15 de agosto

15 de agosto, solemnidad

Entrada: " Una señal grandiosa apareció en el cielo: una Mujer con el sol por vestido, la luna bajo sus pies y en la cabeza una corona de doce estrellas " (Ap 12, 1). O : " Alegrémonos todos en el Señor al celebrar este día de fiesta en honor de la Virgen María: de su Asunción, se alegran los ángeles y alaban al Hijo de Dios ".

Colecta (como la oración del ofertorio y la postcomunión, procede del Misal anterior, desde 1950): " Dios todopoderoso y eterno, que has elevado en cuerpo y alma a los cielos a la inmaculada Virgen María, Madre de tu Hijo, concédenos, te rogamos, que aspirando siempre a las realidades divinas, lleguemos a participar con ella de su misma gloria en el cielo ".

Ofertorio: " Llegue a tu presencia, Señor, nuestra humilde oblación, y por la intercesión de la Santísima Virgen María, que ha subido a los cielos, haz que nuestros corazones, abrasados en tu amor, vivan siempre orientados hacia ti ".

Comunión: " Me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí " (Lc 1, 48-49).

Postcomunión: " Después de recibir los sacramentos que nos salvan, te rogamos, Señor, que, por intercesión de la Virgen María, que ha subido a los cielos, lleguemos a la gloria de la resurrección ".

En la Virgen María, asunta en cuerpo y alma a los cielos, se ha consumado plenamente el misterio Pascual de Cristo. Ella nos ha precedido en el tiempo como índice de la capacidad regenerante y glorificadora de la obra de Cristo sobre la naturaleza humana.

Ap 11, 19.12, 1-6.10: Una Mujer vestida de sol, la luna por pedestal. María, Arca Nueva y Viva de la Nueva Alianza, realizadora de la presencia del Emmanuel en medio de su pueblo y entronizada, al fin, en la bienaventuranza. Ella es el signo plenamente logrado de la obra redentora de Cristo. Comenta San Germán de Constantinopla:

" Ya que por medio de ti, oh santísima Madre de Dios, han cobrado esplendor los cielos y la tierra, ¿acaso es posible que, con tu tránsito, dejas a los hombres privados de tu asistencia? En modo alguno podemos pensarlo. Puesto que cuando habitabas en el mundo no eras ajena a las costumbres celestiales, de igual modo, después de haber emigrado de entre nosotros, no te has distanciado en espíritu del tenor de vida de los seres humanos " (Homilía 1 sobre la Dormición, 13, 109-110).

– Con el Salmo 44 proclamamos: " De pie a tu derecha está la Reina enjoyada con oro de Ofir... Prendado está el Rey de tu belleza... Las traen entre alegría y algazara, van entrando en el palacio real "...

1Co 15, 20-26: Primero resucita Cristo, como primicia, después todos los cristianos. La Asunción plena de María en cuerpo y alma a los cielos, triunfo pleno de la obra de Cristo en Ella, es también un índice consumado de nuestra vocación de resucitados para Cristo y para la eternidad. Comenta Modesto de Jerusalén:

" Finalmente, tal como correspondía a la gloriosísima Madre de Aquel que es dador de vida y de inmortalidad, le fue concedida la vida eterna y la participación en la incorruptibilidad de su Hijo: Cristo, en efecto, nuestro Dios y Salvador, la resucitó de la muerte, haciéndola subir del sepulcro y la elevó junto a Sí en los cielos del modo que solo Él conoce " (Sermón sobre la Dormición 14).

Lc 1, 39-56: El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: enaltece a los humildes. Grandes son las prerrogativas de la Virgen María, sobre todo su Maternidad divina, con todo lo que antecede y sigue a la misma. Escribe Antíoco Estratagio:

" Desde el tiempo en que nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, gracias a su bondad para con nosotros, se dignó aparecer en el mundo, naciendo de la santa e inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, nos ha concedido el don de la fortaleza necesaria para combatir al diablo, a fin de que, para quien lo desea, resulte más fácil alcanzar la virtud de la virginidad a pesar de que su práctica sea ardua y laboriosa.

" A los que de veras aman a Dios se les otorga un feliz resultado y unos dones aún mayores, de acuerdo con su promesa. Nadie, sin embargo, puede alcanzar una virtud tan excelsa, si no tiene amor y si no posee la humildad debida, como lo atestigua Aquella que es totalmente inmaculada, la siempre alabada y gloriosísima Madre de Dios, al entonar su cántico de alabanza en el que dice: "mi alma engrandece al Señor" " (Homilía 21).