sitúa en la abstracción o atemporalidad, ni se encierra en una posición numantina. Al contrario, esa "traditio" está destinada a personas concretas que, al recibir la enseńanza de la fe del catecismo en la situación y cultura concreta en la que viven, puedan experimentar cómo la confesión cristiana sigue siendo hoy fuente de vida, de acción y de esperanza.

V. CONCLUSIÓN

22. Al concluir esta reflexión, los Obispos que la suscribimos expresamos nuestra esperanza de que, teniendo en cuenta las observaciones y directrices que aquí se han recordado, se fortalezca y mejore la catequesis en nuestras comunidades, de forma que la originalidad y novedad de la fe cristiana arraigue cada día más en el corazón de los fieles.

Madrid, 30 de noviembre 1992.

COMISIÓN EPISCOPAL

PARA LA DOCTRINA DE LA FE

y SUBCOMISIÓN EPISCOPAL DE CATEOUESIS:

Monseńor Antonio Palenzuela

Monseńor José Manuel Estepa,

Monseńor Antonio Briva,

Monseńor José Capmany,

Monseńor Javier Martínez,

Monseńor Rafael Palmero,

Monseńor Ricardo Blázquez,

Monseńor Antonio Cańizares,

Don Manuel del Campo.

 NOTAS

1 JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica "Catechesí Tradendae" (CT), 3.

2 CT 22.

3 COMIsIÓN EPISCOPAL DEENSEŃANZA YCATEQUESIS, Orientaciones pastorales sobre la catequesis de la Comunidad (CC), 106.

4 DV 6.

5    DV 2.

6    CT 22.

7   CONGREGACIÓN DEL CLERO:Directorio Catequístico General (DCG) 38.

8 UR 11.

9 DCG 43.

10 Emplearemos la expresión "objeto" en el sentido de una realidnd qué, existiendo en si y por sí, hace frente al s'ujeto. No en el sentido de unas realidades de experiencia determinada según unas regles compartidas por la comunidad científica.

11  En los materiales catequéticos no debe estar ausente el tema de Dios, tratado en sí y por si mismo como Sujeto agente. Creador, Providente y salvador, y no puede aparecer sólo como respuesta a la cuestión del sentido de la vida humana o como el "Dios de Jesucristo" que sirve para "desmontar" falsas imágenes de Dios. Ha de estar asimismo presente la enseńanza de la Iglesia sobre la creación, con todo lo que ello lleva consigo para la concepción del hombre y con. las consecuencias prácticas que de ahí se derivan para la vida moral. No debiera faltar tampoco en los materiales catequéticos la doctrina del pecado original. Ha de cuidarse con esmero el tratamiento del tema de la gracia salvadora de Dios, que ha de tener gran relieve en toda la enseńanza catequética; se requiere una exposición positiva, directa y adecuada de la verdad de la gracia de Dios y del Dios de la gracia, de su necesidad para la salvación y para obrar el bien, de la transformación interior que ésta opera, etc. Ni en la catequesis ni en los materiales catequéticos, nunca puede faltar la confesión de fe en la resurrección de la carne yla vida eterna; la fe en la vida eterna ha de desempeńar un papel muy importante en la catequesis, máxime en unos tiempos en que la desconfianza respecto del más allá parece haberse generalizado; se ha de evitar, en este sentido, la identificación de la escatología con una utopia intrahistórica, es decir, con la construcción de una sociedad alternativa, la edificación de un mundo mejor como objeto de la esperanza y criterio ético; son manifiestas las consecuencias que, para una secularización interna del cristianismo se derivan de una presentación de la fe en una clave que suprime la escatología en el sentido que la profesa la Iglesia. Nos encontramos asimismo con algunas deficiencias en el campo de la formación moral. Se ha ganado en algunos aspectos, por ejemplo, en la presentación de la moral como seguimiento de Cristo, o en la atención a algunas actitudes evangélicas, o en la referencia a las bienaventuranzas; pero, al mismo tiempo, en la enseńanza moral, se ha de hablar de los fundamentos de la moral, de aspectos tan elementales como la verdad, la responsabilidad, la libertad, la conciencia. la norma, etc.; de otra suerte podemos hacer una presentación de la moral cristiana vaga, indeterminada, sin objetividad, proclive a ser determinada por la decisión única del sujeto, basada en unos valores de raigambre cristiana pero sin el soporte que les da consistencia a éstos; el proceso catequético ha de hacer posible que los catecúmenos sean capaces de discernir objetivamente lo bueno y lo malo ante problemas o comportamientos morales reales con los que tienen que enfrentarse.

12 Cf. CT 21.

13 IV SÍNODO DE LOS Oaís~os (1977), Mensaje al Pueblo de Dios (MPD), 8.

14 Cf. CT 17.

15 Cf. CT 7.

16 Cf CT 22.

17 DCG, 42.

18 Cf. DCG 74.

19 CC 214.

20 Cf. DCG 74; CT 22, 38; CC 222-226.

21 MPD 9.

22 CC 168.

23 DV 8.

24 CC 135-136.

25 Cf. CC 230.

26 COMISIÓN EPISCOPAL DE ENSEŃANZA Y CATEQUESIS, El catequista y su formación (CF), 112.

27 Cf. CF 130

28 CC 143.

29 CC .142.

30 La evolución histórica de las formulaciones de la fe se justifica no sólo por la historicidad del lenguaje, sino por la historicidad de la recepción en cuanto tal. Y por esta razón se puede hablar de un crecimiento en la comprensión de la misma tradición de fe. No es la Revelación, ya concluida y entregada a la Iglesia, la que crece o progresa sino su comprensión por parte de los creyentes. Esta comprensión cada vez más honda de la Revelación no crece al margen de las expresiones de la fe elaboradas en la historia de la Tradición. Antes bien, las expresiones y formulaciones doctrinales de la fe conducen el proceso de crecimiento en la inteligencia de la divina Revelación.

31 PABLO VI, Encíclica "Mysterium fidei", 10.11. Cf. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Declaración "Mysterium Ecclesiae" (24-VI-73), n. 5.

32 CC 140.

33 CC 143.

34 Cf. CC 140.

35 Cf MPD 9; CC 141.

36 CC 142.

37 CC 143.

38 MPD 9.

39 Cf. MPD 7.8-1.1.

40 CC 147.

41 CC 145.

42 CC 233. Al aplicar ea este texto al catecismo la expresión "regla de fe", se hace en un sentido analógico.

43 CC 149.